El poder inspirador de lo cuqui según el filósofo Simon May

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Cuqui… “kawaii”. Creemos que sabemos lo que es cuando lo vemos, pero ¿podríamos definirlo? Simon May, profesor invitado del King’s College de Londres retoma esta y otras interrogantes en su libro, “The Power of Cute” (El poder de lo cuqui).

Simon May Simon MAY

Simon May es profesor invitado de la asignatura de filosofía en el King’s College de Londres. Entre sus libros se encuentran: Love: A New Understanding of an Ancient Emotion (Amor: Una nueva interpretación de un sentimiento antiguo); Love: A History (Amor: Su historia); Nietzche’s Ethics and his War on “Morality” (La ética de Nietzche y su guerra contra la ‘moralidad’); The Power of Cute (El poder de lo cuqui) y Thinking Aloud (Pensando en voz alta), una colección de sus propios aforismos. Sus obras han sido traducidas a 10 idiomas y se presentan con regularidad en importantes periódicos de todo el mundo. (Foto de Stephen Barber)

¿Qué es algo cuqui o kawaii, para usar el término japonés que tiene casi el mismo significado? En 1943, el zoólogo austriaco Konrad Lorenz planteó que la percepción humana de lo cuqui se basa en ciertas características físicas, por ejemplo, las de un bebé: cabeza redondeada, ojos grandes y una nariz pequeña. Este mismo instinto de protección puede ser despertado por un animal, como los cachorros de perro o gato, o por polluelos. Incluso podemos sentir ternura por objetos inanimados que tengan dichas características, como muñecos de peluche o personajes animados. Estos ejemplos ponen en evidencia que el instinto de proteger y cuidar es parte de la naturaleza humana.

Pero lo cuqui a veces viene acompañado de características poco atractivas, siniestras o enigmáticas. Por ejemplo, el extraño y arrugado personaje E. T., la inexpresividad de Hello Kitty, e incluso la rechoncha androginia de Donald Trump y Kim Jong-un (dos personajes que May señala que tienen características cuqui). ¿Cómo se puede explicar la omnipresencia de lo cuqui en la cultura japonesa después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Por qué en las últimas décadas este concepto ha penetrado profundamente en la sociedad occidental? ¿Por qué lo cuqui representa nuestra época? Simon May, profesor invitado del King’s College de Londres retoma estos y muchos otros interrogantes en su libro The Power of Cute (Princeton University Press, 2019).

Portada de The Power of Cute. (Cortesía del autor).
Portada de The Power of Cute. (Cortesía del autor).

En 2001, el filósofo británico Simon May era profesor invitado de la Universidad de Tokio.

Recuerda que, al igual que le sucede a la mayoría de los turistas en Japón, era casi imposible no notar la omnipresencia de lo kawaii. Esto le hizo pensar que era algo inherente al carácter lúdico de la cultura japonesa.

No obstante, señala que, aunque la mayoría de las personas en todo el mundo identificaría el mismo tipo de imágenes como lindas, esta idea tiene un significado particular en el contexto japonés. May asegura que, en el caso de Japón, lo cuqui está relacionado con el repudio al militarismo y al poder tras la Segunda Guerra Mundial. Agrega que es un reflejo de la determinación del país de proyectar una imagen pacífica e inofensiva al exterior, pero, sobre todo, al interior de Japón. Por esa razón, es posible que personajes bonitos adornen una lapicera para niños en Estados Unidos o Francia, pero es poco probable que sean imagen de un póster de la Policía o que se usen para el reclutamiento de personal de las fuerzas armadas, algo que sí sucede en Japón.

May continúa diciendo que otra función característica de las cosas lindas en Japón es que sirven como una “forma de comunicación social”. El profesor señala que la comunicación entre los japoneses suele ser menos abiertamente transaccional y más indirecta. En ese sentido, presentarse a uno mismo de una manera linda, independientemente de la edad que se tenga, es “parte de un sistema para evitar ser demasiado directos o explícitos”.

En su estudio de lo cuqui, May subraya la ambigüedad y lo indeterminado de su estética. La famosa Hello Kitty, de Sanrio, es totalmente inexpresiva, incluso carece de boca. No obstante, su historia oficial no deja claro si es japonesa o no. De hecho, es difícil discernir si Kitty es una humana que juega a ser un gato o un gato pretendiendo ser un humano.

Por esta razón, May afirma que lo cuqui también es un reflejo de las características inherentes al entendimiento que los japoneses tienen de sí mismos, precisamente como una cultura que es ambigua. La cultura japonesa da cabida a cosas que son correctas e incorrectas al mismo tiempo. Aquí, los contrastes entre lo masculino y lo femenino, lo humano y lo animal, lo animado y lo inanimado, lo divino y lo terrenal, han sido tradicionalmente más laxos que en Occidente.

May añade que, como filósofo, le sorprende el hecho de que la estructura del pensamiento en Japón dependa menos de contrastes inalterables y que su objetivo central no sea el de establecer definiciones rígidas, algo que sí ocurre tradicionalmente en el pensamiento Occidental.

