Un paseo por la línea Yamanote

Desde Ōtsuka a Ikebukuro: aires de Shōwa, tranvías y la cara turbia de Tokio

Turismo

Un paseo de Ōtsuka a Ikebukuro en la línea Yamanote de Tokio nos lleva rápidamente de un barrio de la era Shōwa hace tiempo olvidado a las brillantes luces y largas sombras de uno de los subcentros más grandes, intrigantes y controvertidos de la ciudad, con todo un plus: la oportunidad de disfrutar de un raro viaje en tranvía.

Vistas inusuales a lo largo del noroeste de la Yamanote

Mi búsqueda de tesoros semiocultos y rincones olvidados de Tokio me lleva a la estación de Ōtsuka. Aparentemente, esta zona de sencillo aspecto tiene poco que ofrecer aparte de Ōtsuka Golf Plaza, uno de los pocos campos de práctica de golf que se pueden encontrar en el centro de Tokio (hay otro cerca de la estación de Komagome). Estos lugares suelen estar situados en descampados suburbanos cerca de arrozales y centros comerciales, pero este ejemplo en particular está encajonado entre una escuela, un hotel y un gigantesco condominio. Algunos de los huéspedes del hotel tienen el placer de contemplar una tormenta de pelotas de golf disparadas en su dirección; una simple red verde impide que destrocen sus ventanas.

Las 30 estaciones de la línea Yamanote. (© Pixta)
Las 30 estaciones de la línea Yamanote. (© Pixta)

Al bajar en esta estación de la Yamanote uno no puede evitar fijarse en los coloridos tranvías. Ōtsuka, de hecho, es el lugar en el que el bucle de la Yamanote se cruza con la única línea de tranvía que sobrevive en la ciudad: la línea Arakawa (algunos dirían que Tokio tiene dos tranvías, contando la línea Setagaya. Yo no considero este híbrido de ferrocarril ligero un verdadero tranvía, porque nunca se une al tráfico de automóviles: ya que circula de principio a fin por una vía exclusiva). Tokio solía tener un amplio sistema de tranvías. Algún burócrata decidió que eran anticuados y un estorbo, y procedió a desmantelar toda la red, una línea tras otra.

Los tranvías de Tokio a menudo serpentean por barrios antiguos. (© Gianni Simone)
Los tranvías de Tokio a menudo serpentean por barrios antiguos. (© Gianni Simone)

El primer gran hallazgo del día está justo enfrente de la estación. Tendemos a asociar el shitamachi (los barrios populares) con Ueno y otros barrios del este, pero aquí, en Minami-Ōtsuka, se encuentra un concurrido barrio con su propio shōtengai (calle comercial) de bolsillo. Más que una típica calle comercial, Sun Mall es un pequeño y compacto laberinto de callejuelas estrechas con su obligatorio santuario local, Tenso Jinja, cuyos dos venerables árboles, de los que se dice que tienen más de quinientos años, sobreviven con tenacidad pese a la contaminación y la congestión urbanas.

Sun Mall es una típica calle comercial cerca de la estación de Ōtsuka. (© Gianni Simone)
Sun Mall es una típica calle comercial cerca de la estación de Ōtsuka. (© Gianni Simone)

Sabores de otros tiempos

Aunque se supone que debo permanecer fiel a la línea Yamanote, la atracción de los tranvías es demasiado fuerte para resistirme, así que traiciono temporalmente el ferrocarril circular y me aventuro hacia el sur siguiendo las vías del tranvía. Los vagones individuales de la línea Arakawa avanzan en su digno deambular, rozando las fachadas de las casas y los letreros de las tiendas, y ofreciendo así el tipo de emoción que otras líneas de tren —incluida la Yamanote— no pueden proporcionar. He aquí una ciudad diferente, con tranvías que parecen de juguete, paredes de madera desgastada, plantas en macetas y gatos perezosos. Este contacto informal, casi íntimo, entre el tren y la ciudad es una parte de la emoción de viajar en tranvía.

Tras cruzar la avenida Kasuga-dōri giro a la izquierda en busca de huellas del pasado. Hasta mediados de los años cincuenta esta calle estaba rodeada de arrozales, y todavía a mediados de los setenta había una carnicería al por mayor, otra tienda de artículos de cuero y muchos pequeños madereros. Todos esos locales han desaparecido, pero los callejones tras la hilera de edificios nuevos esconden un secreto: otro de esos agujeros negros temporales donde el tiempo casi se ha detenido.

Cuanto más avanzo en las entrañas del barrio, más descubro improbables vestigios de la era Shōwa (1926-1989). Muchas de las casas apenas se mantienen en pie, y todas muestran signos de vejez. Más allá de horteras fachadas pretendidamente neoclásicas y antiguos condominios de dos plantas, descubro estrechos pasadizos llenos de macetas, arbustos silvestres y pequeños montones de basura, fascinantes a su manera.

El paisaje urbano del Tokio de la era Shōwa se encuentra a pocos pasos de la estación de Ōtsuka. (© Gianni Simone)
El paisaje urbano del Tokio de la era Shōwa se encuentra a pocos pasos de la estación de Ōtsuka. (© Gianni Simone)

En un ensayo escrito para nippon.com, el respetado fotógrafo Ōnishi Naruaki habla de su fascinación por la basura:

Cuando empezó a interesarme la fotografía, el primer tema que elegí captar con la cámara nueva que me había comprado con unos ahorrillos fue un vertedero. Por algún motivo, me animó hacer fotos a cabezas de maniquíes, futones con el relleno medio salido, restos de comida en caja y desnudos de revista descoloridos por la lluvia. El pasado y el porvenir de aquellos objetos desechados me estimularon la imaginación intensamente.

