Los distintos actos a lo largo del año en Japón

‘Uzuki’: abril

Cultura Historia

En esta serie presentamos el origen y el significado de los distintos actos que se celebran a lo largo del año en Japón, dado que todos ellos sirven para ilustrar cómo ha madurado la cultura del pueblo nipón.

Kanbutsue: el aniversario del nacimiento de Buda

Cada 8 de abril, día en el que, según se cree, Buda nació en este mundo, los distintos templos budistas de Japón celebran la efeméride disponiendo un salón —hanamidō (salón de las flores)— decorado con flores; este acto anual se denomina Kanbutsue. Dado que, para adornar la sala, se utiliza una gran cantidad de especies florales, entre las cuales se cuentan las peonías arbóreas, las peonías chinas y el iris de agua japonés, a esta festividad se la conoce también como el Festival de las Flores (Hana matsuri). Esta última denominación empezó a utilizarse en la era Meiji (1868-1912) y acabó consolidándose como sinónimo de Kanbutsue: los monjes de la secta de la Verdadera Tierra Pura decidieron llamarla así debido a que las flores, de distintos colores, se convertían en un bálsamo para la gente.

Hanamidō en Los actos anuales de la capital del Este: actos estivales, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. Un grupo de personas utiliza unos cacillos hishaku para verter té sobre una estatua de Buda que está metida en un cubo.
Hanamidō en Los actos anuales de la capital del Este: actos estivales, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta. Un grupo de personas utiliza unos cacillos hishaku para verter té sobre una estatua de Buda que está metida en un cubo.

Como se aprecia en la imagen de arriba, en el hanamidō se colocaba un cubo, en cuyo centro se instalaba una estatua del nacimiento de Buda; esto es, a Gautama nada más nacer, y los fieles vertían té de hortensia sobre ella. Esto se debe a que el té se consideraba el agua del primer baño que se le daba al Buda recién nacido. Además, se pensaba que resultaba beneficioso para rezar por la salud de los niños y de la gente en general.

Por otra parte, en el período Edo (1603-1868) había quienes se llevaban el té de hortensia de vuelta a casa y hacían tinta con él; luego la usaban para escribir Godairikibosatsu; esto es, los Cinco Grandes Bodhisattvas, palabra que introducían en los arcones donde se guardaba la ropa. Según el Libro ilustrado de las costumbres de Edo a través del ukiyo-e, esta costumbre se debe también a que servía como repelente contra los insectos.

A día de hoy el Kanbutsue sigue siendo un acto anual que se celebra en los distintos templos budistas de Japón. Aunque hay templos que lo festejan el 8 de abril, según el calendario antiguo, en otros se lleva a cabo en mayo debido a que, de acuerdo con el calendario actual, la época de plena floración se retrasa alrededor de un mes. Así pues, hacerlo en abril implicaría que el Festival de las Flores perdiera su colorido estacional.

Hatsugatsuo: el primer bonito de la primavera

Yamaguchi Sodō, un famoso poeta de haikus nacido en 1642 —en el período Kan’ei (1624-1644)—, compuso un poema sobre el hatsugatsuo; es decir, el primer bonito de la primavera. En él describe el paisaje propio de la época de este pescado, que las clases populares del período Edo esperaban con ansia: el verdor inunda la vista y los cucos chicos pueblan las montañas.

El de Yamaguchi no es el único poema sobre el primer bonito de la primavera: el poeta Issa (1763-1828) dedicó unos versos a los pescaderos que, tras haber comprado el hatsugatsuo, iban entusiasmados por las calles gritando el nombre del pescado una y otra vez. Los hombres, nerviosos, no se calmaban, dado que el primer bonito de la primavera se consideraba un manjar tal que había que comerlo aunque ello implicara empeñar a la esposa de uno.

Si se habla de empeñar a la esposa de uno, eso quiere decir que el precio inicial de mercado era elevado: según Las cuentas de Edo, en 1812 un restaurante de lujo compró tres unidades por el equivalente a unos 405.000 yenes actuales. Las clases populares no podían permitirse algo así ni de lejos. Con el paso del tiempo, los precios bajaban y se podía adquirir una unidad por alrededor de 7.500 yenes. Aunque no era nada barato para la plebe, las esposas de los comerciantes y otros trabajadores que vivían en las casas traseras de las calles se abrían paso a codazos para conseguir la mercancía. La imagen de la cabecera representa precisamente esa escena.

En Rokuamidamōde (Visitas a los seis Amidas), el diario en el que Jippensha Ikku documentaba sus viajes en el día, hay un pasaje en el que el escritor dice que los vendedores de bonito no trataban con los ricos. Expresa abiertamente que es un negocio que se aprovecha de quienes no tienen dinero; en otras palabras, de las clases populares.

