Las principales ceremonias de entronización, en octubre y noviembre

Sociedad

En otoño se escenificarán las principales ceremonias que marcan la sucesión al trono imperial de Japón. La equivalente a la ceremonia de coronación de otros monarcas tendrá lugar el día 22 de octubre, y el 14 de noviembre el nuevo Emperador protagonizará un ritual sintoísta que se realiza una sola vez en cada reinado: el Daijōsai.

Al más puro estilo Heian

En anteriores ocasiones, las principales ceremonias relacionadas con la sucesión al Trono del Crisantemo venían difiriéndose cerca de un año. Esto era así porque la sucesión ocurría tras la muerte del Emperador anterior, lo que obligaba a iniciar los preparativos después de haber respetado el año de luto. Pero esta vez la sucesión se ha producido mediante abdicación y esto permite realizar las ceremonias más importantes dentro de un mismo año.

Entre todas las solemnidades programadas, la más destacada será la llamada sokuirei seiden no gi (literalmente, “rito en el salón principal para la ceremonia de entronización”, aproximadamente equivalente a la coronación), que se celebra como ceremonia de Estado. Tendrá lugar el día 22 de octubre, que será no laborable, en el Matsu-no-ma o Salón de los Pinos, la más excelsa de las estancias del Palacio Imperial. El ceremonial será idéntico al que nos transmiten las pinturas de rollo del periodo Heian (794-1185) y si nos dejamos guiar por su anterior edición (1990), resultará aproximadamente como sigue:

Ataviado con su sokutai (ropa de etiqueta del Emperador y los nobles de la Corte a partir del periodo Heian) el monarca ascenderá al takamikura, desde donde se proclamará oficialmente nuevo Emperador. El takamikura, trono imperial japonés, conserva la misma forma y función que ha tenido desde el referido periodo histórico. El actual takamikura fue construido en 1915 para la ceremonia de entronización del emperador Taishō (conocido en el extranjero como Yoshihito). Alcanza una altura de 6,5 metros y el conjunto tiene un peso de ocho toneladas. La consorte, por su parte, ataviada con su jūni-hitoe, se colocará en el michōdai, un trono con dosel más pequeño que el takamikura. Los otros integrantes adultos de la familia imperial estarán presentes en el acto, con sus preceptivas ropas de época. Entre los presentes en la ceremonia habrá representantes de 195 países, 30 más que en la anterior entronización, situándose el número total de invitados nacionales y extranjeros en los 2.500, frente a los 2.200 de 1990. El patio ajardinado que precede al Matsu-no-ma estará lleno de coloridas banderolas, ante las cuales harán guardia los funcionarios de la Agencia de la Casa Imperial, vestidos igualmente de época y armados con espadas y arcos.

El controvertido banzai del primer ministro

Tras las palabras del Emperador vendrán las del primer ministro, Abe Shinzō quien felicitará al nuevo monarca por su entronización e invitará a los asistentes a entonar el triple banzai (literalmente, “10.000 años”) de congratulación. La de 1990 fue la primera ceremonia de este género realizada después de la Segunda Guerra Mundial y sus preparativos vinieron acompañados de no pocas disensiones, que se centraron en tres puntos: la ropa que debería llevar el primer ministro, el lugar desde el que debería ser lanzado el banzai y las palabras con que debería exhortarse a pronunciarlo al resto de los invitados.

En la ceremonia de entronización del emperador Shōwa (Hirohito), realizada todavía bajo la Constitución Meiji, el entonces primer ministro Tanaka Giichi, vestido a la japonesa, había pronunciado su discurso tras presentarse como “vasallo” del Emperador y, después de salir del salón y bajar al patio, con su mirada elevada siempre en dirección al trono, había entonado el “¡Tennō Heika Banzai!” (“¡Viva su majestad el Emperador!”). Se llegó a un enfrentamiento entre los conservadores, que exigían respeto a la tradición, y la oposición parlamentaria, que sostenía que aquello no se avenía bien con el espíritu de la nueva Constitución, que establecía la soberanía popular. Tras considerarlo detenidamente, el Gobierno y la Agencia de la Casa Imperial decidieron que el entonces primer ministro, Kaifu Toshiki, fuera vestido de frac, al estilo de los actos de Estado protagonizados por el Emperador, y desde el propio Matsu-no-ma pronunciase las palabras de felicitación y el banzai, que fue precedido de la frase “Conmemorando su entronización…”, que precisaba la ocasión del grito. Se cree que Abe se guiará por este modelo.

