La pobreza, un tema político tabú en una sociedad japonesa cada vez más fragmentada

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La sociedad muestra un gran interés en áreas como la economía dado que la pobreza se está convirtiendo en una amenaza cada vez más real para mucha gente. Un periodista con años de experiencia investigando la cuestión nos habla sobre la situación actual de Japón.

Mizushima Hiroaki MIZUSHIMA Hiroaki

Periodista y profesor de periodismo de prensa en la Universidad Sophia desde 2016. Redactor jefe de Galac, una revista sobre periodismo radiofónico. Nacido en 1957, se licenció en la Universidad de Tokio y siguió una carrera periodística que incluye estancias como corresponsal en Londres y Berlín y la producción de un documental sobre cuestiones de bienestar social para Sapporo TV. Como director para Nippon TV, trabajó en programas que exploraban cuestiones económicas, la pobreza urbana y la energía nuclear en Japón. Es autor de libros como Uchigawa kara mita terebi: yarase, netsuzō, jōhō sōsa no kōzō (“Una visión desde dentro de la televisión sobre la cobertura engañosa y fabricada y la manipulación informativa”) y Sōzōryoku ketsujo shakai (“Una sociedad carente de imaginación”). Galardonado con el Premio de Fomento del Arte del Ministerio de Educación.

El fin de la era de la abundancia

Entre 2006 y 2008, incluso antes de la quiebra de Lehman Brothers que marcó el inicio de la crisis financiera mundial, empezamos a ver los primeros signos claros de pobreza visible en Japón desde su periodo de alto crecimiento. La crisis dio lugar a las haken-mura (aldeas haken) formadas por haken (trabajadores temporales) desempleados que se encontraban sin hogar durante Navidad y Año Nuevo. La ilusión de Japón como un país donde todo el mundo es de clase media se vino abajo. Más tarde, en 2020 y 2021, en medio de la pandemia de la COVID-19, la tasa de pobreza volvió a dispararse. Estudiantes en apuros y mujeres que no podían permitirse productos de higiene femenina hablaban de la pobreza en publicaciones virales, en las redes sociales. En la actualidad, no es raro que un estudiante con dificultades tenga varios trabajos y recurra a préstamos estudiantiles para cubrir sus gastos de subsistencia.

La seguridad laboral de los trabajadores eventuales ha seguido siendo un problema tras el fin de la crisis financiera mundial. Hoy en día, en lugar de estar contratados por empresas de forma permanente, un número cada vez mayor de trabajadores realiza una serie de tareas eventuales fragmentadas, sin garantía de tener un trabajo al que acudir al día siguiente. Otros, como los repartidores de Uber Eats, no están protegidos por la legislación laboral, a pesar de ser empleados a todos los efectos. El personal que reparte muestras gratuitas de productos en los grandes almacenes suele tener contratos de duración determinada, y son despedidos en cuanto la economía se tambalea. Realmente se tiene la sensación de que el número de personas sin seguridad laboral aumenta de forma invisible.

La organización benéfica tokiota Moyai gestiona un comedor social junto a las oficinas del Gobierno Metropolitano de Tokio en Shinjuku. Desde el verano de 2024, se forman largas colas frente al comedor. Además de los que parecen ser personas sin hogar, mucha gente que hace cola se halla entre la veintena y la treintena, entre ellos muchas mujeres, algunas con niños. Realmente se tiene la sensación de que la pobreza ha empeorado considerablemente, agravada por la inflación.

Un comedor social en un parque de Nagoya, prefectura de Aichi. (© Kyōdō)
Un comedor social en un parque de Nagoya, prefectura de Aichi. (© Kyōdō)

Pobreza y espacios políticos

Durante la crisis financiera mundial, en Japón se hicieron llamamientos para abordar la pobreza como una cuestión social. Sin embargo, cuando el ex primer ministro Abe Shinzō se burló de este enfoque calificándolo de “legado” del Gobierno del Partido Democrático de Japón de 2009-2012, provocó que la propia palabra “pobreza” y el enfoque de entender la sociedad en términos de esta falta de recursos fueran tachados de conceptualización de “extrema izquierda”.

En medio de crecientes llamamientos para que aquellos con ingresos bajos se hicieran autosuficientes, incluso la “red de seguridad final”, es decir, la propia institución de la asistencia social fue objeto de ataques, y algunas personas que pasaban apuros económicos dijeron que preferirían morir antes que aceptar dicha ayuda. Esto llevó a los partidos políticos a dejar más o menos de utilizar la palabra “pobreza” en sus mensajes. Y es una pena, porque el sesgo político ha empañado algo que debería ser una idea universal.

Tanto el Gobierno como los partidos de la oposición reconocen hasta cierto punto que muchas personas viven en la pobreza o se sienten incapaces de pedir ayuda debido a la subida de los precios. Sin embargo, en el periodo previo a las recientes elecciones, ningún candidato propuso una solución clara a este problema ni especificó qué debería cambiarse ni cómo. Necesitamos políticos con más capacidad de expresión para explicar cómo combatir la pobreza. Si los políticos, tanto de derechas como de izquierdas, dijeran sin rodeos que van a reducir la desigualdad de ingresos y nos dieran una visión del cambio político, creo que las cosas mejorarían.

La pobreza y las redes sociales

Recientemente se ha producido una oleada de casos en los que personas de edad avanzada han sido atacadas por asaltantes reclutados a través de “anuncios de empleo” en internet. La dificultad a la que se enfrentan muchas personas que viven en la pobreza a la hora de ganar el dinero suficiente para salir adelante hace que algunas se dejen llevar por este tipo de anuncios, que prometen dinero fácil a cambio de trabajos dudosos, y llevan a la persona solicitante a cometer actos delictivos.

Las redes sociales son un lugar donde se reúnen usuarios con intereses comunes y comparten opiniones, pero los grupos individuales tienden a aislarse unos de otros. Posiblemente porque la interacción en la vida real se ha vuelto más rara, ahora nos encontramos en un mundo donde impera la ley de la selva, donde hay que luchar para sobrevivir. Palabras como “colectivismo” y “solidaridad” son reliquias del pasado. Japón va camino de convertirse en una sociedad dividida, como muchas de Occidente.

En política, por ejemplo, asistimos a un fenómeno en el que a los políticos les va bien en las elecciones a pesar de que el sentido común les dice a los votantes y a otros observadores que lo que están haciendo es erróneo. La existencia de organizaciones que difunden ideologías racistas muestra cómo ha cambiado fundamentalmente la sociedad.

Para que esto cambie será clave la restauración de la esfera pública. La filosofía cívica de mejorar la sociedad en su conjunto, en lugar de centrarse en la responsabilidad individual, está perdiendo terreno. La fiscalidad y la redistribución social son cuestiones muy importantes. Sin embargo, hay pocos foros donde los miembros de la comunidad, sobre todo los más jóvenes, puedan aprender la importancia de estos valores.

(Escrito originalmente en japonés a partir de una entrevista realizada por Mochida Jōji de nippon.com, y traducido al español de la versión en inglés. Imagen del encabezado: la pobreza en Japón ha ido en aumento desde la crisis financiera mundial, según Mizushima Hiroaki - © Hanai Tomoko.)

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