
Negociaciones arancelarias: ¿convencerá Japón a EE. UU. mediante las inversiones?
Economía Política- English
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Señal de debilidad
Cuando el ministro para la Revitalización Económica de Japón, Akazawa Ryōsei, asistió a la primera ronda de negociaciones sobre los aranceles en Estados Unidos el pasado abril, la presencia del presidente Donald Trump en los diálogos podía interpretarse como una señal del deseo estadounidense de acelerar el proceso. Estados Unidos mantiene discusiones con más de 60 países y quiere que se vean resultados rápidamente. Parece que dicho país haya visto las negociaciones con Japón como relativamente simples, con la posibilidad de una cooperación que permita avances.
Sin embargo, las demandas que ha emitido EE. UU. hasta ahora han sido vagas y el proceso de fijar objetivos parece haberse torcido. El informe del representante comercial de Estados Unidos sobre barreras al comercio exterior señala que en las barreras no arancelarias en Japón se incluyen problemas relativos a los estándares de carga de vehículos eléctricos y seguridad automotriz, así como aspectos relacionados con el arroz. Sin embargo, aunque se eliminaran estas barreras no arancelarias, resulta cuestionable que los fabricantes de vehículos estadounidenses pretendieran realmente apuntar al mercado japonés.
Estados Unidos sigue siendo la principal superpotencia económica del mundo, pero su política de imponer aranceles elevados a otros países es también una señal de debilidad. Aunque Trump haya declarado que el objetivo es eliminar el déficit comercial, la sociedad estadounidense ha llegado a una situación en la que su máxima prioridad debería ser revitalizar el sector de fabricación nacional y generar empleo para sus trabajadores. Los gigantes tecnológicos como Google y Apple están a la vanguardia de su sector, pero los obreros han quedado rezagados, aquejados de la falta de empleo.
Japón debe reflexionar sobre qué quiere Estados Unidos durante las negociaciones en lugar de considerarlo una superpotencia. Las economías de ambos países están estrechamente interrelacionadas y existe una conexión directa entre su prosperidad, por lo que cooperar probablemente beneficiaría al interés nacional.
La inversión requiere claridad
Creo que la inversión japonesa en Estados Unidos es un factor efectivo para revitalizar el sector de la fabricación estadounidense. Si bien no se trata de algo que el Gobierno nipón pueda prometer, ya que las decisiones se toman en el sector privado, actualmente Japón es el país que más invierte en Estados Unidos, una práctica que genera rentas que pueden reinvertirse. La escasez de mano de obra de Japón limita el crecimiento de sus empresas a nivel nacional, pero es fácil expandirse a Estados Unidos. Como esto sucederá sin ninguna intervención particular, debería ser posible al menos ofrecer valores esperados en lugar de objetivos numéricos concretos.
Una propuesta que se ha planteado tiene que ver con un proyecto de gas natural licuado en Alaska con participación japonesa. Es improbable que se complete durante el mandato presidencial de Trump, pero acabaría brindando un resultado en el que todos ganarían contribuyendo a la descarbonización de Japón y aumentando las exportaciones de Estados Unidos.
La industria automotriz es un ejemplo excelente de cómo la inversión impulsa la fabricación y el empleo. Los fabricantes de vehículos japoneses entienden desde los años 80 que exportar hasta el punto de que provoque el declive de la industria de EE. UU. es inaceptable para los estadounidenses y suscita un potente rechazo, por lo que ha esforzado más en la fabricación local.
Sin embargo, si existen aranceles frecuentes como los que se imponen en estos momentos, resulta imposible calcular los costes. Debe hacerse entender a la parte estadounidense que las empresas no pueden invertir si no conocen mejor las condiciones futuras.
Poniéndonos en el caso de que las negociaciones terminen sin acuerdo, el arancel adicional sin duda impactará en la economía nipona. Las exportaciones de Japón a los EE. UU. han ido creciendo en proporción a sus exportaciones totales. Las del sector automotriz son especialmente abundantes y un arancel del 25 % asesta un doloroso golpe. Los beneficios de este año en el sector automotriz podrían esfumarse. Incluso si se retiran los aranceles sobre Japón, este notará los efectos de una recesión global a no ser que Estados Unidos los elimine en todo el mundo.
