El mar y el plástico

Tsushima, dique de contención de la basura marina

Sociedad Naturaleza

Tsushima es una isla japonesa de 30.000 habitantes aproximadamente equidistante de Kyūshū (Japón) y de la península coreana. La belleza de sus costas está ahora amenazada por las ingentes cantidades de basura de plástico que trae el mar desde el continente. ¿Qué hacer con esta sociedad en la que todos vivimos, que produce, consume y desecha plástico sin medida?

Un puerto muy bonito… lleno de bolsas negras

Es mayo. El cielo está completamente despejado y las aguas de la bahía se muestran azules y transparentes. Del horizonte dibujado por los montes próximos a la costa, recubiertos del intenso verde propio de la estación, llega de vez en vez el trino del ruiseñor. En el puerto, de serenas aguas, puede verse cómo una tripulación aborda un pesquero de tamaño medio, que se hace a la mar.

Alargada de norte a sur, la isla de Tsushima (prefectura de Nagasaki) emerge en el mar del Japón a unos 120 kilómetros al noroeste de la ciudad de Fukuoka. Solo 49,5 kilómetros la separan de la ciudad de Busan, en la zona suroriental de la península coreana. Su cercanía al continente asiático ha hecho históricamente de esta isla una vanguardia de la diplomacia japonesa, pues por ella pasaban las misiones o embajadas que Japón envió en la antigüedad a la China Sui y al reino coreano de Silla, entre otros destinos. Entre el siglo XII y el periodo Edo (1603-1868), la isla estuvo regida por el clan de los Sō. Cuando, en el siglo XVI, las relaciones nipo-coreanas quedaron cortadas como consecuencia de las invasiones de la península comandadas por Toyotomi Hideyoshi, los Sō hicieron todo lo posible por restituirlas.

Una de las áreas del puerto de Tsushima, que tan importante papel ha tenido en la historia como punto intermedio entre Japón y el continente, está ocupada ahora por 60 grandes bolsas de plástico negro, todas repletas de basura recogida del mar por los pescadores locales. Un panorama que se aviene muy mal con la belleza del puerto.

Bolsas de basura marina en el puerto de Tsushima.
Bolsas de basura marina en el puerto de Tsushima.

El problema de la basura marina afloró en los años 90, fruto del rápido aumento de la proporción de objetos de plástico en la vida diaria de la gente. Las masas de basura que deambulan por los mares del mundo no han hecho más que crecer y se vaticina que para 2050 su volumen total superará ya al de toda la masa de seres vivos que habitan el medio marino (informe del Foro Económico Mundial 2016).

La basura marina incluye la arrastrada por las corrientes a nivel superficial, la sedimentada en los fondos y la varada en las costas. Aunque científicamente estamos todavía lejos de tener una imagen de conjunto, sabemos que, a grandes rasgos, la basura que llega a nuestras playas son desechos no biodegradables en el ecosistema y que, a través de los ríos, son vertidos al mar antes de ser devueltos.

Clasificación de la basura marina.
Clasificación de la basura marina.

Según una asamblea formada en la ciudad de Tsushima cuyo objeto es impulsar medidas a nivel local para luchar contra esta lacra, aunque el volumen anual de residuos sólidos depositados en sus costas se estima entre 12.000 y 15.000 metros cúbicos, durante 2018 solo pudieron ser retirados 8.500. Un 35 % de esta “cosecha” fue de espuma de poliestireno, un 20 % de plásticos, algo menos del 30 % de madera y algo menos del 10 % de redes y sogas. Según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente correspondiente a 2016, un 17 % de los envases PET llegados a Tsushima eran de fabricación china y un 25 %, surcoreana. Los envases japoneses representaron el 23 %.

Una costa muy bella en otros tiempos

Las costas de la isla de Tsushima, que parece flotar en medio de un bonito mar, son muy recortadas. A muchos puntos es imposible llegar si no es en barco, por lo que la Sección de Medidas Medioambientales del municipio ha tenido que encargar la recogida de estos objetos a las cooperativas de pescadores, a cambio de una remuneración. Así, una vez al año, todos los pescadores de las 34 áreas en que está dividida la costa oeste de la isla, donde operan diez cooperativas, se entregan a la faena de limpieza.

“Las costas que hemos confiado a las cooperativas son de difícil acceso incluso en barco. Además de acercarse a todos los rincones, tienen que bajar de los barcos, recoger la basura y cargarla, así que es una labor bastante pesada”, explica Sharikura Masashi, de dicha sección municipal.

