Maestros, genios y prodigios de la pintura japonesa

Sesshū, el artista que alcanzó la cumbre de la pintura japonesa

Arte Historia

Con seis de sus obras declaradas tesoro nacional, más que cualquier otro individuo, Sesshū es una figura cumbre en la pintura japonesa. Su influencia en maestros posteriores, como Hasegawa Tōhaku o Kanō Tan’yū, es inconmensurable.

Sesshū (1420-1506?), monje zen del período Muromachi (1336-1573), es el mayor representante japonés del suiboku-ga o pintura a tinta china. Entre otros artistas de la misma generación se encuentran el pintor letrado de la dinastía Ming, Shen Zhou (1427-1509), o el renacentista italiano Sandro Botticelli (1444/45-1509). Sesshū dejó para la posteridad obras de varios estilos: en sus últimos años, pintó la obra Amanohashidate-zu, en la que retrata uno de los tres grandes paisajes clásicos de Japón usando trazos ligeros, cercanos al boceto, en una perspectiva como si estuviera mirando desde el cielo.

Amanohashidate-zu, Tesoro Nacional. (Museo Nacional de Kioto; fotografía de ColBase)
Amanohashidate-zu, Tesoro Nacional. (Museo Nacional de Kioto; fotografía de ColBase)

Por contraste, en la escena invernal de Paisaje de otoño e invierno nos muestra una geografía imposible, con rocas de contornos marcados superpuestas unas a otras en una representación a medio camino de la pintura abstracta.

Paisaje de otoño e invierno (Invierno a la izquierda, otoño a la derecha), Tesoro Nacional. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)
Paisaje de otoño e invierno (Invierno a la izquierda, otoño a la derecha), Tesoro Nacional. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)

A la China de los Ming: estudiando la pintura a tinta en su lugar de origen

Sesshū nació en lo que hoy es la ciudad de Sōja, en la prefectura de Okayama. Fue confiado a tierna edad al templo local, Hōfuku-ji, donde se hizo monje. Después fue a Kioto a vivir en el Shōkoku-ji, un gran templo bajo el control directo del shogunato Ashikaga, donde aprendería del monje zen y pintor estrella de la época, Shūbun. Aunque sus pinturas obtuvieron cierto reconocimiento, su natural estilo fuerte y tosco no acabó de encajar con el refinado gusto de los intelectuales de Kioto. Sintiéndose atrapado en un callejón sin salida, a mitad de la treintena, Sesshū pasó a vivir bajo el señor feudal de Yamaguchi, Ōuchi Masahiro. El clan Ōuchi era uno de los principales del país, y gobernaban lo que hoy son Hiroshima, Yamaguchi y Fukuoka. Controlaban así la ciudad portuaria de Hakata, puerta de entrada al comercio con China y Corea, con lo que obtenían enormes beneficios del comercio. Entre los productos importados había caros objetos artesanales y pinturas, populares en la época bajo el nombre karamono (“productos de China”); mientras Sesshū estudiaba aquellas pinturas chinas y coreanas, tan diferentes de las que había visto en Kioto, crecía en él la admiración hacia el lugar de origen de las mismas.

Ōuchi Masahiro valoraba a Sesshū no solo como monje artista, sino también como parte de su séquito. A los 47 años fue elegido como miembro de la misión que el clan Ōuchi envió a la China Ming para encargarse del comercio y la diplomacia con ese país; Sesshū se convirtió así en el hombre de confianza de Keian Genju, el monje zen líder de la delegación. La poesía, la caligrafía y la pintura, corazón de la cultura artística de los letrados chinos, también eran elementos esenciales en situaciones diplomáticas y de socialización: además de servir de regalo, un dibujo rápido podía usarse para entretener a invitados, y compartir poesía podía ayudar a romper el hielo y crear buen ambiente.

Otra tarea importante para Sesshū fue retratar los paisajes y las gentes de aquellas tierras para mostrarlos en Japón, actuando como “fotógrafo” del grupo en una época anterior a la fotografía. Seguramente también se le encomendó seleccionar las pinturas chinas que se traerían de regreso a Japón.

