Grandes figuras de la historia de Japón

Mishima Yukio: un mártir de la cultura japonesa en la vanguardia de su tiempo

Literatura Historia

Las novelas de Mishima Yukio, cargadas de un sentido único de la belleza, continúan hoy día fascinando a infinidad de lectores de todo el mundo. Presentamos la vida de Mishima a través de un recorrido por sus obras maestras.

El 25 de noviembre de 1970 Mishima Yukio murió de manera impactante, tras exigir una enmienda constitucional, convocar a las Fuerzas de Autodefensa a un levantamiento y terminar cometiendo seppuku (suicidio ritual con espada). Muchos, tanto en Japón como en el extranjero, se sorprendieron ante la muerte de un escritor tan destacado como para haber sido candidato al Premio Nobel de Literatura cinco veces; nadie parecía comprender sus verdaderas intenciones. Un misterio llama a otros, y medio siglo después se sigue cuestionando su obra y el significado de su muerte.

Mishima nació en 1925. El año siguiente comenzó la era Shōwa: la edad de Mishima coincidiría siempre con el año de la era. En 1945, cuando terminó la Guerra del Pacífico, tenía 20 años, y en 1970, cuando decidió acabar con su vida, 45 años. La era Shōwa se suele dividir en tres partes: los primeros 20 años de guerra y catástrofes, los siguientes 25 de rápido crecimiento económico, partiendo de los campos quemados de la posguerra, y los últimos 20 años. La vida de Mishima, pues, se superpone con los primeros dos tercios, la parte “más Shōwa” de la época. La era Shōwa terminó oficialmente en el año 64 (1989) con el estallido de la burbuja económica, pero se podría argumentar que la muerte de Mishima marcó el verdadero final.

Mishima creía que la literatura debía representar su tiempo, mostrar desacuerdo con él en ocasiones, y también presentar nuevas visiones de la historia. Este es el caso, en especial, a partir de Kinkakuji (El pabellón de oro), obra de la que hablaremos más adelante. En la literatura japonesa moderna una de las corrientes principales era el género de la novela personal, en la que el autor narra sus propias experiencias y eventos cercanos de forma sincera; la conciencia de Mishima acerca de su propia creatividad era, por el contrario, algo muy poco común. Si ampliamos los horizontes al resto del mundo, sin embargo, veremos cómo los grandes novelistas de la historia, como Balzac, Flaubert, Thomas Mann, Tolstoi y Dostoievski, intentaron captar la esencia de su tiempo, criticar la sociedad y proyectar una visión. Mishima está vinculado a ese linaje.

Su primera obra, a los dieciséis años

Mishima nació en un rincón de Yotsuya, en Tokio. Se suele considerar Yamanote (zona de clase alta), pero se trataba en realidad de un mal lugar, dejado de lado durante la reconstrucción tras el Gran Terremoto de Kantō de 1923. Natsuko, la abuela de Mishima, que provenía de una prestigiosa familia samurái, no estaba satisfecha con su entorno. Sobre todo desde que su marido, el abuelo de Mishima, que trabajaba como director general de la antigua Agencia de Karafuto (en el sur de la isla de Sajalín), perdiera su puesto por un escándalo político, Natsuko volcó su cariño en su nieto, quizá como forma de compensar sus sueños perdidos y su rota autoestima.

Natsuko sufría de ciática y Mishima también era un chico enfermizo, por lo que a menudo pasaban días enteros en una habitación de hospital. Mishima, a quien le encantaban los cuentos de hadas y los libros ilustrados, eventualmente desplegó las alas de su imaginación en las habitaciones del hospital, y comenzó a escribir historias y dibujar él mismo. A la edad de diez años completó él solo, el cuento de hadas “Las maravillas del mundo”, que trata de la llegada del otoño a la hermosa isla de Gokuraku, la extinción del fuego de una vela y caída de la oscuridad sobre la totalidad de la isla.

Aunque no era noble, Mishima asistió a Gakushuin, una escuela para los hijos de la nobleza. Sus notas no eran buenas durante la escuela primaria porque estuvo enfermo muchos días. Sin embargo, a partir de la secundaria, se vio agraciado con estupendos maestros, y llegó a convertirse en una presencia importante de la escuela. A la edad de dieciséis años publicó por primera vez una novela en una revista ajena a la escuela, y con ella hizo su debut en el mundo literario. Se trata de Hanazakari no mori (El bosque en todo su esplendor, 1941), en la que el narrador redescubre la fuente de la vida al colocarse en el flujo del tiempo, antes de nacer en este mundo; a partir de este momento comenzó a utilizar el seudónimo Mishima Yukio. Era el año 1941: el comienzo de la Guerra del Pacífico.

