Kurokawa Ihoko: la comunicación a partir de dos modelos de sensibilidad cerebral

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Hablamos con la investigadora de inteligencia artificial Kurokawa Ihoko, que afirma que salvar la brecha comunicativa es la clave para eliminar la disparidad de género en el actual contexto de creciente diversidad, y que los malentendidos entre hombres y mujeres se deben a diferencias en el tipo de sensibilidad del cerebro.

Kurokawa Ihoko KUROKAWA Ihoko

Presidenta y directora general de la empresa Kansei Research. Graduada en Física por la Universidad Femenina de Nara en 1983. Trabajó en I+D de inteligencia artificial en el Laboratorio de Ciencias Sociales de Fujitsu durante 14 años y desarrolló el motor de inteligencia artificial de conversación en japonés que se introdujo en las centrales nucleares de todo Japón en 1991. Ha colaborado en el análisis de sensibilidad de los nombres de muchos productos como la línea SoyJoy, de Otsuka Pharmaceutical. Autora de numerosas publicaciones como Komyunikēshon sutoresu (El estrés comunicativo; PHP Shinsho, 2020), Ningen no torisetsu (Manual de instrucciones de las personas; Chikuma Shinsho, 2019) y Tsuma no torisetsu (Manual de instrucciones de la esposa; Kōdansha +α Bunko, 2018).

¿Son realmente distintos el cerebro de los hombres y el de las mujeres?

¿Existen diferencias estructurales y de funcionamiento entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres? Son muchas las personas —en especial las que se dedican a la ciencia— que albergan interés en esta cuestión y buscan la respuesta. Entre las incontables especulaciones que circulan por el mundo acerca de las divergencias cerebrales según el género, abundan las teorías que defienden que las mujeres tienen más desarrollado el hemisferio derecho, donde residen las capacidades intuitivas, mientras que en los hombres predomina el hemisferio izquierdo, encargado de las capacidades lógicas y analíticas. Sin embargo, la medicina no ha podido demostrar que exista una diferencia clara de estructura y funcionalidad ente el cerebro de ambos sexos.

Kurokawa Ihoko, autora del superventas Tsuma no torisetsu (Manual de instrucciones de la esposa), con más de 400.000 ejemplares impresos, afirma categóricamente que el cerebro no presenta diferencias funcionales basadas en el género. ¿A qué se deben, entonces, los constantes malentendidos y discrepancias entre hombres y mujeres? Según la científica, a algo que ella llama “la maldición de la sensibilidad”: “Tanto hombres como mujeres tienen un cerebro ‘equipado con todas las funciones’. La teoría de que cada sexo tiene una mitad más desarrollada que la otra me parece rarísima. Al observar las ondas cerebrales, se ve claramente que los hemisferios funcionan de forma integrada y es imposible que trabaje solo uno de los dos. Eso sí, partimos de la premisa básica de que el cerebro no puede usar todas sus funciones a la vez. Debe elegir a qué funciones accede cuando se requiere una reacción rápida. Aunque el cerebro dispone de las mismas funciones, los circuitos neurológicos que se emplean en las reacciones instantáneas sí difieren entre hombres y mujeres”.

Kurokawa define la “sensibilidad” cerebral como la elección inconsciente de respuestas neurológicas ante situaciones que requieren una reacción instantánea. Siguiendo esta definición, existen dos tipos de sensibilidades. Como el tipo que emplea la mayoría de los hombres y el de la mayoría de las mujeres son distintos, se produce un choque y se crea un fuerte estrés comunicativo. Ambos se empeñan en creer que su modelo de sensibilidad es el correcto. En eso consiste la citada maldición de la sensibilidad, la verdadera brecha entre hombres y mujeres. Al parecer, la generalización del teletrabajo durante la pandemia ha disparado la cifra de “divorcios del coronavirus”. Pues bien, comprender nuestro modelo de sensibilidad cerebral ayuda a paliar el estrés en el hogar.

El modelo de solución de problemas centrado en el objetivo y el modelo empático centrado en el proceso

¿Cuáles son los modelos de sensibilidad cerebral típicos entre hombres y mujeres? Kurokawa lo explica así: “Las configuraciones iniciales de los circuitos cerebrales a los que se accede por defecto cuando el cerebro siente inquietud y se pone en alerta son muy distintas para hombres y mujeres. Los dos modelos típicos son el que fija la vista instantáneamente en objetos lejanos que se mueven y el que no despega la mirada de los objetos importantes que tiene en frente. En la comunicación verbal, están aquellos que eligen señalar el problema y apresurarse en solucionarlo y aquellos que priorizan la comprensión mediante la empatía. La estrategia reproductiva se divide en estas dos tendencias de preferencia de hombres y mujeres.

