Grandes figuras de la historia de Japón

Matsuo Bashō: el poeta trotamundos que dictó un nuevo estilo

Literatura Historia

El haikai, del que con el tiempo surgió el haiku, le debe gran parte de su calidad poética a Matsuo Bashō, un hombre que renunció a las cosas del mundo y consignó magistralmente las impresiones de sus incansables viajes en poesía y prosa. Sus creaciones son ya clásicos leídos y reverenciados dentro y fuera de Japón. En sus versos está el legado de Saigyō, de Sōgi y de otros poetas que lo precedieron, pero también el genio pictórico de Sesshū y el espíritu de la ceremonia del té de Sen no Rikyū.

“Hubo momentos en que ambicioné cargos públicos y momentos en que me propuse también tomar los hábitos. Pero conforme castigaba mi cuerpo deambulando de aquí para allá como nube al viento y entregaba mi corazón a las más insignificantes delicias de la naturaleza, me di cuenta de que eso se había convertido en mi cotidiano quehacer. Y así, sin demostrar mayor utilidad ni talento para las cosas del mundo, me consagré a cultivar el haikai.”

Bashō condensa así su experiencia vital en un pasaje del ensayo autobiográfico Genjūan no ki, que escribió a los 47 años. Sentía, en resumidas cuentas, que escribir poemas era lo único para lo que servía.

El haikai (“lo cómico”) o, más propiamente, haikai no renga (“renga de lo cómico”), es una variante temática del renga (“canciones o poemas encadenados”), forma poética derivada del antiguo waka (literalmente, “canción japonesa”). En el renga, varios autores alternaban estrofas. En la primera etapa del periodo Edo (1603-1868) el nivel de alfabetización de los japoneses recibió un gran impulso y, a una con ello, el cultivo del haikai se difundió entre los samuráis y la población urbana, formada principalmente por comerciantes.

Matsuo Bashō (1644-1694) nació en la actual ciudad de Iga (prefectura de Mie) como segundo hijo varón de los Matsuo, una familia que había tenido la consideración de musokunin, hidalgos o pequeños propietarios rurales equiparados a los samuráis. Su padre perdió este estatus y se trasladó con la familia, ya como simple labrador, a la población formada a los pies del castillo de Iga Ueno. Al nacer, Bashō recibió el yōmyō o nombre infantil de Kinsaku, pero luego adoptó el nombre de Munefusa. Antes de cumplir los 20 años, trabajaba ya directamente para el servicio de cocina del castillo, cuya titularidad correspondía a la casa Shinshichirō del linaje Tōdō. Allí, pronto fue elegido partenaire del “señorito” Yoshitada en sus actividades poéticas y es de esta época de la que proceden los primeros hokku (estrofa de arranque los antiguos renga, predecesora del haiku) de Bashō, que todavía usaba el nombre de Munefusa. Yoshitada, que usaba el pseudónimo de Sengin, falleció siendo todavía joven. A su muerte, Bashō se fue a Edo (actual Tokio). Tenía 29 años.

Despunta en Edo, la pujante gran urbe

Cuando Bashō era joven, la escuela más en boga dentro del mundo del haikai era la Teimon, encabezada por Matsunaga Teitoku. Promovía un estilo poético sereno y equilibrado, de corte intelectual y con preferencia por los juegos de palabras, que se basaba en formas y motivos ya existentes en el waka y otras formas de poesía clásica. Pero cuando Bashō llegó a Edo, encontró que la corriente dominante allí era la del danrin haikai, creada en torno a Nishiyama Sōin. Los miembros de esta escuela tenían en gran estima el clásico chino Zhuangzi, hacían a menudo referencias paródicas a guiones del teatro (Noh) y producían una poesía llena de figuraciones, que se apoyaba en asociaciones de palabras, a la que muchas veces daban tintes de crítica social.