En 1944, Mishima se graduó de Gakushuin con la nota más alta, y entró en la Facultad de Derecho de la Universidad Imperial de Tokio (la actual Universidad de Tokio). En ese momento se acercaba el fin de la guerra. Aunque Mishima se libró del servicio militar por su enfermedad, publicó en 1944 una colección de obras: Hanazakari no Mori, que esperaba fuera su canto de cisne, e incluía otras cuatro novelas cortas. Después de la derrota, en agosto del año siguiente, Mishima se enfrentó a serias dificultades: los escritores veteranos, que se habían visto obligados a guardar silencio durante la guerra, y los jóvenes que fueron al campo de batalla como soldados, comenzaron a publicar novelas en rápida sucesión, mientras Mishima, activo durante la guerra, había perdido su lugar en el mundo literario. Después de graduarse de la universidad, Mishima decidió abandonar la profesión de novelista y entró en el Ministerio de Hacienda (reemplazado por el actual Ministerio de Finanzas) para comenzar una nueva carrera en la burocracia.

Sin embargo Mishima no pudo abandonar la escritura, abandonó el ministerio nueve meses después, y comenzó una nueva novela. Se trata de Kamen no kokuhaku (Confesiones de una máscara, 1949), en la que el narrador, basado en el propio Mishima, acepta que es homosexual. Resulta especialmente notable una escena en la que el narrador se excita sexualmente, por primera vez, después de ver el martirio de San Sebastián. Sin embargo, esta no es una obra con la que el autor haya decidido salir del armario. Más bien es una historia que, desde la idea de que todo es una máscara, arroja un jarro de agua fría sobre las ingenuas sensibilidades que no dudan de la identidad del yo. Esa ironía resonaba con la psicología refractada de una juventud que tuvo que sobrevivir al caos posterior a la guerra, y Kamen no kokuhaku atrajo a un gran número de lectores.

Manuscritos inéditos de Mishima Yukio. Son parte los 183 manuscritos de entre los quince y los veinticinco años, incluidas novelas y reseñas, descubiertos en 2000. Expuestos en el Museo Literario de Mishima Yukio, en Yamanakako Mura, prefectura de Yamanashi (Jiji Press)
Manuscritos inéditos de Mishima Yukio. Son parte los 183 manuscritos de entre los quince y los veinticinco años, incluidas novelas y reseñas, descubiertos en 2000. Expuestos en el Museo Literario de Mishima Yukio, en Yamanakako Mura, prefectura de Yamanashi (Jiji Press)

Éxitos y errores de cálculo en obras que representan a la sociedad japonesa de posguerra

Mishima, que debutaba de nuevo en el mundo literario, publicó Kinjiki (El color prohibido, 1951-53), que describe una sociedad homosexual durante el período de ocupación, y Shiosai (El rumor del oleaje, 1954), una simple historia de amor entre un hombre y una mujer; por otro lado también escribió versiones modernas de obras de teatro , Kindai nōgaku shū (Obras modernas de nō, 1956), y una obra nueva de kabuki, Iwashiuri koi no hikiami (La red de amor del pescador de sardinas, 1954). Pero fue en 1956 cuando el escritor se cubrió de gloria al publicar Kinkakuji (El pabellón de oro), la historia de un novicio que prendió fuego al famoso templo en 1950, novela que ha sido traducida a muchos idiomas y está considerada una de las obras maestras de Mishima.

Esta novela se publicó cuando comenzaba el rápido crecimiento económico del país. ¿Por qué ese libro sobre un incendio provocado seis años antes causó una fuerte impresión a tantos lectores? El nuevo Japón, que comenzó tras la guerra, se estaba convirtiendo entonces en un país próspero. Pero la guerra había terminado solo diez años antes. Su oscuro recuerdo eran aún algo irreversible, en lo más hondo del espíritu del pueblo. Constituía una amenaza desde dentro para el espíritu del pueblo japonés, que quería creer en la democracia de posguerra y aspiraba al progreso y una brillante prosperidad. Sí, Kinkakuji se había convertido en la voz interior de las personas que se sentían incómodas por aquella sociedad de posguerra.