El concepto de la estrategia reproductiva proviene de aquella era en la historia de la humanidad en que los hombres se encargaban de cazar y las mujeres, de criar a los niños. El cerebro masculino, que evolucionó exponiéndose a los peligros de la naturaleza, se sirve de la capacidad de reaccionar ante las amenazas repentinas, mientras que el cerebro femenino afinó su capacidad de evitar el peligro empatizando y compartiendo conocimientos en comunidades de mujeres dedicadas al cuidado infantil. Dicho de otro modo, el cerebro masculino sigue un modelo de solución de problemas centrado en el objetivo (que mejora la capacidad de afrontar peligros en caso de emergencia identificando fallos o deficiencias para alcanzar soluciones rápidamente) y el cerebro femenino funciona con un modelo empático centrado en el proceso (que mejora la capacidad de evitar peligros de forma habitual promoviendo una comprensión profunda mediante la empatía).

“Claro que esto no es así en el 100 % de los casos. Existen diferencias entre individuos y suele depender del entorno en que se trabaja y se vive. No digo que, por haber nacido hombre, uno utilice el cerebro masculino todos los días del año. Ambos cerebros pueden emplearse de forma intencionada. Sin embargo, la brecha entre hombres y mujeres surge de la diferencia en la sensibilidad que priorizamos inconscientemente en las reacciones instantáneas”, aclara Kurokawa.

El género no es el único factor que genera la brecha de sensibilidades cerebrales. Muchos hombres reaccionan ante emergencias recurriendo al modelo empático centrado en el proceso y lo aplican también de forma habitual. Lo mismo sucede con las mujeres y el modelo centrado en el objetivo. Algunas parejas presentan un patrón de estrés del cerebro masculino y el femenino totalmente invertido. Un conocido mío que se dedica en exclusiva al cuidado del hogar y que leyó Tsuma no torisetsu (Manual de instrucciones de la esposa) me comentó que estaba de acuerdo con la mayoría de las cosas que explica el libro. Al parecer, le ayudó a entender que las peleas conyugales que surgen en el día a día se deben a esa discrepancia de sensibilidades. En su caso, se puso en el lugar de la esposa y se sintió identificado con la sensibilidad cerebral que suele observarse en las mujeres. 

El cerebro como dispositivo

La teoría de la comunicación de Kurokawa surgió a partir de una investigación que integraba la sensibilidad humana en la inteligencia artificial: “El objetivo era considerar el cerebro como si fuera un dispositivo y reproducir los patrones del pensamiento por computadora. Para desarrollar un motor de inteligencia artificial hay que lograr el conocimiento necesario para que pueda conversar fluidamente con humanos, por lo que se adopta un enfoque distinto al de la fisiología cerebral y la psicología. En el proceso de desarrollo me percaté de que existían dos modelos de interacción totalmente distintos entre hombres y mujeres: el de solución de problemas y el empático”.

Lo más importante en la comunicación del modelo empático, más común entre las mujeres, es utilizar las emociones como detonante para recuperar recuerdos pasados y revivirlos, de modo que se obtenga una solución (comprensión profunda) que al principio no se halló. Por ejemplo, pongamos que alguien dice “Me duelen las lumbares” y el interlocutor demuestra su empatía recuperando inmediatamente recuerdos similares y respondiendo “Ay, pobre. Yo también me hice un esguince ahí y…”. Aunque pueda parecer una conversación que se eterniza inútilmente, este tipo de interacciones puede permitir revivir las señales previas al dolor de espalda y dar con medidas para prevenirlo, es decir mejorar la capacidad de evitar el peligro. Para aprovechar bien los detonantes emocionales, es imprescindible contar con la empatía del interlocutor. Si, por ejemplo, una esposa se dispone a explicar un fracaso que ha experimentado a su marido —que sigue el modelo centrado en la solución de problemas—, pero este cree que ella divaga, la escucha casi sin prestarle atención y se limita a señalar los errores que cometió, la interacción solo creará estrés comunicativo y no servirá para alcanzar una comprensión nueva. Es importante empezar ofreciendo empatía y reconocer el sufrimiento que experimenta la otra persona y sus esfuerzos.