Sharikura Masashi, de la Sección de Medidas Medioambientales del Ayuntamiento de Tsushima.
Sharikura Masashi, de la Sección de Medidas Medioambientales del Ayuntamiento de Tsushima.

Sharikura nació y creció en la aldea de Sasuura, en la parte meridional de la costa oeste. Durante generaciones, sus antepasados han sido sacerdotes del santuario sintoísta de Komodahama. En este santuario descansan las almas de los señores feudales de Tsushima y sus vasallos, los mismos que en el siglo XII hicieron frente al intento de invasión mongola. Los días con mejor visibilidad es posible distinguir en el horizonte las costas de Corea. Las de Sasuura están plagadas de desperdicios. Sharikura los señala con el dedo.

“Desde niño me he bañado muchas veces en estas aguas y antes no había ni rastro de toda esta basura. El asunto empezó a ponerse feo hace algo más de 10 años”, afirma.

En 2009 Japón se dotó de una ley para promover el tratamiento de los residuos marinos varados en las costas y desde 2010 tanto el Estado central como las prefecturas (provincias) del país otorgan subvenciones para llevar a cabo actividades de limpieza. Tsushima, el municipio japonés donde la situación es más grave, recibió cerca de 500 millones de yenes, equivalentes al 10 % de todas las subvenciones otorgadas en el país. Pero durante los siguientes años estas subvenciones han sido progresivamente recortadas y en 2018 solo llegaron a Tsushima 290 millones de yenes. Al principio, la subvención era suficiente para costear toda la recogida, pero hoy en día un 10 % del costo total tiene que partir de los presupuestos municipales.

“Solo podemos recoger aquello que podemos cubrir con el presupuesto. Si nos quitan las ayudas, una parte de la basura recogida se queda apilada en las costas”, explica Sharikura.

El funcionario comenta que el contenido de la basura marina es un reflejo de los fenómenos climáticos experimentados en el mundo, lo cual se ve, por ejemplo, en el aumento de restos de árboles cuando Asia sufre inundaciones.

Las basuras marinas de Tsushima son en su mayoría materiales que llegan desde fuera, arrastrados por las corrientes, sean procedentes del continente o de otras áreas de Japón, un hecho que, según Abiru Takahito (48 años), que fue segundo responsable de la sección hasta marzo de 2019, no siempre es bien comprendido por las autoridades estatales.

“Cuando se pusieron en contacto con nosotros desde el Ministerio de Medio Ambiente para decirnos que nos recortaban la subvención”, explica, “el encargado argumentó que el Ministerio de Finanzas les había señalado que en Tsushima las cosas no habían mejorado nada. Pero lo que nos llega desde fuera de isla no es algo que nosotros podamos controlar aquí, por mucho que nos esforcemos”.

La basura marina no deja de llegar y depositarse en las costas. El Ayuntamiento de Tsushima está haciendo todo cuanto está a su alcance.

Cómo comprometer en la solución del problema a las generaciones futuras

La gravedad del problema está fuera de duda. Pero no es menos cierto que esta realidad a veces escapa a los ojos de los habitantes de la isla.

“A las playas de recreo a las que acuden los niños para bañarse también llega la basura, pero de allí es más fácil retirarla, así que se conservan en buen estado. Pero donde se acumula la basura es en las zonas más recónditas de la costa, adonde solo es posible acercarse en barco, y a esos parajes los niños ni se acercan”, comenta Abiru.

Se ha propuesto también organizar excursiones en autobús y barco a estas partes, pero suponen un costo económico y los niños siguen teniendo pocas ocasiones de conocer el problema.

En Tsushima, la proporción de ancianos roza ya el 40 % de la población. Los ocupantes de los autobuses de línea que transitan las carreteras que serpean entre las colinas y la costa de esta accidentada isla suelen ser también de edad avanzada. En realidad, es comprensible que la mayor parte de la gente, que hace su vida cotidiana sin necesidad de acercarse a las costas y que no suele ver la basura marina que se acumula en ellas, no dedique demasiado tiempo a pensar en el problema.

En lo concerniente al tema de la basura, Tsushima afronta, además, un problema de civismo. Tras el preámbulo de que probablemente sea solo una pequeña parte de la población la que se comporte de esa forma, Sharikura señala el problema de los vertidos ilegales de basuras, que van desde los grandes electrodomésticos que se dejan discretamente en las zonas de montaña, a las latas y envases de plástico que se arrojan en cualquier lugar.

