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Entre la realidad y el anime: un documental francés narra la leyenda de las “Brujas orientales”

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Las “Brujas orientales” derrotaron en la final de vóleibol femenino a la poderosa Unión Soviética en los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, maravillando con esa victoria al mundo entero. Más de medio siglo después, por medio de testimonios de las jugadoras y metraje documental del momento, podemos rescatar las legendarias escenas de práctica espartana de ese equipo y su desempeño en las Olimpiadas.

Julien Faraut Julien FARAUT

Nacido en 1978. Residente en París. Trabaja para el Departamento de Gestión de Vídeos del Instituto Nacional de Deporte y Educación Física de Francia (INSEP). Fuertemente influido por el cineasta francés Chris Marker (1921-2012), quien realizó durante su carrera un uso intensivo de imágenes de archivo y creó un mundo único a través del montaje. Su primer largometraje, Un regard neuf sur Olympia 52 (Una nueva perspectiva sobre Olympia 52, 2013), revela el proceso de producción del documental Olympia 52 de Chris Marker, utilizando fragmentos de dicha obra. En su siguiente cinta, John McEnroe: In the Realm of Perfection (John McEnroe: en el reino de la perfección, 2018), usa imágenes de archivo para trazar un retrato de John McEnroe, el genio de quien se decía que era el “chico malo” del tenis. Ese trabajo fue elogiado por la crítica en la revista Cahiers du Cinema y en otras publicaciones. En 2021 su tercer largometraje The Witches of the Orient (Las brujas de Oriente) se proyectó en numerosos festivales internacionales de cine.

2021 terminó y es posible que algunos ya hayan olvidado que los Juegos Olímpicos se celebraron el verano pasado. Los segundos Juegos Olímpicos de Tokio no fueron tan emocionantes como la vez anterior. Probablemente esto no se deba solo al nuevo coronavirus y la falta de espectadores; aquella “impresión de inocencia” que experimentó el público en las Olimpiadas de 1964 fue algo excepcional. El público actual, que no conoce ese momento de primera mano, puede no obstante imaginarla simplemente por medio de las fragmentadas imágenes que nos quedan.

Junto con la ceremonia de apertura, el evento que aún hoy día transmite mejor el entusiasmo del público es, sin duda, ese partido con el que las tōyō no majo (Brujas orientales) lograron su medalla de oro. Desde Francia nos llega una obra audiovisual que nos permite vivir de nuevo esa experiencia. No solo podemos experimentar la feroz batalla de las Brujas de un modo aún más dramático, sino que también descubrimos qué eran realmente las “Brujas orientales”, desde un punto de vista cultural e histórico.

El momento en el que la selección femenina de vóleibol de Japón lograba la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. (©UFO Production)
El momento en el que la selección femenina de vóleibol de Japón lograba la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. (©UFO Production)

Una cueva de tesoros deportivos en la empresa

El título de esa obra audiovisual es también The Witches of Orient (Las brujas de Oriente). El director, Julien Faraut, trabaja en el Departamento de Gestión de Vídeos del Instituto Nacional de Deporte y Educación Física (INSEP) de Francia. El archivo de películas del INSEP cuenta con una enorme colección de imágenes documentales, y parte del trabajo diario de Faraut consiste en almacenarlas, organizarlas y utilizarlas.

“Soy un gran entusiasta del cine y de los deportes. Cuando empecé con este trabajo y vi que consistía en ver material deportivo de principio a fin me sentí como un zorro al que hubieran metido en un gallinero (risas)”.

El director, Julien Faraut.
El director, Julien Faraut.

“Nunca he tenido la impresión de estar limitado con respecto a los temas sobre los que podemos producir este tipo de vídeos. Creo más bien que podemos narrar vidas extraordinarias desde la perspectiva del deporte. Nos enfocamos en un determinado equipo o jugador, y al mismo tiempo el trasfondo de los tiempos y la geopolítica pueden entrar también en juego. Hay quienes se dedican a competir para complacer a sus padres, otros que se toman esa competición como una lucha entre países. Las historias que se pueden contar no tienen límite. Las películas que yo mismo he rodado hasta ahora no hablan solo de deportes. Son filmes deportivos y al mismo tiempo películas, sin más”.

En sus dos últimas películas Faraut ha narrado la historia del cineasta Chris Marker, autor del documental para los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, y la del tenista John McEnroe. Aunque se trata de especialidades muy diferentes, ambos son figuras que se han labrado un nombre en la historia como herejes en su campo.