Aquellos tres años en China supusieron un gran salto para Sesshū como pintor. Los lugares visitados por esta delegación, que solían recibir una audiencia con el emperador, estaban siempre adornados con pinturas de primera, lo que lo expuso a una gran variedad de estilos mientras compraba obras de arte. En aquel entonces, el estilo de pintura popular era la llamada escuela Zhe: de trazos poderosos y algo toscos, permitía retratar el espacio de manera muy particular. Esto encajaba perfectamente con la esencia artística de Sesshū, que absorbió como una esponja las técnicas de pintura en su mismísimo lugar de origen. Paisaje de las cuatro estaciones, pintado durante su estancia en China por encargo de una familia noble, presenta así una robusta composición que no se veía en las pinturas japonesas de la época. Se puede decir que ningún otro pintor japonés ha sido apreciado a este nivel en la cuna de la pintura a tinta.

Primavera (derecha) y verano (izquierda) del Paisaje de las cuatro estaciones, Patrimonio Cultural de Importancia. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)
Primavera (derecha) y verano (izquierda) del Paisaje de las cuatro estaciones, Patrimonio Cultural de Importancia. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)

Otoño (derecha) e invierno (izquierda) del Paisaje de las cuatro estaciones, Patrimonio Cultural de Importancia. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)
Otoño (derecha) e invierno (izquierda) del Paisaje de las cuatro estaciones, Patrimonio Cultural de Importancia. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)

También fue entonces cuando aprendió la técnica de dibujar paisajes al natural y representarlos de manera realista gracias a las pinturas y dibujos paisajísticos chinos. El Tōdo shōkei zukan (Rollo ilustrado de vistas panorámicas de China), pintado en su viaje de regreso desde Pekín, que ha llegado a nuestros días a través de lo que creemos es una copia de calidad, transmite a pesar de todo un realismo tal que parece como si hubiera atrapado realmente en él los paisajes vistos durante el viaje.

Rollo ilustrado de vistas panorámicas de China. (Museo Nacional de Kioto; fotografía de ColBase)
Rollo ilustrado de vistas panorámicas de China. (Museo Nacional de Kioto; fotografía de ColBase)

Regreso y nacimiento del “estilo Sesshū”

Si bien hubo otros pintores que viajaron en delegación a China, ninguno estudió ni asimiló con tanta conciencia el estilo pictórico de aquellas tierras como Sesshū. En su obra Haboku sansui-zu (“Paisaje en tinta rota”), pintada 26 años tras su regreso a Japón, cuando ya tenía 76, escribió la siguiente reflexión sobre su vida, en la que decía haber “recorrido Japón y China”: “En China aprendí técnicas de pintura de Li Zai, de gran renombre entonces. Tras regresar a Japón, volví a darme cuenta del elevado nivel de la tradición heredada de mis maestros Josetsu y Shūbun”. Este testimonio del artista, directo y extenso, es un caso único en el período Muromachi.

Paisaje en tinta rota, Tesoro Nacional. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)
Paisaje en tinta rota, Tesoro Nacional. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)

Como cuenta en el mismo testimonio, después de regresar a Japón forjó un mundo pictórico propio adaptándose a las condiciones del país. Allí le pedían que pintara al estilo de los pintores chinos populares de la época, con pedidos como “una pintura al estilo Xia Gui” (un pintor cortesano de la dinastía Song del Sur), algo similar a encargar “un cuadro al estilo Cézanne”. Respondiendo a estas demandas, Sesshū produjo doce pinturas del estilo de seis famosos pintores chinos, algo que se sabe gracias a las copias realizadas por artistas de la escuela Kanō. Era, por así decirlo, como mostrarle al cliente un menú con todas las opciones adaptadas al estilo Sesshū: las obras son instantáneamente reconocibles como suyas. Es así como Paisaje de otoño e invierno y Paisaje a tinta rota fueron respectivamente desarrolladas a partir de obras al estilo de Xia Gui y al estilo de Yu Jian.

