Una mirada al final de la vida en la sociedad superenvejecida de Japón
Descansar bajo los cerezos: Ending Center y su alternativa a la tumba tradicional
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El cerezo no olvidará que viviste
El cementerio Machida Izumi Jōen (Machida, Tokio) está rodeado por el entorno natural de las colinas de Tama y, en los días despejados, ofrece vistas al barrio costero de Minatomirai, Yokohama, y al mar. En un rincón del recinto se halla un cementerio de cerezos gestionado por la organización sin ánimo de lucro Ending Center.
Estamos a finales de marzo y la mayoría de cerezos están en plena floración. Una madre y una hija señalan un punto del suelo, posan allí unas flores y juntan las palmas de las manos para rezar. A sus espaldas, se extienden filas de lápidas y, ante ellas, un agradable espacio para enterrar los restos de los difuntos.
Suzuki Kazuko, de 80 años, perdió a su amado marido por un cáncer diez años atrás y guardaba la urna con sus restos en casa, para “al menos estar junto a sus huesos”. “Era comercial de una editorial y siempre iba de un lado a otro por todo el país. Vamos, que trabajaba como jabato. Murió a los 64, antes de jubilarse. Nunca habíamos hablado de nuestro funeral, pero él solía decir ‘Hasta el macho de la mantis muere devorado por la hembra’. Creo que había aceptado que lo dejaba a mi criterio. Cuando empezaba a plantearme que no bastaba con centrarme en nosotros dos y que tenía que conectar nuestro entierro con la generación de mi hijo y mi hija, encontré el cementerio entre cerezos”, explica.
La acompaña a visitar la tumba su hija mayor. “Cuando lo enterramos, el cerezo todavía era un arbolito. Al crecer y ponerse así de espléndido, sí que se ve digno de guardar una tumba”, comenta comprobando el número de la parcela en la placa. La inscripción reza: “El cerezo no olvidará que viviste”.
Inoue Haruyo, presidenta de Ending Center, recuerda los inicios: “Empezamos a planear el primer cementerio de árboles de Tokio en 2005 en esta parcela llamada En21. Nos pareció que, como iba a ser para japoneses, el cerezo era la mejor opción. Son unos árboles tan profundamente arraigados en nuestro sentir que, cuando alguien sabe que le queda poco tiempo de vida, se pregunta si podrá verlos florecer al año siguiente”.
“Todos sienten alivio cuando están buscando un lugar para su tumba y al fin deciden dónde descansarán sus restos después de fallecer. Al pensar que, una vez muertos, se convertirán en un cerezo, la muerte no les resulta tan aterradora. Todos los años, cuando llega la primavera, los cerezos florecen y uno se convierte en ese árbol. ¿No es maravilloso, visto así?”.
Un cementerio de árboles donde el viento sopla en la frontera entre la vida y la muerte
Más allá de la parcela de En21, el cementerio creado por Ending Center se sitúa en la cuesta de una suave colina. Allí uno puede juntar las manos para rezar y recordar a sus difuntos mientras nota el viento que sopla entre los árboles.
Esashi Kimiko, de 78 años, viaja de Hiroshima a Tokio una vez al mes y se queda a dormir en casa de su hija para visitar la tumba de su marido: “Me paso un día entero aquí, barriendo la zona y quitando las malas hierbas. A mi marido se le daba bien dibujar, así que yo también vengo y dibujo. Me traigo la comida y almuerzo”.

Es un lugar en armonía con la naturaleza de la montaña donde se nota el paso de las estaciones.
Hoy Kimiko viene acompañada de su nieta Yūka: “Nunca había pensado en mi propia tumba y ni siquiera conocía ciertas costumbres como que, si me caso, no me pueden enterrar con mi familia de origen. Pero me gusta este tipo de tumba”.

“Seguro que el abuelo está contento de que me acompañes”, le dice Kimiko a su nieta.
Okamoto Kazue, de 83 años, perdió a su adorada gata, con la que convivió durante 19 años, en 2007. Gracias a un artículo de periódico que hablaba del cementerio de cerezos, se enteró de que había parcelas en las que uno podía enterrarse junto a sus mascotas.
Cuando fue a ver el cementerio, le gustó porque se parecía mucho al paisaje de Higashikurume, donde había vivido en el pasado, y se decidió a reservar su parcela en el momento. “Ya la tengo reservada y hasta tengo los nombres grabados, pero quiero que nos entierren al mismo tiempo, así que de momento guardo su urna en casa”, cuenta con una sonrisa.