“A diario veo muchas imágenes, y a veces me encuentro con algunas que me atraen de forma especial. Estas imágenes representan el motor para la creación, en mi trabajo. En lugar de buscar el tema, son esos diversos fragmentos de vídeo los que me lo dan”.

El siguiente tema en el que se enfocó Faraut fue uno de esos que atentan contra el sentido común.

“Me atrae la belleza de las imágenes y su posible impacto inusual, y a partir de ahí me documento. En el caso de Tōyō no majo, hace unos diez años vi unas imágenes documentales que alguien había proporcionado a la Cinemateca. Me sorprendieron mucho, y cuantas más anécdotas supe sobre las jugadoras, más iba sintiendo que aquella era una gran historia, y que definitivamente debería contarla”.

La ignorancia de los medios occidentales que hablaban sobre las Brujas

Chōsen (Desafío, 1963), dirigida por Shibuya Nobuko, de la que también se utilizan imágenes en Tōyō no majo, se produjo el año anterior a los Juegos Olímpicos de Tokio y ganó el Gran Premio en la Sección de Cortometrajes del Festival Internacional de Cine de Cannes. Se trata de una cinta que muestra las duras escenas de práctica del Club de Vóleibol de Nichibō Kaizuka.

Escena de práctica de Nichibō Kaizuka, de Chōsen, una película de Shibuya Nobuko (1963). (©UFO Production)
Escena de práctica de Nichibō Kaizuka, de Chōsen, una película de Shibuya Nobuko (1963). (©UFO Production)

De las doce miembros que formaron parte de la selección japonesa en los Juegos Olímpicos de Tokio, diez eran trabajadoras de la fábrica de Nichibō (oficialmente Dainippon Bōseki, y posteriormente Unichika) en Kaizuka, prefectura de Osaka. Después de trabajar desde muy temprano por la mañana practicaban por la tarde y continuaban con un entrenamiento especial hasta la medianoche.

“Aquella era una época en la que no era normal que las mujeres practicaran tan duramente como los hombres. Es algo que aún no se permitía en Occidente. En ese momento los deportes femeninos tenían tan solo fines recreativos y de salud. Por eso creo que las atletas de Nichibō fueron verdaderas precursoras entre las mujeres: eran capaces de ver el deporte como el propósito de sus vidas, soportaban unas prácticas muy rigurosas y buscaban continuamente mejorar su nivel”.

Aunque Nichibō Kaizuka era un equipo de mujeres trabajadoras, en su viaje a Europa obtuvo victorias consecutivas contra todas las selecciones de los países europeos, y los medios locales empezaron a llamarlas el “Tifón oriental”, y eventualmente las “Brujas orientales”. También resultaba muy curioso el estilo de instrucción tan espartano del entrenador Daimatsu Hirofumi, conocido también con el sobrenombre de oni no Daimatsu (el ogro Daimatsu).

Faraut, que ha estudiado a conciencia la literatura del momento, señala que a los medios occidentales les faltaba un grado de comprensión en su enfoque sensacionalista en dos aspectos. Los periodistas desconocían la realidad de los deportes de alto nivel y la cultura espiritual de Japón. El director prestó también atención a los antecedentes históricos de una época en la que Japón había estado ocupado por una de las potencias aliadas tras su derrota en la Guerra hasta tan solo diez años antes.

“En la posguerra, Estados Unidos trató de eliminar por completo el militarismo japonés, por lo que a los periodistas no les gustó nada la forma tradicional japonesa de hacer las cosas, tan diferente de los estándares occidentales”.

Tampoco sabían que en realidad los métodos de práctica japoneses heredaban el espíritu de las artes marciales, algo que probablemente sorprendió a esos periodistas.

“En Japón existe una cultura de práctica en la que se repite lo mismo una y otra vez, ya se trate de béisbol o de judo. Si uno desea realmente mejorar sus habilidades tiene que darlo todo hasta quedar exhausto. Es algo completamente diferente a cómo se hacen las cosas en Occidente. Los niños franceses, por ejemplo, reciben una explicación teórica de su entrenador sobre lo que están practicando. La práctica comprende instrucción y educación. Sin embargo, en Japón los maestros muestran cómo hacer las cosas y los atletas las hacen. Ven, imitan, repiten y recuerdan con el cuerpo. No discuten el porqué de las acciones. Los periodistas ignoraban esa parte de la cultura japonesa”.

