Las periodistas japonesas destapan la realidad sobre el acoso sexual en su sector

Sociedad

Las profesionales de la comunicación denuncian sus experiencias en el El libro blanco del acoso sexual en los medios de comunicación. Hablamos con Hayashi Yoshiko, experiodista del diario Asahi Shimbun y miembro de la red de mujeres que trabajan en los medios informativos WiMN.

Masukomi sekuhara hakusho (El libro blanco del acoso sexual en los medios de comunicación), publicado en febrero de 2020, cuenta, en un formato de entrevistas entre colegas de profesión, las experiencias de mujeres que trabajan en los medios de comunicación (periódicos, cadenas de televisión, editoriales, etc.) con el acoso sexual en el puesto de trabajo y los destinos de sus reportajes. Que las periodistas hablen de este problema no como profesionales de la información sino como víctimas es algo sin precedentes. A pesar de que se trata de mujeres de distintas generaciones, entre la veintena y la sesentena, en posiciones diversas, sus experiencias comparten puntos en común: además de trabajar en el mismo sector, tenían un mayor riesgo de ser acosadas cuando salían a cubrir noticias o reportajes y se les había inculcado la idea de que soportar el acoso sexual “bajo su propia responsabilidad” era una parte necesaria de su maduración como profesionales; por eso hasta ahora la mayoría de las víctimas se han mantenido en silencio.

La alarma a raíz de las declaraciones del ministro Asō Tarō

En el sector periodístico, es habitual destinar a los empleados novatos a las sucursales regionales a “entrevistar policías”. Acechar a las personas de quienes se quiere informar en sus casas de noche o de madrugada es una especialidad muy masculinizada, y los enviados se ven sometidos a una gran presión por parte de sus superiores y compañeros veteranos para obtener material “jugoso” a toda costa. Las periodistas jóvenes, con poca experiencia en la vida, no pueden establecer una relación de igual a igual con los entrevistados y se encuentran más expuestas al acoso sexual. En Masukomi sekuhara hakusho (El libro blanco del acoso sexual en los medios de comunicación), destacan los testimonios de mujeres que fueron acosadas por compañeros, superiores, agentes de policía y otros hombres durante sus reportajes para sucursales locales.

“Cuando entré a trabajar en el periódico, me mandaron a ‘entrevistar policías’ en la sucursal de Niigata y el jefe me soltó ‘¿Eres capaz de agarrar a los entrevistados por los huevos?’”, recuerda Hayashi Yoshiko, experiodista del periódico Asahi Shimbun. Ese fue el “consejo” que le brindó el directivo cuando la reportera llevaba muchos días sin obtener nada de información, porque, al ser la primera mujer periodista de la prefectura, la policía se negaba a hablar con ella. “La idea es que el periodista debe confraternizar con los entrevistados hasta el punto de que estos estén dispuestos a responder a cualquier pregunta que se les haga. Todavía recuerdo el tono y la cara con que el jefe me dijo aquello”, añade Hayashi. La periodista empezó su carrera en Asahi Shimbun en 1985, justo antes de que se aprobara la Ley de Igualdad de Oportunidades Laborales. Todavía no existía una concienciación general sobre el acoso sexual. Hayashi era la única mujer entre los siete periodistas de su sucursal, y el ambiente de “amigotes” que allí reinaba le resultaba muy incómodo.

Hayashi es uno de los miembros fundadores de la asociación de mujeres que trabajan en los medios de comunicación WiMN (Women in Media Network Japan), creada a raíz de un caso de acoso sexual perpetrado por parte del viceministro administrativo de Finanzas en abril de 2018. La revista semanal Shūkan Shinchō difundió el incidente, en que el funcionario acosaba a una periodista de TV Asahi incomodándola insistentemente con preguntas del estilo de “¿Me dejas tocarte los pechos?” o “¿Puedo abrazarte?”. La noticia motivó la dimisión del acosador.

“Lo que me alarmó del caso fueron las implicaciones de las declaraciones del ministro de Finanzas y viceprimer ministro Asō Tarō que, en el Comité de Asuntos Financieros de la Cámara Alta, dijo que, ya que el viceministro de Finanzas se arrepentía de su conducta, bastaba con imponerle una amonestación. Pensé que no podía quedarme de brazos cruzados cuando el segundo político de la Administración demostraba abiertamente su falta de concienciación sobre el acoso sexual”. El aluvión de críticas obligó al Ministerio de Finanzas a llevar a cabo una encuesta sobre acoso, pero se hizo sin considerar los derechos humanos de las mujeres, ya que se les pidió que “dieran la cara” para colaborar en el estudio.