Desde una perspectiva interna, la democracia de posguerra y el rápido crecimiento económico no son más que “máscaras”. Mientras las personas sigan usando esa máscara, la fuente de su existencia se irá perdiendo y caerán en el nihilismo. Kyōko no ie (La casa de Kyōko, 1959), cuyos protagonistas son cuatro jóvenes solitarios, a caballo entre Tokio y Nueva York hacia 1955, adopta ese nihilismo como tema principal.

 Mishima Yukio, Abe Kōbō, Ishikawa Atsushi y Kawabata Yasunari, los escritores que leyeron la declaración en la famosa conferencia “Autonomía de las ciencias y las artes con respecto a la Revolución Cultural China”. Hotel Imperial en el distrito de Chiyoda, Tokio. Imagen del 28 de febrero de 1967 (Jiji Press)
Mishima Yukio, Abe Kōbō, Ishikawa Atsushi y Kawabata Yasunari, los escritores que leyeron la declaración en la famosa conferencia “Autonomía de las ciencias y las artes con respecto a la Revolución Cultural China”. Hotel Imperial en el distrito de Chiyoda, Tokio. Imagen del 28 de febrero de 1967 (Jiji Press)

En este punto se produjo un gran error de cálculo. Los lectores de la época no reaccionaron a Kyōko no ie como lo habían hecho con Kinkakuji. En 1959, cuando se anunció la novela, la economía Iwato (el auge económico de 1958-1961), que excedía ya a la Jinmu (el boom de mediados de los 50), era abrumadora. Quienes seguían lanzándose de cabeza al boom no estaban interesados para nada ​​en el problema del nihilismo. Este error de cálculo supuso un duro golpe para Mishima, que trataba de reflejar la oscuridad de ese tiempo en Kyōko no ie.

La determinación de Mishima al entregar el último manuscrito a su editor

Después de eso, Mishima protagonizó la película sobre la yakuza Karakkaze Yarō (dirigida por Masumura Yasuzō, 1960) y posó para el libro de fotografía de Hosoe Eiji Barakei (Con forma de rosa, 1963); mediante este tipo de trabajos Mishima trataba de encontrar una fuente para su existencia diferente de la literatura. Tuvo éxito en ese empeño, y se convirtió así en el hijo predilecto de los medios.

Sin embargo, eso significaba dar la bienvenida a esa sociedad de posguerra que no había tratado de entender Kyōko no ie. Cuanto más participaba en los medios de comunicación, más forzado se veía Mishima a negarse a sí mismo. La única forma de cambiar su situación era competir con una obra de mayor escala que reflejara su tiempo y presentara una nueva visión de la historia. Se trataba de Hōjō no umi (El mar de la fertilidad, 1965-1971).

Mishima Yukio practicando su iai. Imagen del 3 de julio de 1970 (Jiji Press)
Mishima Yukio practicando su iai. Imagen del 3 de julio de 1970 (Jiji Press)

Hōjō no umi es una tetralogía en la que el protagonista se reencarna una vez tras otra a través de las eras Meiji, Taishō y Shōwa. Al comienzo de la primera novela se representa una escena conmemorativa en recuerdo de los muertos en la guerra ruso-japonesa. La obra siempre muestra un paisaje desolado que flota como trasfondo de cada volumen, y muestra cómo el origen del nihilismo que invadió la sociedad de la posguerra ya estaba germinando en la era Meiji. Las reencarnaciones se sucedían, y los protagonistas perseguían la vida por oposición a ese nihilismo; se suponía que el volumen final iba a describir una iluminación llena de felicidad.

Sin embargo ese habría sido el final partiendo de la concepción inicial de la historia, y el cuarto volumen que se publicó en realidad termina con el frustrante final de que la trama de la reencarnación había sido en realidad una ilusión. El 25 de noviembre de 1970, tras entregar el borrador final a su editor, Mishima tomó una decisión que sorprendió al público. La verdad sobre su muerte sigue siendo un misterio, pero algo que podemos decir es que Mishima describe vívidamente el nihilismo como el destino de los tiempos, al final de Hōjō no umi. Quiero entender su suicidio como un acto que nos mueve a cada uno de nosotros a encontrar la manera de superar ese nihilismo.

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: retrato de Mishima Yukio realizado en 1970 - Jiji Press)

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