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‘Yoake mae no uta’ revela un capítulo oscuro de la historia: arrestos privados para enfermos mentales

Cine Historia

Hasta 1972, en Okinawa se llevaron a cabo arrestos domiciliarios de personas con discapacidades mentales. La terrible ley imperante entonces, que hacía caso omiso de los derechos humanos, fue promulgada en la era Meiji y sobrevivió hasta mucho después de la guerra gracias a la ocupación del ejército estadounidense.

Hara Yoshikazu HARA Yoshikazu

Nacido en la ciudad de Nagoya, prefectura de Aichi, en 1969. Desde 2005, ya establecido en Okinawa, ha estado planificando y produciendo programas documentales. Después del Gran Terremoto del Este de Japón fue a Fukushima para cubrir y participó en el programa de E-tele Fukushima wo zutto miteiru TV (Ver Fukushima en la tele todo el tiempo) como director. Sus principales producciones incluyen Senjō no uta – moto “ianfu” no mune itamu genjitsu to rekishi (Canción del campo de batalla – La dolorosa realidad e historia de las “mujeres de confort”, 2013, Ryūkyū Broadcasting / 2014 Premio al mejor programa de noticias de televisión de la Asociación de Emisoras Comerciales de Japón), Indoneshia no senji seibōryoku (La violencia sexual durante la guerra de Indonesia, 2015 especial de noticias para la TBS / 53° premio Galaxy de apoyo), Born Again – gaka Masako R. Samāzu no jinsei (Nacida de nuevo: la vida de la pintora Masako R. Summers, 2016 Ryūkyū Broadcasting / 54° premio Galaxy a la excelencia), Kesareta seishin shōgaisha (Enfermos mentales borrados, 2018 E-Tele Heart Net TV / Premio al periodismo sobre la pobreza 2018). Es autor de la versión en libro de Kesareta seishin shōgaisha y editado la de Born Again – gaka Masako R. Samāzu no jinsei (ambos volúmenes con Kobunken).

La doble desgracia de nacer con un trastorno mental en Japón

Antes, en Japón, cuando aparecía en una familia una persona con algún trastorno mental, se permitía que la instalaran en una habitación de la casa y se comprobaba que su puerta quedaba cerrada con llave. Era un proceso llamado “arresto privado”: una medida legal institucionalizada por el Gobierno de Meiji en virtud de la Ley de Custodia Psiquiátrica ​​de 1900. Eran la propia familia o el tutor del enfermo sujeto a ese arresto quienes notificaban el suceso, y la policía y o el centro de salud quienes lo supervisaban.

En Japón, en ese momento, la psiquiatría no estaba lo suficientemente desarrollada, y existía también una cierta escasez de hospitales, de modo que el arresto privado era una práctica muy difundida. El doctor Kure Shūzō (1865-1932), médico científico que estudió en Austria y Alemania y sentó las bases de la psiquiatría moderna en Japón tras regresar al país, consideraba que la situación representaba un problema, y resumió los resultados de sus investigaciones en un libro publicado en 1918, en el que señalaba un grave retraso en la atención psiquiátrica y la conciencia sobre los derechos humanos en Japón: “Además de sufrir la desgracia de padecer esta enfermedad, el paciente se ve forzado a sumar también la desgracia de haber nacido en este país”.

Un año después de la publicación de ese texto se promulgó la Ley de Hospitales Psiquiátricos, y pese a que se establecieron nuevos hospitales psiquiátricos públicos en varios lugares del país, el arresto privado continuó hasta su prohibición con la Ley de Salud Mental que entró en vigor en 1950. Hay una zona, por otro lado, donde se mantuvieron ese tipo de arrestos hasta veinte años tras la promulgación de la ley. Se trata de Okinawa, lugar que estuvo bajo el control del ejército estadounidense hasta 1972.