Okamoto ante la parcela que reservó.

Señalando el nombre de su gatita, Alice, tallado junto al suyo en la piedra.
El sentido de Ending
La presidenta de Ending Center, Inoue, se enfrentó al problema de elegir tumba cuando murió su madre: “Nos topamos con las incongruencias del sistema familiar japonés cuando nos dijeron que, aunque yo y mis hermanas, que ya estábamos casadas, heredáramos la tumba familiar, no íbamos a poder enterrarnos en ella”.
Por eso en 1990 fundó una asociación para replantear la cuestión de las tumbas y los lazos familiares en el siglo XXI que en el año 2000 bautizó como Ending Center. A ella se debe la expresión ending note (‘nota sobre el final’), hoy en día tan arraigada: “La muerte no consiste solo en ese último momento. Comprendí que había que abordarla considerando todo el proceso que la rodea, desde los preparativos previos hasta las gestiones póstumas. Por eso le puse el nombre de Ending Center, con ese gerundio que indica continuidad. Hubo miembros de la asociación que dijeron que querían encargarse de preparar su propia tumba, por lo que dejamos de ser una entidad de reflexión para pasar a la acción”.

La presidenta Inoue pone flores en todas las parcelas para que las tumbas de los difuntos cuyas familias no pueden venir de visita no se queden tristes.
Siguiendo el lema “Hablemos de la vida y la muerte bajo los cerezos”, todos los años Ending Center organiza una ceremonia conmemorativa conjunta en la época de la floración.
En la ceremonia de este año, Inoue lee un poema compuesto por ella misma cuya última parte me conmueve:
うらうらと 生きるにいい日
うらうらと 死ぬにはいい日
うらうらと生者と死者が 語るにいい日
儚(はかな)い いのち だからこそ 存分に生きようEs un buen día para vivir serenamente.
Es un buen día para morir serenamente.
Es un buen día para que los vivos hablemos con los muertos.
Ya que la vida es tan efímera, vivamos sin reservas.
La muerte no es algo especial, sino un mero fenómeno que sucede en el transcurso de la vida.
La ocasión me recordó el principio del poema Haru to Shura (La primavera y Asura), de Miyazawa Kenji:
わたくしといふ現象は
仮定された有機交流電燈の
ひとつの青い照明ですEse fenómeno llamado yo
es la luz azul
de una lámpara de corriente alterna hipotética
Ambos poemas se asemejan en la forma de entender la vida y la muerte con los fenómenos que ocurren en el fluir constante de todas las cosas en el cosmos.

En la ceremonia conmemorativa de los entierros entre cerezos, se interpretó con arpa la pieza Júpiter, de Los planetas de Holst.

Farolillos votivos con mensajes de miembros de Ending Center.
Un lugar donde se reúnen los “compañeros de tumba”

En el edificio de Mō Hitotsu no Wagaya (‘nuestra otra casa’), propiedad de Ending Center, se organizan distintos actos y clubes para fomentar el encuentro con personas con las que compartir la tumba.
La primera vez que oí la palabra hakatomo (‘compañero de tumba’), inventada por Inoue, me quedé de piedra. La extraña combinación de caracteres que la componen, haka (‘tumba’) y tomo (‘compañero, amigo’), refleja los problemas de los funerales en Japón.
Antes se daba por supuesto que las tumbas se heredaban entre familiares consanguíneos, pero la sociedad ha llegado a un punto en que no resulta viable que los miembros de la familia asuman, sin ayuda externa, la responsabilidad del cuidado de las personas dependientes o terminales y los funerales. Estando así la situación, no es mala idea que personas con deseos similares establezcan vínculos que trasciendan los lazos familiares y se decanten por las tumbas bajo los cerezos. Se trata de una transición en la que el vínculo de afinidad sustituye al de parentesco. La verdadera esencia de los compañeros de tumba es una relación en la que ambas partes albergan la ilusión de encontrarse después de la muerte.
Pasé por el Dokusho Café, un club autogestionado y muy activo, donde me encontré a diez compañeros de tumba sentados alrededor de una mesa charlando tranquilamente sobre libros.
“Empezamos hace siete años con la intención de crear una especie de salón dinámico y relajado”, explica el facilitador Hoshino Yoshiaki, de 79 años. “Primero teníamos unas lecturas asignadas y debatíamos temas trascendentes y cuidados paliativos centrándonos en nuestra perspectiva de la vida y la muerte. A medida que nos íbamos entendiendo cada vez mejor, decidimos ampliar un poco los temas de discusión y últimamente presentamos lecturas recomendadas cuando nos parece”.
“¿Habrá un más allá? Cuando llegas a esta edad, los vivos y los muertos te parecen la misma cosa. Me tranquiliza pensar que Ending Center se encargará de todo cuando me muera”.