Desde una perspectiva puramente nacional, el panorama podría no ser tan nefasto. Ahora el sector de fabricación representa una proporción muy mermada de la economía japonesa, lo que significa que los efectos negativos de los elevados aranceles sobre los bienes manufacturados pueden ser limitados. Si los aranceles punitivos se aplican, la industria automotriz de Japón no podrá subir los salarios como hasta ahora, pero, a causa de la escasez de mano de obra nacional, es improbable que los salarios se desplomen en todos los sectores. Si el cambio se mantiene a unos 140 yenes el dólar, debería contener el impacto de la inflación sobre el coste de los bienes importados, con lo que sería bien posible que los salarios reales crecieran.
El declive del dólar
En ocasiones, Trump ha identificado el dólar fuerte y el yen débil como la causa del déficit comercial de EE. UU. con Japón, pero, en la reunión entre los representantes financieros de ambos, el secretario del Tesoro estadounidense Scott Bessent no pidió ningún objetivo en la tasa de cambio.
En la tasa actual de 140 yenes el dólar, el yen es más fuerte y el dólar más débil que cuando Trump ganó las elecciones presidenciales en noviembre de 2024. Esto se debe a una caída de la confianza en el dólar. Pedir ajustes para depreciar el dólar ahora debilitaría aún más esa confianza, lo que desencadenaría una fuga de capital. Creo que Bessent lo entiende perfectamente.
Tras la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. apoyó la economía internacional comprando bienes de otros países como centro del comercio libre, pero los aranceles elevados buscan aligerar esa carga. Esa retirada de la potencia que lidera el mundo merma la confianza en Estados Unidos y en el dólar como moneda base. Si el gigante americano solo habla de cómo pierde, el mundo no confiará en él. Ante la caída en picado del dólar y la fuga de fondos de las tesorerías nacionales, normalmente consideradas activos seguros, EE. UU. se ha visto obligado a congelar apresuradamente sus aranceles adicionales y a emprender las negociaciones con otros países.
Ajustar el valor elevado del dólar respecto a múltiples monedas extranjeras es una misión técnicamente complicada. En los diálogos que llevaron a los Acuerdos del Plaza en 1985, que tenían ese objetivo, los actores principales eran EE. UU., Japón y la antigua Alemania Occidental. Hoy en día no basta con jugar solo con el yen: el mayor objetivo es el yuan, pero resulta imposible negociar sobre divisas con China.
Trump afloja
Se han hecho evidentes los giros de Trump respecto a su rígida posición inicial. Aparte de interrumpir los aranceles adicionales, retrocedió en el deseo que había expresado de cesar al presidente de la Reserva Federal Jerome Powell y mencionó ciertas preparaciones para rebajar los prohibitivos aranceles sobre China.
EE. UU. impuso aranceles del 145 % a China, que respondió aplicándoselos del 125 %. Bessent lo tildó de “equivalente a un embargo” y es una situación insostenible para la economía estadounidense. En la Administración Trump se encuentran Peter Navarro, el asesor comercial sénior con tendencias de halcón que presiona por imponer aranceles altos como medio para revitalizar la fabricación, y a Bessent, que adopta una línea más moderada y tiene la mirada puesta en los mercados financieros.
Las declaraciones de Trump se ven influidas por estos dos hombres y cambian el énfasis en función de la situación. Inconsciente de cómo el resto del mundo apoya a su país, sus demandas unilaterales han generado señales de desconfianza. Ahora que los inversores globales dudan tanto del dólar como de Estados Unidos, parece probable que Navarro se retire del escenario por el momento.
Japón, a la vez que negocia con EE. UU. para la eliminación de los aranceles, debería mantener y ampliar los sistemas de comercio libre, por ejemplo, introduciendo a la Unión Europea en el Acuerdo de Asociación Transpacífico. Muchos países han dependido en exceso de Estados Unidos y deberían esforzarse en ampliar la demanda nacional. En el caso de Japón, sin embargo, el declive demográfico limita los logros que pueden conseguirse de este modo, y también puede contribuir invirtiendo en países y regiones con potencial de crecimiento como India y el Sureste Asiático.
(Publicado originalmente en japonés el 1 de mayo de 2025 a partir de una entrevista con Mochida Jōji, de nippon.com. Fotografía del encabezado: el presidente estadounidense Donald Trump con el ministro japonés para la Revitalización Económica, Akazawa Ryōsei. Imagen cortesía de la Secretaría del Gabinete. © Jiji).