Los distintos actos a lo largo del año en Japón

‘Kisaragi’: febrero

Cultura Historia

En esta serie presentamos el origen y el significado de los distintos actos que se celebran a lo largo del año en Japón, dado que todos ellos sirven para ilustrar cómo ha madurado la cultura del pueblo nipón.

Hatsuuma, un acto muy popular entre los niños

En Japón febrero y agosto son los meses en los que los comercios venden menos, por ello reciben el nombre de nippachi, denominación que tiene connotaciones negativas. Aunque los comerciantes están muy ajetreados en diciembre y enero —Shiwasu y Mutsuki en el calendario antiguo—, las actividades comerciales se estancan en el segundo mes del año, de ahí que los trabajadores de dicho gremio dispongan de tiempo libre.

Dado que, según parece, esta situación también se producía en el período Edo (1603-1868), el primer día del caballo (hatsuuma) de febrero se celebraba un festival en los santuarios sintoístas consagrados a Inari y se llevaba a cabo un acto en el que se rezaba por la mejora de los negocios. Hay quienes creen que el hatsuuma tiene su origen en los festivales para orar por una cosecha abundante. Así pues, habría acabado convirtiéndose en un acto muy arraigado durante el período Edo y relacionado con Inari, la deidad de las cosechas abundantes de cereales.

Por otra parte, los niños se ponían muy nerviosos alrededor del 25 de enero, día en el que los vendedores ambulantes de tambores aparecían por las calles. Tras conseguir, a base de insistencia, que sus padres les compraran uno de estos instrumentos, los menores acostumbraban a tocarlo de camino al santuario consagrado a Inari. Por consiguiente, el hatsuuma era un acto muy popular entre los más pequeños de la casa.

Un grupo de niños se agolpa en torno a un vendedor de tambores en el Libro ilustrado sobre las costumbres en el período Edo, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. Una vez que el marchante había conseguido atraer a la clientela haciendo sonar un tambor grande, vendía modelos más pequeños, que llevaba en la mano.
Un grupo de niños se agolpa en torno a un vendedor de tambores en el Libro ilustrado sobre las costumbres en el período Edo, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. Una vez que el marchante había conseguido atraer a la clientela haciendo sonar un tambor grande, vendía modelos más pequeños, que llevaba en la mano.

Había, además, vendedores de banderolas. Los niños que las portaban se colocaban a la cabeza, seguidos de aquellos que tocaban el tambor, y todos ellos se dirigían hacia el santuario. Esta estampa era muy común en todos los rincones de Edo. Para los menores no era una cuestión de creencias, sino de diversión.

En Edo se vendían, asimismo, tablillas votivas ema. Estas se utilizaban para escribir deseos y se colocaban, a modo de ofrenda, en los santuarios consagrados a Inari.

El artista Utagawa Kunisada (1786-1864), el primero de su nombre, pintó una escena en la que varias madres se dirigen con sus hijos a colocar una tablilla ema: caminan hacia el santuario Ōji Inari —situado en el actual distrito tokiota de Kita—, uno de los santuarios consagrados a Inari más populares de entre los cerca de 5.000, grandes y pequeños, que albergaba Edo. El camino que conducía al santuario se abarrotaba de personas que disfrutaban del festival, en el que había puestos callejeros.

Varias madres se dirigen con sus hijos al santuario Ōji Inari en Celebraciones del hatsuuma en el santuario Ōji Inari, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. La mujer del centro y la de la izquierda portan sendas tablillas ema. Además, al lado de esta última aparece un muchacho que lleva una banderola.
Varias madres se dirigen con sus hijos al santuario Ōji Inari en Celebraciones del hatsuuma en el santuario Ōji Inari, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. La mujer del centro y la de la izquierda portan sendas tablillas ema. Además, al lado de esta última aparece un muchacho que lleva una banderola.

El santuario Ōji Inari sigue manteniendo viva la celebración del hatsuuma: en 2024 es el 12 de febrero. Llamada también takoichi (mercado de las cometas), es famosa, como su propio nombre indica, por la venta de estos objetos, asociados con la buena suerte. Según la página web del Ayuntamiento de Kita, puesto que Edo sufría a menudo incendios de gran envergadura, las cometas se consideraban amuletos contra el fuego debido a que suben cortando el viento. Además, el pueblo creía que las cometas yakko de dicho santuario servían para prevenir los incendios.

