Grandes figuras de la historia de Japón

Ninomiya Kinjirō, el abuelo del capitalismo japonés

Historia Cultura

Casi todos los japoneses identifican a Ninomiya Kinjirō con ese joven que lee un libro mientras carga con un gran haz de leña inmortalizado en estatuas de piedra o de bronce. Renombrados empresarios japoneses lo han tenido por guía y modelo, y su nombre empieza a sonar también en el extranjero. Así fue la vida de este reformador del campo japonés.

El calvario de las estatuas de Ninomiya Kinjirō

Ninomiya Sontoku (1787-1856) fue un pensador y reformador de la agricultura japonesa de la segunda mitad del periodo Edo (1603-1868). Su nombre presenta algunas dificultades: aunque la lectura Sontoku es la más aceptada hoy en día, debió de haberse leído Takanori. Para complicar el asunto, este personaje no se popularizó por ninguno de los dos nombres anteriores, sino por el de Kinjirō, que solo fue su yōmyō o nombre infantil. Pero en la imaginería popular su figura está muy bien definida: es un niño que, no contento con cargar un buen haz de leña, se entrega al mismo tiempo a la lectura de un libro. Antes de la guerra, Ninomiya estaba representado por una estatua, bien de piedra, bien de bronce, en todas las escuelas públicas de primaria del país y servía a los niños de modelo en la aplicación al estudio. Después de la contienda, su estatua desapareció de gran parte de los centros de estudio siguiendo el mismo destino que el hōanden, una pequeña construcción donde se custodiaba la imagen de los Emperadores del momento y una copia del edicto sobre la educación emitido por Mutsuhito, Emperador de la era Meiji (1868-1912).

Estatua de Ninomiya en el santuario sintoísta Hōtoku Ninomiya Jinja de Odawara (prefectura de Kanagawa). (Fotografía cortesía del Museo Hōtoku).
Estatua de Ninomiya en el santuario sintoísta Hōtoku Ninomiya Jinja de Odawara (prefectura de Kanagawa). (Fotografía cortesía del Museo Hōtoku).

El referido edicto de 1890, que marcó las directrices educativas básicas del Japón moderno, preconizaba el amor filial y otros principios de la moral confucianista, y aspiraba a formar un espíritu de lealtad al Estado, en cuyo centro quedaba situado el Emperador. Tras la guerra, la Comandancia Suprema de las Fuerzas Aliadas prohibió la sacralización del edicto y su lectura ritual, lo cual acarreó la rápida desaparición de los hōanden del país.

Si bien las estatuas de Ninomiya Kinjirō no tenían relación directa con el edicto, muchas de ellas, costeadas con las aportaciones de patrocinadores locales, habían sido colocadas junto a los hōanden. Y el Kinjirō representado en las estatuas estaba inspirado en las ilustraciones que aparecían en los libros de shūshin (asignatura de ética o moral impartida obligatoriamente en todas las escuelas del país), en los que se le ponía como ejemplo de amor filial y aplicación al estudio. Por estas razones, después de la guerra, la figura humana de Kinjirō quedó ligada a la visión moralista de la educación de la preguerra y durante algún tiempo fue condenada al olvido, como lo habían sido sus estatuas.

Aunque el edicto imperial sobre educación mantiene sus adeptos, pesa sobre él un tabú y no es realista pensar en volver a darle vigencia. Pero Kinjirō está desprendiéndose de su imagen desfasada y comenzando una vez más a exponerse como modelo para la infancia. En algunas ciudades, como es el caso de Chikusei, en la prefectura de Ibaraki, han repuesto su estatua. Además, Kinjirō ha regresado incluso a las aulas, pues desde el año escolar 2018 queda recogido también en algunos libros de educación moral.

Kinjirō no solo ha sido influyente sobre la infancia japonesa. Son muchos los grandes industriales de antes y después de la guerra que se han dejado guiar por su filosofía y sus métodos. Shibusawa Eiichi, cuya imagen adornará desde 2024 el nuevo billete de 10.000 yenes, fue un gran admirador suyo. Y si de Shibusawa decimos que fue el padre del capitalismo japonés, no habrá problema en decir de su mentor Kinjirō que fue el abuelo del capitalismo japonés.

