Minobe Tadashi, el militar que se opuso a la estrategia suicida de los kamikazes

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Hubo en Japón un joven oficial de la Marina Imperial que osó manifestarse públicamente en contra de las acciones suicidas de las Unidades de Ataque Especial promovidas en los últimos compases de la Guerra del Pacífico por los altos responsables de la institución militar.

Sakai Katsuhiko SAKAI Katsuhiko

Presidente de la agencia de noticias Jiji Press. Nacido en 1959 en la prefectura de Ōita, en 1985 se graduó en Derecho por la Universidad de Waseda y ese mismo año ingresó en dicha agencia de noticias, donde se encargó de finanzas del Estado y políticas financieras en el Departamento de Economía. Como miembro de la delegación de la agencia en Washington, llevó el tema de las relaciones comerciales bilaterales. En 2011 fue nombrado director del Departamento de Economía, en 2015 de la delegación de Fukuoka y en 2017 de la Redacción General. Un año más tarde pasó a formar parte del consejo directivo, cuya presidencia asumió en junio de 2020.

No por humanitarismo, sino por racionalidad

“La idea partió de mi encuentro con un expiloto de combate de la Unidad del Fuyō (Hibiscus mutabilis), dirigida por Minobe. Durante los años que pasé en Fukuoka como director de la sucursal, lo entrevisté varias veces para una serie de artículos que estaba escribiendo sobre los recuerdos de quienes participaron en la Guerra del Pacífico. Me pareció muy interesante que en la Batalla de Okinawa, con la que Japón pretendía, usando sus Unidades de Ataque Especial (conocidas en el extranjero como kamikazes) impedir a toda costa que los norteamericanos tomaran las islas principales de Japón, hubiera una unidad aérea de la Marina japonesa que persistiera hasta el final respetando las tácticas de guerra convencionales.”

Sakai explica así el origen de su libro. Minobe, su protagonista, era un soldado más del ejército japonés. Con el patriotismo militarista propio de aquella generación de jóvenes, logró ingresar en la exclusiva Academia Naval Imperial, de la que se graduó sin pena ni gloria, en el puesto 97 de una promoción de 160. Su ilusión era hacerse piloto y para ello se ofreció a formar parte de la tripulación de los hidroaviones, un cuerpo de la Marina que era visto con cierto desprecio. En esta simple elección descubrimos ya ese pensamiento racional que más tarde lo llevó a posicionarse en contra de las prácticas suicidas.

Portada del libro Tokkō sezu, Minobe Tadashi no shōgai  (“Dije no al Ataque Especial: la vida de Minobe Tadashi”, Hōjōsha, agosto de 2017).
Portada del libro Tokkō sezu, Minobe Tadashi no shōgai (“Dije no al Ataque Especial: la vida de Minobe Tadashi”, Hōjōsha, agosto de 2017).

Porque, en realidad, no fue el humanitarismo el sentimiento que alentaba en Minobe cuando, con tan solo 29 años, alzó en una reunión la voz de protesta frente a la plana mayor de la Marina, que promovía las prácticas suicidas. Y mucho menos el antibelicismo. Minobe aceptaba las Unidades de Ataque Especial como último recurso. Pero creía también que antes de echar mano de semejantes métodos, un oficial de la Marina debía agotar todos los medios a su alcance. Por eso abogó por seguir las tácticas de guerra convencionales, rechazando las suicidas. Aunque en aquella reunión Minobe fue abucheado, contra todo pronóstico su propuesta salió finalmente adelante.

Los ataques nocturnos, una táctica muy efectiva

Los ataques suicidas de los kamizakes demostraban, sin duda, una gran bravura. Pero, como estrategia, aquellos “ataques especiales” no pasaban de ser acciones improvisadas y esporádicas protagonizadas por novatos pobremente equipados y escasamente formados. El resultado era que la mayoría de los aviones eran derribados antes de poder impactar en los buques enemigos.

La alternativa que planteaba Minobe era la de los ataques nocturnos. El punto elegido como base de operaciones para la batalla decisiva en la que debería participar su Unidad del Fuyō fue el aeródromo de Iwagawa, situado en la base de la península de Ōsumi (prefectura de Kagoshima). Durante el día, los aviones eran escondidos en los bosques cercanos. En los campos próximos se dejaba que pastasen las vacas, para hacer pasar aquellos lugares por granjas. Los aviones despegaban siempre por la noche en dirección al sur y regresaban inmediatamente después de haber atacado los buques norteamericanos. Sus logros eran una aportación testimonial, apenas un granito de arena en la desigual lucha que libraba Japón contra la gigantesca maquinaria de guerra norteamericana. Pero cobraban especial relevancia en un momento en el que la derrota japonesa era inminente. El camuflaje del aeródromo resultó muy efectivo y le permitió pasar inadvertido hasta el fin de la guerra.

Fotografía de los miembros de la Unidad del Fuyō tomada el 5 de julio de 1945 ante la comandancia de la base de Iwagawa, en Kagoshima. De blanco, en el centro de la segunda fila, el comandante Minobe Tadashi. (Jiji Press/cortesía de Tsuboi Harutaka).
Fotografía de los miembros de la Unidad del Fuyō tomada el 5 de julio de 1945 ante la comandancia de la base de Iwagawa, en Kagoshima. De blanco, en el centro de la segunda fila, el comandante Minobe Tadashi. (Jiji Press/cortesía de Tsuboi Harutaka).

