Perspectivas para el primer ministro Kishida tras la derrota electoral de abril

Política

El 28 de abril se celebraron elecciones parciales en tres puntos del país para cubrir sendos escaños de la Cámara de Representantes de la Dieta. La fecha podría marcar un antes y un después en la carrera política del primer ministro Kishida Fumio, dado que el Partido Liberal Democrático no obtuvo ninguno de los tres.

De los tres escaños que se pusieron en juego en las elecciones parciales del 28 de abril, dos (distrito 15 de Tokio y distrito 3 de Nagasaki) eran vacantes dejadas por miembros del Partido Liberal Democrático (PLD) que se vieron obligados a dimitir al verse envueltos en casos criminales. En ninguno de los dos casos fue capaz el PLD de presentar candidato. Solo pudo hacerlo para el tercer escaño (distrito 1 de Shimane), que estaba vacante desde la muerte de Hosoda Hiroyuki (PLD).

Shimane era la única prefectura en todo el país que el PLD había acaparado todos los distritos desde que se introdujo el sistema de circunscripciones unipersonales en 1996. Presentarse con la papeleta del PLD equivalía prácticamente a ser elegido. Pero esta vez ni siquiera en este bastión del conservadurismo se ha cumplido la ecuación. El candidato del PLD era un ex alto funcionario del Ministerio de Finanzas nacido en Matsue, capital prefectural, que había dirigido la delegación ministerial en la región de Chūgoku, en la que se encuentra Shimane. Aunque su candidatura estaba fijada desde enero, desde las filas locales del PLD no tardaron en filtrarse voces de alarma sobre sus escasas perspectivas de triunfo. La sospecha de que el escándalo de financiación irregular del PLD y la tibieza mostrada por la dirección nacional a la hora de sancionar a sus responsables iban a pasar una factura mayor de la esperada fue creciendo día a día hasta convertirse en certeza al llegar la jornada electoral.

Como medida de excepción, durante toda la campaña el PLD mantuvo en Shimane a su presidenta del Comité de Estrategia Electoral, Obuchi Yūko. Pero el escrutinio de los votos no dejó lugar a dudas: frente a los 82.691 sufragios obtenidos por Kamei Akiko, candidata del opositor Partido Democrático Constitucional de Japón (PDCJ), el candidato del PLD, Nishikori Norimasa, solo recibió 57.897. Y esto, pese a las dos visitas efectuadas por Kishida y su insistencia en la necesidad de darles la vuelta a los pronósticos. Lejos de poder ofrecer una victoria al fallecido Hosoda, el PLD ni siquiera se aproximó en votos al PDCJ.

Primer escenario: dimisión

La pérdida de la plaza fuerte de Shimane por una diferencia de votos tan abultada ha causado en las filas parlamentarias de PLD una conmoción muy fuerte, en la misma medida en que las victorias en los tres distritos en liza han conferido al PDCJ una buena dosis de confianza en sus posibilidades. Este nuevo clima psicológico va a marcar los próximos movimientos en la política japonesa.

Ya que el mandato de Kishida como presidente del PLD llega a su fin este mes de septiembre, se espera que el partido celebre elecciones internas. Para que Kishida pueda ser reelegido y continuar también al mando del gabinete de Gobierno, la única maniobra que le queda es disolver primero la Cámara de Representantes (Baja) de la Dieta, convocar elecciones generales anticipadas y conseguir una mayoría para la coalición en el Gobierno.

Pero tras haber perdido las tres parciales de abril, las condiciones en las que habrá de luchar Kishida son extremadamente duras. En las filas parlamentarias del PLD ha cundido el temor a no poder revalidar los escaños en caso de celebrarse elecciones y cada vez cobra más fuerza la idea de que Kishida no debería ser la cara visible del partido. El Kōmeitō, socio de coalición, también está presionando. Así las cosas, en la práctica Kishida no va a tener margen para disolver la cámara ni apoyos para ser reelegido presidente del PLD. Si se le cierran todas las puertas, su única opción será dimitir de su cargo de primer ministro.

Este sería el primer escenario, un panorama muy similar al que se le abrió a su predecesor en el cargo, Suga Yoshihide, cuya mala gestión de la crisis del nuevo coronavirus le disuadió de presentarse a las elecciones internas celebradas por el PLD en septiembre de 2021 y terminó renunciando también al cargo de primer ministro. Es posible que la renuncia de Kishida llegue antes de que finalice su mandato como presidente del PLD y una vez cerrada la temporada ordinaria de sesiones de la Cámara Baja, en la segunda mitad de junio. El PLD debería buscar ya un sucesor para su presidencia.