Así las cosas, se están promoviendo iniciativas para conseguir que las generaciones más jóvenes piensen seriamente en el desafío que representa la basura marina. La asociación Tsushima CAPPA, que lleva a cabo actividades de conservación del medio costero y marino, ofrece un programa educativo para interesar a los jóvenes en el problema.

Una de estas actividades es la “Nikkan kaigan sōji festa in Tsushima” (“Fiesta de limpieza costera nipo-coreana en Tsushima”). Todos los años, la isla recibe a un grupo de estudiantes del departamento de Japonés de la Universidad de Lenguas Extranjeras de Busan (Corea del Sur), que unen sus fuerzas a las de los alumnos de los tres institutos de bachillerato de la isla para recorrer sus playas y recoger la basura marina que se acumula en ellas. La séptima edición de esta actividad se ha realizado el 9 de junio de 2019. Los jóvenes de estas dos áreas que tienen una larga historia en común, muestran así su compromiso común con un reto, el de la basura marina, que tiene ya proporciones mundiales.

En enero de 2019, por primera vez, un grupo de 36 estudiantes de bachillerato de la isla visitó Busan para participar en un taller sobre basura marina con universitarios de la ciudad. Tsushima, que solo tiene 30.000 habitantes, recibe todos los años a unos 400.000 turistas surcoreanos. A su regreso, los estudiantes comentaron cosas como que también los coreanos están enfrentándose al problema de las basuras a la deriva, o que el hecho de ser una isla pequeña es precisamente lo que puede llevar a unir fuerzas, impresiones que delatan que conocer cómo son los hábitos de vida de los coreanos y contemplar su propia isla desde otra perspectiva les ha permitido buscar soluciones al problema con más ahínco y determinación.

Tsushima, miniatura de un gran problema

Otra iniciativa de Tsushima CAPPA es el Trunk Museum (“Museo en Maletas”), una actividad itinerante que recorre las escuelas de primaria con maletas llenas de basura marina e información. El presidente de la asociación, Suenaga Michinao (48 años), afirma que entrar en comunicación con los niños es un medio para poder llegar a compartir este problema también con los padres.

Una vez que el museo itinerante se presentaba en una de las escuelas de primaria, la de Ōfunakoshi, se habló de que la basura marina no solo es la que vemos afluir a nuestras costas: también hay basura que nace de nuestras actividades y que acaba ensuciando países situados al otro lado del mar. Cuando oyeron aquella explicación, los alumnos de la escuela respondieron montando un pequeño sketch teatral. Los niños asumieron el papel de las basuras de Japón, China, Rusia, Corea del Sur y otros países, para deambular por un imaginario mar o arribar a alguna costa, representando también a la parte receptora. La historia, en la que los niños nos hacen pensar sobre el problema de la basura marina asumiendo papeles opuestos, sacudió el corazón de los espectadores adultos. A raíz de esto, Tsushima CAPPA recibió de parte de grupos femeninos de las cooperativas de pescadores y de otros colectivos peticiones de visita del museo itinerante y de conferencias informativas.

“Yo creo que el problema de la basura marina se parece mucho al de la paz mundial, sobre el que no nos concienciamos hasta que ocurre algún incidente armado. Hasta que no tenemos el problema encima, nadie se mueve”, dice enfáticamente Suenaga.

Suenaga Michinao, presidente de la asociación Tsushima CAPPA.
Suenaga Michinao, presidente de la asociación Tsushima CAPPA.

Suenaga entiende que ni siquiera los vecinos de Tsushima, que por su ubicación actúa como dique de contención de la basura marina que llega a Japón, tienen una conciencia demasiado formada sobre el problema que representa el consumo de materiales plásticos. Con mayor razón, los pobladores de urbes tan lejanas como Tokio u Osaka pueden permitirse vivir sin tener que pensar nunca en que ellos mismos están contribuyendo a producir basura marina.

“Cumplir las normas establecidas por los Gobiernos locales sobre clasificación de basuras no es suficiente para acabar definitivamente con el problema de las basuras urbanas. En este tema estamos implicados todos y la situación es crítica. Lo que nos planteamos nosotros es cómo compartir con todos los habitantes de Tsushima esta realidad, y cómo lanzar un mensaje claro al exterior. Esa es nuestra preocupación de cada día”, manifiesta Suenaga.

Tsushima es una versión reducida de la sociedad del plástico en la que todos vivimos. Y su caso debería servirnos para reconsiderar seriamente nuestra costumbre de consumir y desechar este material.

El bello mar de Tsushima.
El bello mar de Tsushima.

Todas las fotografías, tanto las que acompañan el texto como la del encabezado, son del autor.

(Traducido al español del original en japonés)

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