Ruinas de una cabaña para arresto privado, sitas en Okinawa. ©2020 Hara Yoshikazu
Ruinas de una cabaña para arresto privado, sitas en Okinawa. ©2020 Hara Yoshikazu

Las imágenes de los arrestados vuelven a la vida en fotografías

Un día se encontraron unas fotografías que registraban vívidamente la situación del momento. En 1964 Okaba Takeshi, un psiquiatra enviado por el Gobierno japonés en la primera visita a Okinawa, en esa época bajo el control del ejército estadounidense, acudió a una de esas residencias para arresto privado y sacó unas fotografías. Es impactante que cuando el archipiélago japonés estaba lleno de emoción ante la idea de albergar los Juegos Olímpicos de Tokio, había personas que se hallaban confinadas legalmente en Okinawa, fuera de la jurisdicción japonesa en ese momento, en un entorno de gran pobreza, en peores condiciones que el ganado en un establo.

La película Yoake mae no uta – kesareta Okinawa no shōgaisha (Canción al alba – los enfermos borrados de Okinawa) se gestó en 2011, cuando el documentalista Hara Yoshikazu halló estas fotografías mientras se documentaba para un programa de televisión. El doctor Okaba había confiado esas imágenes a Kikkawa Takehiko, quien fuera director del Instituto de Salud Mental del Centro Nacional de Neurología y Psiquiatría. Hara recuerda el momento en que Kikkawa le habló sobre las fotografías.

“Kikkawa dijo que no había forma de sacar este tipo de cosas al mundo. Cuando este documental fue transmitido por televisión, oculté los nombres y borré los rostros de las fotos, para proteger su privacidad. En retrospectiva creo que, precisamente porque se transmitieron los hechos de esta manera, esos nombres y rostros se han borrado de la historia. Después no hacía más que pensar si realmente debía mantenerse oculta la existencia de esas personas, si no era nuestra obligación hablar de ellas al mundo. ¿No estaba contribuyendo a una sociedad que excluye a ciertas personas, si guardaba las fotos en un cajón y me olvidaba de ellas? Finalmente decidí que, por haberme encontrado con las vidas de esas personas en 2016, cuando nació el proyecto, ya no tenía más remedio que hacerlo”.

Hara nació en 1969. Inmediatamente después de graduarse en el bachillerato, en Nagoya, se mudó a Tokio, y tras un tiempo comenzó a producir vídeos para la televisión. Desde entonces ha dirigido varios documentales, mientras trabajaba en vídeos de relaciones públicas para empresas y vídeos de exposiciones para museos, concentrándose en temas de actualidad y en el bienestar ciudadano. Con la idea de que “hay una gran abundancia y valor en los lugares que no alcanza la luz mediática, que nadie quiere ver”, se atreve a poner el foco de atención sobre las sombras de la sociedad, y siente una fuerte obligación de convertirlas en imágenes.

A la edad de 35 años, tras dudar sobre el tipo de obras que debía crear para expresarse como artista y visitar Okinawa en numerosas ocasiones, terminó por mudarse a las islas, con las que sentía una conexión. Finalmente, gracias a un amigo que lo presentó, comenzó a cubrir el campo de la psiquiatría de Okinawa.

“No me interesan las historias llamativas sobre la justicia social, sino más bien las personas que se han visto empujadas hasta los rincones de la sociedad. En primer lugar, el comportamiento de las personas que sufren ese tipo de trastornos y viven en un mundo imaginario es algo realmente especial, ¿no? Si te llaman la atención y empiezas a observarlas con detenimiento empiezas a ver un mundo lleno de riqueza: amistades que crecen en ese espacio, hermosas formas de vivir... Sientes la sólida sensación de estar encontrando tesoros escondidos, así como las razones para mostrárselos al mundo. Es gracias a esa motivación que he podido trabajar sin pausa en el mundo audiovisual, enfocando mis obras en las minorías, durante estos últimos quince años”.

Entrevistando para documentar sobre quienes sufrieron arrestos. ©2020 Hara Yoshikazu
Entrevistando para documentar sobre quienes sufrieron arrestos. ©2020 Hara Yoshikazu

Una canción es también una forma de protestar

Yoake mae no uta es la primera de las películas de Hara en la que su enfoque hacia el trabajo se ha visto materializado de esta forma. Partiendo de la imagen revelada por Kikkawa, el documental lanza al espectador a conocer a Okaba, el autor original de las fotografías, a la familia en duelo de un paciente que sufrió uno de aquellos arrestos privados, y a otras personas que conocieron la época. Pese a adentrarse en un mundo inimaginablemente oscuro, no es el tono intenso de denuncia de los arrestos privados lo que resuena a lo largo de toda la historia. A partir del testimonio de las personas involucradas podemos visualizar e imaginar cómo vivían quienes alguna vez se vieron atrapados en una de aquellas chozas.