En junio de 2023, cuando se barajaba la posibilidad de que Kishida disolviera la Cámara Baja aprovechando el buen momento de imagen que le deparó la Cumbre del G7 en Hiroshima, parlamentarios del PLD próximos a Kishida filtraron comentarios irónicos sobre la inestabilidad inherente al cargo de primer ministro en el país: “En Japón se entiende que un primer ministro que dure 1.000 días (dos años y nueve meses) en el cargo es ya un gran primer ministro”, comentaban. “La prueba es que, desde el fin de la guerra, solo siete lo han conseguido. Con que te quedes 1.000 días, ya cumples las expectativas, no hay necesidad de meterse a disolver la cámara y concurrir de nuevo a unas elecciones”.

El 29 de abril de 2024 Kishida llevaba 939 días en el cargo y superaba ya a Hashimoto Ryūtarō. Para finales de junio, habrá cumplido los 1.000 días. El honor de ser un “gran primer ministro” lo tiene ya al alcance de la mano y, siguiendo esa lógica, podría plantarse, convencido de haber hecho todo lo que podía hacer. De todos modos, hay que tener en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre con los funcionarios, los políticos no participan demasiado de la idea de que hay casos en que la mejor solución es renunciar voluntariamente. Especialmente entre los primeros ministros, como muchos parecen caer bajo los efectos de alguna suerte de auto-hipnosis que les empuja a resistir como salida más honorable, es habitual que se aferren a su sillón por puro empecinamiento.

Segundo escenario: disolución

Esto nos conduciría al segundo escenario, en el que Kishida mueve ficha disolviendo contra viento y marea la Cámara Baja de la Dieta, una situación que se achacaría al escándalo de la financiación ilegal del PLD. La maniobra se realizaría con un ojo puesto en la elección interna de su partido en septiembre y esto deja la agenda prácticamente decidida: la disolución sería en junio, en los últimos días de la temporada ordinaria de sesiones de la Dieta, y las elecciones generales en julio. Es de suponer que, previamente a la disolución de la Dieta, Kishida procediese a remodelar su gabinete y renovar los cargos del partido. Esto se haría con la excusa de renovar la imagen del Gobierno, pero el verdadero objetivo sería apartar del cargo de secretario general a Motegi Toshimitsu, cuyas disensiones con Kishida en asuntos como la abolición de las facciones del PLD, la activación de la Comisión Examinadora de Ética Política de la Dieta o la forma de sancionar a los parlamentarios implicados en la financiación ilegal del partido son ya difíciles de ocultar. Un exponente de este antagonismo es la elección para el cargo de tesorero del partido, días antes de la jornada electoral de abril, de Yamamoto Yūji, un excompañero de estudios de Kishida en la Universidad de Waseda que ocupó durante cierto periodo la cartera de Agricultura.

Para este importante cargo de guardián de las finanzas del partido, Motegi pretendía imponer a un parlamentario perteneciente a su facción, pero Kishida se sintió alarmado por la posibilidad de que Motegi pudiera hacer grandes movimientos de dinero antes de la jornada electoral y lo impidió. Motegi, que ambiciona suceder a Kishida al frente del gabinete, ya no encuentra ninguna razón para apoyar al actual primer ministro.

Uno de los posibles sustitutos de Motegi en la secretaría general del PLD es Moriyama Hiroshi, presidente del Consejo General del partido. Moriyama tiene buenas conexiones con Nikai Toshihiro, ex secretario general, y con el ex primer ministro Suga, a quienes se atribuyen posiciones no del todo conformes con las tendencias generales del gabinete Kishida. Moriyama sería, por tanto, de gran utilidad a Kishida para extender su dominio sobre el conjunto del partido.

Otro conocido personaje del que se rumorea que podría ser elegido secretario general del PLD es Ishiba Shigeru, a quien algunas encuestas señalan como el político con más apoyo popular para ser alzado al cargo de primer ministro. De todos modos, si Motegi es apartado de su cargo las maniobras de lanzamiento de candidatos a la presidencia se clarificarán rápidamente y se espera un ambiente de gran agitación en el partido.

Pero habría que empezar por saber si a Kishida, cuyo gabinete continúa en sus niveles más bajos de apoyo popular, le quedan fuerzas para ejercer su derecho a disolver la cámara. La dirección del partido se muestra unánime al proclamar que Kishida no tiene la menor intención de tirar la toalla. El día 4 de abril, durante la aparición ante los medios en que anunció las sanciones impuestas a los parlamentarios implicados en los manejos ilegales, Kishida dijo sobre sus propias responsabilidades que, en última instancia, era a la ciudadanía a la que correspondía zanjar la cuestión. Estas palabras parecen ir también en ese mismo sentido.

