Agricultura japonesa de clase mundial en la nueva era

El renacer de un legendario campo de té verde de Uji con ocho siglos de historia

Gastronomía Cultura

La fama de Uji como una zona productora de té verde no ha menguado en siglos. Por desgracia, ciertos elementos se han perdido en el tiempo. Uno de ellos son los siete campos de té verde conocidos como “Shichi-meien”. Seis de ellos han desaparecido, pero se cree que existe la posibilidad de que otro haya sobrevivido.

Las reliquias de los campos Shichi-meien encontradas por casualidad

Hace algunos años, Matsubayashi Toshiyuki, alfarero de cerámica asahiyaki, el único taller de Uji, encontró un viejo árbol de té en la parte posterior de su taller mientras caminaba por la vereda Kotozaka que conduce al templo Kōshōji.

Este apasionado del té, quien ya estudiaba sobre las infusiones naturales y el té de China con la profesora Horiguchi Kazuko, habló con ella sobre este descubrimiento. Ambos se ilusionaron pensando que, si se trataba de un árbol antiguo, era viable producir hojas de té de buena calidad. Se dirigieron de inmediato al templo para negociar la posibilidad de producir un té verde con esas hojas.

“El templo aceptó mi solicitud con alegría y sin contratiempos. En ese momento, no tenía idea de la existencia de los Shichi-meien”, recuerda Matsubayashi. Tampoco sabía que los encargados del templo habían cuidado con esmero los árboles ni que tenían intenciones de reproducirlos.

La historia del té verde de Uji se remonta al periodo Kamakura (1185-1392) cuando Eisai, monje fundador de la secta Rinzai del budismo zen, entregó al monje Myōe, del templo Kōsanji (Toganoo), semillas de un árbol de té que trajo desde China.

En el periodo Muromachi (1336-1573), el shogun Ashikaga Yoshimitsu, practicante de la ceremonia del té, ordenó el establecimiento de siete campos de té verde en Uji. Desde entonces, este lugar se consolidó como una región productora. Los nombres de los siete campos eran: Mori, Hō, Umonji, Kawashita, Okunoyama, Asahi y Biwa. Hasta ahora se creía que solo sobrevivía el de Okunoyama.

La vista del pabellón Hattō (templo Kōshōji) desde el portal sanmon. (Fotografía del autor)
La vista del pabellón Hattō (templo Kōshōji) desde el portal sanmon. (Fotografía del autor)

En aquel momento, Matsubayashi se entrevistó con el monje Isozaki Endai, administrador del templo.

“Hace once años, cuando llegué a este templo, no teníamos claro dónde se encontraban los árboles de té. Al escuchar a Matsubayashi me di cuenta de que podríamos estar frente a árboles antiguos de gran valor y, además, que era posible producir té con ellos”, rememora el monje Isozaki.

El arduo trabajo de identificar el campo de Asahi

El templo Kōshōji fue establecido en 1233 por Dōgen, fundador de la secta Sōtō, como un lugar para la educación de monjes budistas en Fukakusa (actualmente Fukakusa, distrito de Fushimi, Kioto). Sin embargo, cuando Dōgen se trasladó a Fukui, el templo quedó en el olvido una década después su fundación. Varios siglos más tarde, en 1645, Nagai Naomasa, señor del castillo de Yodo y ferviente seguidor de la secta Sōtō, reconstruyó el templo en los campos de té que se encontraban en la ladera del monte Uji, donde se ubica actualmente. El Kōshōji es famoso por tener consagrada una estatua de Shakyamuni que habría sido tallada por el propio Dōgen, así como por los paisajes otoñales de la vereda de Kotozaka, y hay mucha gente que visita el popular Uji-cha Matsuri (Festival de té de Uji) que se celebra cada octubre.

A la izquierda, el monje Isozaki Endai. A la derecha, la vereda de Kotozaka que conduce al templo, famosa por sus paisajes otoñales. (Fotografía del autor)
A la izquierda, el monje Isozaki Endai. A la derecha, la vereda de Kotozaka que conduce al templo, famosa por sus paisajes otoñales. (Fotografía del autor)

La parte posterior del templo Kōshōji, en la ladera del monte Uji, es conocida como monte Asahi. Teniendo esto en cuenta, es lógico pensar que aquí se encontraba el campo de Asahi, uno de los siete huertos de té verde Shichi-meien.

Históricamente, la cultura del té verde se extendió a través del budismo zen, por lo que es sumamente difícil pensar en estos dos elementos por separado. De acuerdo con Isozaki, cuando se reconstruyó el templo existían siete salones de té en su recinto. No es difícil imaginar que Nagai, un entusiasta del té, haya decidido restablecer el templo Kōshōji en un lugar famoso por sus campos de té verde.

Además de su valor histórico, el templo tenía otra razón para buscar la reproducción de los árboles de té de este templo.