Devolviendo el lustre a la casa paterna… y a la de otros

Kinjirō nació en 1787 en el lugar de Kayama, actualmente comprendido dentro de la ciudad de Odawara, en la prefectura de Kanagawa. Aunque vino al mundo en una rica familia dedicada a la agricultura, esta se vio golpeada por las grandes inundaciones de 1791, que dejaron inutilizable gran parte de sus arrozales y huertos. El padre de Kinjirō hubo de dedicar cinco años de su vida a rehabilitar la hacienda. Los ímprobos esfuerzos corroyeron su salud y ocasionaron su muerte en 1800, cuando Kinjirō tenía 14 años. Para mayor tragedia, la familia, caída ya en la pobreza, perdió a la madre dos años después.

Kinjirō contaba 16 años cuando fue acogido en la casa de unos tíos. De día, se afanaba en las labores del campo; de noche, se entregaba al estudio, robándole horas al sueño. Pero el tesón que ponía en el estudio no le convencía a su tío, que pensaba que un labriego no necesitaba de tantos libros. Lo que le irritaba, en realidad, era el gasto de aceite que suponía mantener una candela encendida durante la noche. Y el muchacho se llevaba sus buenas broncas. Pero, después de todo, la mentalidad de su tío era la más corriente en aquella época.

Lo que no era corriente de ningún modo era el cerebro de Kinjirō: comenzó a cultivar colza en los campos baldíos y a llevarla a las aceiteras, obteniendo a cambio el preciado combustible para seguir iluminando sus largas noches de lectura. Durante el día, aprovechaba cualquier momento para ir al monte a por leña, que se echaba a la espalda en grandes haces, aprovechando el trayecto de vuelta a casa para seguir leyendo. Esta es la imagen que reproducen sus estatuas.

Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō, que muestra al protagonista en su niñez, leyendo mientras camina con una gran carga de ramas a sus espaldas. El papel del Kinjiro niño está interpretado por Andō Mikoto. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō.
Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō, que muestra al protagonista en su niñez, leyendo mientras camina con una gran carga de ramas a sus espaldas. El papel del Kinjiro niño está interpretado por Andō Mikoto. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō.

Frisaba Kinjirō la veintena cuando regresó a su casa natal y asumió la tarea de reconstruir la hacienda paterna. Lo primero que se propuso hacer fue recuperar los campos que habían sido vendidos y, para conseguir el dinero necesario, no dudó en ponerse a servir en otras casas. Así, conforme iba recuperando el terreno y cultivando arroz y verduras, iba vendiendo su producción para obtener más dinero. A los 24 años podía presumir de haber triunfado, pues había conseguido recuperar 1,4 hectáreas de tierras de cultivo. Se cree que lo que posibilitó un éxito tan rápido fue su celo por conseguir dinero en efectivo al mismo tiempo que trabajaba la tierra.

A los 25 años, Kinjirō pasó al servicio de la casa de los Hattori, cuya cabeza ejercía como karō (senescal, vasallo principal) del señor feudal de Odawara. Su función era acompañar en sus estudios a los tres hijos de la casa, por lo que acudía con ellos a la mansión del maestro confucianista. Asistir a las lecciones junto a los muchachos le permitió absorber muchos conocimientos.

Durante esta etapa en que sirvió a los Hattori, puso en marcha un sistema de ayuda económica solidaria entre los miembros del servicio de la casa, llamado Gojōkō (“asociación de los cinco principios confucianistas”). Los miembros de la asociación aportaban dinero y lo prestaban con interés a quienes más lo necesitaban. Se exigía de todos los miembros que observasen escrupulosamente la moral confucianista y que devolvieran las cantidades íntegramente y a su debido tiempo. Los socios siempre estaban dispuestos a aportar nuevos capitales, pues no se registraban impagos y se obtenían buenos réditos.

En 1820, el señorío de Odawara adoptó el sistema ideado por Kinjirō y lo capitalizó, extendiéndolo a todos sus samuráis. Hay quien afirma que esta podría ser la primera cooperativa de crédito de todo el mundo. Se dice también que la ley de cooperativas que sería promulgada en Japón más tarde, en la era Meiji (1868-1912), tomó como referencia las cooperativas de ayuda mutua alemanas y la sociedad Gojōkō ideada por Kinjirō.

Posteriormente, los servicios de Kinjirō fueron reclamados una vez más por la casa Hattori para sanear sus finanzas, a las que aplicó un drástico tratamiento de contención de gastos. Entretanto, en 1821, su talento llamó la atención del propio señor feudal de Odawara, Ōkubo Tadazane, quien le pidió que se encargase de sanear igualmente las finanzas del dominio de Sakuramachi, situado en la actual prefectura de Tochigi, que estaba asignado a los Utsu, una rama de la familia Ōkubo. Es un hecho insólito que, en aquella época en que los estamentos sociales estaban separados por barreras infranqueables, un campesino entrase en vasallaje directo y recibiera el encargo de restablecer el equilibrio financiero de todo un feudo como si fuera un samuray.