Cuando empezaron a levantarse críticas contra la periodista de TV Asahi por haber facilitado sus grabaciones a Shūkan Shinchō para denunciar el acoso, un gran número de mujeres que trabajan en el mismo sector se inquietaron. La periodista en cuestión había comunicado el acoso a su empresa, insistiendo en que había que difundirlo, pero no se le había prestado atención. Como no estaba dispuesta a dejar caer el abuso en el olvido, decidió suministrar el material a la revista (posteriormente, TV Asahi dirigió una carta de protesta al Ministerio de Finanzas). Un mitin celebrado para apoyar a las víctimas de acoso sexual y protestar contra el ensañamiento que reciben creó el ambiente propicio para fundar una asociación de mujeres periodistas.

¿Por qué las víctimas no pueden pronunciarse?

WiMN se estableció el 1 de mayo de 2018 y actualmente cuenta con más de cien miembros. Entre sus muchas actividades, organiza concentraciones y jornadas para debatir sobre el marco legal para prevenir el acoso sexual. La mayoría de los miembros mantienen su pertenencia en confidencialidad. También muchos de los testimonios que aparecen en Masukomi sekuhara hakusho (El libro blanco del acoso sexual en los medios de comunicación) se presentan con nombres ficticios por temor a que la difusión de los nombres reales pudiera perjudicar el trabajo de las víctimas en la empresa o los lugares a los que van a obtener información. El epílogo, firmado por Tamura Aya (periodista de Kyodo News y miembro del equipo editorial del libro), explica que a las víctimas les resultaba muy duro psicológicamente enfrentarse a su experiencia de acoso, y algunas entrevistadas interrumpieron temporalmente la comunicación con los editores o fueron incapaces de hablar de su caso aunque lo intentaron.

“Si nosotras lo hubiéramos denunciado antes, podríamos haber evitado que otras mujeres pasaran por lo mismo”. Hayashi dice haber oído estas palabras en boca de un buen número de amistades y entiende muy bien cómo se sienten: “Sugerir que toda la culpa es de la mujer por no pronunciarse y que el acosador no se percató de su abuso porque ella permaneció en silencio es lo más desconsiderado que se le puede decir a una víctima. El contexto estructural hace que denunciar el acoso perjudique a la afectada. Algunas mujeres que prestaron su testimonio abiertamente en el libro cuentan que después de aquello las trasladaron de oficina o sufrieron abusos de poder. Además, hablar de una experiencia así resulta muy doloroso porque implica desenterrar una herida interior muy profunda”.

“Las periodistas no solo son víctimas de acoso en la oficina, sino también en los lugares a los que van por trabajo. Quiero que la empresa lo denuncie y proteja a sus empleadas. De lo contrario, las víctimas se ven obligadas a trabajar mientras sufren heridas que pueden afectarlas psicológicamente de por vida. Me siguen llegando consultas sobre acoso de periodistas en activo y, a pesar de lo que sucedió en el Ministerio de Finanzas, todavía no se ha creado ningún sistema para que la empresa proteja a las víctimas y las atienda debidamente”, explica Hayashi.

Por más que las víctimas acudan a sus compañeras de trabajo o sus jefas, nada les garantiza que vayan a recibir ayuda. Hay mujeres que interiorizan una serie de valores que permiten a los hombres obtener reconocimiento en posiciones de poder: “Se convencen de que deben asumir los valores de la empresa para que les asignen tareas más importantes y así acceder al trabajo que desean”.

El proceso que llevó a Hayashi a abandonar el periódico

Hayashi Yoshiko, que trabajó para el Asahi Shimbun durante más de treinta años, tuvo que trasladarse entre Tokio y provincias varias veces a lo largo de su carrera. A partir del año 2000 se encargó principalmente de cubrir problemas laborales como el karōshi (muerte por agotamiento laboral) y el trabajo por horas, y también desempeñó el puesto de editora jefa. Más que albergar una ambición especial por avanzar en su carrera, se sentía muy motivada por su trabajo. En 2014, cuando adquirió la libertad de elegir los reportajes que deseara cubrir como miembro del equipo editorial de la oficina central, en Tokio, chocó contra un muro.