Algunos santuarios consagrados a Inari celebran también el segundo y el tercer día del caballo, ninouma y sannouma, respectivamente. Por ejemplo, el santuario Ōji Inari celebra el segundo día del caballo el 24 de febrero, pero este año no organiza ningún acto con motivo del tercero. Por su parte, el Gran Santuario Fushimi Inari (Kioto) no conmemora el segundo día del caballo, sino únicamente el primero, que cae el 12 de febrero. El segundo mes del calendario antiguo es, en realidad, el tercero del actual, de ahí que haya santuarios consagrados a Inari que organicen el hatsuuma en marzo. Así pues, las fechas varían en función de la zona.

Hari-kuyō, un acto modificado que perdura en la actualidad

El hari-kuyō es un acto de carácter anual que sigue celebrándose en la actualidad. Consiste en clavar las agujas rotas, dobladas u oxidadas en alimentos como el tofu a modo de oficio por los difuntos (en este caso, las propias agujas). Se lleva a cabo no solo en los templos budistas y los santuarios sintoístas de todo el país, sino también en los centros educativos donde se enseñan corte y confección, tanto de estilo japonés como occidental. En la mayoría de los casos, tiene lugar el 8 de febrero, si bien ocurre algo parecido al hatsuuma: no son pocos los lugares donde se hace en marzo, según el calendario antiguo.

Agujas clavadas en tofu. A veces se utiliza gelatina de konjac. (PIXTA)
Agujas clavadas en tofu. A veces se utiliza gelatina de konjac. (PIXTA)

Se cree que el hari-kuyō tiene su origen en el kotohajime (literalmente, el comienzo de las cosas), que es el 8 de febrero. Los preparativos para recibir al dios del Año Nuevo comienzan el 8 de diciembre del año anterior, mientras que, después de las festividades, se termina de recoger todo el mismo día del siguiente febrero. Así pues, esta es la jornada en la que el pueblo retoma sus actividades cotidianas, de ahí que reciba el nombre de kotohajime. No obstante, cabe aclarar que, como el concepto de actividades cotidianas hacía referencia a las labores del campo, se pensaba con modestia que también se debía prescindir de la costura y, por consiguiente, se oficiaba una ceremonia en memoria de las agujas empleadas.

Por otro lado, según la Enciclopedia ilustrada sobre la moral y la educación (Jinrinkinmōzui), una obra acerca de las profesiones publicada en 1690, las mujeres debían sentir compasión hacia las agujas que habían usado o que se habían roto a lo largo del año. En ella se cuenta que había casos en los que decían que, si no honraban su memoria, irían al infierno y que, además, a las niñas las asustaban y les quitaban el dinero por ese mismo motivo.

Así pues, parece que había quienes aprovechaban para amenazar a las mujeres y las niñas con que irían al infierno si no hacían ofrendas por las agujas, por lo que estas se veían obligadas a pagar.

En la imagen que aparece a continuación, perteneciente a la Enciclopedia ilustrada sobre la moral y la educación, se ve a una persona que porta un muñeco cuya cabeza tiene agujas clavadas. Es muy probable que el timador, que amenazaba a las mujeres, trabajara fabricando agujas o en el gremio de la costura. O sea, que hacía dinero recogiendo las agujas viejas y vendiendo unidades nuevas.

Un hombre le entrega agujas a un monje en el séptimo volumen de la Enciclopedia ilustrada sobre la moral y la educación, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. Seguramente hiciera dinero diciéndoles a las mujeres que se encargaría, en nombre de ellas, de pedir un oficio en memoria de las agujas que le entregaran.
Un hombre le entrega agujas a un monje en el séptimo volumen de la Enciclopedia ilustrada sobre la moral y la educación, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. Seguramente hiciera dinero diciéndoles a las mujeres que se encargaría, en nombre de ellas, de pedir un oficio en memoria de las agujas que le entregaran.

Entre los templos budistas y los santuarios sintoístas que llevan a cabo el hari-kuyō en la actualidad son famosos, por ejemplo, el pabellón Awashima, del templo Sensō (Tokio), el santuario Wakamiya Hachiman (Nagoya) y el templo Taihei (Osaka).

