Inteligencia artificial para devolver el color a la Hiroshima de la guerra

Sociedad Historia

Niwata Anju y Watanabe Hidenori son autores de un libro de fotografías de la época de la preguerra y la guerra coloreadas con la ayuda de la inteligencia artificial que se ha convertido en un éxito de ventas en Japón.

Niwata Anju NIWATA Anju

Nacida en Hiroshima en 2001, actualmente cursa estudios en la Universidad de Tokio. Tras su encuentro en 2017 con Hamai Tokusō, uno de los supervivientes del bombardeo atómico de Hiroshima, puso en marcha el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), con el cual se ha dedicado a recoger el legado de quienes vivieron la guerra en su Hiroshima natal haciendo exposiciones, filmaciones e incluso desarrollando una aplicación. Fue premiada en la sección Estudiantes de la edición de 2018 del Festival de Cine Unidos por la Paz (UFPFF, por sus siglas en inglés), y un año después recibió también el Premio Ministro de Relaciones Exteriores del “Concurso de redacción de ideas sobre entendimiento y cooperación internacionales para estudiantes de bachillerato”.

Watanabe Hidenori WATANABE Hidenori

Nacido en la prefectura de Ōita en 1974, es profesor de la Escuela de Estudios Interdisciplinarios de la Información (posgrado) de la Universidad de Tokio. Investiga en el campo de la transmisión del recuerdo por medio del diseño informático y los archivos digitales. Desde 2016 colabora con Niwata Anju en el proyecto Kioku no kaitō, que incluye el coloreado de fotografías tomadas en blanco y negro. Este mismo año fue galardonado con el Premio de la Asociación de la Prensa de Japón por su trabajo conjunto con el periódico Iwate Nippō titulado Wasurenai Shinsai giseisha no kōdō kiroku: (“No olvidamos: Registro de la conducta de las víctimas del desastre”).

Un álbum de fotografías antiguas publicado en julio de 2020 por la editorial Kōbunsha ha tenido una tirada superior a los 60.000 ejemplares convirtiéndose en un best-seller, algo que rara vez ocurre con una colección de fotografías de la guerra. El libro, titulado AI to karā-ka shita shashin de yomigaeru senzen, sensō (“Guerra y preguerra renacen con fotografías coloreadas con la ayuda de la inteligencia artificial”), es obra de la estudiante de la Universidad de Tokio Niwata Anju y del profesor de posgrado de la misma universidad Watanabe Hidenori. En el álbum quedan recogidas 355 fotografías que incluyen imágenes de preguerra de Hiroshima y Okinawa, así como otras que muestra el desarrollo de la Guerra del Pacífico con la batalla de Okinawa, los bombardeos nucleares y convencionales, y los momentos finales del conflicto. Las fotografías, tomadas en blanco y negro, han sido procesadas con la ayuda de la inteligencia artificial para dotarlas de color, tras lo cual el colorido ha sido corregido o modificado a partir de testimonios obtenidos de los supervivientes, documentos y otros testimonios recogidos a través de las redes sociales.

Un proyecto nacido a raíz del encuentro con Tokusō

Pasando a blanco y negro o a sepia las fotografías a color, logramos imprimirles un aire nostálgico. ¿Qué efecto se consigue cuando, a la inversa, coloreamos las viejas fotografía que fueron tomadas en blanco y negro? La magia de esta operación cautivó a Niwata Anju el otoño de hace tres años, cuando cursaba el primer año del bachillerato.

En su escuela, Niwata formaba parte del comité encargado del Archivo Hiroshima, que recoge testimonios históricos. Es un proyecto creado en 2011 por Watanabe Hidenori con el fin de transmitir a las generaciones venideras, con la ayuda de la tecnología y del arte, el enorme legado documental que atestigua los padecimientos de la ciudad bajo la guerra. Cuando recogía testimonios de los hibakusha (víctimas de la radiación nuclear), Niwata conoció el caso de Hamai Tokusō. Toda su familia, que regentaba una peluquería en el barrio de Nakajima, en un lugar actualmente comprendido dentro del Parque de la Paz, murió víctima de la bomba. Tokusō, que había sido evacuado a una zona rural, fue el único superviviente.

La idea de devolver a las viejas imágenes su color original se le ocurrió a Niwata mientras charlaba con aquel, contemplando las fotografías familiares que tan celosamente había conservado. Pensó también que serían un magnífico regalo para Tokusō. Ella misma había experimentado poco antes una cercanía desconocida hasta entonces cuando vio, en un taller organizado por Watanabe, fotografías coloreadas que habían sido tomadas en blanco y negro en Okinawa antes de la guerra.

