Un paseo por la línea Yamanote

De Shinbashi a Tokio: negocios y placer en el borde este de la Yamanote

Turismo

La sección de la línea Yamanote que se extiende entre Shinbashi y Tokio es una zona bulliciosa donde coexisten el trabajo y la diversión. El “patio de los asalariados” de Shinbashi conserva aires de ayer, mientras que en Yūrakuchō y los distritos más cosmopolitas de Marunouchi y Yaesu, junto a la estación de Tokio, se mezclan los negocios, las compras y la gastronomía.

Las dos caras de Shinbashi

Un tema recurrente de la línea Yamanote es que los barrios que cruza evolucionan de formas muy distintas a lo largo de las vertientes interior y exterior del bucle ferroviario. Este es también el caso de Shinbashi: el distrito exterior, al este de las vías, lo dominaba antaño la enorme Terminal de Carga Shiodome, junto a la bahía de Tokio, pero el lugar cerró en 1986. Después, a principios de la década de 2000, se construyeron trece rascacielos en el lote de terreno que dejara libre la terminal, creando así un “nuevo centro urbano” que rivalizaba con el de Shinjuku Oeste.

Las estaciones de la línea Yamanote. (Pixta)

Por desgracia el tiempo no ha sido benévolo con Shiodome. Cuando se inauguró, el distrito comercial era tan popular que atrajo a 50.000 visitantes el primer día. Tras solo veinte años, sin embargo, los inquilinos se mudan, y las tiendas y restaurantes están medio vacíos. Uno de sus edificios más emblemáticos, Caretta Shiodome, incluso ha recibido el apodo casi homónimo “Kareta” (marchito).

Un bosque de rascacielos se yergue sobre Shiodome. (© Gianni Simone)
Un bosque de rascacielos se yergue sobre Shiodome. (© Gianni Simone)

Una de las razones del declive en popularidad de la zona es su trazado, bastante caótico, resultado de la falta de un plan general apropiado. Con una señalización confusa y amplias avenidas difíciles de cruzar que aíslan cada manzana, el barrio es cualquier cosa menos apto para peatones, ya que el transeúnte debe cruzar bajo tierra o subir por un paso elevado.

La parte más antigua e interior de Shinbashi no podría ser más diferente. Nada más salir de la estación, uno se encuentra con un laberinto de callejuelas repletas de bares y restaurantes, karaokes y lugares más traviesos. Durante el día esta zona tiene un tráfico peatonal relativamente escaso, pero en cuanto oscurece se llena de asalariados cansados en busca de comida, bebida y diversión. El barrio ha cambiado algo desde que la mayoría de las tiendas se mantenían en pie con poco más que paredes de chapa ondulada, y sus clientes se sentaban en taburetes oxidados o cajas de cerveza, pero el lugar sigue siendo ruidoso y un poco tosco.

Como recuerda Robert Whiting en Tokyo Junkie:

“Frente a la estación de Shinbashi, no lejos del santuario Karasumori, de mil años de antigüedad, había un moderno edificio que albergaba un centenar de diferentes bares de pie. Más tarde, durante mi primer año, un amigo de la base y yo intentamos tomar una copa en cada uno de ellos una noche (una práctica llamada hashigo, o “beber en escalera”), pero solo conseguimos llegar a los primeros veinte antes de desmayarnos los dos”.

Este edificio ya no tan moderno, un lugar que no hay que perderse en Shinbashi, es el New Shinbashi Building, de aspecto funky, una vieja estructura donde todo, desde los pasillos de colores amarillos y verdes descoloridos hasta los azulejos retro de las escaleras y el aspecto de sus cafés y restaurantes, grita nostalgia de los años cincuenta y sesenta, los días de gloria de la posguerra de la era Shōwa (1926-1989).

Visitar el New Shinbashi Building es viajar atrás en el tiempo, hasta la era Shōwa. (© Gianni Simone)
Visitar el New Shinbashi Building es viajar atrás en el tiempo, hasta la era Shōwa. (© Gianni Simone)

En sus añejos comedores se pueden elegir platos yōshoku de gran éxito, como naporitan (espaguetis con ketchup), omuraisu (tortilla de arroz) y chuletas de cerdo tonkatsu. La segunda planta está llena de salones de masaje: mujeres jóvenes de varias nacionalidades se sientan perezosamente fuera de cada tienda, charlando en voz baja o mirando sus teléfonos, y luego susurran “¿Masaje?” a cada hombre que pasa. La tercera planta está dominada por un penetrante y opresivo olor a cigarrillo gracias a Tabako Tengoku (“el paraíso del tabaco”), una cafetería con un sistema de tarifas basado en tiempo, donde uno puede llevar su propia comida, todos los refrescos y el café son gratis, y se permite fumar hasta hartarse.

Omuraisu. (© Pixta)
Omuraisu. (© Pixta)

Muy pocas cosas en Shinbashi han sobrevivido a los desastres naturales y provocados por el ser humano. La única excepción notable es Hori Shōten. Terminado en 1950 (hace mucho tiempo, en términos tokiotas), solía ofrecer cerrajería occidental. Hasta finales de 2023, cuando la tienda cerró, era posible admirar su colección única de cerraduras de todo el mundo en el museo del segundo piso. Ahora el edificio alberga uno de los muchos espacios de coworking y oficinas compartidas que proliferan actualmente en Tokio.

