Mishima en el mundo: 50 años después

Literatura

Ha pasado medio siglo desde la muerte de Mishima Yukio, el escritor japonés más conocido en todo el mundo durante décadas. Por número de libros traducidos, supera en mucho a Kawabata Yasunari y Ōe Kenzaburō, los dos ganadores japoneses del premio Nobel de Literatura hasta la fecha. Pero ser ampliamente conocido y leído en el vertiginoso mundo del siglo XXI no sería baladí, dados los enormes cambios en el paisaje de los medios de comunicación y el alterado significado de la literatura intelectual.

La asombrosa productividad de Mishima

La obra literaria en japonés de Mishima se compone de 42 voluminosos tomos, más dos volúmenes extra, en la edición crítica autorizada más reciente de sus obras completas, publicada por Shinchōsha entre 2000 y 2006. Esta colección incluye novelas, historias, obras de teatro, poemas, ensayos, cine, entrevistas y otros materiales documentales en diversos formatos. Lo que resulta más notable de toda esta producción es no solo la extraordinaria cantidad —más de 20.000 páginas—, sino el amplio espectro del autor en lo que se refiere a género, tema, estilo y público.

Mishima manejó con gran habilidad muchos formatos diferentes —desde el romance hasta la ciencia-ficción, desde lo filosófico a lo escandaloso, desde lo satírico a lo patético— y experimentó con un amplio abanico de inspiraciones y tradiciones literarias. Prolífico teórico y crítico literario, logró sorprender y entusiasmar a sus coetáneos tanto por medio de sus excursiones al mundo de la cultura popular y sus provocativas visiones como mediante sus novelas y ensayos intelectuales y artísticamente refinados. Probablemente, para sus contemporáneos de las décadas de posguerra, y también incluso para el público japonés de las décadas posteriores a 1970, se trate de un escritor conocido solo por una pequeña parte de su legado. Mishima, escritor polifacético y controvertido, como un camaleón, pero de clara firma, fue muchas cosas para mucha gente.

Y lo que es más: Mishima fue pionero en jugar con el espectro completo de los medios de comunicación y publicidad de su tiempo. Escribió para revistas intelectuales y populares, mantuvo una enorme red social, que incluía a los glamorosos y a los extravagantes, y realizó sesiones fotográficas posando con su cuerpo de maneras imaginativas para los fotógrafos de más vanguardia, cuyas imágenes publicó después como libros y en revistas eróticas. También se inició como cantante y como actor de cine. A medida que su fama crecía en el extranjero, no solo fue nominado varias veces para el Premio Nobel de literatura, sino que una revista de Estados Unidos llegó a incluirlo en su lista de las cien personas más famosas del mundo.

Sin embargo, tras su espectacular suicidio por seppuku en 1970, el cual llevó su fama hasta los rincones más remotos del planeta, su imagen quedó ensombrecida por aquel acto provocativo y, en suma, incomprensible, y dejó de ser foco de atención durante un tiempo, tanto en Japón como en el extranjero. Tras una década, durante la cual se hablaba de Mishima y se lo consideraba casi siempre como un escándalo político, una nueva generación comenzó gradualmente a redescubrir su obra literaria, tanto en su país como fuera. Se podría incluso hablar de dos fases de redescubrimiento: una en el cuarenta aniversario de su muerte y otra en el cincuenta.

La Conferencia Mishima, 18-20 de marzo, 2010, en la Academia de Ciencia y Humanidades Berlín-Brandemburgo, organizada en cooperación con la Freie Universität Berlin y el Centro Japonés-Alemán Berlín. (© Hijiya Shūji)
La Conferencia Mishima, 18-20 de marzo, 2010, en la Academia de Ciencia y Humanidades Berlín-Brandemburgo, organizada en cooperación con la Freie Universität Berlin y el Centro Japonés-Alemán Berlín. (© Hijiya Shūji)

Simposio internacional de tres días sobre Mishima Yukio celebrado desde el 21 de noviembre de 2019 en la Universidad Diderot de París. (© Jérémy Marcellin)
Simposio internacional de tres días sobre Mishima Yukio celebrado desde el 21 de noviembre de 2019 en la Universidad Diderot de París. (© Jérémy Marcellin)

