Bulos en las redes sociales, la nueva secuela de los desastres naturales

Prevención de desastres Sociedad

El terremoto de la península de Noto ha venido acompañado de la propagación en las redes sociales de una gran cantidad de información falsa. Además de separar el grano de la paja, los usuarios deberíamos evitar a toda costa convertirnos en instrumento de la difusión de bulos.

Entre los graves problemas acarreados por el terremoto que azotó la península de Noto el 1 de enero está el de la desinformación que ha inundado la red. Especialmente numerosos han sido los bulos en X (antiguo Twitter) y otras redes sociales. Solo un día después del seísmo, el primer ministro, Kishida Fumio, tuvo que salir al paso de la gran cantidad de información falsa, que calificó de “maliciosa” e “inadmisible”. En este artículo, veremos qué patrones siguen los bulos que surgen con ocasión de este tipo de desastres, qué efectos producen estos bulos y cómo podemos posicionarnos frente a ellos.

Bulos sobre desastres que siguen patrones determinados

Entre las circunstancias que favorecen la propagación de bulos cuando ocurre un desastre hay que señalar, en primer lugar, la sensación de inseguridad que se extiende por el tejido social. Una mirada atrás en nuestra historia bastará para encontrarnos con muchos ejemplos de este fenómeno, uno de ellos lo ocurrido durante el Gran Terremoto de Kantō de 1923. En las sociedades humanas, los desastres y los bulos van siempre unidos. Pero con la difusión de internet y de las redes sociales, su velocidad de propagación y su grado de penetración son mayores que nunca.

Los bulos sobre desastres responden básicamente a cinco patrones. Veamos cómo encajan en ellos los bulos propagados en esta ocasión.

  1. Falsedades sobre la escala del desastre y los daños ocasionados. Imágenes del tsunami del Gran Terremoto del Este de Japón de 2011 han sido subidas a las redes pretendiendo que eran del terremoto de la península de Noto. Algunas de ellas han conseguido millones de visualizaciones. Se han ofrecido también informaciones sin el menor fundamento, que relacionaban la causa del terremoto o de los incendios con la central nuclear de Shika, operada por la Compañía Eléctrica de Hokuriku.
  2. Falsedades sobre actos delictivos. De fundamento tan dudoso como las anteriores son las noticias del estilo de “grupos de asaltantes extranjeros procedentes de todo el país se están concentrando en la península de Noto”. Se ha afirmado también que en los refugios o centros de acogida se sucedían los actos de pillaje. Es un bulo sobre el que la policía ha prevenido ya a la población en anteriores desastres.
  3. Falsas peticiones de auxilio. Pululan por las redes también mensajes cuya veracidad es muy difícil de probar sobre personas que supuestamente no pueden salir de sus vehículos, o que afirman tener un amigo que ha quedado encerrado en su casa y necesita ayuda para salir. Se usan palabras clave clicables como “SOS”, “¡Difúndanlo!”, o “¡Ayúdenme!”, con lo que estas supuestas peticiones de ayuda se difunden con rapidez. Usuarios de las redes de diverso perfil reciben y reenvían estos mensajes, que contaminan el flujo informativo sobre el desastre.
  4. Peticiones de donativos falsas o fraudulentas. Se han detectado peticiones del estilo de “sería de gran ayuda si pudieran donarnos fondos para hacer frente a nuestras necesidades futuras” y cuentas para la recepción de dinero electrónico.
  5. Teorías conspirativas. Se ha difundido también la pretensión, carente de toda base, de que el terremoto ha sido producido artificialmente. Según un análisis de la radiotelevisión pública NHK, contando solo los mensajes difundidos hasta las 5:30 de la tarde del 2 de enero se llega a un total de cerca de 250.000, algunos de los cuales han sido vistos más de 8,5 millones de veces.

Las graves consecuencias de los bulos difundidos

A menudo, los bulos contienen elementos que apelan a la emotividad o que suscitan el deseo de transmitirlos a otras personas. Se propagan rápidamente a caballo de mociones intensas como el miedo o la ira, pero también pueden servirse de los sentimientos altruistas de quienes desean ayudar al prójimo. Un estudio realizado por un grupo de investigaciones al que pertenezco ha demostrado que muchas veces estos mensajes se difunden debido a la ansiedad, o a la idea de que su difusión podría ser de alguna ayuda para personas concretas o para la sociedad.

