GO Journal entrevista a atletas con discapacidad

Ike Yukinobu, capitán de la selección de rugby en silla de ruedas

Tokio 2020 Deporte

Placajes con todo el peso del cuerpo. Caídas. Jugadores lanzados al suelo con fuerza. Impactos sordos que resuenan por el gimnasio cada pocos segundos. El rugby en silla de ruedas es un deporte tan duro que se conoce también como murderball (balón asesino). Hablamos con el capitán de la selección japonesa, que lideró la victoria del equipo en el mundial de 2018 y ahora se prepara para Tokio 2020.

Ike Yukinobu IKE Yukinobu

Jugador de rugby en silla de ruedas. Nacido en la prefectura de Kōchi en 1980. Empieza a practicar baloncesto en la escuela secundaria. A los 19 años le amputan la pierna izquierda, pierde la sensibilidad del brazo derecho y sufre quemaduras en más del 70 % del cuerpo como consecuencia de un accidente de tráfico. Se pasa del baloncesto en silla de ruedas al rugby en silla de ruedas en 2012. En 2014 se convierte en capitán de la selección nacional y consigue el primer bronce de Japón en los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Gana su primer Campeonato Mundial en 2018.

Tiempo para respirar profundamente

Este año y medio desde que se declaró la pandemia ha sido muy difícil para los deportistas que aspiran a competir en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. ¿Cómo lo has vivido?

Lo que sentí al principio fue, más que nada, un miedo rodeado de incertidumbre, porque no estaba claro cómo de letal era el nuevo coronavirus o hasta qué punto era una amenaza. De la noche a la mañana, me volví más sensible y me di cuenta de lo importantes que eran ciertas cosas que hasta entonces daba por supuestas. Ha sido una temporada de volver a valorar la salud propia y la de familiares y amigos.

Si tuvieras que decir algo bueno que te haya traído este año y medio, ¿qué sería?

Tuve que hacer borrón y cuenta nueva con el calendario que había planeado para alcanzar mi mejor forma física en agosto de 2020. Después de Río 2016, iba con la idea de que tenía que prepararme para 2020 de un tirón, tomando aliento una vez y luego sin aflojar ni un momento. Esta temporada ha sido como una respiración profunda.

¿A qué te refieres?

He asignado un orden de prioridad a muchas cosas que venía valorando, las he reorganizado y me he vuelto a evaluar a mí mismo para armar mi plan de nuevo. Hasta ahora no había podido dedicarme a mi familia todo lo que quería (porque estaba muy ocupado con el rugby). Tenía tan poco tiempo para ellos que solo había podido asistir una o dos veces a actividades escolares como los festivales deportivos de mis chicos, de 11 y 14 años, porque siempre coincidían con mis campeonatos y campus de preparación. Con la pandemia, hemos podido estar más juntos y lo he disfrutado como si fueran unas vacaciones de verano. He tenido tiempo de hacer cosas que nunca había hecho, como limpiar el jardín o sacarme la licencia de barco e ir de pesca, que me encanta. Ya que siempre tiendo a fijarme en lo malo, me propuse esforzarme en cambiar mi vida para bien de cara al futuro.

Creo que mucha gente se lo propuso, pero su conducta no acompañó a sus intenciones, y tal vez ahora muchos sufren por eso.

Para mí el primer mes fue el más complicado. Me costaba asumir la realidad y no logré adoptar una actitud positiva de inmediato. Pero me pasa mucho que, justo cuando la vida me empieza a ir bien, de repente todo se tuerce (ríe). Con el accidente de tráfico, perdí a los amigos, la libertad física y conservé la vida de milagro. Me sometí a más de cuarenta operaciones en dos años y medio. Me decían “Esta es la última vez que pasas por quirófano” o “Con esto se acaban las operaciones”, pero la intervención no salía como debía y volvían a operarme al cabo de poco. No veía el final y me desesperaba cada vez. Cuando al fin me eligieron para participar en un campus de la selección de baloncesto en silla de ruedas y ya veía cerca la posibilidad de competir en campeonatos internacionales, me detectaron un aneurisma en la ingle que me obligó a aparcar el deporte durante un tiempo. Sufrí una fractura por sobrecarga de la que tardé tres años en curarme y que me sumió rápidamente en la desesperanza de no poder ni hacer esfuerzos. Gracias a esas experiencias, aprendí a subir la guardia cuanto mejor me iban las cosas y a reponerme ante las adversidades.

¿Qué dificultades te planteó la pandemia como capitán de la selección japonesa?

Cuando se anunció que se posponía la competición en 2020, todos los miembros del equipo se apresuraron a comentarlo en el chat que tenemos en la aplicación LINE. Me pareció importante compartir lo que pensábamos y sentíamos, así que yo también escribí todo lo que me surgió en ese momento. Es cierto que hubo jugadores que, al no tener tanta facilidad para superar imprevistos, se hundieron psicológicamente y se desmotivaron. Pero en aquel momento pensé que ya estaba bien así. Cada uno tiene su ritmo y forzar a las personas cuando no están preparadas solo consigue que se arrastren, no que avancen. Como todos son jugadores con un nivel suficiente para acceder a la selección nacional y estaba convencido de que tenían la fortaleza necesaria, no forcé la comunicación ni los presioné como capitán.