En comparación con la producción literaria antes mencionada, sus trabajos sobre traducción representan una sección bastante reducida. Por otro lado, sus obras principales se han publicado en muchos idiomas y ediciones, desde su primer periodo, con novelas como Kamen no kokuhaku (Confesiones de una máscara, 1949), Shiosai (El rumor del oleaje, 1954), Kinkakuji (El pabellón de oro, 1956) y Kindai nōgaku shū (Obras modernas de teatro noh, 1956, publicado en inglés como Five Modern Noh Plays), y continuando con el drama Sado kōshaku fujin (La señora de Sade, 1965) hasta la tetralogía Hōjō no umi (El mar de la fertilidad, 1969-1971). Muchas de estas obras se están reeditando e incluso traduciendo de nuevo para los lectores del siglo XXI, y la imagen literaria de Mishima se va expandiendo gradualmente para incluir textos hasta ahora sin traducir, entre ellos obras más populares y experimentales, como la novela de ciencia-ficción Utsukushii hoshi (Hermosa estrella), o la novela de entretenimiento ligero Inochi urimasu (Se vende vida), publicadas en 2020 en inglés, francés, alemán e italiano. Como suele ocurrir, la disponibilidad de las traducciones difiere en gran medida de un idioma a otro, y necesitaríamos otro enfoque y mucho más espacio para dedicarnos a la pregunta de cómo y por qué se ha recibido a Mishima de maneras tan diferentes en países vecinos como, por ejemplo, Francia y Alemania.

Traductores de Inochi urimasu en el simposio de París de 2019, de izquierda a derecha: Domonique Palmé, traductor al francés, Stephen Dodd, traductor al inglés, y Giorgio Amitrano, traductor al italiano. (© Thomas Garcin)
Traductores de Inochi urimasu en el simposio de París de 2019, de izquierda a derecha: Domonique Palmé, traductor al francés, Stephen Dodd, traductor al inglés, y Giorgio Amitrano, traductor al italiano. (© Thomas Garcin)

Impacto internacional

Aquello que hace único el impacto internacional de Mishima es el grado en que ha influido a muchos artistas e intelectuales de todo el mundo. Mishima ha inspirado obras de arte a directores de cine como Paul Schrader, Benoît Jacquot y Lewis John Carlino, al coreógrafo belga Maurice Béjart, quien dedicó un ballet, y a compositores como Hans Werner Henze, Mayuzumi Toshirō y Hosokawa Toshio, que escribieron óperas y otras obras musicales basadas en los trabajos de Mishima. Bailarines y artistas de vanguardia también han creado obras memorables. Directores teatrales, desde Robert Wilson a Ingmar Bergman, Andrzej Wajda y Ferdinando Bruni han puesto en escena obras de Mishima durante años, convirtiéndolo en el dramaturgo japonés más representado en los escenarios mundiales. También ha inspirado a escritores como Marguerite Yourcenar, José Luis Ontiveros y Henry Miller, así como a psicólogos y críticos culturales como Hélène Piralian y Catherine Millot, a escribir ensayos de envergadura sobre Mishima.

Esta lista fragmentaria de Mishima como fuente de inspiración se podría complementar con un catálogo aún mayor de escritores que, directa o indirectamente, han sacado por su cuenta motivos, elementos de trama u otros aspectos de los escritos de Mishima. En la literatura japonesa algunas de las figuras más prominentes son Shimada Masahiko, Hirano Keiichirō, Itō Hiromi e incluso Ōe Kenzaburō. E inspiraciones de la literatura de Mishima, o lo que se podría llamar el “mito de Mishima”, se pueden encontrar en otras rusas, británicas, estadounidenses, belgas, coreanas, taiwanesas, alemanas y de otros orígenes.

La sesión de apertura de la conferencia de Berlín contaba con un panel de debate que incluía a Donald Keene y Hirano Keiichirō, además del escritor ruso Boris Akunin. (© Hijiya Shūji)
La sesión de apertura de la conferencia de Berlín contaba con un panel de debate que incluía a Donald Keene y Hirano Keiichirō, además del escritor ruso Boris Akunin. (© Hijiya Shūji)

El “mito de Mishima” y el “problema de Mishima”

