Las geishas, embajadoras del ‘shamisen’ e impulsoras del ‘Nihon buyō’

Cultura Historia

Aunque las geishas han sido tradicionalmente un símbolo de Japón, en realidad son poquísimos los japoneses que han llegado a tener a una cerca. En este artículo desentrañamos la historia de las geishas, profesionales del entretenimiento que han conservado y legado la música de shamisen y han contribuido a la evolución del Nihon buyō.

Acontecimientos sociales tradicionales que van desapareciendo en Japón

El hecho de que ahora, al hablar de geishas, deba añadir notas explicativas no solo para los lectores extranjeros sino también para mis compatriotas de cierta edad, me lleva inevitablemente a sentir que la presencia de estas mujeres y la realidad que las rodea están desapareciendo.

Hasta 1960, por lo menos, tanto en las grandes ciudades como en provincias —a excepción de las zonas agrícolas—, un restaurante que se montaba para celebrar banquetes (como los actuales ryōtei) no era solo un lugar para satisfacer las ganas de degustar buena comida. Los banquetes eran necesarios por cortesía y obligaciones sociales, y en ellos era costumbre contratar a geishas para que ayudaran al anfitrión a entretener a los invitados.

Geishas en el barrio tokiota de Akasaka en la década de los 60. (Jiji Press)
Geishas en el barrio tokiota de Akasaka en la década de los 60. (Jiji Press)

El panorama de los banquetes cambió a partir de los años setenta, cuando las generaciones de las eras Meiji (1868-1912) y Taishō (1912-1926), que habían impulsado la recuperación de Japón tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, envejecieron, y tomaron las riendas los nacidos en la primera mitad de la era Shōwa (1926-1989), que aspiraban a la transformación social del país. Llegada la década de los 80, gran parte de los banquetes y el agasajo a los clientes (settai) se había trasladado a los hoteles y clubes nocturnos, por lo que los barrios de geishas de todo Japón empezaron un proceso de declive. Los pequeños barrios de geishas que frecuentaban los hombres de negocios y políticos de provincias degeneraron, y los ryōtei que había en ellos se arruinaron.

En 1993, cuando la generación nacida en la posguerra empezó a ocupar puestos de poder en la sociedad, el Gabinete de la época fue abandonando las reuniones en los ryōtei y el sector financiero, que seguía el juego a la coalición gobernante, también hizo lo propio, con lo cual los barrios de geishas de grandes ciudades como Tokio, Osaka y Nagoya, que los tenían de clientela, sufrieron cambios devastadores y finalmente desaparecieron.

Con el paso del tiempo, lo único que ha quedado de todo aquel mundo es la veneración del atisbo de la civilización de la era Tokugawa que constituye la vestimenta de las geishas, que conserva tímidos vestigios de antaño en los contados barrios de geishas que siguen funcionando con penas y trabajos. Son tan pocos los japoneses de hoy en día que han tomado una copa servida por una geisha que podemos decir que prácticamente no existen.

Las artes escénicas como medio para intervenir en el amor entre clientes y prostitutas

La cuestión que me ocupa en este artículo es definir la posición de las geishas como embajadoras de la cultura tradicional japonesa. En primera instancia, debo señalar su papel en la conservación y la transmisión de la música de shamisen y la evolución del Nihon buyō, la danza tradicional nipona.

El apelativo de geisha designa a una persona que destaca en alguna destreza o habilidad, pero antaño solía referirse a aquellos que se dedicaban a artes como la composición de poemas renga o haikai o a la interpretación de teatro y kyogen. Con el florecimiento del barrio rojo oficial de Yoshiwara en la era Tokugawa, los hombres que se dedicaban a guiar a los clientes para satisfacer sus deseos sexuales, es decir a mediar entre los clientes y las yūjo (prostitutas), pasaron a conocerse como geisha. Ese es el origen histórico de la palabra. El gei de geisha se refería a las distintas disciplinas del entretenimiento, como la poesía renga y haikai, la ceremonia del té, el arreglo floral o la quema de incienso. Las canciones populares con acompañamiento de shamisen se convirtieron en un elemento imprescindible en los banquetes y pasaron a ser el arte principal de las geishas.

En la segunda mitad de la era Tokugawa, mujeres de fuera de Yoshiwara llegaron para ejercer la prostitución sin autorización e irrumpieron en el sector de las yūjo, prostitutas con licencia oficial. Los regentes de los burdeles de Yoshiwara, preocupados por la situación, obligaron a las prostitutas sin licencia a prometer que se abstendrían de ofrecer servicios sexuales. Se decidió autorizar a dichas mujeres como geishas —aparte de las geishas ya existentes— y vigilarlas. Se dice que este fue el origen de los kenban, agencias que gestionaban a las geishas y llevaban las cuentas del negocio. Esto hizo que el número de geishas femeninas se disparara y que a los originales se los rebautizara como otoko geisha (hombres geisha) y hōkan o taikomochi.

En definitiva, la función de las geishas en la era Tokugawa, al igual que la de sus predecesores masculinos, fue tocar el shamisen. Otra tarea que debían llevar a cabo, a petición de los clientes, era ejercer de mediadoras entre estos y las prostitutas, es decir, mediar en un matrimonio falso que solo duraba ese mismo día.

