GO Journal entrevista a atletas con discapacidad

Urata Rie, una estrella del goalball

Deporte Tokio 2020

La jugadora de goalball Urata Rie capitaneaba el equipo japonés cuando consiguió el primer oro en una disciplina de equipo en unos juegos paralímpicos, en Londres 2012. En la siguiente entrevista esta central mundialmente destacada nos habla en profundidad de las virtudes de su deporte.

Urata Rie URATA Rie

Nacida en 1977 en la prefectura de Kumamoto. Candidata a representar al equipo femenino nacional de goalball de Japón. Juega en posición de central. A los 20 años sufrió retinitis pigmentosa y perdió la visión de ambos ojos. El impacto de dicha experiencia la llevó a aislarse temporalmente, hasta que descubrió su pasión por el goalball. Tan solo tres años después de introducirse en la disciplina, participó en Pekín 2008. Logró el oro en Londres 2012 y quedó quinta en Río 2016. Fue capitana del equipo japonés hasta 2016.

Voces que disipan la inseguridad

En el goalball, dos equipos de tres jugadores se sitúan cada uno en un lado de la pista, de nueve metros de ancho, y lanzan el balón a la portería del equipo contrario, del mismo ancho que la pista. Dicho así puede parecer muy simple, pero en realidad todos los jugadores de este deporte llevan un antifaz totalmente opaco y se guían por el sonido de unos cascabeles que incorpora el pesado balón. Los jugadores deben orientarse en la oscuridad total y captar el máximo de información relevante de entre todos los sonidos que resuenan por la pista y la presencia de las demás personas, con el fin de proteger su portería y marcar goles en la del equipo contrario. Da la impresión de que en este deporte se habla mucho, entre lo que se dicen los jugadores del mismo equipo y las indicaciones que emiten el entrenador y los que están en el banquillo. El público está en silencio, hasta que se marca un gol y explotan en vítores. Me parece muy interesante la tensión que comparten los jugadores con el resto del estadio, incluido el público.

La comunicación es aquello en lo que ponemos más énfasis. Como vamos totalmente a ciegas, escatimar la comunicación nos perjudica, pero ofrecer demasiados detalles también nos trae problemas. Recuerdo que al principio me costó mucho comunicarme adecuadamente en la pista.

¿Es decir que las palabras de los demás jugadores mitigan la inseguridad derivada de la falta de visión?  

El jugador lateral que lanza y los otros dos perciben de forma distinta en qué parte de qué jugador impacta el balón cada vez. No todo se limita a lo que piensa uno mismo; se trata de establecer un consenso entre los tres jugadores para ir afinando la precisión. La interacción con los que están en el banquillo también es clave. Escuchamos cada corrección que nos transmiten y la integramos con nuestras sensaciones en la pista. Una de mis funciones principales como central es ejercer de intermediaria.

Debe de ser una tarea difícil, teniendo en cuenta que la táctica cambia constantemente durante el partido. ¿Cómo lo arreglan cuando las opiniones de los distintos jugadores no coinciden?

Lo más importante es que el que lanza no se desoriente. Lanzar el balón sin ver nada es una tarea extremadamente complicada; una pequeña distracción hace que la trayectoria se desvíe y deriva en fallos como un balón alto. Primero el lanzador calcula la trayectoria de lanzamiento y, después de lanzar, todo el equipo empieza a comunicarse. En la pista se oyen constantemente indicaciones: “La siguiente, por aquí”, “Luego hagamos esto otro”, etc. Si en esos momentos alguno de los miembros del equipo no responde, surgen divergencias de pensamiento y ánimo. Por eso nos aseguramos de responder a todo lo que oímos y comprendemos.

Interpretar la situación mediante los sonidos del partido

¿En qué se centran los entrenamientos?

Aunque es necesario desarrollar la fuerza y la musculatura, lo principal es coordinar las sensaciones. No vemos la pista físicamente, pero aun así la vemos. La vemos sin los ojos. Nos entrenamos en captar los sonidos tirando el balón en distintos puntos para “ver” con precisión, conocer la distancia de punta a punta de la pista contraria y saber dónde están los demás jugadores. La portería mide 9 metros y tiene un número en cada metro. Calculamos las distancias a partir del ruido de las pisadas y la posición desde donde se lanza el balón. En los entrenamientos también deducimos la trayectoria del balón a partir del sonido para saber con qué parte del cuerpo tenemos que pararlo, por ejemplo.

Las personas que ven pueden mantener el equilibrio usando la información visual; las que no ven tienen que fijar siempre el movimiento del cuerpo. Se trata de establecer unos criterios para lograr un rendimiento estable. Por eso es crucial conocer el movimiento del propio cuerpo.

A propósito de lo que ha comentado sobre captar los sonidos, ¿concretamente qué sonidos se captan en un partido?

