Bienvenidos al ‘haikai’ clásico

Ya llegan los pajarillos / y el placer de oír sus pasos / de allende los tejadillos (Buson)

Literatura Cultura

Kotori kuru (“ya llegan los pajarillos”) es la expresión estacional en este cuadragesimoséptima entrega.

小鳥来る音うれしさよ板びさし 蕪村

Kotori kuru
oto ureshisa yo
itabisashi

(Poema escrito posiblemente hacia 1768 e incluido en la Colección de poemas autógrafos de Buson.)

Ya llegan los pajarillos
y el placer de oír sus pasos
de allende los tejadillos.

Entre las aves migratorias que visitan Japón en otoño, las más grandes y visibles son los gansos y otras especies de ánsares. Pero hay muchas otras, de menor tamaño, que llegan desde el norte formando grandes bandadas, como el tsugumi (Turdus eunomus, zorzal eunomo) o los renjaku (nombre genérico de la familia de los bombicílidos o ampelis). Por otra parte, hay pájaros como el kikuitadaki (Regulus regulus, reyezuelo sencillo) o el kakesu (Garrulus glandarius, arrendajo), que normalmente viven en zonas montañosas y arboladas, pero que descienden a las llanuras y se dejan ver por los poblados en esa misma estación. Buson se fija aquí en la presencia de ese variopinto conjunto de pajarillos de bello plumaje que a veces llamamos irodori (“pajarillos variados” o “pajarillos de colores”).

“Se oyen pasos y gorjeos sobre el alejo de tabla, eso quiere decir que los pajarillos ya están aquí”, nos dice este poema con indisimulada alegría. En la poética del waka, el itabisashi (“tejadillo hecho de tabla”) aparece como transmisor de los sugerentes sonidos que causan en él fenómenos meteorológicos como el shigure (lluvia pasajera de finales de otoño) o el granizo. La novedad de este poema de Buson reside en haberlo vinculado con la llegada de los pajarillos. Estos desarrollos del potencial que encierran los motivos poéticos tradicionales son muy propios del haikai. Pero el ingenioso Buson no se conforma con encontrar un nuevo origen a los sonidos del alero. La forma en que aguza el oído hasta captar ese rastro sonoro apenas perceptible que dejan las livianas aves en sus jugueteos nos habla de un alma sensible y delicada. Y vemos también que, implícitamente, nos sitúa en esa estación en la que, liberada ya de las humedades propias del verano japonés, la atmósfera se refresca y transmite con nitidez las secas resonancias de los pajarillos al saltar y corretear. El poeta Hagiwara Sakutarō (1886-1942) mostró su predilección por este poema y señaló su cercanía a la lírica de la poesía occidental.

(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: PIXTA)

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