Apuntando hacia la diversidad cerebral

Las explicaciones de Kurokawa en general resultan muy lógicas, pero hay puntos que no están tan claros. Por ejemplo, si la evolución del cerebro masculino y femenino se basa en la estrategia reproductiva, ¿qué sucede con las mujeres que no han tenido hijos? “El cerebro no es más inmaduro por el hecho de no haber dado a luz, porque en él también se acumulan otras experiencias además de la de parir y criar niños. Es cierto que el cerebro de la mujer cambia como consecuencia de las hormonas del embarazo, el alumbramiento y la lactancia. En esa fase de la vida, la empatía para con el hijo aumenta hasta el extremo y se pierde la objetividad a la hora de valorar qué es importante. Yo misma, cuando trabajaba y criaba a mis hijos, notaba que mi visión de las cosas estaba bastante sesgada y solía pedir consejo a amigas sin hijos”, explica la investigadora.

Kurokawa opina que, en esta época en que se busca la diversidad, lo ideal es contar con los distintos tipos de sensibilidades cerebrales en todos los contextos para que se complementen: “El género del cuerpo y el del cerebro no necesariamente coinciden. Por eso, si en el trabajo no formamos equipos compuestos con cerebros de todo tipo —de distintas edades, de hombres empáticos, de mujeres solucionadoras de problemas, etc.— en lugar de atender a la proporción entre hombres y mujeres, la visión del mundo se verá sesgada. Es importante apoyarse y confiar en los demás, unas veces priorizando la sensibilidad del cerebro femenino y otras la del masculino”.

Depender de alguien y mostrarle vulnerabilidad engendra amor: “El cerebro es interactivo y está programado para valorar a las otras personas cuando se produce una acción recíproca. No queremos a la esposa o la novia porque sea guapa, amable o buena cocinera. Sentimos afecto porque nos sonrió cuando le echamos una mano en algo que no podía hacer ella sola. Lo mismo sucede con los hombres. ¿Se puede querer realmente a un hombre fuerte y justo como Ultraman, que no se queja nunca y parece hecho de duraluminio? No le tendremos cariño a menos que nos muestre alguna debilidad, ¿verdad?”.

El cerebro masculino y el femenino en la política

Ahora que el mundo está en plena pandemia, ¿en qué medida influye la sensibilidad de los políticos en su modo de afrontar los riesgos? La capacidad comunicativa y los recursos de líderes femeninas como la canciller de Alemania Angela Merkel, la presidenta de Taiwán Tsai Ing-wen y la primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern destacaron en la gestión de la crisis sanitaria: “Creo que las mujeres aprovecharon sus fortalezas femeninas. En una crisis sin precedentes como la que vivimos ahora, tal vez lo más adecuado sea una comunicación empática y realista en que nos acerquemos a los individuos desde la autenticidad, explotando al máximo la sensibilidad del cerebro femenino. La Administración del Partido Liberal Democrático que gobierna en Japón está claramente sesgada en favor de la sensibilidad del cerebro masculino. En el Japón actual, aunque aumente el número de mujeres en política, las únicas que lograrán entrar en el Gobierno son mujeres entrenadas para imitar a los hombres y comportarse como ellos. Aquí no hay ministras que (como hace la primera ministra Ardern, que comparte aspectos de su vida privada en Facebook) se muestren abiertamente en su entorno doméstico ante la ciudadanía y emitan mensajes mientras cambian los pañales a sus hijos”.

Se ríe diciendo que tal vez había sido positivo que, durante la crisis del coronavirus, los ciudadanos vieran que el Gobierno de Abe también actuaba por ensayo y error ante una situación de evolución imprevisible: la idea de distribuir mascarillas equitativamente llevó a que estas tardasen en llegar a los ciudadanos y a que mucha gente que las recibió no las quisiera. Antes que emprender una medida como aquella, debían haber pensado en apoyar al sector sanitario. Las mascarillas se las puede hacer uno mismo. Quizás comprobar que no podíamos depender del Gobierno hizo que los ciudadanos fuéramos más conscientes del peligro.

Según Kurokawa, los políticos deben ser capaces de usar los dos tipos de sensibilidad cerebral: “Es importante emplear ambas sensibilidades de forma diferenciada y consciente. Una persona madura debe controlar cómo utiliza el cerebro, decidiendo cuándo es más adecuado practicar la comunicación empática y cuándo conviene adoptar el enfoque centrado en la solución de problemas. Esa capacidad de control es especialmente deseable en los políticos. Con todo, como es difícil controlarse en situaciones en que hay que reaccionar rápido, debemos saber hacia qué tipo de sensibilidad nos decantamos y rodearnos de compañeros que nos hagan de contrapeso a la hora de afrontar esas situaciones. La diversidad que necesita la política no consiste en la paridad de género, sino en el uso diverso del cerebro. Lograr un enfoque que integre el empleo del modelo de solución de problemas centrado en el objetivo y del modelo empático centrado en el proceso será mucho más efectivo para velar por nuestras vidas y nuestro país”.

Fotografías de Hanai Tomoko.

(Traducido al español del original en japonés.)

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