El futuro precario del amado buzón
Sociedad- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
Un sistema postal en constante cambio
Me encantan las cartas. A lo largo de mi carrera como periodista, he tenido la costumbre de escribir notas de agradecimiento el día después de reunirme con alguien o entrevistarlo. El acto de escribir una carta me ayuda a fijar en mi mente a la persona y su historia.
Es fácil, pues, comprender mi sorpresa cuando me enteré del plan de Dinamarca de eliminar todos sus buzones antes de fin de año. Durante generaciones, el sistema postal ha desempeñado un papel crucial en la conexión entre las personas a través del correo entregado en mano. Sin embargo, no se puede negar que, con el auge de la comunicación digital, cada vez son menos las personas con motivos para escribir cartas. Como resultado la entrega de correo, un servicio nacional y baluarte de la sociedad que antes se daba por sentado, se encuentra ahora en una encrucijada.
El sistema postal danés se remonta a 1624, lo cual lo hace mucho más antiguo que el japonés, que comenzó a funcionar entre Tokio y Osaka en 1871. Fue creado por Cristián IV, rey de Dinamarca y Noruega, quien estableció nueve rutas postales para garantizar unas comunicaciones militares eficaces durante la sangrienta Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
El servicio fue inicialmente exclusivo para las clases altas, pero el sistema postal se expandió rápidamente con la democratización de Dinamarca tras su transición a la monarquía constitucional en 1849. Bajo el marco legal de la Obligación de Servicio Universal (USO, por sus siglas en inglés), que garantiza que todos los ciudadanos tengan acceso a servicios básicos y esenciales, el uso postal en Dinamarca se disparó, alcanzando su punto álgido a finales de la década de 1990.
Hoy día Dinamarca cuenta con uno de los Gobiernos más digitalizados del mundo. Las autoridades públicas y los ciudadanos pueden comunicarse de forma segura en línea a través de la aplicación para smartphones Digital Post, lo que permite que todas las interacciones e intercambios de información sean totalmente digitales.
Huelga decir que esta transformación digital ha provocado una caída vertiginosa del volumen de correo. Según PostNord, proveedor de servicios postales gestionado conjuntamente por los Gobiernos danés y sueco, las entregas de cartas en Dinamarca se han desplomado más de un 90 % desde 2000, pasando de 1.450 millones a solo 110 millones en 2024. Con este servicio irremediablemente en números rojos, el Gobierno danés modificó el pasado mes de enero su legislación postal, eliminando la obligación de servicio universal. PostNord tiene previsto abandonar el negocio de la entrega de cartas a finales de año y centrarse en el floreciente sector de la entrega de paquetes.
La empresa privada Dao de Dinamarca se hará cargo del reparto de cartas a partir del próximo año, y sus 1.500 tiendas en todo el país aceptarán correo en lugar de los buzones. Un resultado positivo es que el coste de enviar una carta bajará de 29 coronas danesas a 23 coronas, es decir, algo más de tres dólares y medio.
Mantener a flote la entrega de correo
La constante liberalización de los sistemas postales en toda Europa desde finales de la década de los noventa ha suscitado la preocupación de que se dejen de lado las costosas entregas en zonas remotas y rurales. La USO se adoptó como piedra angular de la protección del consumidor precisamente para evitar esto, pero se enfrenta a un momento decisivo en muchos países europeos que no han seguido el ejemplo de Dinamarca en la adopción de la digitalización.
En toda Europa los Gobiernos luchan por hacer que el USO sea más sostenible desde el punto de vista financiero. En Gran Bretaña, por ejemplo, el multimillonario checo Daniel Křetínský adquirió recientemente la empresa matriz de Royal Mail y está presionando para reducir la entrega de cartas de segunda clase a unos pocos días a la semana, entre otros recortes. Francia también está eliminando los buzones infrautilizados y barajando recortes como la eliminación de las entregas los sábados.
En Japón, el sistema postal se enfrenta a retos similares. El volumen de correo se ha reducido a más de la mitad desde el máximo de 26.300 millones de envíos que alcanzara en el año fiscal 2001, con 12.500 millones de envíos tramitados por el sistema en 2024. En la actualidad, casi dos décadas después de la privatización del servicio postal en 2007, Japón sigue manteniendo unas 20.000 oficinas de correos y 170.000 buzones en todo el país. Sin embargo, se considera que muchos de estos buzones son innecesarios, como demuestra una encuesta de 2023 que reveló que el sistema postal contaba con 6.800 buzones que no se utilizaban en absoluto o que solo recibían una carta al mes.
Además, Japan Post se ha visto recientemente en apuros por no haber realizado los controles obligatorios de salud y sobriedad a sus conductores, por lo que el Gobierno ha respondido imponiendo en junio una suspensión de cinco años a la circulación de 2.500 camiones, que podría extenderse a algunas furgonetas de reparto.
Sin embargo, a pesar de su rapidez y comodidad, el correo electrónico carece de la calidez de una carta escrita a mano y entregada en mano. Se podría decir que dado el continuo impulso de la humanidad por racionalizarlo todo, el acto íntimo de escribir cartas es más necesario que nunca. La pregunta sigue siendo, no obstante, si los emblemáticos buzones rojos de Japón podrán mantener su estatus o si, al igual que los de Dinamarca, desaparecerán de las esquinas.
(Artículo publicado originalmente en japonés, y traducido al español de su versión en inglés. Imagen del encabezado: Pixta.)