Los sonidos de las pisadas y la respiración permiten evaluar cómo de cansados están los jugadores. También usamos los sonidos para despistar al contrario como táctica de ataque. Hay jugadores que usan espinilleras u otras protecciones, y el sonido del balón al chocar contra ellos brinda pistas importantes. Durante el partido se oyen muchos sonidos distintos. Cuando empecé a competir, tardé un año en entenderlos (risas).

Una disciplina que afina las sensaciones

Participó en sus primeros paralímpicos en Pekín 2008, tan solo tres años después de iniciarse en el goalball. ¿Qué impresiones se llevó de aquella primera experiencia?

Al principio fue muy impactante. Entre el miedo a cometer errores en una competición tan importante y la impresión de los vítores del público, me sentí abrumada por el ambiente. Tenía el cuerpo rígido y no lograba hacer lo mismo que en los entrenamientos. No oía sonidos que normalmente habría notado, tenía una intensa sensación de estar metida en mi propio mundo y no lograba conectar la antena para captar lo que pasaba a mi alrededor. Cuando me concentro soy capaz de distinguir solo los sonidos que me interesan, pero cuando no los nervios me dominan y los otros sonidos me distraen.

Por lo general, cuando un atleta pasa de los cuarenta no se espera que sus condiciones físicas vayan a ir a mejor; sin embargo, como el goalball es una disciplina en que se entrenan las sensaciones, en su caso todavía siente que puede seguir mejorando, ¿verdad?

Pues sí. Con o sin visión, si voy a por todas, la edad no es ningún impedimento. Aunque gane una medalla de oro, al terminar el partido hay jugadas que no sé cómo se han desarrollado, por lo que nunca tengo la sensación de haberlo hecho todo bien. Eso me permite expandir mis capacidades; por eso creo que en el goalball la experiencia y la afinación de las sensaciones son muy valiosas.

Lo que se descubre cuando los ojos no ven

Repasando sus más de diez años de carrera deportiva, ¿qué puede decirnos de su trayectoria individual o de la evolución del equipo de goalball japonés?

Mi mundo cambió radicalmente cuando descubrí el goalball. La pérdida de la visión me acomplejaba mucho. Tenía una mentalidad muy pesimista; me centraba en todo lo que me impedía mi condición y en el hecho de que no podía hacer lo mismo que los demás. En el goalball, obviamente, la falta de visión no sirve como excusa (risas). Cuando cometes un fallo, no puedes disculparte diciendo “¡Lo siento, no lo he visto!”. No te queda más remedio que enfrentarte a ti mismo. Como no ves, captas los sonidos. Descubres algo que sí puedes ver. En lugar de ser una desventaja, se va convirtiendo en tu punto fuerte. Este deporte me cambió el carácter por completo (risas).

¿Cómo es eso de que le cambió el carácter?

Me volví muy consciente de mis posibilidades. Como no puedo aprender a partir de la observación ni prepararme viendo vídeos del otro equipo, tardo mucho en entrenarme para cualquier cosa. Se trata de un proceso repetido de ajuste en que primero pruebo algo y luego me van corrigiendo. Al participar en ese proceso siento que formo parte de la historia del goalball, y que estoy heredando toda la experiencia acumulada con esa repetición. Los jóvenes de ahora también se benefician de esa experiencia acumulada, por lo que creo que este deporte seguirá desarrollándose a un ritmo cada vez más rápido.

Para que el equipo japonés de goalball mejore su nivel en el futuro, es importante ampliar el número de personas que lo practican. Su testimonio de hoy me hace pensar que el goalball ofrece a las personas con ceguera, tanto congénita como adquirida, la ventaja de afinar las sensaciones. Me pregunto si ese puede ser un factor que contribuya a difundir la disciplina.

Eso pienso yo. Es más, creo que el goalball no tiene por qué limitarse a las personas con discapacidad visual y que vale la pena que los demás también lo practiquen. Algunas escuelas corrientes lo han incorporado en las clases de educación física y, al parecer, ayuda a los niños a comprender la importancia de ser considerados con los demás a la hora de comunicarse. Es un deporte con el que se aprenden muchas cosas, como que cuando llevas el antifaz no puedes responder simplemente asintiendo con la cabeza o que lanzar el balón sin votarlo puede ser peligroso. Es algo crucial en la vida cotidiana. Por eso creo que es importante aumentar el número de jugadores, pero también difundir este deporte entre la población general.

Parece que el goalball permite descubrir muchas cosas que se desconocen cuando se tiene visión. De la conducta de los jugadores en la pista pueden extraerse muchas lecciones importantes para la vida cotidiana, independiente de si se tiene una discapacidad o no, ¿verdad?

En el goalball se aprenden cosas que los que ven no conocen porque no lo necesitan. Sin embargo, cuando no puedes ver con los ojos es cuando empiezas a “ver” aquello que antes ignorabas.

Fotografía: Shintsubo Kenshū 
Entrevista y redacción: Zōshigaya Sen’ichi 
Colaboración: Traducido a partir de un resumen de un artículo de GO Journal.

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