Un parlamentario del PLD con una larga experiencia en el hemiciclo y próximo al primer ministro hizo un elocuente cuadro de la situación. “Hasta ahora, Kishida ha dado la imagen de ser un chihuahua, sentadito ahí e incapaz de proferir un mínimo ladrido, pero últimamente ya no sigue consejos ajenos y está tomando todas las decisiones por sí mismo. Y esa energía se percibe”.

Aun en el caso de que Kishida dé el paso de la disolución, las perspectivas electorales no son halagüeñas. Tal vez piense que la gran derrota sufrida en la jornada electoral de abril no se repetirá en unas elecciones generales, en las que se decide cómo será el próximo Gobierno de la nación. Confía en que la rebaja fiscal fija de 40.000 yenes por persona que se implementará en junio le gane muchos apoyos. Sin embargo, el nivel de desconfianza popular hacia el PLD es el más alto de los últimos 10 años. Cabe dentro de lo previsible que la coalición PLD-Kōmeitō no alcance la mayoría en la Cámara Baja.

Una posible solución sería incluir también al partido Nihon Ishin no Kai en la coalición gubernamental. Su líder, Baba Nobuyuki, manifestó en un programa radiofónico el pasado mes de agosto que, si los resultados de las elecciones generales no permitían reeditar la actual coalición, eso “dejaría margen a muchos planteamientos”. Sin embargo, en la región de Kansai, Nihon Ishin no Kai es la principal fuerza política que amenaza con “robarle” escaños al Kōmeitō y esto presagia un difícil entendimiento a la hora de ampliar la coalición.

En todo caso, aunque se intentase alargar el periodo de Kishida al frente del Gobierno mediante estas reorganizaciones, unos malos resultados electorales alentarían dentro del partido los movimientos para apearlo del poder y no puede descartarse que después de los comicios fuera obligado a dimitir como forma de responsabilizarse. Esto sumiría al PLD en una crítica situación.

Tercer escenario: pasividad

El tercer escenario previsible es aquel en el que Kishida no procedería a renovar los cargos del partido, ni se las arreglaría tampoco para ejercer su derecho a disolver la cámara. Continuaría al frente del gabinete una vez concluida la temporada ordinaria de sesiones y dejaría la presidencia del PLD en septiembre, al agotarse su mandato. Esto haría de él un cadáver político. En este caso, es previsible que la pretendida reforma de la ley de financiación de los partidos políticos, uno de los temas candentes que animarán los últimos días de la temporada de sesiones de la Dieta, se quede en meros paños calientes. La actual letra de la ley incluye a las facciones de los partidos entre las “otras asociaciones políticas” a las que no se permite recibir donaciones de empresas y otras entidades.

Para burlar esta disposición, las facciones venían recaudando dinero de estas entidades vendiéndoles entradas para sus fiestas, que incluían, junto a las conferencias o los banquetes, en el apartado de “actos retribuidos económicamente”. Conteniendo al máximo el costo de estas fiestas, conseguían rentabilidades próximas al 90 %. Así, los ingresos por fiestas equivalían en la práctica a los que habrían obtenido mediante donaciones.

Las fiestas son un subterfugio para evadir la ley que ha permitido a las facciones del PLD engullir fondos que, de haber sido declarados como donaciones políticas, no estarían en sus manos. Estos fondos “blanqueados” eran desviados finalmente hacia ciertos parlamentarios, que podían disponer de ellos sin ninguna limitación legal.

Es decir, que esta financiación ilegal presenta dos facetas: por un lado, permite que las facciones maniobren para conseguir fondos evadiendo la ley y, por el otro, es una “fuga de capitales” hacia espacios en los que la ley no se aplica.

Una reforma legal seria debería taponar eficazmente estas fisuras de la ley, pero el borrador presentado a toda prisa por el PLD antes de la jornada electoral de abril no cumple este requisito. Cuando, a finales del año pasado, Kishida declaró que acometería la reforma con ardor, en una sesión parlamentaria la oposición bromeó preguntando si todo el fuego del primer ministro estaba ya consumido.

Tres escenarios, habría que concluir, que no permiten alentar demasiadas esperanzas en cuanto al devenir político de nuestro país.

Fotografía del encabezado: El primer ministro entra en su oficina de Nagata-chō (Tokio), el 25 de abril de 2024. (Fotografía: Jiji Press)

(Traducido al español del original en japonés.)

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