En septiembre de 2018, el potente tifón Jebi afectó severamente amplias zonas de Japón, incluido el recinto del Kōshōji. Gran parte de los árboles del monte trasero se cayeron, incluso algunos arces de la vereda de Kotozaka. Isozaki pensó que se podrían utilizar los árboles de té sumamente arraigados a esta región para la reconstrucción de la zona. Ya que sus raíces se extienden profundamente, pueden ayudar en la prevención de desastres. Visto desde la lógica de la plantación natural, también tiene sentido utilizar flora oriunda de la zona.

Además, sería muy natural desde el punto de vista del paisaje que este templo tuviera los árboles de té.

Árboles de té antiguos sobre un muro de piedra en la vereda de Kotozaka. (Fotografía del autor)
Árboles de té antiguos sobre un muro de piedra en la vereda de Kotozaka. (Fotografía del autor)

Después de conocer la postura del templo, Matsubayashi le presentó a Isozaki a Ōgushi Takushi, principal investigador del Departamento de Estudios de Té del Centro de Silvicultura perteneciente al Centro de Tecnología Agrícola, Silvícola y Piscícola de Kioto. Ōgushi solicitó a la Universidad Prefectural de Kioto que llevara a cabo un análisis de ADN de los árboles del templo. Los resultados revelaron que existían grandes posibilidades de que fueran especies nativas y no variedades mejoradas artificialmente.

En otras palabras, de confirmarse que son especies nativas de Kioto, es posible que estén relacionadas con aquellas que Eisai trajo de China y entregó a Myōe. Sin duda, esta posibilidad hace soñar a cualquiera que tenga interés en el té verde. Faltaría contar con una referencia histórica veraz para corroborar que los árboles de té del templo pertenecieron al campo de Asahi, pero parece que no queda duda de la importancia que tienen los recursos genéticos de los árboles del Kōshōji.

En el aposento del monje principal del Kōshōji hay un pergamino colgante que ilustra una vista aérea del templo, obra de Mori Ippō, un pintor activo de fines del periodo Edo (1603-1868) a principios de Meiji (1868-1912). El pergamino sugiere que en aquella época existían campos de té en las cercanías del portal sanmon y en una pendiente al este del templo. Si en el futuro se encuentra algún documento antiguo en el que haya quedado registrado por escrito la localización del campo de Asahi, es muy probable que este recinto sea aceptado oficialmente como ese campo histórico.

Un pergamino del pintor Mori Ippō. (Fotografía del autor)
Un pergamino del pintor Mori Ippō. (Fotografía del autor)

Las invaluables especies nativas

En el verano de 2021, bajo la guía de Ōgushi, Isozaki y Matsubayashi comenzaron a hacer plántulas por injerto de los árboles de té. En el otoño del mismo año se cosecharon las semillas y, en la primavera de 2022, las sembraron para intentar que germinaran de forma natural.

En la actualidad la mayoría del té comercial se produce a partir de las llamadas variedades mejoradas, obtenidas a través del injerto o de clones. En contraste, las especies nativas, arraigadas en la zona desde la antigüedad, son una mezcla natural, producto del gran número de particularidades de cada árbol que puebla los campos.

El cuidado de los campos de especies nativas no es sencillo. Las hojas crecen a ritmos diferentes, algo que dificulta elegir el momento perfecto para cosecharlas. Por esta razón, muchos productores prefieren trabajar con variedades mejoradas. Comparados con los clones, los brotes naturales representan más desafíos, pues tienen menos probabilidades de germinar. Sin embargo, si se logra hacerlo, serán más fuertes y tendrán una esperanza de supervivencia por encima de los clones. Al igual que las llamadas variedades indígenas o uvas de raíces propias en el mundo de los vinos, en el caso del té, las variedades nativas y los brotes naturales son conceptos que fascinan a los amantes de esta bebida.

Pude apreciar en persona los brotes almacenados en un túnel cubierto de plástico en la parte oeste del recinto. Tenían un tamaño de aproximadamente 20 cm y en el extremo de las hojas con un color verde profundo se encontraban los brotes más frescos, de un tono más claro. Es emocionante pensar que en ellos se encierran genes y particularidades con una historia de más de 800 años.

A la izquierda, brotes de árboles de té a partir de clones. A la derecha, brotes naturales. Se dice que estos tienen una esperanza de vida mayor que los primeros. (Fotografía del autor)
A la izquierda, brotes de árboles de té a partir de clones. A la derecha, brotes naturales. Se dice que estos tienen una esperanza de vida mayor que los primeros. (Fotografía del autor)

A continuación, Isozaki nos habla de las perspectivas a futuro:

“A partir de ahora dialogaremos en el templo para decidir cómo utilizar los árboles que reprodujimos, pero, en lo personal, me gustaría que la gente se familiarizara con el budismo zen a través del té y con la montaña a través del zen para, finalmente, estar en una mayor conexión con la naturaleza. Quisiera pensar en este lugar como un centro en el que el té se pueda disfrutar de manera integral. Sembrar árboles de té, hacer el té, beberlo y que otras personas lo beban, es decir, deseo que las personas se familiaricen con las filosofías zen de furyūmonji (no verbalizar, sino experimentar) y kotanjakujō (refinamiento sin pretensiones)”.