Además, es necesario mencionar el santuario Awashima (Wakayama) no solo por su fama, sino también por su importancia: existe la teoría de que el hari-kuyō tiene su origen en la devoción a Sukunahiko no Mikoto, deidad a la que se venera en dicho santuario. La fe hacia Sukunahiko no Mikoto, el dios de la costura, recibe el nombre de culto de Awashima. En el hari-kuyō del santuario Awashima las agujas no se clavan en tofu, sino que se purifican para luego enterrarlas en una tumba especial. Es muy posible que este fuera el formato original de la práctica.

Como su propio nombre indica, el pabellón Awashima, del templo Sensō, guarda relación con el santuario homónimo. Se cree que la práctica de enterrar las agujas en una tumba especial originaria del santuario Awashima, situado en la región de Kishū, llegó a Edo de la mano del monje Awashima Gannin y en el templo Sensō se decidió clavar las agujas en tofu en lugar de sepultarlas. Resulta un ejemplo sumamente interesante de cómo se modifican las creencias en una época y un lugar distintos.

El pabellón Awashima, situado en el templo Sensō. (PIXTA)
El pabellón Awashima, situado en el templo Sensō. (PIXTA)

El multitudinario mercado de hina de Jikkendana

A partir del 25 de febrero, fecha próxima al Día de las Niñas, en distintos lugares se organizaban mercados de hina, en los que se vendían las muñecas homónimas. El de Jikkendana (Muromachi, Tokio) era especialmente concurrido. Cuando llegaba esa época, los comerciantes que se dedicaban a la venta de otros artículos se transformaban de repente en vendedores de muñecas e instalaban tiendas temporales en las calles de Jikkendana.

El mercado de hina de Jikkendana en el Libro ilustrado del entretenimiento de la capital del este, propiedad de los Archivos Especiales de la Biblioteca Central Metropolitana de Tokio. Las cajas que hay a la izquierda contienen muñecas. Este comercio se dedicaba a la venta de otros artículos, pero les prestaba el sitio a los vendedores de muñecas únicamente durante la temporada del mercado de hina.
El mercado de hina de Jikkendana en el Libro ilustrado del entretenimiento de la capital del este, propiedad de los Archivos Especiales de la Biblioteca Central Metropolitana de Tokio. Las cajas que hay a la izquierda contienen muñecas. Este comercio se dedicaba a la venta de otros artículos, pero les prestaba el sitio a los vendedores de muñecas únicamente durante la temporada del mercado de hina.

El mercado de hina era de alta demanda, así que los vendedores aprovechaban para inflar los precios. Al tratarse de algo temporal, es posible que hasta resultaran abusivos. Con todo, había clientes que regateaban, de ahí que este mercado fuera famoso también por las negociaciones entre los comerciantes de muñecas y la clientela.

Febrero es un mes que alberga pocos actos de carácter anual, lo cual se debe, como se ha mencionado anteriormente, al hecho de que los negocios se estancaban tras el ajetreo de Año Nuevo. No obstante, las creencias del hatsuuma y el hari-kuyō quedaron fuertemente arraigadas entre el pueblo —gustaban especialmente a las mujeres y los niños— y se mantienen en la actualidad. Viendo esto, uno se da cuenta de que son las mujeres y los niños quienes transmiten la cultura a través del tiempo.

Bibliografía

  • Costumbres japonesas presentes en el día a día, de Tanno Akira (editorial Kōdansha).
  • Libro ilustrado de las costumbres de Edo a través del ukiyo-e, supervisado por Satō Yōjin y editado por Fujiwara Chieko (editorial Kawade Shobō).

Imagen del encabezado: a la izquierda, Lugares famosos del florecimiento de Tokio: el santuario Ōji Inari, propiedad de los Archivos Especiales de la Biblioteca Central Metropolitana de Tokio. En la época del hatsuuma se hacían dibujos en los que aparecían zorros, los supuestos mensajeros de Inari. En el centro, una tablilla ema de las que se ofrecían en el hatsuuma y una máscara de zorro de las que se vendían durante el festival en Ilustraciones de juguetes de Kyosen, también propiedad de los Archivos Especiales de la Biblioteca Central Metropolitana de Tokio. A la derecha, celebraciones del hatsuuma en el templo Toyokawa Inari (Moto-Akasaka) durante los primeros años de la era Showa en Las cuatro estaciones en Tokio: actos anuales y lugares turísticos de las afueras, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta.

(Traducción al español del original en japonés.)

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