Las masas acudían a contemplar los enrejados de glicinas del santuario Kameido Tenjin

En el período Edo abril era el mes en el que comenzaba la campaña veraniega de ventas. Los vendedores de peces de colores y de mosquiteras aparecían en el centro de Edo y se convertían en uno más de los elementos característicos de la temporada.

A la izquierda, Cien historias de peces de colores, composición novedosa de Utagawa Kuniyoshi en la que un gato observa a unos peces de colores que hay en un barreño (fuente: ColBase); a la derecha, un vendedor ambulante de mosquiteras en Ilustraciones de artesanos, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta.
A la izquierda, Cien historias de peces de colores, composición novedosa de Utagawa Kuniyoshi en la que un gato observa a unos peces de colores que hay en un barreño (fuente: ColBase); a la derecha, un vendedor ambulante de mosquiteras en Ilustraciones de artesanos, propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta.

En esta época había mucha demanda de mosquiteras, que protegían de los insectos nocivos, dado que la gente se preparaba para la llegada del auténtico verano. Los vendedores ambulantes se contoneaban por las calles mientras intentaban llamar la atención de la clientela con sus reclamos: “Mosquiteras, llevo mosquiteras de color verde amarillento”. Los vendedores de peces de colores, por su parte, promocionaban tanto estos peces como los peces arroz del género Oryzias (medaka en japonés); los niños se agolpaban alrededor de ellos.

Las glicinas resultaban todo un regalo para la vista, de ahí que ir a contemplarlas fuera una costumbre popular y los lugares famosos por ellas, como el santuario Kameido Tenjin, se llenaran de gente. A día de hoy allí se sigue celebrando un festival dedicado a las glicinas. Según la página web del santuario, este alberga más de 50 cepas de glicinas enrejadas. La estampa que conforman florecidas a la vez es, simple y llanamente, espectacular y su dulce fragancia rebosa en el ambiente.

A la izquierda, las glicinas enrejadas y el santuario Kameido Tenjin en Treinta y seis vistas de la capital del Este, de Utagawa Hiroshige y propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta; a la derecha, Las glicinas y una lavandera, de Katsushika Hokusai. Las lavanderas son un género de aves de la familia de los gorriones. (fuente: ColBase)
A la izquierda, las glicinas enrejadas y el santuario Kameido Tenjin en Treinta y seis vistas de la capital del Este, de Utagawa Hiroshige y propiedad de la Biblioteca Nacional de la Dieta; a la derecha, Las glicinas y una lavandera, de Katsushika Hokusai. Las lavanderas son un género de aves de la familia de los gorriones. (fuente: ColBase)

Este paisaje ya era así en el período Edo, tal y como se describe en el Calendario floral de lugares famosos de Edo, en el que aparecen los lugares de la capital célebres por sus flores en cada una de las cuatro estaciones: “En el período de plena floración parece que alguien estuviera vertiendo agua morada en el estanque”.

En aquella época se instalaban casas de té bajo los enrejados de glicinas. Estas eran famosas por ofrecer en su carta unas almejas denominadas narihira shijimi. El “narihira” de “narihira shijimi” hace referencia al puente de Narihira, situado en un afluente del río Sumida. Las almejas que se cogían en esta zona se consideraban deliciosas. Las inmediaciones del río Sumida de la actualidad nada tienen que ver con la época en la que se buscaban moluscos allí.

El cambio de armario también se hacía en abril. De hecho, los que cambiaban de atuendo eran los samuráis, dado que las clases populares vivían en la miseria y apenas tenían ropa de sobra. Por consiguiente, no se apreciaban grandes cambios en su apariencia.

La costumbre del cambio de armario tiene sus orígenes en que en el Palacio Imperial (la residencia del emperador en Kioto) se pasaba de las prendas enguatadas a las de lino el 1 de abril y se obligaba a las familias de los samuráis a hacer lo propio.

Entonces los samuráis ya salían a la calle con un atuendo diferente, lo que también hacía que las vistas fueran distintas. Esto, a su vez, anunciaba la llegada de los primeros días de verano.

Bibliografía

  • Libro ilustrado de las costumbres de Edo a través del ukiyo-e, supervisado por Satō Yōjin y editado por Fujiwara Chieko (editorial Kawade Shobō).
  • Las cuentas de Edo, de Yamamoto Hirofumi (editorial Yōsensha).

Imagen del encabezado: varias mujeres rodean a un pescadero que ha ido a las casas traseras a vender su mercancía, que corta allí mismo, en El cuarto mes del calendario lunar, de Utagawa Toyokuni, el tercero de su nombre. Esta xilografía ukiyo-e, propiedad de los Archivos Especiales de la Biblioteca Central Metropolitana de Tokio, refleja muy bien cómo eran las nagaya (un tipo de viviendas adosadas) de la época.

(Traducción al español del original en japonés)

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