Sin embargo, tarde o temprano quienes nos dedicamos a este autor nos encontramos con un problema: ¿hablamos de las creaciones literarias de Mishima o nos ocupamos del mito que rodea a su persona, que el propio autor fabricó de manera consciente y astuta a lo largo de años y culminó en la actuación de su suicidio ritual en 1970? En retrospectiva podría decirse que al protagonizar en 1966 la adaptación al cine de su novela de 1961 Yūkoku (Patriotismo) estaba preparando esa cruenta escena. La película, que también dirigió, llevaba el subtítulo en inglés “The Rite of Love and Death” (El rito del amor y la muerte). De fondo sonaba constantemente “Liebestod”, de la ópera de Richard Wagner Tristán e Isolda. Y con su estética en blanco y negro construida sobre fuertes referencias al teatro noh presentaba una condensación de sus ideales estéticos y preparaba el camino, como lo hicieron muchas de sus excéntricas actividades y declaraciones, para una fusión de su obra y su persona a ojos del público. De este modo la persona de Mishima se fue convirtiendo en el mito de Mishima, y produciendo a su vez lo que se ha dado en llamar el problema de Mishima: es decir, la dificultad de desligar a la persona de su obra. Aunque los académicos no se cansan de recordarnos que nunca debemos confundir a un personaje ficticio con su creador, esto resulta ser quizá uno de los secretos del perdurable impacto global de Mishima. Al convertirse en la persona de Mishima logró crear un mito a su alrededor, con el efecto de continuar viviendo y creando interés en sus obras por medio de esa compleja y atractiva mezcla.

Es cierto que podemos sospechar que su impacto internacional también se debe a las raíces multiculturales de su propia creatividad. El propio Mishima subrayó su compromiso hacia una multitud de tradiciones y cánones literarios y culturales, desde la Grecia clásica hasta el simbolismo de fin de siglo, desde el budismo y los géneros teatrales del Japón premoderno hasta la literatura francesa o alemana del siglo XX, o de Yamamoto Jōchō y su ética samurái a la Escuela Romántica Japonesa, pasando por Nietzsche y los autores de Europa Oriental de los sesenta.

Pero cuando observamos a los artistas internacionales recientes crear instalaciones y cuadros que rememoran las obras de Mishima o se refieren a su aura, queda claro que la generación más joven quizá no se esté viendo atraída hacia él por su literatura, de entrada. Hay ejemplos como el evento de 2009 en la Galería de Arte Naoshima, en la prefectura de Kagawa, donde un joven artista se vistió como Mishima e imitó su último discurso antes del suicidio. También existen vídeos con intención artística en YouTube que aprovechan las ricas reservas de fotografías de Mishima en todas las fases de su vida, con un énfasis en su culturismo y artes marciales, y las colocan contra una alfombra acústica de heavy metal o música punk. Todos estos vídeos revelan una fascinación con Mishima, que obviamente persiste y se alimenta del mito que el propio Mishima comenzó a construir a su alrededor en vida.

Presentación de un trabajo de investigación de Hayashi Michio durante el segundo día de la conferencia de Mishima en Berlín. (© Hijiya Shūji)
Presentación de un trabajo de investigación de Hayashi Michio durante el segundo día de la conferencia de Mishima en Berlín. (© Hijiya Shūji)

Mishima en la literatura y el arte contemporáneos del mundo

Mishima, reclamado por muchos grupos diferentes como su líder y héroe —neoconservadores, nacionalistas, músicos de neofolk, culturistas y miembros del colectivo LGBTQ—, se ha convertido en un icono de alcance global. Sin embargo, continúa siendo ante todo una fuerte de inspiración constante, aunque controvertida, en el campo de la literatura. Dos ejemplos al azar demuestran que es así.

El autor suizo Christian Kracht, nacido en 1966, es un representante de su generación aclamado internacionalmente, y posee una imagen de escritor de literatura pop que maneja el postcolonialismo y otras problemáticas históricas con un estilo fuertemente irónico de pastiche literario y una mezcla impredecible de hecho y ficción. Su novela Die Toten, publicada en 2016 (y en inglés en 2018 como The Dead, “Los muertos”) está ambientada en Japón, principalmente en Tokio, y en Berlín, a principios de los años treinta, con un capítulo final en Hollywood. La historia trata de un oficial japonés de alto rango con la misión cultural de formar un “eje cinematográfico” entre Alemania y Japón con el que derrotar la incipiente dominación del cine estadounidense. A lo largo de todo el libro el autor hace referencias y mezcla en la trama diversos episodios de novelas de Mishima, algo que se le puede escapar a un lector occidental que no esté familiarizado con, por ejemplo, Confesiones de una máscara, El pabellón de oro o Gogo no eikō (El marino que perdió la gracia del mar). La novela de Kracht comienza con una escena con reminiscencias al acto de seppuku en Yūkoku, de Mishima, y más adelante en la trama el protagonista, en una extraña escena, se encuentra con un escritor de inequívocas connotaciones a Mishima. Existe un subtexto constante que apunta a Mishima, en esta novela, la cual mezcla deliberada e irónicamente el realismo y el artificio, el surrealismo y un material de archivo investigado con minuciosidad, para lograr un estilo elaborado, elocuente y algo pasado de moda.