Faraut, que se sentía incómodo con ese tono que adoptaron los medios de comunicación del momento, consideraba que las propias jugadoras debían hablar sobre ese tema, y entrevistó a las Brujas, las cuales rondaban ya los ochenta años. En sus palabras y sus miradas se ve claramente que no son mujeres normales y corrientes, sino atletas de alto nivel, incluso más de medio siglo después de su hazaña.

Daimatsu Hirofumi, entrenador de la Selección Nacional de Vóleibol Femenino de Japón. (©UFO Production)
Daimatsu Hirofumi, entrenador de la Selección Nacional de Vóleibol Femenino de Japón. (©UFO Production)

“Una de ellas dijo que había decidido trabajar con Daimatsu porque era él quien les permitiría superar sus límites. Para ser más fuerte tenía que practicar más duro. Ellas mismas sentían que no podrían vencer a su rival, la Unión Soviética, sin esa forma de trabajar”.

Faraut señala que si Daimatsu hubiera estado entrenando a hombres los medios occidentales no lo habrían molestado tanto sobre sus métodos.

“En Occidente existían muchos prejuicios sobre la debilidad de las mujeres y la necesidad de protegerlas, y aunque insistían en su dignidad habían decidido que no se podía tolerar que las mujeres realizaran ese tipo de prácticas. Los medios de comunicación no tuvieron en cuenta la decisión de las propias jugadoras de convertirse en atletas de alto nivel”.

El trasfondo de la recuperación de la derrota en la guerra

Algunos de los hechos sobre los que no se informó en su día en Europa y Estados Unidos se revelan a través de las historias de las jugadoras, como el hecho de que más de la mitad de las atletas había perdido a sus padres en la guerra. El entrenador fue para ellas una especie de padre adoptivo.

“El trasfondo histórico de esta historia nos recuerda que los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964 fueron un punto culminante en la reconstrucción tras la guerra. Por eso utilicé una imagen del Tokio de 1945, casi destruido por completo. Japón, diecinueve años más tarde, había renacido como un mundo totalmente diferente. No creo que hubiera podido contar esta historia sin ese trasfondo”.

Esta idea conduce también al hecho de que las jugadoras sean empleadas de una fábrica textil. La industria textil era la piedra angular de la exportación japonesa, actividad que se reanudó después de la guerra. El director Faraut superpone imágenes de tejidos producidos en esa fábrica al mostrar las escenas de prácticas mecánicas y repetitivas.

Para retratar la relación entre Daimatsu y las jugadoras Faraut se centró en el apodo que se le daba a cada una de ellas. El director era parte de un equipo de hockey sobre hielo cuando era joven, y está familiarizado con esas características de los deportes de equipo.

“Hay cosas en un grupo que solo son familiares para sus miembros. En las competiciones en grupo es común llamar a los compañeros de equipo por el apodo; cuando supe que las Brujas también tenían esa costumbre me convencí de que se trataba de un elemento universal muy importante del que debíamos hablar”.

Un plano que presenta a cada miembro que aparece en la película como si fuera el personaje de un videojuego. Tanida Kuniko murió en diciembre de 2020 a la edad de ochenta y un años, después de participar en esta película. (©UFO Production)
Un plano que presenta a cada miembro que aparece en la película como si fuera el personaje de un videojuego. Tanida Kuniko murió en diciembre de 2020 a la edad de ochenta y un años, después de participar en esta película. (©UFO Production)

“Por eso las escenas en las que presentamos el apodo de una jugadora no sirven solo como elemento humorístico. Los episodios sobre los apodos tienen también la función de aclarar cómo funcionan los deportes de equipo. Está demostrado que este mecanismo existe desde la década de 1960”.

Daimatsu llamaba a cada una de aquellas chicas jóvenes un apodo único, como caballo, pez globo, chavín, vaga o chitoro (un tipo de empanada). Esto presentaba también la ventaja práctica de poder dar instrucciones de inmediato, con pocas sílabas.

“Eran como personajes de Pokémon. Las Brujas orientales es como una obra de dibujos animados, pero no es ficción. Y eso es lo que hace que esta historia sea tan interesante. Con su apodo, las jugadoras se sienten personajes de la historia. De ese modo se mezclan la realidad y la ficción”.

