El legado recuperado de Kaneko Misuzu

Kaneko Misuzu: dios en una pequeña abeja

Literatura Cultura

Kaneko Misuzu extendió sus poéticas alas desde lo más pequeño que escapa a la vista, hasta las inmensidades del cielo y el universo. Al mismo tiempo, supo describir con palabras sencillas las interioridades del alma humana inspirándose en sus quehaceres cotidianos y en la observación de las vidas de los demás.

Lo divino en todo

HACHI TO KAMI-SAMA

Hachi wa o-hana no naka ni,
o-hana wa o-niwa no naka ni,
o-niwa wa dobei no naka ni,
dobei wa machi no naka ni,
machi wa Nihon no naka ni,
Nihon wa sekai no naka ni,
sekai wa kami-sama no naka ni.

Sōshite, sōshite kami-sama wa
chiicha na hachi no naka ni.

UNA ABEJA, UN DIOS

La abeja está en la flor,
la flor en el jardín,
el jardín rodeado por el muro,
el muro en la ciudad,
la ciudad en Japón,
Japón en el mundo,
el mundo en Dios.

Y... y Dios,
en la pequeña abeja.

(Traducción de Yumi Hoshino y María José Ferrada publicada en El alma de las flores. Antología poética bilingüe, Satori Ediciones, 2019.)

La lectura de este poema nos llena de gozo, pues nos transmite una sensación muy real de que lo divino no es algo que se encuentre en un lugar lejano, apartado de nosotros, sino dentro de todas las cosas, incluidos nosotros mismos.

Para Kaneko Misuzu todos los seres de la Tierra, tanto los animales y vegetales como los minerales y el resto de las cosas inertes, son existencias igualmente importantes que se sostienen unas a otras y “viven” en comunidad. De una mentalidad antropocéntrica nunca podrá surgir una idea así.

Una vez que tomé en la mano una hoja de caqui que acababa de caer del árbol tuve la extraña sensación de estar elevándome en el cielo y contemplando la Tierra desde las alturas. En una pequeña hoja caída, como si de una fotografía aérea se tratara, se veían un río grande y apacible con sus numerosos afluentes y el contorno de una tranquila ciudad.

De no haberme topado con este poema de Misuzu, quizás nunca habría conocido esa sensación. Leyéndolo, esa afirmación de que el todo está en la parte y la parte en el todo me pareció perfectamente creíble.

Pese a que el ser humano no es más que una parte de la Tierra, tiende a engreírse y a decir cosas como que su actuación es chikyū ni yasashii (traducción al japonés del inglés “earth-friendly”), pero yo veo un gran error en esa actitud. Más bien, es la Tierra la que es friendly con nosotros, pues nos hace el favor de permitir que sigamos viviendo en ella.

Se dice que los indígenas del continente americano consideraban que el mundo en el que vivían lo habían tomado prestado de sus descendientes. Cada vez que leo los poemas de Misuzu siento que ya es hora de que asumamos ese mensaje, grabándolo profundamente en nuestro corazón.

Aceptación total

KODAMA DESHŌ KA

«Asubō» tte iu to
«asubō» tte iu.

«Baka» tte iu to
«baka» tte iu.

«Mō asubanai» tte iu to
«asubanai» tte iu.

Sōshite, ato de
samishiku natte,

«gomen ne» tte iu to
«gomen ne» tte iu.

Kodama deshō ka,
iie, dare demo.

ERES UN ECO

Si digo «¿Vamos a jugar?»,
dices «Vamos a jugar».

Si digo «¡Tonto!»
dices «Tonto».

Si digo «¡No quiero seguir jugando!»,
dices «No quiero seguir jugando».

Luego, me siento sola.

Digo «Lo siento»,
dices «Lo siento».

¿Eres un eco?
No, eres todo el mundo.

(Traducción de Yumi Hoshino y María José Ferrada publicada en El alma de las flores. Antología poética bilingüe, Satori Ediciones, 2019.)