En aquella época proliferaban los casos de chicas jóvenes a las que captaban con la promesa de convertirlas en idols o personalidades televisivas para luego forzarlas a aparecer en vídeos pornográficos. Hayashi supo de esta grave violación de los derechos humanos a través de una asociación de apoyo a las víctimas y se quedó impactada. En las noticias prácticamente no se informaba sobre ello. Sin embargo, costaba encontrar víctimas para entrevistarlas por el pánico de aquellas chicas a que su identidad se difundiese si hablaban con los medios de comunicación. Aunque la periodista propuso al editor jefe publicar, por lo menos, que la asociación de ayuda a las víctimas había recibido consultas de más de cien casos, este rechazó la propuesta alegando que no se había entrevistado a las víctimas. Al final Hayashi tardó un año y medio en entrevistarse con las afectadas y publicar el artículo. Lo logró después de que el problema saliera a la luz a través de un juicio: “Si hubiera podido publicar el artículo de buen principio, se hubiera disparado la alarma antes. Ese pensamiento me pesa en la conciencia desde entonces”.

Después de aquello, Hayashi se topó con muchas situaciones frustrantes, como que le recortasen buena parte del contenido de artículos sobre entrevistas a víctimas de acoso sexual. Movida por un fuerte deseo de profundizar en el trasfondo de problemas de género como el acoso o la violencia machista, la periodista, que se autodefine como una “feminista tardía”, abandonó su puesto en el periódico en noviembre de 2016. El último trabajo que firmó como empleada de Asahi Shimbun fue una serie de artículos sobre desastres naturales y género. Una de las entregas que explicaba que las mujeres solteras o viudas estaban especialmente expuestas a la violencia de género en los refugios de las zonas damnificadas desató una batalla interna en la empresa. Ahora compagina su trabajo como periodista independiente con la investigación en una escuela de posgrado. En 2019 finalizó una tesis de maestría en la que analizaba el daño padecido por cinco víctimas del acoso sexual a las que entrevistó.

¿Cambiarán los medios de comunicación japoneses?

Cuando Hayashi entró a trabajar en Asahi Shimbun, ocho de los cincuenta nuevos empleados de aquella promoción eran mujeres; solo tres de ellas siguen en la empresa. A pesar de que ahora se contrata a más mujeres periodistas que entonces, casi nada ha cambiado en estas décadas. Asahi Shimbun anunció su Declaración de Igualdad de Género el 1 de abril de 2020. Se trata de una iniciativa motivada por el hecho de que Japón se clasificó en el puesto 121 del ranquin de 153 países según la brecha de género, la posición más baja hasta ahora. En 2020 la proporción de nuevas empleadas contratadas en el periódico alcanzó al fin el 50 %, pero el día después de que tal hito se anunciara, salió un artículo que revelaba que, en septiembre de 2019, las mujeres solo sumaban un 19,8 % de toda la plantilla y ocupaban un 12 % de los cargos directivos. Uno de los puntos que promulga la declaración de Asahi Shimbun es doblar el porcentaje de mujeres en puestos ejecutivos antes de 2030. A juzgar por la encuesta a los medios de comunicación que se incluye en Masukomi sekuhara hakusho (El libro blanco del acoso sexual en los medios de comunicación), realizada a finales de septiembre de 2019, la contratación y el ascenso de mujeres presenta un nivel similar en otros periódicos, agencias de noticias y cadenas televisivas.

Los testimonios de mujeres periodistas que recoge Masukomi sekuhara hakusho (El libro blanco del acoso sexual en los medios de comunicación) reflejan la realidad de los medios informativos. El entorno en que se mueven los periodistas que ahora tienen entre veintitantos y cuarenta años no se ha transformado ostensiblemente desde los tiempos de la generación de Hayashi, que supera los cincuenta. El peso que uno siente al terminar de leer el libro procede de la llamada apremiante de las mujeres que se sinceran en él, que advierte de que la sociedad no cambiará a menos que lo hagan los medios de comunicación.

Masukomi sekuhara hakusho (El libro blanco del acoso sexual en los medios de comunicación), editado por WiMN

Publicación: Bungeishunjū
Extensión: 344 páginas
Precio de venta: 1.600 yenes
Fecha de publicación: 13 de febrero de 2020
ISBN: 9784163911526

Fotografía del encabezado: la periodista independiente Hayashi Yoshiko, miembro fundador de WiMN.

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