Los problemas causados por estos bulos sobre desastres pueden llegar a ser muy graves. El pánico y la confusión derivados de estas falsas noticias pueden llevar a dar respuestas inadecuadas, como conductas inapropiadas de evacuación, manejo impreciso de víveres y materiales, etcétera, que pueden agravar aún más la situación de las víctimas. Tampoco pueden obviarse los efectos negativos que tienen sobre las operaciones de rescate, pues dan lugar a movilizaciones innecesarias de unidades y sobrecargan de trabajo a los responsables de las administraciones locales.

Se producen también fracturas sociales, pues quienes creen en estos bulos y quienes no creen en ellos quedan enfrentados, favoreciéndose actitudes excluyentes o discriminativas frente a grupos concretos. Difundir métodos equivocados de autodefensa puede aumentar el riesgo de verse expuesto a diversos peligros.

Y, por encima de todo, lo más grave es lo difícil que resulta, en este contexto, informarse correctamente. Cuando es correcta, la información favorece las actuaciones tendentes a la protección de las vidas humanas y se convierte en premisa para la toma de decisiones de todos los actores que hacen frente al desastre, contribuyendo también a tranquilizar a quienes lo sufren. Pero la propagación de bulos daña la credibilidad del conjunto de la información que se ofrece, favorece un clima de desconfianza y dificulta la toma de decisiones adecuadas.

La economía de la atención y los mecanismos de la propagación de bulos

Al explicar por qué el terremoto de la península de Noto ha dado origen a tantas falsedades se suele recurrir a la economía de la atención.

La economía de la atención, que también podríamos llamar economía del interés, es un enfoque según el cual, en una era en la que la información aumenta exponencialmente y la gente ya no es capaz de seguir ese ritmo, más que la calidad de la información se prima cómo captar la atención de la gente, convirtiéndose el valor económico de la captación de esa atención o interés en objeto de trueque.

Una plasmación de este enfoque que resultará fácil de entender es el valor supremo que se le asigna al número de visualizaciones en el mundo de la publicidad en internet. Con la difusión de internet, ha surgido un gran número de sitios que se sustentan en los ingresos por publicidad. Para estos sitios, lo más importante es conseguir un número de visualizaciones tan alto como sea posible para elevar así sus ingresos. La consecuencia de esto es que más que especializarse en calidad, estos sitios se especializan en cómo captar la atención de la gente.

Esta economía de la atención se ha expandido a gran velocidad durante los últimos años y sus puertas están abiertas para cualquiera que desee entrar en el mercado. Si antes hablábamos de medios de masas o de medios de internet compitiendo entre ellos, en esta era en la que prácticamente todos los seres humanos pueden convertirse en emisores de información, la posibilidad de obtener lucro atrayendo la atención de los demás mediante imágenes subidas a un sitio web propio está en manos de cualquiera. No hay más que ver el protagonismo que han adquirido en la plataforma YouTube los sitios de particulares que obtienen visitas mediante imágenes impactantes, sean supuestas revelaciones de hechos escandalosos, detenciones in fraganti o, simplemente, comportamientos extravagantes o molestos.

En este contexto, en agosto de 2023 comenzó a funcionar en X (antiguo Twitter) un programa de rentabilización en el que los beneficios obtenidos por ingresos publicitarios son compartidos con los usuarios que cumplen determinadas condiciones, como tener un mínimo de 500 seguidores o haber recibido más de cinco millones de impresiones en los posts publicados durante los últimos tres meses.

En el acceso, X pone el listón más bajo que YouTube y ofrece, además, una capacidad de difusión incomparablemente mayor. Esta novedad ha permitido participar en la economía de la atención a un número todavía mayor de personas. La consecuencia ha sido la aparición de grandes cantidades de informaciones falsas o engañosas. El nuevo sistema ha implantado firmemente la economía de la atención a niveles individuales y los usuarios tienen ahora incentivos para subir a las redes imágenes impactantes e informaciones falsas con las que ganar más y más seguidores e impresiones.

Con el terremoto de la península de Noto no solo se han subido a las redes muchos bulos. Esos bulos se han copiado y vuelto a subir. Son los llamados pakutsui (“tuits copiados”) en japonés, que no pocas veces se ven en cuentas en las que habitualmente no se emplea dicho idioma. La lucha por conseguir impresiones traspasa las fronteras nacionales y cada vez que ocurre un gran acontecimiento asistimos a una proliferación de bulos y mensajes copiados.

La inteligencia artificial, nuevo factor de confusión social

La difusión de la inteligencia artificial generativa está creando un entorno en el que los usuarios individuales de la red pueden fabricar fácilmente imágenes falsificadas, favoreciendo así la masificación del deepfake. Esto significa un aumento de la información falsa o errónea y nos sitúa en el portal de entrada a una nueva era que podríamos llamar “With Fake 2.0”.