Watanabe conoció la técnica de coloreado automático de fotografías en blanco y negro mediante la inteligencia artificial (IA) en 2016. Su creador, Ishikawa Hiroshi, profesor de la Facultad de Ciencia e Ingeniería de la Universidad de Waseda, había revelado sus secretos en internet, poniéndola gratuitamente a disposición de todos. Cuando Watanabe probó a colorear por ese método fotografías de la Hiroshima inmediatamente posterior al fin de la guerra, quedó sorprendido. Parecía que personajes retratados iban a empezar a moverse en cualquier momento. Pensó entonces que el escaso interés que despertaban y la escasa valoración que se concedía a las fotografías en blanco y negro aportadas por los hibakusha, en comparación con la gran resonancia que obtenían sus testimonios orales, podía tener algo que ver con aquello.

“Acostumbrados como estamos al color, las fotografías en blanco y negro nos dan una impresión de congelación, de algo inorgánico y estático. Esto produce un distanciamiento respecto a los tiempos de la guerra que nos impide ver todo aquello que ocurrió como algo propio”, comenta.

Procesó fotografías del hongo nuclear y de los integrantes de las Unidades de Ataque Especial (pilotos kamikaze) y probó a subirlas en su cuenta de Twitter. Consiguió miles de retweets, además de muchas nuevas informaciones y algunos consejos. Desde ese momento, bajo el título de “Hace hoy... años”, comenzó a procesar y subir valiosas fotografías de la época de la guerra e incluso anteriores.

Miembros de las Unidades de Ataque Especial (pilotos kamikaze) con un cachorro, fotografía tomada apenas dos horas antes del momento establecido para su misión suicida desde el aeródromo militar de Bansei, en la prefectura de Kagoshima, el 26 de mayo de 1945.
Miembros de las Unidades de Ataque Especial (pilotos kamikaze) con un cachorro, fotografía tomada apenas dos horas antes del momento establecido para su misión suicida desde el aeródromo militar de Bansei, en la prefectura de Kagoshima, el 26 de mayo de 1945.

La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju y Watanabe Hidenori
La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju y Watanabe Hidenori

Colores que estimulan la memoria

Una vez hubo aprendido la técnica de coloreado automático de Watanabe, Niwata procesó las fotografías de Tokusō y se las entregó. Entonces, muchas cosas que este no había logrado recordar mirando aquellas imágenes en blanco y negro afloraron a su mente.

“Es como si mi familia estuviera todavía viva”. “Ahora que lo dices, me acuerdo de que por ahí solía jugar yo a disparar con canutos de cedro”.

Escena de un hanami (reunión bajo los cerezos en flor) familiar en el parque de Chōju-en (Hiroshima), tomada en la primavera de 1935. El dueño de esta fotografía, Hamai Tokusō, es el bebé con gorrito blanco sostenido por su madre (cuarta desde la izquierda). (Cortesía de Hamai Tokusō)
Escena de un hanami (reunión bajo los cerezos en flor) familiar en el parque de Chōju-en (Hiroshima), tomada en la primavera de 1935. El dueño de esta fotografía, Hamai Tokusō, es el bebé con gorrito blanco sostenido por su madre (cuarta desde la izquierda). (Cortesía de Hamai Tokusō)

La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju y Watanabe Hidenori.
La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju y Watanabe Hidenori.

A continuación, Niwata visitó a Takahashi Hisashi, cuya casa estaba también en el barrio de Nakajima. La familia tenía un estudio de fotografía y, al igual que Tokusō, Hisashi fue el único de la familia que vivió para contarlo. Conversar con Hisashi no resultó fácil debido a su demencia senil, pero su memoria se despertó nada más hojear el viejo álbum fotográfico familiar, ahora a todo color. A la vista de una instantánea en la que aparecía de niño, cubriéndose la cabeza cómicamente con una gran cáscara de sandía, recordó fácilmente que lo hizo porque el flash le daba miedo.

La familia y algunos parientes en una fotografía tomada en 1936 en el estudio fotográfico familiar. Takahashi Hisashi, dueño de la fotografía, es el niño que se cubre la cabeza con una cáscara de sandía. (Cortesía de Takahashi Hisashi)
La familia y algunos parientes en una fotografía tomada en 1936 en el estudio fotográfico familiar. Takahashi Hisashi, dueño de la fotografía, es el niño que se cubre la cabeza con una cáscara de sandía. (Cortesía de Takahashi Hisashi)

La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju y Watanabe Hidenori.
La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju y Watanabe Hidenori.