Los miembros participan por voluntad propia. La confianza entre “compañeros de tumba” que comparten una misma visión de la vida y la muerte resulta muy reconfortante.

Hoshino, facilitador del Dokusho Café, lee con voz clara tres poemas del libro más reciente que ha elegido para el club: Seiretsu: shijin Ibaragi Noriko no shōzō (Cristalino: retrato de la poetisa Ibaragi Noriko), de Gotō Masaharu.
El apoyo para gozar de un final acompañado
Está el apoyo en vida, que incluye a los representantes del paciente en las hospitalizaciones y la ayuda para elaborar el testamento, y el apoyo póstumo, que incluye la organización del funeral y el entierro, la gestión de las pertenencias, la limpieza de la vivienda y los trámites administrativos.
En la sociedad actual, en la que predomina la soltería y la ausencia de relaciones cercanas, cada vez más personas acuden a Ending Center porque necesitan un sistema de apoyo que sustituya a los familiares en la gestión del final de la vida. El lema de la presidenta Inoue me parece curiosamente convincente: “Los restos mortales no pueden meterse en la tumba por su propio pie”.

Se ofrece un servicio llamado Sakurabin que empaqueta y envía las urnas, dirigido a personas mayores que no pueden transportar los restos al lugar del entierro porque pesan demasiado o a aquellos difuntos a cuyo funeral no acude nadie.
En mi visita, presencio el entierro de una mujer de 81 años soltera que confió la gestión del fin de su vida a Ending Center. Cuando la ingresaron de emergencia antes de fallecer, el hospital llamó a la asociación y el personal acudió rápidamente a la unidad de cuidados intensivos. Ese es uno de los servicios de ayuda que se incluyen en el contrato.
Con el dossier de preparación para el final de la vida que la mujer llevaba diez años recopilando, le habían preguntado cómo quería pasar sus últimos días y, considerando sus deseos, se le celebró una cálida ceremonia funeraria en presencia de su sobrino.

El personal transporta cuidadosamente los restos de la persona que tenía contratado el servicio de apoyo póstumo y asiste al funeral.

Los restos se entierran en la parcela que se contrató en vida.
La gran transición a los funerales entre árboles
“Hace 20 años, la mayoría de la gente ni siquiera conocía el concepto del entierro entre los árboles. Últimamente casi la mitad de los que compran tumbas eligen esta opción. La segunda opción más popular son las tumbas corrientes y la tercera, los pabellones mortuorios. Ahora hay más gente que desmantela las tumbas tradicionales y se pasa al entierro entre árboles”, afirma la presidenta Inoue.
Ya han pasado 35 años desde que Ending Center se fundara y 20 desde que finalizara la construcción del cementerio entre cerezos. Inoue sigue trabajando, a base de probar y ver qué funciona y qué no, en su misión de facilitar un “final de la vida cálido” a otras personas.

“Cuántas cosas me recuerdan estos cerezos”. (Matsuo Bashō)

Seguramente todos los japoneses llevamos en lo profundo del corazón alguna historia relacionada con los cerezos. En la imagen, los pétalos rosados se posan en la tierra húmeda donde el día anterior se llevó a cabo un entierro.
Fotografías y texto: Ōnishi Naruaki.
Fotografía del encabezado: una madre y una hija visitan el cementerio entre árboles.
(Traducido al español del original en japonés.)