Concluida la ceremonia, de unos 30 minutos de duración, los Emperadores se cambiarán de ropa y, vestidos ya a la occidental, recorrerán en su coche descubierto los 4,7 kilómetros que separan el Palacio Imperial del de Akasaka (antiguo Palacio de Tōgū), donde residen. El desfile, que es en sí mismo una ceremonia oficial, servirá para propagar la buena nueva. En 1990, fueron 44 los vehículos que formaron la comitiva y cerca de 120.000 las personas que se congregaron para saludar al Emperador.

El Emperador Akihito, saluda a los congregados en la avenida de Aoyama (Tokio) durante el desfile posterior a la ceremonia de entronización, el 12 de noviembre de 1990. (Jiji Press)
El Emperador Akihito, saluda a los congregados en la avenida de Aoyama (Tokio) durante el desfile posterior a la ceremonia de entronización, el 12 de noviembre de 1990. (Jiji Press)

Un rito celebrado una sola vez en cada era

Entre todas las ceremonias que comporta la sucesión al trono, la que más controversia causó fue la Daijōsai, en la que el nuevo Emperador reza por la paz del país y por el éxito de la cosecha. Si bien es un rito aparatoso que se realiza una única vez cada reinado, por su propósito es prácticamente igual al Niinamesai que han celebrado anualmente en el Palacio Imperial los sucesivos emperadores a lo largo de la historia. Su fuerte carácter religioso llevó el pasado otoño al propio príncipe Akishino, hermano del nuevo emperador, a plantear durante una rueda de prensa si era apropiado utilizar en él fondos públicos. Su alteza añadió que estos ritos, de suyo, debían llevarse a cabo considerando las posibilidades de gasto de la institución imperial. Sus palabras tuvieron gran repercusión.

El Daijōsai comenzará la tarde del 14 de noviembre y continuará durante la noche. Como en la anterior ocasión, tendrá lugar en el Daijōkyū, un complejo arquitectónico que se construye expresamente para este ritual sintoísta en la sección oriental del Palacio Imperial. A la tenue luz del atardecer, el Emperador entrará vestido en sus impolutos ropajes blancos en la parte del Daijōkyū llamada Yukiden, una construcción a modo de santuario. Estarán presentes la Emperatriz, vestida igualmente con su blanco jūni-hitoe, y el resto de la familia.

El complejo arquitectónico Daijōkyū, que se construye ad hoc en el sector oriental del Palacio Imperial para el rito sintoísta del Daijōsai. La fotografía se tomó tras su construcción para el rito de noviembre de 1990. (Jiji Press)
El complejo arquitectónico Daijōkyū, que se construye ad hoc en el sector oriental del Palacio Imperial para el rito sintoísta del Daijōsai. La fotografía se tomó tras su construcción para el rito de noviembre de 1990. (Jiji Press)

El Emperador penetra solo en el sanctasanctórum, iluminado por las lámparas votivas, y toma asiento frente al lugar donde se aposenta la divinidad. Allí, presenta a Amaterasu, deidad considerada origen del linaje imperial, y al resto de los dioses, ofrendas de arroz, vinos de arroz blanco y negro, oreja de mar cocinada y otros alimentos. Seguidamente, lee en voz alta el o-tsugebumi, escrito en el que da las gracias por la paz dispensada al país y a su gente, y pide por su continuidad. Finalmente, celebra el rito del Naorai, en el que recibe los mismos alimentos y bebidas que acaba de ofrendar.

Akihito se dirige al Sukiden seguido por los chambelanes del Palacio, que lo cubren con una sombrilla adornada con el hōō (ave fénix de la mitología oriental). Fotografía tomada el 23 de noviembre de 1990 en el sector oriental del Palacio Imperial. (Jiji Press)
Akihito se dirige al Sukiden seguido por los chambelanes del Palacio, que lo cubren con una sombrilla adornada con el hōō (ave fénix de la mitología oriental). Fotografía tomada el 23 de noviembre de 1990 en el sector oriental del Palacio Imperial. (Jiji Press)

Cumplido el ritual, que dura tres horas, el Emperador se toma un descanso. Esa misma noche, antes de que amanezca, tendrá que repetirlo en el Sukiden, otra de las secciones del complejo. El rito hunde sus raíces en la cultura agrícola del país.