En el conflicto que enfrenta a Israel con Hamás se han subido a las redes muy a menudo fotografías y vídeos falsos generados con inteligencia artificial, que han sido usados para manipular a la opinión pública internacional.

La propagación de bulos por este método ha llegado ya al caudal informativo que se comparte al ocurrir un desastre. Durante las inundaciones que sufrió la prefectura de Shizuoka en 2022, se compartieron en las redes imágenes tomadas con dron de las supuestas zonas inundadas que finalmente resultaron ser producto de la inteligencia artificial. Las hizo y difundió un ciudadano común y corriente que carecía complemente de conocimientos especializados y que se había servido de la herramienta llamada Stable Diffusion, que está al alcance de cualquiera. Para subirlas solo tuvo que accionar su smartphone tumbado en su cama.

Ahora es habitual ofrecer información falsa utilizando fotografías o vídeos preexistentes, pero con el desarrollo de la inteligencia artificial llegará el día en que con la mayor facilidad se generen imágenes y vídeos de tal verosimilitud que resulte imposible desmontar el engaño.

La evolución de esta tecnología va a traer un enorme incremento del número de bulos y, posiblemente, un empeoramiento del ambiente de confusión social. Inteligencia artificial generativa y economía de la atención son dos elementos de excelente compatibilidad.

Cómo enfrentarse a los bulos

Ante este reto, creo que hay que comenzar haciendo hincapié en la importancia del autocuestionamiento. Es necesario ser conscientes de que nosotros mismos podemos caer con toda facilidad en la trampa de los bulos. Mantener una actitud prevenida y prudente ante la información.

Según un estudio del referido equipo de investigaciones al que pertenezco, el 77,5 % de las personas que han entrado en contacto con algún bulo no se dieron cuenta de que estaban siendo engañadas. Quedó también de manifiesto que la tendencia es más marcada entre las personas de edades comprendidas entre los 50 y los 69 años que entre las de menor edad. Los bulos no son, ni mucho menos, un problema que afecte solo a los jóvenes. Ser consciente de que uno mismo puede caer en la trampa es una actitud necesaria a todas las edades.

Otro estudio realizado en Estados Unidos halló que la mayoría de las personas sobrevaloramos nuestra capacidad para discernir qué información es verdadera y cuál falsa. El exceso de confianza en uno mismo es proporcional a la facilidad con que se puede ser engañado.

Someter la información a un exhaustivo escrutinio es también imprescindible. Hay muchos métodos, como interesarse por cómo otros medios u otras personas están tratando ese asunto, introducir también las imágenes en el buscador para conocer su origen, examinar la fuente, etcétera. Aunque en esta época rebosante de información es muy difícil escrutar todas, cada vez que sentimos la tentación de “rebotar” alguna de ellas deberíamos darnos un momento de reflexión y examinarlas.

X dispone de las notas de la comunicad, en las que los usuarios pueden añadir información a los mensajes equívocos. Las informaciones se van añadiendo por votación por lo que puede decirse que se basan en un conocimiento colectivo y que, por lo tanto, tienen alguna credibilidad. Hacer las comprobaciones utilizando esta función podría ser un método efectivo.

Pero el problema de los bulos no está limitado al mundo de internet. Nuestros estudios nos han revelado que la principal fuente de bulos sigue siendo la conversación directa con familiares, amigos y conocidos, y otros estudios apuntan a que, como fuente de información, las personas más cercanas siguen disfrutando de mayor credibilidad que los expertos. Se nos exige, por tanto, ser igualmente escrupulosos al considerar los riesgos que entraña creer a pies juntillas la información recibida de personas cercanas. En muchos casos, las conversaciones directas solo contribuyen a potenciar aún más bulos que tienen su origen en las redes sociales.

Es también importante que quienes organizan estas redes tomen medidas para atajar el problema, una necesidad que se siente precisamente en el caso de X, donde se ha constatado un debilitamiento de sus funciones moderadoras después de pasar a manos de Elon Musk.

Siempre sobre la premisa del respeto a la libertad de expresión, debemos exigir que se apliquen los criterios más estrictos al lidiar con el problema de todas estas informaciones falsas que pueden llevar a nuestra sociedad al caos. Y una buena medida podría ser, sin ir más lejos, poner coto a la rentabilización de la propagación de información falsa.

Fotografía del encabezado: PIXTA.

(Traducido al español del original en japonés.)

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