De igual manera, el arte japonés está muy influenciado por la estética ambigua de “la belleza en la imperfección”, que se expresa comúnmente con la frase wabi-sabi. Un hermoso tazón de té puede ser delicadamente asimétrico e incluso haberse roto en el pasado y estar reparado con la técnica kintsugi, en la que se restaura la cerámica con oro y laca.

También es notorio el hecho de que los personajes lindos son imperfectos, nos dice May. Por ejemplo, E. T. es dulce y agradable, pero tiene el defecto de ser bajito, además de su mala adaptación al ambiente terrestre.

Lo cuqui gana terreno

Parece evidente que parte del significado de lo cuqui armoniza con la cultura japonesa en general. Pero ¿cómo podríamos explicar la aparente penetración de esta idea en otras partes del mundo? En su libro, el profesor May sugiere algunas razones de por qué esta estética se ajusta tan bien a nuestra época.

Una de ellas es que se trata de una reacción a lo que denomina el “culto a la sinceridad” de Occidente que data por lo menos del siglo XVIII, con el filósofo ginebrino Jean-Jacques Rousseau. Esta corriente consiste en que las personas deben esforzarse por expresar sus sentimientos con sinceridad y se manifiesta en todas las áreas, desde las obras de los poetas del romanticismo, hasta el torrente contemporáneo de confesiones personales en redes sociales.

Por otra parte, las cosas que son lindas se caracterizan por su falta de sentimientos, o, al menos, la inescrutabilidad de estos. May asegura que lo que sucede con los objetos lindos es que es extremadamente difícil verlos y ser capaces de definirlos, porque ese no es su objetivo.

Esta corriente contraria a la sinceridad es particularmente notoria en la esfera política. ¿Los ciudadanos creen que realmente pueden conocer las verdaderas convicciones de Donald Trump o Boris Johnson? ¿Siquiera consideran importante conocerlas? Con respecto a este punto, el profesor May señala que es interesante que, ni el culto a la sinceridad, ni la reacción negativa a esta, se observen en Japón. Aquí, la obligación social de esconder los sentimientos sinceros honne tras la fachada tatemae es más sólida que en ningún otro lugar.

Otro factor, uno que sí está presente en Japón, es la capacidad que lo cuqui tiene para socavar las relaciones de poder. Lo lindo es relevante, dice May, porque es una estética que desgasta el poder con vaguedad. El objeto lindo parece indefenso, pero de alguna manera atrae y ejerce poder sobre el observador. Aunque un objeto lindo podría parecer vulnerable, en general es considerado una fuente de ánimo.

Es como si el poder de lo cuqui residiera precisamente en su vulnerabilidad, asegura el profesor. May también se cuestiona por qué la Armada de Estados Unidos, cuyo propósito supremo es precisamente el de ostentar poder, eligió a una de las criaturas más indefensas, una cabra, como su mascota. Además, nos presenta el ejemplo de Kumamon, un oso y mascota de la prefectura de Kumamoto, personaje que hizo una gira por la región de Kyūshū después de los terremotos de 2016, en la que se dedicó a consolar y dar ánimo a los supervivientes del desastre.

De igual manera, May señala que en la esfera geopolítica el afianzamiento de lo cuqui tras la Segunda Guerra Mundial coincide con el desarrollo de estructuras como las Naciones Unidas y la Unión Europea.

El profesor dice que, a partir de entonces y por primera vez en la historia, las relaciones internacionales estarían determinadas por la negociación y los acuerdos más que por la ostentación del poder. Añade que Japón fue uno de los países pioneros de esta corriente que, desde el final de la guerra, ha buscado la disminución de la capacidad que tiene el poder para determinar la estructura de las relaciones humanas y, más evidentemente, de las relaciones internacionales.

¿Es una fiebre pasajera o lo cuqui llegó para quedarse?

¿Qué nos depara el futuro? ¿Se trata de una fiebre pasajera? Por el contrario, May asegura que se trata de algo que llegó para quedarse.

El profesor afirma que en Occidente se vislumbra una tendencia a largo plazo en la cual las relaciones humanas se reorganizarán de manera que sean menos nocivas, dependan menos del poder y sean más lúdicas. Las cosas lindas ponen en tela de juicio las distinciones duras e inmediatas que normalmente se asume que existen entre lo poderoso y lo indefenso. Ese es uno de los elementos de su encanto.

Por otra parte, la investigación de May acerca de esta estética global podría tener una implicación fascinante para Japón y su papel en el mundo. Desde el siglo XIX, momento en el que Japón comenzó su proceso de modernización, este país parecería que ha ido adoptando gradualmente características de Occidente. Sin embargo, cuando se habla de la poderosa estética de lo cuqui, quizás sea Occidente el que esté acercándose al estándar japonés.

(Traducido del original en inglés. Fotografía del encabezado: el popular personaje Kumamon, a la izquierda, y Hello Kitty, de Sanrio, líderes del movimiento kawaii de Japón a nivel mundial. © Jiji.)

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