“Dado que se trataba de un aislamiento social, creo que es necesario que se realice una verificación del asunto como problema que la sociedad debe resolver. Sin embargo, como persona involucrada en el mundo audiovisual, yo busco los límites de lo que puedo expresar por medio de imágenes, y en la película deseaba transmitir un respeto hacia esas personas y la belleza de su vida. Por supuesto, no es una historia que se pueda contar con tanta hermosura. Hablamos de tratar a seres humanos como poco menos que a animales domésticos, y excluirlos de la sociedad. No es un pecado que pueda desaparecer, por muchos años que pasen. Pero a veces no se puede transmitir la verdad de un asunto, aunque denuncies los hechos mismos de la acusación. Está claro que los propios pacientes vivían confundidos e intratables por culpa de su enfermedad, y las personas de su entorno también sufrían sus propios problemas, así que no creo que podamos llegar a conclusiones tan simples como ‘no deberían haber hecho eso’ o ‘deberían haber hecho esto otro’. Es un problema que no ha cambiado, porque uno debe luchar para encontrar las respuestas”.

Las fotografías que sacó Okaba Takeshi. ©2020 Hara Yoshikazu
Las fotografías que sacó Okaba Takeshi. ©2020 Hara Yoshikazu

Una de las historias que más interesó a Hara fue la de una mujer llamada Fuji, retenida en una cabaña de cerca de un tsubo (unos tres metros cuadrados) en una isla remota a una hora en transbordador desde Ishigakijima. A menudo se escuchaba su voz, cuando cantaba desde su cabaña, y corría el rumor de que había enfermado por amor. Años después de que Okinawa volviera a ser parte del territorio nacional y se prohibieran los arrestos privados, Fuji ingresó por un tiempo en un hospital prefectural de la ciudad de Ishigaki. Hara visitó a algunas mujeres que habían sido enfermeras en esa época para preguntarles sobre Fuji

“Cuando me hablaron de aquella mujer que pese a estar encerrada en una choza se dedicaba a cantar, sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. ¿De modo que cantaba? ¿Así vivió? Las personas cantamos sin tener motivos para hacerlo, ¿verdad? Quizá el hecho mismo de cantar sea una prueba de que uno está vivo. Sentí como si hubiera podido conocer en persona a la Fuji de la que me hablaban. De todo lo que he visto sobre el problema de los arrestos privados, aquella historia me tocó el corazón con más fuerza que ninguna otra cosa, más que la demora en las reformas de la política psiquiátrica o las violaciones de los derechos humanos, y más que cualquier otro tema que se pueda comprender mediante palabras complejas”.

Okinawa: luz sobre la oscuridad de Japón

Esos pensamientos del director se reflejan en el título de la película y en las imágenes que aparecen en el cartel. Se percibe un fuerte deseo de ver esa luz tenue, más allá de la oscuridad de la historia de los arrestos privados. Y está en consonancia con sus actividades desde hace ya un cuarto de siglo, cuando por primera vez participó en un movimiento cívico contra la construcción de una nueva base militar en Henoko y comenzó a profundizar en su relación con Okinawa.

“Era imposible lograr que se eliminara la base de golpe. Pero espero que algún día logremos crear un mundo en el que podamos superar este tipo de problemas a escala humana y detener los asesinatos militares. Es importante dar el primer paso hacia ese gran objetivo. Okinawa fue el escenario de una batalla terrestre, en la guerra. Dicen que murió en ella uno de cada cuatro habitantes. Las voces de las víctimas, aquellos que perdieron a sus familias en la guerra, representan una gran fuerza en el mundo, para poder eliminar de él las guerras. He producido un buen número de programas con la idea de mantener un registro audiovisual de esas voces”.