Tomemos también el caso del autor Dany Laferrirère, haitiano-canadiense. Nacido en 1953, es un escritor de fama mundial y uno de los únicos dos autores de ciudadanía no francesa elegidos como miembros de la Academia Francesa en 2015. Resulta un tanto sorprendente, si no completamente chocante, toparse con su novela de 2008 Je suis un écrivain japonais (traducida al inglés en 2011 como I Am a Japanese Writer, “Soy un escritor japonés”). Este libro, como el de Kracht, nos enfrenta a copiosas referencias a escritores japoneses clásicos y contemporáneos, sobre todo Mishima, Tanizaki Jun’ichirō y Murakami Haruki. El pabellón de oro es la fuente de un número de embrollos en varios niveles de la historia. Y El marino que perdió la gracia del mar es también reconocible, como lo es el propio Mishima en un capítulo titulado “Manga Death” (muerte manga).

En ambos libros las referencias a Mishima no son necesariamente afirmativas. Por el contrario: en su extraña mezcla de exageración y deconstrucción, elevan y ridiculizan al mismo tiempo sus motivos de Mishima. Pero incluso en el caso de Laferrière, cuyas referencias a Mishima son más ácidas y totalizantes, aunque también superficiales, el autor japonés no pierde su estatus como modelo, en cierto sentido. Ambas obras son creaciones típicamente postmodernas, resbaladizas y brillantes. Y sin embargo muestran que parece existir de nuevo un fuerte interés por la literatura de Mishima, un nuevo nivel de atención y fascinación con su producción artística. Este uso de su obra trasciende el pensamiento que antes prevalecía, el cual escudriñaba sus libros en busca de rastros de ultraconservadurismo y militarismo y los trataba solo como muestras para el análisis ideológico y crítico, o como un icono de ciertas modas subculturales que favorecen tanto lo estrambótico como el culto a la sangre, la hombría o los romances juveniles kitsch, cuando el manga y el anime aprovechan las producciones populares del escritor.

Mishima como una obra de arte total

Mishima puede desde luego ser considerado como una obra de arte total, que abarca tanto sus creaciones artísticas como su estilo de vida, y puede ser que su intención fuera borrar para nosotros las fronteras categóricas entre su vida y sus emanaciones de ficción. Se puede considerar uno de sus logros el hecho de que Mishima, el hombre, haya funcionado como modelo en un buen número de obras de arte contemporáneas, como resultado de su estrategia de impresionar, por muy ambivalentes que sean sus contornos. E incluso debemos admitir que en su autoestilización y uso estratégico de varios formatos mediáticos para la diseminación pública de su imagen anticipó algunas características básicas de nuestro zeitgeist narcisista.

Un cartel que anuncia la Conferencia de Mishima del 18 al 29 de marzo, 2010. (© Hijiya Shūji)
Un cartel que anuncia la Conferencia de Mishima del 18 al 29 de marzo, 2010. (© Hijiya Shūji)

Paradójicamente, el punto en común entre los textos de Kracht y Laferrière y muchas otras obras es que la ironía y el ridículo parecen ser la manera posmoderna de tomarse a Mishima en serio. Mishima se ha convertido en un poderoso icono capaz de producir significado más allá de un único texto. Y dada la abundancia de obras que esperan a ser redescubiertas podemos esperar que, por medio de nuevas traducciones y nuevas creaciones de escritores y artistas en todos los campos y medios contemporáneos, siga estando entre nosotros durante un tiempo. Como último punto, pero no menos importante: el futuro de este escritor en el escenario global se verá asegurado por su imagen, aún controvertida.

(Traducido al español del original en inglés. Imagen del encabezado: diversas traducciones al inglés de las obras de Mishima Yukio. © Aflo.)

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