Un liderazgo buscado a tientas

¿Ha cambiado tu imagen de un capitán de equipo desde que pasaste a liderar la selección nacional en 2014?

He leído muchos libros sobre el tema del liderazgo porque me interesa, pero, personalmente, creo que el líder ideal es aquel que tiene sentido de la justicia, es fiel a su esencia y escucha a todos sin discriminar. Un capitán que tira demasiado y pretende hacerlo todo él impide que los demás se desarrollen y que expresen sus opiniones; al fin y al cabo, por más sobresaliente que sea el capitán, no suple todo lo demás.

¿Ya tendías a tomar el liderazgo desde niño?

Cuando me juntaba con los amigos, puede que sí fuera de los que llevaban la voz cantante. En secundaria fui capitán del equipo de baloncesto y también lo fui una temporada cuando practicaba baloncesto en silla de ruedas. No mantuve siempre el mismo estilo, sino que fui integrando lo que leí en muchos libros y lo bueno que observé en otros líderes, tanteando y probando.

Se acaba de anunciar a los doce miembros que irán a Tokio 2020 y parece que el equipo tiene unas franjas de edad más diversas que en Río 2016, ¿verdad?

Creo que los 12 miembros del equipo para estas paralimpiadas tienen un carácter muy marcado como jugadores. Sí que es verdad que son de edades distintas y que hay más jóvenes que antes. Se nota que fuera de la pista los jóvenes se coartan ante los mayores, así que quiero crear un entorno que les permita expresar lo que sienten más libremente porque pienso que es importante que señalen cosas que los veteranos pasamos por alto. Ya que ellos son los que seguirán después de Tokio, quiero que adopten un papel más activo.

La importancia de lo aprendido sobre el mundo en Estados Unidos

Como preparación para los paralímpicos de Tokio en 2020, trasladaste tu centro de actividad a Estados Unidos y afrontaste el reto de jugar en la liga con un equipo local.

Participé en la liga estadounidense con un equipo del estado de Alabama durante la temporada de octubre de 2018 a abril de 2019. Estaba en el punto álgido de forma física y, con esa dosis de valor que me empujó a salir al extranjero, fue el mejor momento de mi carrera competitiva. Elegí a los Demolition de Lakeshore, el último equipo de la segunda división, que no tenían ninguna posibilidad a menos que yo me esforzara en guiarlos hasta la victoria.

¿Qué aprendiste viviendo en Estados Unidos?

En mi tiempo libre entrenaba solo, iba a comprar, cocinaba… Lo hacía todo por mi cuenta. A veces los compañeros me llevaban de compras y, hablando con distintos jugadores, tuve la oportunidad de pensar en mi carrera profesional y plantearme qué camino debía seguir en el futuro. Eso fue lo mejor. Un jugador sin brazos ni piernas me invitó a ir a comer sushi y me llevó en coche. No veas qué miedo me daba que condujera alguien sin brazos (risas). Pero vi que era muy buen conductor y me tranquilicé. Otro jugador que tenía una discapacidad porque le dispararon en el cuello en la guerra me dijo: “Mis objetivos se han ampliado al tenerte en nuestro equipo”. Descubrí que, dentro de todos los tipos de discapacidades que hay, en realidad podemos hacer cosas que evitábamos o a las que habíamos renunciado por creernos incapaces. Comprobé que podía influir para mejorar las cosas tanto en Japón como en el extranjero. Volver a notar la importancia de mi existencia de aquella manera fue lo que me hizo más feliz de mi estancia en Estados Unidos.

Dada la escasez de jugadores y equipos en el país, los jugadores de rugby en silla de ruedas de Japón no tienen más remedio que demostrar su voluntad de crear un entorno en el que puedan aprender mutuamente de los deportistas extranjeros. ¿Qué mensaje quieres hacer llegar a los jóvenes que vendrán después de ti?

Es más importante conocer y entender la realidad social que el rugby. Aunque formemos parte de la selección nacional, el entorno del deporte paralímpico y del rugby es muy reducido y no representa más que una parte minúscula de la sociedad. Salir fuera y ver cosas ajenas acaba beneficiando a otras personas también. Aunque podamos acceder a toda la información que queramos por internet, es importante ir a los lugares en persona, oír las voces y notar las sensaciones. Ahora que en Japón tenemos un entorno bien preparado para el rugby, me gustaría que los jóvenes abordaran retos como contribuir a la difusión de nuestro deporte, por ejemplo en los países en desarrollo.

(Esta entrevista se incluyó originalmente en japonés en el número 5 de GO Journal, publicado el 24 de agosto de 2021.)

Fotografía: Ninagawa Mika.
Entrevista y redacción: Zoshigaya Sen’ichi.
Colaboración: Traducido a partir de un resumen de un artículo de GO Journal.

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