La autoridad desmiente una popular teoría sobre la deificación

Pero estamos hablando de un rito secreto que el Emperador lleva a cabo dentro de las paredes del edificio y al que no se da ningún tipo de publicidad. El hecho de que dentro de dicho edificio haya un lecho ha dado motivo a la divulgación de diversos rumores, entre ellos el que dice que “el nuevo emperador duerme con la deidad y adquiere así la naturaleza divina”. Saliendo al paso de estos rumores, con motivo de la última celebración del rito, la Agencia de la Casa Imperial aclaró que el lecho se provee para descanso de la deidad Amaterasu, que no tiene sábanas ni nada que se le parezca y que el Emperador no se sirve de él, negando así la popularizada idea de que el Daijōsai es el rito por el que el Emperador se hace divino.

Actualmente, ninguna ley hace mención a este rito. Antes de la guerra, quedaba recogido en la Ley de la Casa Imperial, pero cuando esta se reformó tras la contienda, la mención fue eliminada. La última vez que se celebró el rito, en 1990, el Gobierno desestimó convertirlo en ceremonia de Estado fundándose en el principio constitucional de separación de religión y Estado, según el cual el Estado no puede llevar a cabo ninguna actividad religiosa. Aun así, el Gobierno juzgó que, “la Constitución establece el carácter hereditario de la dignidad imperial” y que “el Daijōsai (que comenzó en el siglo VII con el emperador Tenmu) es la ceremonia tradicional de sucesión al trono y tiene carácter público, por lo que debe permitirse que se usen para ella fondos públicos pese a su carácter religioso”. De esta forma, el Daijōsai se ha convertido en un acto oficial de la Casa Imperial, que queda cubierto con el presupuesto que se le asigna.

El príncipe Akishino entiende que la ceremonia debería costearse con una partida ya asignada a los gastos de la familia imperial, y no con un presupuesto ad hoc, y sus declaraciones causaron un cierto impacto. Además, se informó de que el príncipe había presentado a la Agencia de la Casa Imperial una propuesta muy concreta para dejar de construir cada vez el edificio y utilizar en su lugar las instalaciones ya existentes donde se viene celebrando el rito anual, lo que significaría gastos mucho menores.

Por su parte, la agencia ha decidido reducir en un 20 % la escala de la ceremonia, utilizar materiales prefabricados en ciertos elementos, sustituir los tejados de paja que cubrían el Yukiden y el Sukiden por tejados de tabla de madera y dejar en 700 el número de invitados, 200 menos que la última vez. Sin embargo, tanto los costes de personal como los de materiales se han incrementado mucho y el total de la próxima ceremonia se elevará a 2.700 millones de yenes, 470 millones más que la anterior.

En su origen, el Daijōkyū era una estructura mucho más modesta, pensada para acoger una celebración especial de una sola noche y ser desmontada inmediatamente después. Pero el Daijōkyū de los últimos tiempos es muy similar al que se utilizaba bajo la anterior Constitución, cuando se divinizó la figura del Emperador, y ocasiona gastos enormes, pese a lo cual personas que estuvieron presentes como invitados han declarado que, si bien pudieron sentir el peculiar ambiente que rodeaba la ceremonia, “no se veía nada, hacía frío y muchos invitados se volvieron sin esperar al final”. La ceremonia volverá a realizarse sin que se haya conseguido elevar el grado de aceptación de la misma por parte de la ciudadanía.

Fotografía del encabezado: sus majestades los Emperadores Akihito y Michiko ocupan sus lugares de honor en el salón Matsu-no-ma durante la ceremonia en que se hizo pública su entronización, el 12 de noviembre de 1990. A la izquierda puede verse al entonces primer ministro Kaifu Toshiki elevar los brazos mientras entona el “¡Banzai!”. (Jiji Press)

Casa Imperial Emperador Naruhito