Todos los años, al acercarse el 6 de agosto, fecha de la detonación de la bomba atómica, las escuelas de la ciudad de Hiroshima organizan clases especiales para concienciar a los alumnos de la importancia de la paz (heiwa gakushū). “De pequeña, yo sufría mucho con esas clases”, dice Niwata. La tragedia de la guerra era demasiado para ella y no sentía fuerzas para mirarla cara a cara.

“Creo que entonces yo no le encontraba ninguna conexión con mi propia realidad, era como si todo eso perteneciera a otro mundo. Me parece que coloreando las fotografías antiguas estamos dando una oportunidad para que la gente que no conoció la guerra vea aquella época en primera persona. Que antes de la guerra había personas que llevaban vidas similares a las que llevamos nosotros, pero que esas vidas les fueron arrebatadas en un instante por una sola detonación. Y que la guerra no es algo que ocurrió en un pasado lejano, sino algo podría volver a ocurrirnos también a nosotros”.

Los sentimientos de Iwata y todos los recuerdos resucitados en las charlas provocadas por la visión de las fotografías procesadas inspiraron a Watanabe la expresión “deshielo de la memoria”, una licuación que hace fluir todo ese tiempo pasado que permanecía congelado en el mundo del blanco y el negro, y sitúa en un continuum aquella guerra ocurrida en un pasado lejano con nuestro día a día. Se origina entonces un rico diálogo que recoge la actualidad, la cultura, el modo de vida de aquella época, todo lo que reflejan esas fotografías. Así fue como entre los dos pusieron en marcha un nuevo proyecto.

Saber percibir la siniestra sombra que acecha nuestras dichosas vidas

“El deshielo de la memoria” es una colaboración de la IA y el ser humano. En primer lugar, la IA, que previamente se ha “estudiado” un pool de 2,3 millones de parejas de fotografías (color, y blanco y negro), procede al coloreado automático de las imágenes. A la IA se le da muy bien eso de reproducir los colores de la piel, el cielo, las montañas y el resto de los elementos de la naturaleza. Pero cuando se trata de cosas artificiales, como prendas de vestir o vehículos, sus soluciones suelen resultar poco naturales. Por eso, el coloreado automático no deja de ser una primera fase, que debe ser complementada por una segunda de repetidas charlas con quienes experimentaron la guerra y de recepción de comentarios y materiales a través de medios como las redes sociales, a partir de los cuales es posible corregir manualmente los colores asignados por la IA. Una labor silenciosa y muy trabajosa que en algunos casos se prolonga meses.

Fruto de un acuerdo entre Watanabe y Takahashi Kōsei, redactor de la editorial Kobunsha encargado del proyecto, quedaron excluidas del mismo todas las imágenes que pudieran resultar grotescas o demasiado trágicas. Trataron de captar las sombras que se escondían tras las vidas aparentemente felices de la gente de la época, con primeros planos al estilo de los utilizados por el director Katabuchi Sunao en su película Kono sekai no katasumi ni (“En este rincón del mundo”). Se incluyeron, en cambio, muchas instantáneas tomadas por fotógrafos norteamericanos y las que reflejan la realidad de los campos de internamiento donde fueron confinados por el Gobierno estadounidense muchos ciudadanos de origen japonés.

Por su parte, Niwata ha adoptado la perspectiva infantil para seleccionar las fotos. Junto a los sentimientos de personas como Tokusō o Hisashi, quería transmitir el hecho de que la guerra acaba atropellando también a la población civil, entre la que hay muchos niños.

“Creo que Niwata ha sido capaz de extraer de los hibakusha tantos recuerdos y toda esa sinceridad gracias a su fuerza de voluntad, a su candidez y la actitud de escucha que ha mostrado sin cohibirse en ningún momento”, dice Watanabe.

Un interminable viaje en pos de la memoria cromática del pasado

No bien vio la luz el 16 de julio, el libro resultante de este proyecto obtuvo un gran éxito y en apenas un mes en las estanterías se hicieron cinco ediciones. Pero Watanabe mantiene sobre él un juicio ecuánime. “El colorido de las fotografías dista del que esas cosas tenían en realidad. Nosotros tratamos de reconstruir los colores lo mejor que sabemos, pero el resultado sigue sin ser el óptimo. El libro no deja de ser un exponente del nivel que hemos alcanzado hasta ahora”.