El eco encuentra una analogía dentro de la experiencia primigenia humana en el latido de los corazones de la madre y la criatura que alberga. Ese darse noticia mutua, esa alegría recíproca por la existencia, la seguridad de querer y ser querido, de que los corazones resuenan sincronizadamente, es lo que permite que nazcamos como humanos.

Por eso, el eco es el acto humano más sagrado.

Cuando su hijo se cae y dice que le duele, lo que hace cualquier padre o madre es no contradecirle, aceptar ese dolor y repetir esas mismas palabras. Pero al mismo tiempo debemos reconocer que, en la edad adulta, tendemos a anteponer nuestros propios argumentos a esa aceptación omnímoda del dolor o la tristeza del otro. En vez de actuar de caja de resonancia y amparar ese grito de dolor, acabamos respondiendo que no será para tanto, o que no se llora.

El niño que nos ha nacido en la confianza de que teniendo esos padres podrá ser amado, se encuentra entonces con que esos adultos que deberían amarlo rechazan unilateralmente su grito de dolor. ¿Qué puede hacer con ese daño recibido al sentirse rechazado?

Tengo la impresión de que Misuzu nos dice que amar es afrontar la relación con la persona querida como es debido, aceptando también sus dolores y sus tristezas íntegramente, como si fueran propios.

Vivir en los corazones

MAYU TO O-HAKA

Kaiko wa mayu ni
hairimasu.
Kyūkutsu sō na
ano mayu ni.

Keredo, kaiko wa
ureshikaro,
chōcho ni natte
toberu no yo.

Hito wa o-haka e
hairimasu,
kurai samishii
ano haka e.

Soshite, ii ko wa
hane ga hae,
tenshi ni natte
toberu no yo.

EL GUSANO DE SEDA Y LA TUMBA

El gusano de seda
en su capullo se mete.
En ese angosto
e incómodo capullo.

Aun así el gusano
estará contento,
pues podrá volar
hecho mariposa.

También la gente
se mete en su tumba,
en esa oscura
y solitaria tumba.

Que a los niños buenos
alas les salen
y hechos angelitos
podrán volar.

“¿Sabes? Los gusanos de seda no se hacen mariposas cuando son mayores”, me enseñó una niña pequeña que tarareaba el poema. Efectivamente, tampoco en su etapa adulta puede el gusano de seda volar por el cielo. Y no solo eso: muchos de ellos ni siquiera consiguen llegar a su etapa adulta, pues son criados por los humanos para extraerles la fibra de su envoltorio y terminan sus días dentro de él. Y quizás por eso Misuzu quiso al menos convertir en mariposas y hacer volar por el cielo a aquellos gusanillos cuyas vidas se truncaban en el capullo. También los humanos al morir somos introducidos en oscuras y solitarias tumbas. Pero una vez nacidos en este mundo, muramos a la edad que muramos, podemos seguir vivos en el corazón de las personas que hemos encontrado durante nuestra vida. Misuzu canta a los niños buenos, pero cualquier niño que haya recibido la vida de sus padres es un niño ya suficientemente bueno. Lo eres tú y lo soy yo. Viéndolo así, morir ya no parece tan terrible.

El maestro Saijō Yaso recogió este poema en términos muy elogiosos (“probablemente una obra maestra”) en su ensayo Shimonoseki no ichiya: Naki Kaneko Misuzu no tsuioku (La noche de Shimonoseki: Recuerdos de la difunta Kaneko Misuzu).

Me gustaría que esta serie de artículos sirviera para que el mayor número de personas de todo el mundo se acerque a la obra de Misuzu.

(Los originales de los poemas son los que aparecen en la ediciónKaneko Misuzu dōyō zenshū de JULA Publishing Bureau. Las traducciones al español de “Hachi to kami-sama” y “Kodama deshō ka” son de Yumi Hoshino y María José Ferrada, enEl alma de las flores,antología poética bilingüe, Satori Ediciones, 2019. La de “Mayu to o-haka”, del autor de esta traducción, Javier de Esteban Baquedano. Las fotografías son cortesía de la Asociación para la Preservación del Legado de Kaneko Misuzu. Ilustración: moeko)

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