Reformador del agro

En 1823 Kinjirō, acompañado de su esposa y su primogénito, Yatarō, viajó a Sakuramachi y puso manos a la obra. En aquella época, las tierras del dominio y las de toda la región circundante eran de baja productividad y las cosechas, muy exiguas. La pereza se había instalado en el corazón de muchos labriegos, que mantenían grandes extensiones improductivas, y los ingresos del señor feudal por los cánones anuales impuestos sobre la tierra estaban en rápida mengua.

Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. El protagonista, encarnado en su edad adulta por Gōda Masashi, se dirige a Sakuramachi, dominio al que ha sido enviado con la misión de sanear sus finanzas. Allí le esperaban muchas y grandes dificultades. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō.
Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. El protagonista, encarnado en su edad adulta por Gōda Masashi, se dirige a Sakuramachi, dominio al que ha sido enviado con la misión de sanear sus finanzas. Allí le esperaban muchas y grandes dificultades. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō.

Antes de proceder, Kinjirō hizo un exhaustivo reconocimiento del terreno. Luego, marcó unos plazos y unas metas cuantificables que hizo constar en un contrato en toda regla cuyos firmantes eran los Utsu y el señorío de Odawara, adoptando desde el principio un estilo muy moderno que mantuvo durante toda su actividad administrativa. Esta, tanto por su filosofía como por sus métodos, fue comparable a la que podría desplegar un empresario de nuestros tiempos.

Hasta entonces, el dominio de Sakuramachi venía paliando sus pobreza con envíos de dinero del señor de Odawara que no estaba obligado a devolver. Pero, una vez Kinjirō se hubo puesto al frente de la administración del dominio y dado inicio a sus planes reformistas, se negó en redondo a aceptar aquellas aportaciones, pues entendía que era precisamente aquella disponibilidad lo que había robado a los labriegos la laboriosidad y el afán de superación, constituyéndose en una rémora para la rehabilitación financiera del dominio.

Ciertamente, para sus ambiciosos planes Kinjirō necesitaba dinero, pero decidió contar exclusivamente con su fortuna personal y con la asignación que percibía para llevar adelante sus reformas. Con ese solo capital estableció un sistema de préstamos a bajo interés del que se beneficiaron los labradores para comprar sus aperos. Estos devolvían sus deudas al vender su producción. Kinjirō consiguió así fomentar la autonomía de los labradores y su iniciativa.

Kinjirō mostró también el debido respeto por las costumbres asamblearias de la tierra, en concreto por el imokoji, curioso vocablo que originalmente designaba la sencilla operación de introducir en agua algunos yamaimo (un tipo de tubérculo) y removerlos para quitarles la piel, y que pasó a significar la persistente voluntad de llegar a acuerdos mediante una discusión integral y franca. En las aldeas agrícolas, además de buscar el esfuerzo individual de cada labrador, era imprescindible avanzar también en la acción conjunta. Había que construir y mantener en buen estado las acequias y cuidar los campos comunales, y para eso había que contar con la fuerza de todos. El imokoji fue utilizado como un instrumento para consolidar la comunidad.

Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. Gracias al liderazgo ejercido por Kinjirō, los campesinos del dominio de Sakuramachi, que no habían mostrado demasiado entusiasmo en sus labores agrícolas, van uniéndose y colaborando… pero el proceso no es nada fácil. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō.
Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. Gracias al liderazgo ejercido por Kinjirō, los campesinos del dominio de Sakuramachi, que no habían mostrado demasiado entusiasmo en sus labores agrícolas, van uniéndose y colaborando… pero el proceso no es nada fácil. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō.

Kinjirō promovió también las operaciones de compra-venta en el mercado del arroz. Eligiendo a los jóvenes más promisorios, les encargó que hicieran una previsión del volumen de arroz que sería recogido y que cerrasen ya las operaciones comerciales. Este estímulo tendría, a la postre, efectos muy positivos para el dominio de Sakuramachi. De hecho, cuando, años después, la Gran Hambruna de la Era Tenpō se cebó sobre buena parte del país, los habitantes de Sakuramachi pudieron evitar sus peores consecuencias al haber comprado el arroz con la suficiente antelación.