Hay una anécdota que refleja muy bien este hecho. Es sobre la fotografía titulada “Joven pareja contempla la ciudad reducida a cenizas”, que aparece al principio y al final de las páginas del libro. El pie de foto reza: “El 5 de agosto de 1946, un año después del bombardeo atómico, muchas partes de la ciudad seguían siendo un ‘desierto quemado’. Una pareja contempla el paisaje del sureste desde los grandes almacenes Fukuya de Hatchōbori”.

La imagen fue descubierta en 2016 por Watanabe durante su estancia en los Estados Unidos, en los archivos del Centro Documental de la Paz de la Universidad de Wilmington. La procesó para colorearla y la publicó en su Twitter el 6 de agosto de 2018, aniversario del bombardeo de Hiroshima. Obtuvo un gran eco y cuando fue “rebotada” por la prensa le llegó una carta procedente de una persona relacionada con la agencia de noticias Kyōdō que había leído el artículo. En su carta se daban detalles de aquel momento capturado por la cámara. Según el remitente, la fotografía había sido tomada por la agencia poco antes de aquel 5 de agosto, como parte de un reportaje gráfico que incluía localidades de todo el país, con motivo del primer aniversario del bombardeo y del fin de la guerra. La carta precisaba también que apenas un año después del fin del conflicto los grandes almacenes Fukaya habían abierto ya una pista de baile, iniciativa con la que querían contribuir a devolver a la ciudad la vitalidad perdida.

La identidad de la pareja no pudo saberse, pero para Niwata y Watanabe aquellos dos jóvenes representaban el luminoso futuro que se abría ante Hiroshima en aquellos años de reconstrucción y así fue como presentaron la fotografía.

Pero la historia no terminó ahí. Poco después de la publicación del álbum fotográfico, Kawaue Kiyoshi, un excultivador de ostras de 90 años con residencia en Minami-ku (Hiroshima) dijo ser el muchacho de la fotografía. Quien aparecía junto a él no era otra que su novia y futura esposa. Niwata visitó a Kiyoshi en su domicilio. Desgraciadamente, su esposa Yuriko acababa de fallecer en el mes de enero, a los 90 años.

Sin demora, Niwata se puso a recomponer, ahora con la ayuda que suponía tener el testimonio directo de Kiyoshi, el colorido original de aquella escena de devastación. Este reveló que aquel día el aire tenía algo negruzco, como si hubiera humo, y dijo también que no era precisamente con esperanza en el futuro como divisaban aquel paisaje. Miraban en dirección al lugar donde había estado su casa recordando con tristeza a todos los amigos perdidos en la explosión. A Kiyoshi le costó mucho recuperarse del impacto emocional que le causó la guerra y Yuriko se convirtió en su principal soporte. Se casaron cinco años después.

Pareja contempla la ciudad reducida a cenizas. (Fotografía cortesía de la agencia de noticias Kyōdō)
Pareja contempla la ciudad reducida a cenizas. (Fotografía cortesía de la agencia de noticias Kyōdō)

La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Watanabe Hidenori.
La misma fotografía, coloreada para el proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Watanabe Hidenori.

Versión corregida de la fotografía anterior, proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju. La corrección se hizo a partir del testimonio de Kawaue Kiyoshi, que aparece junto a su futura esposa.
Versión corregida de la fotografía anterior, proyecto Kioku no Kaitō (“El deshielo de la memoria”), de Niwata Anju. La corrección se hizo a partir del testimonio de Kawaue Kiyoshi, que aparece junto a su futura esposa.

Kawaue Kiyoshi confesó estar muy emocionado al recobrar aquel lejano recuerdo vivido junto a su futura esposa, gracias a la fotografía publicada. (Fotografía de Niwata Anju)
Kawaue Kiyoshi confesó estar muy emocionado al recobrar aquel lejano recuerdo vivido junto a su futura esposa, gracias a la fotografía publicada. (Fotografía de Niwata Anju)

“Seguirán llegando nuevos testimonios y nosotros seguiremos escuchándolos y retocando las imágenes”, comenta Watanabe. El viaje en busca de la memoria cromática del pasado parece ser un viaje sin fin.

Fotografía del encabezado: Niwata Anju (derecha) y Watanabe Hidenori, impulsores del proyecto Kioku no kaitō (“El deshielo de la memoria”. Les gustaría ver su álbum fotográfico en versión multilingüe, en inglés y otros idiomas. (Fotografía: Amano Hisaki)

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