Al llegar a Edo, Bashō se hacía llamar Tōsei y se dedicaba, en principio, a tareas administrativas relativas a la construcción de canales y acequias. Pero a los 35 años se independizó y dio comienzo a su vida como maestro del haikai, una ocupación que gozaba de gran popularidad en la época. Bashō se afincó en el barrio de Nihonbashi, donde comenzó a organizar reuniones. Recogía los poemas de sus invitados, los enmendaba y los publicaba en colecciones. Fue en este periodo cuando consiguió discípulos como Takarai Kikaku, Hattori Ransetsu o Sugiyama Sanpū, que le prestaron apoyo a lo largo de toda su vida. Veamos ahora uno de los haikus que escribió Bashō en aquella época (aparece en la colección Edo Tōrichō).

Ge ni ya tsuki
maguchi senkin no
tōrichō.

Resuenan en este poema los famosos versos de Shi Su (1037-1101, poeta, ensayista, calígrafo y pintor chino) en los que valora en 1.000 monedas de oro un solo instante de una noche de primavera, con sus flores despidiendo límpidas fragancias y la brillante luna envuelta en su halo. Pero Bashō nos dice aquí, en tono desenfadado e irónico, que ya podía ser bella la luna que se contemplaba desde su zona de Tōrichō, costando como costaba “mil monedas de oro” cualquier pequeño terreno por aquella área. Tōrichō era la calle más comercial y céntrica del barrio de Nihonbashi. Con su intertextualidad y su fresca crítica social, este hokku muestra todas las características de la escuela Danrin y todo el brioso talento con el que Bashō se presentaba en la pujante urbe.

Obra maestra de la literatura de viajes

La reputación de Bashō como maestro del haikai no hacía más que creer cuando, repentinamente, se retiró a la zona rural de Fukagawa, en la orilla este del río Sumidagawa. Era invierno y tenía 37 años. A la choza donde se había recluido la bautizó Bashōan, en referecial al bashō (Musa basjoo, banano japonés) que uno de sus discípulos había plantado frente a ella. Fue de ahí de donde tomó el nombre con el que alcanzó la fama.

Retrato de Bashō anciano, obra de Ogawa Haritsu. Haritsu, que además de pintor era artesano de la laca, fue uno de los discípulos de Bashō y esa cercanía personal parece reflejarse en el retrato. (Colección del Museo Conmemorativo de Bashō)
Retrato de Bashō anciano, obra de Ogawa Haritsu. Haritsu, que además de pintor era artesano de la laca, fue uno de los discípulos de Bashō y esa cercanía personal parece reflejarse en el retrato. (Colección del Museo Conmemorativo de Bashō)

En aquellos años, la popularidad del estilo danrin haikai comenzaba a declinar y esta forma poética entró en un periodo de confusión y transformaciones. Bashō consideró que era el momento oportuno para distanciarse del mundo y, perseverando en la reclusión, explorar las posibilidades del haikai hasta hacerse con un estilo propio. En esta misma época, Bashō se forma en el zen con el monje Bucchō. Ya en sus cuarenta, comienza a viajar incansablemente y escribir sobre sus viajes. A continuación, ofrecemos un resumen de su trayectoria a través de sus escritos.

Nozarashi kikō

En el otoño de 1684, parte de Edo hacia su tierra natal de Iga por el camino principal, el Tōkaidō. Ya en 1685, continúa su viaje hacia Kioto, Ōtsu, Owari Atsuta y otros lugares. (41-42 años)

Kashima mōde

En agosto de 1687 hace un viaje de ida y vuelta de Edo a Kashima, con el objeto de disfrutar de la visión de la luna. (44 años)

Oi no kobumi

Entre el invierno de 1687 y principios del verano del año siguiente, regresa a su tierra natal de Iga y continúa su viaje en compañía de Tsuboi Tokoku visitando lugares de la región de Kinki, entre ellos Yoshino, donde disfruta de los cerezos en flor. (44-45 años)

Sarashina Kikō

En agosto de 1688 parte de Nagoya junto a Ochi Etsujin en dirección a Sarashina, en la provincia de Shinano, donde disfruta de la visión de la luna. Regresa luego a Edo. (45 años)

Oku no hosomichi

Entre marzo y septiembre de 1689, parte de Edo en compañía de Kasai Sora y recorre Ōshū, Dewa y Hokurikudō hasta llegar a Ōgaki, en la provincia de Mino. (46 años)

Bashō necesitaba experimentar las privaciones de una larga peregrinación al estilo de los viejos ascetas. Quería, al mismo tiempo, ver con sus propios ojos los lugares cuyos nombres tachonan la poesía clásica. Deseaba también seguir los pasos de otros monjes poetas como Nōin, Saigyō o Sōgi. Y difundir por todo el país su forma de entender el haikai debía de estar asimismo entre sus objetivos.