Otro de los grandes cambios introducidos por Kinjirō fue el recurso a la inmigración para mejorar las vidas de la gente. En aquella época la economía giraba en torno a la producción de arroz y cereales, pero en Sakuramachi muchos agricultores habían huido y muchos arrozales, un tercio de la extensión total, estaban en situación de abandono. Lo que hizo Kinjirō fue promover el traslado de agricultores de otros dominios a Sakuramachi para paliar la escasez de mano de obra.

Podría parecer que los planes reformistas de Kinjirō fueron siempre viento en popa, pero lo cierto es que atravesaron también momentos críticos. En el dominio había gente que no aceptaba las ideas del recién llegado y una parte de los samuráis del señorío, que no simpatizaban con Kinjirō, hicieron causa común con ellos. Especialmente dura fue la pugna con un funcionario del señorío que había sido enviado con él a Sakuramachi.

Kinjirō llegó incluso a ausentarse del dominio. Permaneció 21 días en el templo budista de Narita-san Shinshōji (actual prefectura de Chiba), donde se sometió a un riguroso ayuno y otros ascetismos. La experiencia fue fructífera, pues le hizo despertar a una importante verdad que ha sido denominada ichienkan (visión unitaria de la realidad). Según esta idea, todas las dualidades concebibles (el bien y el mal, el placer y el sufrimiento, etc) son en todo caso relativas y no están enfrentadas, lo que nos invita a pensar que siempre será posible mover el corazón del oponente o contrario. Esa fue la creencia que iluminó a Kinjirō.

Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. Uno de los momentos culminantes de la historia es el enfrentamiento entre Kinjirō y Toyota Shōsaku (a la izquierda, interpretado por Narita Kairi), funcionario contrario a sus planes reformistas que había sido enviado desde el señorío. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō
Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. Uno de los momentos culminantes de la historia es el enfrentamiento entre Kinjirō y Toyota Shōsaku (a la izquierda, interpretado por Narita Kairi), funcionario contrario a sus planes reformistas que había sido enviado desde el señorío. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō

Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. Los bonzos del Narita-san Shinshōji salen a despedir a Kinjirō, que regresa a Sakuramachi para reanudar su contestada labor reformista después de haber pasado 21 días de ayuno en el templo. El bonzo principal, Shōin, fue interpretado por Tanaka Min. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō
Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. Los bonzos del Narita-san Shinshōji salen a despedir a Kinjirō, que regresa a Sakuramachi para reanudar su contestada labor reformista después de haber pasado 21 días de ayuno en el templo. El bonzo principal, Shōin, fue interpretado por Tanaka Min. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō

La estancia en el templo obró una verdadera transformación mental en Kinjirō. Tras su regreso a Sakuramachi, su proyecto de reforma comenzó a marchar sobre ruedas. Por una parte, su ausencia hizo reflexionar a los lugareños, a los que les pesaba no haberse percatado antes de las nobles intenciones de Kinjirō; por otra, la situación cambió radicalmente cuando el funcionario enviado por el señorío fue sustituido por otro. Finalmente, las reformas de Kinjirō triunfaron en Sakuramachi. En 1831, último año de permanencia en el dominio, la capacidad de producción de arroz para tributar del dominio de Sakuramachi se había doblado.

Los ecos de los logros obtenidos por Kinjirō se extendieron por todas las regiones y desde muchos lugares le llegaron peticiones para que liderase reformas similares. A lo largo de su vida tomó las riendas de las finanzas en muchos dominios que reunían un número total de aldeas cercano a las 600, distribuidas por nueve de las actuales prefecturas del país, además de la isla de la Hokkaidō.

Una visión unificada de la economía y la moral

Además de por haber saneado las finanzas de muchos dominios, Japón está en deuda con Ninomiya Kinjirō también en el campo del pensamiento, al que contribuyó con su hōtoku (correspondencia por el bien), una ética según la cual la necesidad de hacer el bien viene dada por el reconocimiento de las gracias y favores recibidos de los padres, cónyuge o hermanos, así como de la naturaleza. También la labor de saneamiento que hizo Kinjirō puede explicarse por el reconocimiento de favores recibidos, de modo que queda perfectamente integrada en su filosofía.