Sigo adelante y, como en un trance, pruebo todos los recovecos, todas las cuestas empinadas, subo y bajo, subo y bajo, con cuidado de no tropezar con los desgastados escalones de piedra. Una vez más, los aparentemente interminables tramos de escaleras muestran cómo Tokio, lejos de ser llana, es una ciudad multinivel llena de cuestas y pequeñas colinas. Casi siento la tentación de ver a dónde conducen, pero no puedo desviarme demasiado de mi ruta. Es hora de volver a la línea Yamanote y al Tokio moderno.

Los rostros cambiantes (e inalterables) de Ikebukuro

Desde las viejas casas en ruinas cercanas a la estación de Mukōhara de la línea de tranvía hasta la autopista elevada que delimita el centro de Ikebukuro, solo se tardan diez minutos a pie. Sin embargo, una vez más, el cambio de paisaje y de ambiente es tan brusco como sorprendente, incluso para alguien acostumbrado a las peculiaridades topográficas de Tokio.

Mucho ha cambiado en los barrios al este de la estación de Ikebukuro. El emplazamiento del flamante Ike Sunpark, por ejemplo, era originalmente la sucursal tokiota de la Casa de la Moneda del Gobierno. Durante muchos años, la fábrica de monedas fue objeto de campañas contra la contaminación y el ruido. Luego, en 1984, la asociación vecinal local recogió más de 100.000 firmas y solicitó al ministro de Hacienda que diera un mejor uso a la zona. Finalmente, en 2016, la ceca se trasladó a la prefectura de Saitama. El parque, inaugurado cuatro años después, también está designado como zona de evacuación temporal en caso de catástrofes.

Ike Sunpark ha sustituido a la antigua Casa de la Moneda. (© Gianni Simone)
Ike Sunpark ha sustituido a la antigua Casa de la Moneda. (© Gianni Simone)

Un poco más lejos se alza el edificio Sunshine 60, donde se ubicaba una cárcel. La prisión de Sugamo estaba especializada en presos políticos, y tras la guerra albergó a muchos criminales de guerra. Uno pensaría que las cárceles se encuentran en zonas remotas, lejos de la sociedad y de la gente. Sin embargo, la prisión de Sugamo estaba situada relativamente cerca de casas, una línea de ferrocarril, una carretera principal y una ruta de autobús. Es probable que los reclusos vieran o al menos oyeran pasar autobuses y trenes. Quizá su cercanía a la vida cotidiana y una libertad inalcanzable formaban parte del castigo.

Para bien o para mal, la inauguración del complejo Sunshine City en 1978 fue un importante catalizador del desarrollo urbano moderno. Hasta entonces, los rascacielos se habían construido con una finalidad específica, como el edificio Kasumigaseki, que en 1968 se convirtió en el primer rascacielos de oficinas moderno de Japón. Hoy, en cambio, el desarrollo urbano se centra en grandes complejos que combinan oficinas, apartamentos, ocio y restaurantes, y Sunshine City fue el pionero de esta tendencia.

Dicho esto, aunque el rascacielos cuenta con un hotel, un acuario, parques de atracciones, un planetario y un teatro, y se ha convertido en un templo del consumismo, ha hecho poco por cambiar el carácter dudoso y el pasado problemático de Ikebukuro, como confirma el parque exquisitamente oprimido de su base, poblado en su mayoría por asalariados en sus descansos para fumar y unos cuantos tipos con aspecto de vagabundos.

En El Tao del viajero, Paul Theroux declara: “Aparte de algunos infiernos obvios —Mogadiscio, Bagdad, Kabul—, todas las ciudades tienen sus barrios de alto riesgo. Está en la naturaleza de una ciudad ser alienante, el coto de caza de oportunistas, estafadores y atracadores”. Durante muchos años, Ikebukuro desempeñó este papel, e incluso hoy hay quien no puede evitar sonreír burlonamente cada vez que habla de ella. Puede que se deba a que el barrio se percibe como un lugar de mala muerte, o a que atrae a mucha gente de las prefecturas del norte de Tokio.

Sin embargo, más recientemente, Ikebukuro ha experimentado una especie de renacimiento, llegando a asociarse con la cultura otaku y otome (fans femeninas del manga y el anime) en particular. Otome Road, por ejemplo, puede parecer a primera vista un discreto tramo de 200 metros de largo entre Sunshine City y el barrio central alrededor de la estación, pero algunas de las tiendas y cafés otaku más populares se encuentran a lo largo o cerca de esta calle.

Puede que Ikebukuro haya aterrizado por fin en el mapa del Tokio cool, pero yo siento nostalgia de los “buenos viejos tiempos”. Por eso, antes de subirme al tren de vuelta a casa, me refugio en las callejuelas cercanas a la estación, donde los infames barrios de mala muerte de la zona siguen vivitos y coleando. Por suerte, Shin-Bungeiza, un cine especializado en clásicos japoneses y reposiciones, sigue ahí, rodeado de hoteles del amor y teatros nudistas, y dominado por la alta torre de la planta incineradora, el nuevo hito de la zona.

Situada entre la autopista metropolitana y las vías del tren, esta planta incineradora es uno de los puntos de referencia más recientes del horizonte de Ikebukuro. (© Gianni Simone)
Situada entre la autopista metropolitana y las vías del tren, esta planta incineradora es uno de los puntos de referencia más recientes del horizonte de Ikebukuro. (© Gianni Simone)

El penetrante olor a cloaca mezclado con un leve aroma a caldo de ramen que sale de los numerosos restaurantes baratos me hace pensar que Ikebukuro puede incluso reclamar el título de parada más maloliente de la línea Yamanote.

(Artículo traducido al español del original en inglés. Imagen del encabezado: la tienda insignia del imperio Seibu-Parco forma la fachada oriental de la estación de Ikebukuro - Gianni Simone.)

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