Copias de obras de Sesshū realizadas por Kanō Tsunenobu. En la parte inferior derecha de cada dibujo figuran los nombres de famosos pintores de la dinastía Song del Sur: Xia Gui, Liang Kai y Yu Jian. Sesshū tomó sus estilos y los adaptó a sus propias obras. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)
Copias de obras de Sesshū realizadas por Kanō Tsunenobu. En la parte inferior derecha de cada dibujo figuran los nombres de famosos pintores de la dinastía Song del Sur: Xia Gui, Liang Kai y Yu Jian. Sesshū tomó sus estilos y los adaptó a sus propias obras. (Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase)

Viajes por Japón y pinturas en tinta con estilo propio

Los tiempos también estaban del lado de Sesshū. Cuando regresó a Japón en 1469 el país se encontraba en plena guerra de Ōnin (1467–1477). Divididos en ejércitos del este y el oeste, los señores feudales de todo el país lucharon en Kioto en una guerra que duró más de diez años, marcando un importante punto de inflexión en la era. Los poderosos señores feudales que antes de la rebelión vivían en Kioto disfrutando de su cultura regresaron tras el conflicto a sus territorios, donde no les quedó otra que financiar la vida cultural local. De este fenómeno surgieron las capitales culturales regionales conocidas como las “pequeñas Kioto”. Yamaguchi es un excelente ejemplo de esto, y Sesshū, pintor representativo de la región, recibió una gran variedad de encargos no solo del clan Ōuchi sino también de samuráis y monjes zen, trabajando a veces en sus residencias.

De particular interés es el gran viaje que emprendió en 1481 por orden de Masahiro. Viajando desde la actual prefectura de Gifu hasta la península de Noto, se reunió con gobernadores locales y figuras importantes para transmitir los deseos de su señor feudal mientras reunía todo tipo de información en sus encuentros con otros monjes. Las historias sobre China que se había traído de sus viajes y las pinturas con tinta que pintaba allá donde iba se hicieron populares, e hicieron crecer su fama como monje artista. No faltaron, por supuesto, bocetos de los parajes que visitó; para su señor Masahiro se convirtió así en un preciado par de ojos y oídos que le traían imágenes e información de diferentes lugares.

Es entonces cuando empieza a reconocerse el estilo original de Sesshū, alejado ya de las formas chinas. El mencionado Paisaje de otoño e invierno es una pintura paisajística al estilo de Xia Gui, pero el trazo y la composición son indudablemente propias de Sesshū. En ese sentido, su obra definitiva es el Sansui chōkan (Paisaje en rollo largo), de 16 metros de largo, pintado a sus 67 años. En esta obra, que obsequió a Masahiro, el pintor se volcó por completo, adornando el fluir de las cuatro estaciones con todos los motivos paisajísticos imaginables. El largo rollo muestra un mundo idealizado y representa el ciclo eterno del tiempo, transmitiendo incluso cierta religiosidad que trasciende las leyes de la naturaleza. Esta pintura también está basada en un rollo de Xia Gui, de quien toma el estilo para dibujar las rocas y los árboles; sin embargo, el paisaje es original de Sesshū. Posteriormente se convertiría en una especie de biblia para los pintores de paisajes, dando pie a muchas copias.

Paisaje en rollo largo (detalle), Tesoro Nacional (Museo Mohri)
Paisaje en rollo largo (detalle), Tesoro Nacional (Museo Mohri)

La búsqueda de nuevas ideas basándose en la tradición pictórica de Asia Oriental

En Eka Danpi-zu (Dazu Huike cortándose el brazo), pintado a los 77 años, Sesshū dibuja la túnica de Bodhidharma con líneas anchas de grosor uniforme, como si fueran hechas con marcador, en lugar del trazo dinámico típico de la pintura a tinta. El rostro, en términos modernos, es casi de cómic, y ha sido descrito como “gráfico”. La obra está inspirada en una pintura de Bodhidharma realizada por Myōchō, monje pintor de la primera mitad del período Muromachi, pero Sesshū añade su propia visión del zen en un retrato que traspasa las convenciones de la pintura a tinta china.