Al dar inicio al viaje que recoge en el Nozarashi Kikō, Bashō dejó este poema:

Nozarashi wo
kokoro ni kaze no
shimu mi ka na.

En él, refiere cómo siente penetrar en sus huesos el frío viento del otoño al imaginarse a sí mismo ya cadáver en cualquier lugar desolado. Pero las ganas que tenía de viajar eran imparables y es precisamente ese poco razonable deseo de vagar por los caminos lo que constituye el verdadero tema del poema.

Con su mente siempre puesta en Saigyō

Posteriormente, después de finalizar el viaje por Michinoku y Hokuriku que cuyo fruto poético fue Oku no hosomichi, durante casi dos años Bashō residió en varios puntos de la región de Kinki. Su libro Genjūan no ki, al que nos referíamos al principio de este artículo, fue escrito en ese periodo. Luego vivió durante otros dos años y medio en Edo, pero en mayo de 1694 volvió a regresar a Iga. Ese año, entre la primavera y el verano se paseó por Kioto y Ōtsu, y en septiembre fue de Iga a Ōsaka pasando por Nara. Cayó enfermo en Osaka, en una casita que había alquilado en los terrenos de la familia Hanaya, en la calle comercial Midōsuji, donde murió el 12 de octubre, a los 51 años. Su muerte se debió a alguna dolencia gastrointestinal.

Bashō no tuvo nunca esposa ni dejó descendencia. Se habla de una mujer, de nombre Jutei, y se hace de ella de su amante, pero es una idea gratuita y mal fundamentada. En la producción poética de los últimos cinco años de su vida, se aprecia una profundización de su comprensión de una amplia gama de formas poéticas, pero también de otras materias, como el pensamiento zen o el contenido en el referido Zhuangzi. Son estos vastos conocimientos los que le permiten enseñar a sus discípulos la sencillez estética del wabi, que renuncia a las satisfacciones materiales para sumirse en una “honrada pobreza”, el sabi, con su preferencia por lo vetusto y curado por el tiempo, o el karumi, concepto estético que podríamos definir como la capacidad de encontrar en lo familiar y cotidiano toda la elegancia que transmite el mundo clásico.

En el haikai de estrofas alternas de diversos autores, Bashō desarrolló una técnica que evita los métodos habituales del kotobazuke (transmisión mediante palabras asociadas) y del kokorozuke (apelación a la relación de causalidad), y preconiza el nioizuke, por medio del cual ser renuncia a cualquier razonamiento y se recurre solo a la creación de ambientes elocuentes. Es por este medio como alcanza el ideal estético del karumi.

La escuela poética que parte de Bashō se denomina Bamon y su estilo, bafū. En sus últimos años, tuvo como discípulos a Mukai Kyorai, Naitō Jōsō, Morikawa Kyoriku y Kagami Shikō, entre otros. A partir de la etapa intermedia del periodo Edo, el estilo de Bashō fue el dominante en el haikai, y con el tiempo la figura de Bashō fue divinizada.

Tabi ni yande,
yume wa kareno wo
kakemawaru.

Este poema lo compuso en su lecho de muerte, en Osaka. Hay algunas dudas sobre su lectura, pero los registros dejados por sus discípulos ayudan a solventarlas. La intertextualidad en este poema se establece con otro de Saigyō recogido en la antología imperial Shinkokin wakashū. Bashō quiere tener ante sus ojos aquel mismo cañaveral de invierno que encontró Saigyō en la vieja Naniwa (Osaka). Pero, dado que la enfermedad se lo impide, su anhelo deja su cuerpo físico y revolotea por el imaginado paraje. Hasta su muerte, Bashō fue fiel al legado poético de Saigyō y este poema es la mejor prueba de ello.

Fotografía del encabezado: Retrato de Matsuo Bashō. (Colección del Museo Conmemorativo de Bashō)

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