El pensamiento de Kinjirō se erige sobre cuatro pilares: shisei (absoluta honradez), kinrō (dedicación al trabajo), bundo (mesura) y suijō (compartir el fruto del esfuerzo honrado). El tercero de estos conceptos, bundo, implica calcular correctamente los gastos que uno puede permitirse sin exceder sus posibilidades. Sienta así las bases de una política de contención de gastos y de acumulación de capital. Kinjirō insta a respetar el bundo no solo a los individuos, sino también a las familias y al Estado. Tenemos también el suijō, un pensamiento netamente altruista que invita a utilizar en beneficio del prójimo y de toda la sociedad el remanente dejado por el esfuerzo y la moderación en el gasto.

Fukuzumi Masae (1824-1892), uno de los más insignes discípulos de Kinjirō, condensó la filosofía moral de Kinjirō en su teoría de la unidad entre moral y economía. Fukuzumi sostiene que la idea central de Kinjirō es que si basamos nuestra actividad económica en el autocontrol, la templanza y el altruismo, contribuiremos a la estabilidad y a la prosperidad del Estado y de la sociedad.

Max Weber (1864-1920) defendió la idea de que la continencia predicada por el protestantismo preparó el surgimiento del capitalismo moderno. Nosotros, igualmente, podríamos decir que Kinjirō, con su filosofía, abrió el camino hacia la formación del capitalismo moderno japonés.

Un gran legado histórico

Además de Shibusawa Eiichi (1840-1931), pueden citarse entre los empresarios que han heredado el pensamiento moral de Kinjirō al afamado banquero Yasuda Zenjirō (1838-1921), a Toyoda Sakichi (1867-1930), inventor de diversos aparatos de maquinaria textil y fundador de la automotriz Toyota, a Matsushita Kōnosuke (1894-1989), fundador de la eléctrica Panasonic, o a Inamori Kazuo (nacido en 1932), de Kyōcera y de la actual KDDI.

El pensamiento de Kinjirō ha sido visto con interés también desde el extranjero. En 2003 un grupo de investigadores japoneses y chinos crearon la Sociedad Internacional del Pensamiento de Ninomiya Kinjirō, que celebra seminarios anuales en ambos países. Al parecer, en China, donde la economía de mercado sigue abriéndose camino, la ética de Kinjirō resulta muy atractiva.

Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. A su regreso del templo de Narita-san Shinshōji, donde ha pasado una temporada de ascesis, Kinjirō es objeto de un caluroso recibimiento por parte de su familia y de la gente del dominio de Sakuramachi. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō
Fotograma de la película Ninomiya Kinjirō. A su regreso del templo de Narita-san Shinshōji, donde ha pasado una temporada de ascesis, Kinjirō es objeto de un caluroso recibimiento por parte de su familia y de la gente del dominio de Sakuramachi. © Comité de Producción de la película Ninomiya Kinjirō

Apenas inaugurada la nueva era Reiwa, se ha estrenado en Japón la película Ninomiya Kinjirō, dirigida por Igarashi Shō. El Kinjirō de los años infantiles y juveniles es una figura familiar para los japoneses, pero esta es la primera película focalizada sobre su época adulta, cuando despliega su actividad como administrador agrícola.

Esta película recoge con gran esmero la valiosa labor realizada por Kinjirō en el dominio de Sakuramachi. En nuestra época de egoísmo y culto al dinero, la labor de Kinjirō tiene algo de nuevo y estimulante. Al final de la película se pasa, con subtítulos, una famosa canción de la era Meiji que lleva el nombre de nuestro personaje por título. “Nuestro modelo es Ninomiya Kinjirō”, dice el estribillo. La canción despertará la nostalgia de la gente mayor. Ese Kinjirō que hizo mutis durante algunos años después de la guerra, vuelve al escenario hoy en día ya casi totalmente rehabilitado.

Ninomiya Kinjirō (Sontoku), dibujo de Okamoto Shūki. (Imagen cortesía del Museo Hōtoku)
Ninomiya Kinjirō (Sontoku), dibujo de Okamoto Shūki. (Imagen cortesía del Museo Hōtoku)

Bibliografía

  • Matsuzawa Shigefumi: Kyōyō to shite shitte okitai Ninomiya Sontoku (PHP Shinsho).
  • Mitooka Michio: Ninomiya Kinjirō no isshō (Eikō Shuppansha)
  • Ozawa Shōji: Ninomiya Kinjirō to wa nan datta no ka (Nishinihon Shuppansha)
  • Max Webber: La ética protestante y el espíritu del capitalismo (Alianza Editorial y otras).

Fotografías cortesía del Museo Hōtoku (Odawara, prefectura de Kanagawa)

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