Su último viaje largo fue, ya con más de 80 años, a Amanohashidate. Fue allí donde dibujó el cuadro del mismo nombre que vimos al principio del artículo. Aunque parece un dibujo hecho directamente a partir del paisaje, en realidad no hay ningún lugar desde donde se pueda ver Amanohashidate así: Sesshū usó bocetos hechos a nivel del suelo para después combinarlos en una perspectiva imaginaria. A pesar de esto, su precisión es tal que volando en helicóptero puede observarse un paisaje muy similar. Aunque no es una perspectiva fuera de lo común hoy en día, durante el período Muromachi Sesshū era el único pintor capaz de producir una vista de pájaro así. Y no solo es precisa: además de ser un meisho-e o pintura de lugar célebre que muestra en gran detalle un lugar sagrado, se trata de un paisaje a tinta china que evoca imágenes del lago Oeste de Hangzhou, un famoso paraje en la provincia de Zhejiang, China. Es, en un sentido diferente al Paisaje en rollo largo, el culmen de la obra de un Sesshū que supo combinar la tradición china y la japonesa. Tras esto regresó a Yamaguchi, donde se cree que murió alrededor de 1506, cuando tenía 86 años (u 87, según el antiguo sistema japonés).

La grandeza de Sesshū radica en el hecho de que no se limitó a un estilo específico de pintura, sino que continuó creando nuevos mundos. Basta seguramente con las obras presentadas aquí para comprender el alcance de su obra. También se aprecia en sus retratos: en Baika Jurō-zu (Jurōjin bajo los ciruelos) enfatiza una atmósfera propia de la pintura china, mientras que en Retrato de Masuda Kanetaka toma la tradición retratista japonesa y le añade un alto nivel de realismo. No hay arbitrariedad en sus dibujos; imitando las técnicas de sus predecesores llega a cultivar su propio estilo. Sigue de este modo el principio de la pintura de Asia Oriental de emular a los clásicos para crear nuevas ideas. Es lo que llamo “originalidad por acumulación”, algo que Sesshū encarnó de forma brillante.

Jurōjin bajo los ciruelos (izquierda, Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase) y Retrato de Masuda Kanetaka. Patrimonio cultural de importancia. (Museo conmemorativo Sesshū no Sato, en Masuda)
Jurōjin bajo los ciruelos (izquierda, Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase) y Retrato de Masuda Kanetaka. Patrimonio cultural de importancia. (Museo conmemorativo Sesshū no Sato, en Masuda)

Sesshū también tuvo una enorme influencia en las generaciones posteriores de pintores japoneses. Un vistazo a los pintores más representativos entre el período Momoyama y principios del periodo Edo lo revela: Hasegawa Tōhaku, activo en Kioto, se autodenominaba “el quinto Sesshū” (es decir, la quinta generación tras Sesshū), y la escuela Unkoku de Yamaguchi, fundada por Unkoku Tōgan, heredó el estilo pictórico de Sesshū. También en la escuela Kanō, que como pintores oficiales del shogunato dominaron el mundo de la pintura, veneraban a Sesshū bajo el título de “padre de la pintura china”, y el mismo Kanō Tan’yū incorporó en sus obras el estilo de los paisajes a tinta china de Sesshū. Incluso examinando la historia de la pintura en su conjunto, se podría afirmar que no ha habido pintor que haya pintado paisajes a tinta china sin tener ningún conocimiento sobre Sesshū. De ahí que se le llame el santo de la pintura a tinta china.

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: creación a partir de Retrato de Sesshū, de Tokuriki Zensetsu - Museo Nacional de Tokio; fotografía de ColBase.)

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