Tan fácil de leer como una novela de evasión

He calificado a Minobe de “un soldado más del ejército japonés”, pero entre los estudiosos de los temas militares más devotos de este periodo histórico tiene cierto renombre. Cuando falleció en junio de 1997, a los 81 años, la Agencia Jiji le dedicó un escueto obituario en el que aparecía como exoficial de las Fuerzas Aéreas de Autodefensa de Japón, cargo al que llegó después de la guerra. El libro de Sakai recoge su vida desde su ingreso en la Academia Naval Imperial y ofrece un amplio repertorio de notas altamente especializadas acerca de los entresijos de la Marina de Japón y de diversos aspectos técnicos de los aviones.

Pero el lector no tiene nada de lo que preocuparse. Conozco a Sakai desde mi época en la Agencia Jiji, pues pertenecimos al mismo equipo de trabajo y tengo que reconocer que, pese a ser ocho años mayor que él, solía quedarme maravillado al leer sus notas. El libro está escrito con concisión y en un estilo diáfano, y se lee como una novela de evasión. Pasarán sus páginas sin darse cuenta.

De todas formas, hay mucho léxico especializado. ¿Será también Sakai un maniático de los temas militares?

“En absoluto. Fue una labor enormemente trabajosa para mí, pues tuve que recoger muchos testimonios y conseguir muchos documentos. No me gustaría tener que enfrentarme otra vez a una cosa así”. Sakai rememora con una sonrisa el largo proceso que tuvo que seguir para completar su obra. Al final del libro aparece un listado de personas e instituciones entrevistadas y documentos consultados, con más de 100 entradas. Muchos de los documentos no han estado nunca a la venta y acceder a ellos no fue tarea fácil.

Una atmósfera que impide toda crítica

Después de la guerra se ha escrito mucho sobre las “Unidades de Ataque Especial”, unas veces para criticar la inhumanidad de dicha estrategia bélica, otras para ensalzar las hazañas de aquellos jóvenes. Este libro no se encuadra en ninguno de esos dos grupos. Haciendo un recorrido por la vida del Minobe racionalista, el autor nos presenta cómo se gestó esa atmósfera en la que nadie podía manifestar su oposición por muy inaceptable que le pareciera lo que estaba ocurriendo, y los padecimientos que tuvo que soportar un militar como Minobe en aquel ambiente.

El libro es claro en lo referente a aquella “atmósfera”.

“Cualquier persona que haya pertenecido a una organización podrá imaginar lo difícil que es para una persona plantar cara a sus compañeros cuando una directriz ha sido ya emitida y es inamovible. (...) Una vez gestado ese ambiente, se pasa por alto la necesidad de fundamentar claramente las acciones o de explicarlas con lógica, la voluntad de todos los individuos queda bajo dominio y control, y se crea una poderosa norma rectora que acalla cualquier voz. Cuando pasa el tiempo y se examina cómo fue el proceso de decisión, uno descubre que no eran las personas quienes decidían, sino esa invisible atmósfera que se había formado, así que es difícil pedir cuentas.”

¿Por qué Minobe?

En el libro aparecen también personajes simpáticos y superiores comprensivos. Pero junto a ellos vemos a oficiales del Estado Mayor que se niegan a acercarse al fondo de las cosas y otros superiores de Minobe carentes de conocimientos científicos e incompetentes. Todos ellos contribuyeron a formar dicho ambiente y condujeron a su tumba a muchos jóvenes. Desgraciadamente, hay que decir que en el Japón de nuestros tiempos y en todo el mundo siguen dándose situaciones con esta misma raíz a las que no se acaba de dar solución.

¿Por qué eligió la vida de Minobe? Lo explica Sakai en su conclusión.

“Cuando uno investiga el asunto, descubre que había oficiales, y no pocos, muy críticos con la estrategia de las Unidades de Ataque Especial. Pero casi todos ellos limitaban sus comentarios a charlas con compañeros de confianza, a ambientes muy reducidos. Es imposible encontrar a alguien como Minobe, que expuso su opinión contraria en una reunión con la plana mayor de la Marina y que, además, consiguió que fuera aceptada.”

“Hablando francamente, me parece un tipo fuera de serie y además me reconforta mucho saber que en el Japón de aquella época existió alguien como él y existieron también, en el seno de la Marina, responsables que se hicieron eco de sus ideas.”

La entrevista con Sakai Katsuhiko se realizó en las oficinas de nippon.com en Toranomon (Tokio) el cinco de junio de 2020.
La entrevista con Sakai Katsuhiko se realizó en las oficinas de nippon.com en Toranomon (Tokio) el cinco de junio de 2020.

Fotografía del encabezado: Tsuboi Harutaka, que perteneció a la Unidad del Fuyō, dirigida por Minobe Tadashi, junto al avión de combate Cometa. La idea del libro Tokkō sezu para de una entrevista sostenida con Tsuboi en 2015. (Jiji Press/cortesía de Tsuboi Harutaka)

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