Hori Shōten es una joya arquitectónica que se ha librado de los desastres y de la especulación inmobiliaria, de momento. (© Gianni Simone)
Hori Shōten es una joya arquitectónica que se ha librado de los desastres y de la especulación inmobiliaria, de momento. (© Gianni Simone)

Al final debemos agradecer al ferrocarril que haya conservado algunas de las estructuras más antiguas de la ciudad. Aunque las vías elevadas de la línea Yamanote se han reforzado contra los terremotos, los muros exteriores muestran la antigua mampostería, y solo hay que asomarse a través de las rejillas para ver parte de los antiguos túneles.

Los muros arqueados de las vías elevadas. (© Gianni Simone)
Los muros arqueados de las vías elevadas. (© Gianni Simone)

Comer bajo las vías

Los restaurantes bajo las vías son otro recuerdo de las versiones más antiguas de la ciudad, primero de cuando la zona era un concurrido mercado negro, y después de cuando empezó a alimentar a un nuevo ejército de trabajadores hambrientos y sedientos hasta altas horas de la madrugada. Algunos de esos garitos se encuentran ahora en Sanchoku Inshokugai, en las entrañas de la Yamanote, directamente bajo las vías del tren.

Sanchoku Inshokugai, junto a la estación Yūrakuchō, se halla encajonada bajo las vías de la Yamanote. (© Gianni Simone)
Sanchoku Inshokugai, junto a la estación Yūrakuchō, se halla encajonada bajo las vías de la Yamanote. (© Gianni Simone)

Un nuevo grupo de rascacielos anuncia nuestra llegada a Yūrakuchō. Frente a uno de los edificios, un grupo multigeneracional de mujeres espera para entrar en el Teatro Takarazuka, sede en Tokio de la compañía homónima de teatro musical femenino, para asistir a una de sus extravagantes producciones.

Takarazuka es solo uno de los varios teatros y cines de Yūrakuchō, como Cine Chanter, Nichigeki y el complejo Yūrakuchō Mullion. Se trata, de hecho, de un popular barrio de ocio y compras. Durante el periodo Edo (1603-1868), la zona que rodea la estación era donde vivían y trabajaban muchas familias poderosas de samuráis. Ahora, sin embargo, se ha convertido en el coto de sofisticadas compradoras a las que les gusta frecuentar lugares como Tokyo Midtown Hibiya, un gran complejo de uso mixto que cuenta con oficinas, zonas comerciales, restaurantes y locales de ocio.

El complejo Yūrakuchō Mullion es uno de los centros principales de entretenimiento de la zona. (© Gianni Simone)
El complejo Yūrakuchō Mullion es uno de los centros principales de entretenimiento de la zona. (© Gianni Simone)

Por fin llegamos a la estación de Tokio, otra zona con dos caras: Marunouchi, en el lado oeste, donde se levantan rascacielos elegantes, aunque de aspecto un tanto aburrido, y grandes sedes corporativas; y Yaesu, en el este, un centro comercial dominado actualmente por el estruendo de la construcción.

Los trabajadores japoneses solo disfrutan de dos o tres horas libres en una jornada laboral media (en comparación, por ejemplo, con las cuatro o cinco horas de que disfrutan los alemanes). Con su tiempo de diversión severamente limitado por el trabajo, los desplazamientos y la vida familiar, los promotores han acudido al rescate, y han colocado las versiones modernas de los sakariba (locales de ocio) directamente dentro de las estaciones.

Los locales baratos de antaño bajo las vías siguen ahí, pero se han convertido en restaurantes en condiciones. (© Gianni Simone)
Los locales baratos de antaño bajo las vías siguen ahí, pero se han convertido en restaurantes en condiciones. (© Gianni Simone)

La “ciudad” de la estación de Tokio en la terminal del Shinkansen

También es el caso de Tokyo Station City. Situada bajo la estación central de la ciudad, tardó nueve años en terminarse (2004-2013), y puede considerarse un microcosmos y una miniatura del propio Tokio. Aquí, la estación ha pasado de ser un mero punto de transbordo a un vasto y rentable “paraíso del consumo”, cuyo principal objetivo es mantener a los pasajeros dentro de la estación el mayor tiempo posible.

La fachada de ladrillo de la estación de Tokio esconde un paraíso de consumo bajo tierra. (© Gianni Simone)
La fachada de ladrillo de la estación de Tokio esconde un paraíso de consumo bajo tierra. (© Gianni Simone)

En sus interminables túneles, dispuestos en callejones y pasadizos, viajeros de distintos países y buscadores de variados placeres no solo pueden comprar y cenar, sino también visitar un museo, relajarse en un balneario e incluso llevar a reparar sus zapatos.

Tokio parece encapsular lo que el escritor inglés Somerset Maugham escribió en su obra The Gentleman in the Parlour (El caballero en el salón): “Si un hombre de ciencia puede reconstruir un animal prehistórico a partir del hueso de su muslo, ¿por qué no puede un escritor obtener todas las emociones que quiera de una estación de ferrocarril?”.

(Artículo traducido al español del original en inglés. Imagen del encabezado: esta estatua de Godzilla en Yūrakuchō es un recordatorio de que el enorme monstruo ha visitado la zona más de una vez - © Gianni Simone.)

Tokio línea Yamanote