En la película se presenta en una única imagen el detalle de que la pista de la famosa “recepción rotatoria” se encontraba en un daruma. (©UFO Production)
En la película se presenta en una única imagen el detalle de que la pista de la famosa “recepción rotatoria” se encontraba en un daruma. (©UFO Production)

Razones para mezclar acción en vivo y anime

Esa forma de mostrar que es consciente de la mezcla de realidad y ficción impregna toda la obra. Su punto culminante en la etapa final es la batalla de las Brujas con la Unión Soviética, durante la final de los Juegos Olímpicos de Tokio. Faraut utiliza una producción audaz, mezclando con las imágenes de vídeo del partido escenas del anime Attack No. 1.

“Al comparar las imágenes me di cuenta de que Attack No. 1 era muy similar a lo que tenía. Algunas tomas reproducían la acción con bastante rigor, incluso en escala y composición. Los planos en los que el entrenador lanza pelotas una tras otra eran casi idénticos. Me sorprendió descubrir que las imágenes eran, casi por completo, intercambiables”.

Un plano de Attack No.1. (©Urano Chikako•TMS)
Un plano de Attack No.1. (©Urano Chikako•TMS)

El director cuenta que la razón por la que decidió entrelazar la animación con las imágenes reales no era necesariamente para hacer algo extraño, o para que la obra pareciera más interesante, sino para resolver también un problema técnico.

“El contenido y la duración del material de archivo disponible es bastante limitado. Teníamos que mostrar dos finales: la del partido contra la Unión Soviética en el Campeonato Mundial de 1962 y la de los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964; pero no teníamos imágenes completas de todo. El vídeo del campeonato mundial, sobre todo, era tan solo de cuatro minutos, tenía una edición muy extraña y era muy difícil entender lo que estaba pasando. Sin embargo Attack No. 1 tiene 104 episodios, y los últimos dos describen en su totalidad partidos entre Japón y la Unión Soviética, con una duración de cincuenta minutos. Así que pude usar ese metraje para llenar los huecos del vídeo documental y mostrar las dos finales con el flujo natural del juego”.

Debido a este montaje tan rápido el público se verá eventualmente absorto en el acalorado desarrollo de esos partidos. Unas horas antes de la final olímpica Kaminaga Akio perdió la medalla de oro contra el judoka Geesink de los Países Bajos, en la categoría indiscriminada de judo como “arte doméstico”, algo que reafirma la idea de que la gente esperaba aún con gran ansia la aparición de las Brujas orientales.

El deseo de Faraut de mostrar su desacuerdo con los medios occidentales del momento queda patente en la película cuando finalmente el equipo japonés logra la victoria tras una feroz batalla. Daimatsu permanece sentado en el banquillo, como distraído. Las jugadoras corren hacia el entrenador y lo levantan en volandas. Kawanishi, la capitana, a quien el entrenador llamaba “caballo”, hinca la rodilla en el podio con elegancia para recibir la medalla de oro. Podemos ver las radiantes sonrisas y las lágrimas de las jugadoras que se han apoderado de la gloria olímpica con sus propias manos, pese a haber perdido a sus padres en la guerra…

“Cuando vi por primera vez el material de archivo recordé el anime de inmediato. La protagonista soporta y supera las espartanas prácticas del entrenador, de las que va naciendo una técnica sublime de recepción rotatoria, y termina por brillar en el podio. Estos hechos, que parecen de ficción, son reales, hechos en los que se inspiró el anime. Y ese anime cruzó el mar, y muchos niños comenzaron a jugar a vóleibol tras verlo en Europa, y finalmente se convirtieron en jugadores. Los hechos y la ficción circulan más allá de ese tiempo y ese espacio. Es un fenómeno que también forma parte de la leyenda de las Brujas orientales”.

Las jugadoras de Nichibō Kaizuka que ganaron el torneo nacional. (©UFO Production)
Las jugadoras de Nichibō Kaizuka que ganaron el torneo nacional. (©UFO Production)

Texto: Matsumoto Takuya (Nippon.com)

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: ceremonia de entrega de premios de vóleibol femenino en los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964)

©UFO Production ©Urano Chikako•TMS
©UFO Production ©Urano Chikako•TMS

Información de la película

  • Dirección y guion: Julien Faraut
  • Producción: William Jéhannin
  • Fotografía: Yamazaki Yutaka
  • Edición: Andreï Bogdanov
  • Sonido: Léon Rousseau
  • Música: Jason Lytle, K-Raw
  • Dirección de producción: Documentary Japan Inc. (Hashimoto Yoshiko, Tsunoda Ryōko)
  • Año: 2021
  • País: Francia
  • Duración: 100 minutos
  • Distribución: Uzumasa
  • Página web oficial (en japonés): toyonomajo.com

Tráiler

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