Se cree que la guerra terrestre del final de la Guerra del Pacífico y la posterior ocupación tuvieron un profundo efecto en el espíritu de los habitantes de las islas. En 1966, dos años después de que Okaba visitara el lugar de aquel arresto privado, la Oficina de Salud y Bienestar del Gobierno de Ryūkyū llevó a cabo una encuesta sobre la salud mental en Okinawa, con el apoyo del Gobierno japonés. Según el informe, la prevalencia de enfermedades mentales entre los isleños era aproximadamente el doble que la del territorio principal de Japón. El número de camas para pacientes era, por supuesto, insuficiente, lo cual también habría justificado el hecho de que los arrestos privados sobrevivieran tanto tiempo.

El gerente general del Instituto Nacional de Salud Mental, Nakagawa Shirō, quien era también jefe del equipo de investigación, se hizo eco con fuerza de esas ideas. Citando las palabras del doctor Kure antes mencionadas, escribió: “No resulta una exageración decir que, para un enfermo mental, nacer en Okinawa supone una triple desgracia: además de nacer en Japón y sufrir una enfermedad mental, también nace en Okinawa”.

Cabe señalar que el arresto privado no es un problema exclusivo de Okinawa, sino una parte oscura y soterrada de la historia de todo Japón. Las condiciones especiales de Okinawa, que quedó separada del resto de Japón a raíz de la batalla terrestre, arrojaron una fuerte luz sobre esa oscuridad.

“Los arrestos privados no eran algo originario de Okinawa. Okinawa fue una vez un país independiente que Japón se anexó la Disposición Ryūkyū. Antes de que esto ocurriera, en Okinawa existían zonas en las que se creía que quienes mostraban comportamientos extraños (como los de los enfermos) podían comunicarse con los dioses. Fue el Gobierno Meiji el que estableció que ese tipo de personas estaban enfermas. Aun así, fue en Okinawa donde los arrestos privados permanecieron en uso hasta el final. Hay, de hecho, una cierta ironía en la historia”.

Como Japón iba conformándose a los ideales de nación moderna, se trató de institucionalizar el sistema de zashikirō -el nombre que se daba a los arrestos privados hasta el período Edo para excluir de la sociedad a aquellos que eran considerados “no normales”. Ahora, ciento veinte años después, las circunstancias que rodean a las personas con enfermedades mentales han mejorado bastante en comparación, pero aún quedan muchos problemas por resolver.

“El confinamiento de personas con enfermedades mentales es un fenómeno universal, en Oriente y en Occidente, y se daba también en la era del Nuevo Testamento, hace dos mil años. Hoy tampoco ha cambiado el hecho de que las personas con discapacidades se ven aisladas y excluidas de la sociedad, aunque suceda de una manera diferente. Quizás sea un problema al que la sociedad humana seguirá enfrentándose también en el futuro. Además, no se trata de un simple problema de tratamientos psiquiátricos. La discriminación se halla por todas partes. Al considerar este problema, que debemos superar sea como sea, resulta imprescindible usar los sucesos del pasado ​​como pistas. De esta manera podremos ser capaces de compartir y sentir los testimonios vivos de los que sufrieron esos arrestos”.

Texto: Matsumoto Takuya (Nippon.com)

©2020 Hara Yoshikazu
©2020 Hara Yoshikazu

Información de la película

  • Dirección, fotografía y montaje: Hara Yoshikazu
  • Producción: Takahashi Toshio, Yamada Keigo, Itosu Nobuko
  • Narración: Miyagi Satsuki
  • Música: Shirakawa Mina
  • Coreografía: Danzatakara
  • Coproducción: Asociación para el Bienestar y la Salud Mental de la Prefectura de Okinawa, Okinawa YWCA
  • Producción: Instituto de Cultura Visual para Personas con Discapacidades, Image Satellite
  • Productor: Nakahashi Makito
  • Distribución: Shinnihon Eigasha
  • Año: 2020
  • País: Japón
  • Duración: 97 minutos
  • Página web oficial: yoake-uta.com
  • En K’s Cinema de Tokio desde el 20 de marzo de 2021, y desde el 3 de abril en el teatro Sakurazaka de Okinawa y otras salas de todo el país

Tráiler

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