Un famoso té que sobrevivió en las sombras

Según Matsubayashi, que hasta ahora ha participado en la producción de té oolong, negro y té verde asado kamairi hechos con hojas de árboles del templo Kōshōji, nos dice que el té se caracteriza por una textura fuerte y un sabor dulce. Le pedí que me dejara probar un poco de su valioso té oolong.

Té oolong hecho con hojas de los árboles de té verde antiguos del templo Kōshōji. (Fotografía del autor)
oolong hecho con hojas de los árboles de té verde antiguos del templo Kōshōji. (Fotografía del autor)

En el pabellón Taishoin, al lado del Hattō, se invitaron a dos viejos conocidos de Matsubayashi: Tsūen Yūsuke, heredero de 24.ª generación de la casa de té Tsūen y Yamamoto Jintarō, heredero de sexta generación de la empresa de té Yamamoto Jinnjirō, ambos con una posición privilegiada en el mundo del té verde de Uji.

Tsūen se desempeñó como presidente de la Asociación Juvenil de la Industria del Té de Kioto. Él cree en las posibilidades de las mezclas naturales con especies nativas y vende este tipo de té en sus tiendas. Por su parte, Yamamoto dice que está intentando producir un té de origen con la ahora poco común técnica tradicional de cultivo sin luz solar directa, con la que se fabrica el té en polvo matcha.

Mientras disfrutaban de una taza de té, nos hablaron de sus opiniones sobre la bebida y el renacimiento del campo de Asahi.

De izquierda a derecha: Matsubayashi Toshiyuki, Tsūen Yūsuke y Yamamoto Jintarō. (Fotografía del autor)
De izquierda a derecha: Matsubayashi Toshiyuki, Tsūen Yūsuke y Yamamoto Jintarō. (Fotografía del autor)

Matsubayashi dijo que sentía el gusto ahumado del té que se había dejado secar en el horno del templo junto con hojas de cedro.

Yamamoto mencionó que tenía un sabor tierno.

Tsūen, por su parte, dijo que sería sumamente interesante y le llenaría de alegría poder recuperar un segundo campo de los Shichi-meien: “Es más valioso haber encontrado los árboles supervivientes que confirmar el lugar donde existió y construir ahí un monumento. Me alegra que todos puedan comprar y beber el té producido en el campo de Okunoyama, pero aquí me imagino otro paisaje maravilloso en el que el té sea utilizado como parte de una formación budista”.

Para Matsubayashi es necesario ofrecer diversas posibilidades para hacer que más personas conozcan la profundidad del mundo del té: “Por ejemplo, si solo producimos dulces con té matcha será difícil que las personas se animen a probar otras cosas. Por el contrario, si resulta que en este templo con una larga y honorable historia sobreviven los legendarios árboles de té, podríamos aprovecharlo y hacer que se interesen en conocer más al respecto”.

Yamamoto señala que en este templo, hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, se producía té verde: “Me gustaría saber qué tipos se fabricaban y con qué métodos”.

Mientras que Tsūen dijo: “Los resultados de ADN revelan que existen grandes posibilidades de que estos árboles sean especies nativas. De ser así, hablaríamos de árboles longevos, una prueba de que pertenecieron a un campo de gran calidad. Hace aproximadamente 40 años se extendió una variedad llamada yabukita, que permitió estabilizar la calidad del té, pero también se uniformó el té. En el caso de las especies nativas, ya que cada árbol difiere por completo de los otros, es difícil pronosticar el momento perfecto de la cosecha, lo que aumenta las posibilidades de fracaso. Al mismo tiempo, eso los hace sumamente interesantes. Algunas personas llaman a las especies nativas ‘la selección divina’ y coincido totalmente con esa opinión”.

Yamamoto dice que espera que los árboles de té encontrados en el Kōshōji sirvan para que más gente se interese en las especies nativas.

El té oolong hecho con hojas de los árboles nativos del Kōshōji tiene un color amarillo con toques rojizos, conocido como iwanu. El sabor de este té servido con agua hervida del pozo del templo transmite con elocuencia la posibilidad de que el resurgimiento del campo de Asahi se convierta en una herramienta más para promover los atractivos del té verde de Uji.

En la primavera de 2023 se tiene previsto plantar mil brotes de árboles de té en la pendiente del monte trasero del templo.

(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: A la derecha, el monje Isozaki Endai acompañado por Matsubayashi Toshiyuki mientras hablan frente a los plantones de los árboles de té, en el lado de la zona montañosa del recinto del templo Kōshōji. Fotografía del autor.)

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