Un reglamento de indumentaria discreto para diferenciarse de las yūjo

El reglamento de indumentaria para las geishas de Yoshiwara que se aprobó en aquellos tiempos atestigua la voluntad de distinguir a estas mujeres de las yūjo. Las geishas debían llevar kimono de manga corta con mon (escudo) y cuello blanco, y obi (cinturón) de tela sin bordados atado a la espalda. Se les prohibió usar nagajuban, un camisón fino que se llevaba debajo de la ropa, porque no debían quitarse el kimono y mostrarse en ropa interior ante los clientes. Debían peinarse con el Shimada-mage, un recogido parecido al de los chicos jóvenes. Todo su atuendo, que se asemejaba al de los hombres de la época, expresaba recato.

Mujeres vestidas con kimono negro de manga corta con mon y cuello blanco, con el pelo recogido al estilo Shimada-mage, como dictaba el reglamento de indumentaria para las geishas. La imagen corresponde al ensayo de la víspera del Azuma Odori, un recital que se representa en el Shinbashi Enbujō, un teatro que se fundó para exhibir los resultados de las prácticas de música y danza de las geishas de Shinbashi. (Mayo de 2019, Jiji Press.)
Mujeres vestidas con kimono negro de manga corta con mon y cuello blanco, con el pelo recogido al estilo Shimada-mage, como dictaba el reglamento de indumentaria para las geishas. La imagen corresponde al ensayo de la víspera del Azuma Odori, un recital que se representa en el Shinbashi Enbujō, un teatro que se fundó para exhibir los resultados de las prácticas de música y danza de las geishas de Shinbashi. (Mayo de 2019, Jiji Press.)

Las geishas no autorizadas de fuera de Yoshiwara, como las de Fukagawa y Yanagibashi, que empezaban a proliferar en aquel momento, imitaron modestamente el reglamento de indumentaria, con lo que el aspecto de las geishas del periodo Edo se homogeneizó. Este código de vestimenta se conservó también a partir de la era Meiji, con la excepción de que pasó a usarse el lujoso nagajuban y los obi se volvieron más ostentosos, y hoy en día sigue siendo el atuendo más formal de las geishas tanto en Tokio como en otras regiones.

Me refiero a lo que sucedía en los barrios de geishas de la capital, desde que fuera Edo hasta que pasó a llamarse Tokio. En otras regiones, como Kansai, no era todo exactamente igual pero, antes de que se aprobara la Ley Antiprostitución en 1958 y se abolieran los barrios rojos, tampoco había diferencias destacables, aparte del hecho de que algunas prefecturas hubieran emitido ordenanzas que permitían públicamente que las geishas ejercieran también como shōgi (mujeres con licencia para ejercer la prostitución en zonas autorizadas).

Tanto las geishas como las geiko —como se las llamaba en Kansai— se originaron en las zonas de templos y santuarios, confluyendo con las deidades budistas y sintoístas. Los banquetes que se celebran en los barrios de geishas desde la era moderna se arraigan en la fe de los ritos antiguos, en que se obsequiaban ofrendas y espectáculos de música y danza para rogar a los dioses.

Siguiendo con los espectáculos de música y danza, desde la época de los hombres geisha de Yoshiwara que mencionábamos antes hasta mediados del periodo Meiji, en los barrios de geishas de Tokio, las geishas salían al escenario cuando todo el público ya se había sentado en el teatro. Tocaban piezas animadas de nagauta, tokiwazu o kiyomoto adecuadas a la estación con sansagari (afinación grave de la tercera cuerda del shamisen) y luego se pasaba a los cantos celebratorios con escandalosas sawagiuta. Estas interpretaciones, que se llamaron zatsuki desde la época de Yoshiwara, se implantaron también en Yanagibashi y Shinbashi. Las que bailaban con las hauta (canción corta con shamisen) o similares después del zatsuki solían ser hangyoku (aprendices de geisha) o hōkan (hombres geisha); las geishas solo bailaban en raras ocasiones.

Tesoros nacionales vivientes cultivados en barrios de geishas

La habilidad imprescindible para las geishas de Tokio del periodo Edo en adelante fue tocar el shamisen. No solo eran capaces de interpretar un vasto repertorio de nagauta, tokiwazu y kiyomoto, sino que dominaban también las hauta y las kouta. Aunque uno pueda suponer que las geishas tocaban ante el público para que oyeran su música, su trabajo era en realidad acompañar a la clientela para cantar, por lo que debían interpretar cualquier cosa que se les pidiera.

Las geishas han contribuido enormemente a la conservación y la transmisión de la música de shamisen. La fotografía capta un instante de los ensayos en la víspera del recital Azuma Odori, que se interpreta en el Shinbashi Enbujō. (Mayo de 2019, Jiji Press.)
Las geishas han contribuido enormemente a la conservación y la transmisión de la música de shamisen. La fotografía capta un instante de los ensayos en la víspera del recital Azuma Odori, que se interpreta en el Shinbashi Enbujō. (Mayo de 2019, Jiji Press.)

Se dice que el shamisen se introdujo en Japón a través de las islas Ryūkyū en el periodo Eiroku (1558-1570), la época en que Oda Nobunaga allanó el camino hacia la unificación del país. Cuando los biwa hōshi (monjes ciegos que viajaban interpretando canciones) empezaron a tocar este instrumento, en Kamigata (zona de Osaka y Kioto) se popularizaron las colaboraciones musicales con los kengyō (ciegos que se ganaban la vida tocando el biwa y otros instrumentos de cuerda y viento), que tocaban el koto y el kokyū. En Edo, en cambio, los intérpretes famosos de nagauta y jōruri que acompañaban en las obras de kabuki se convirtieron en maestros de escuelas musicales y fueron perfeccionando el arte del shamisen.

Al mismo tiempo, no debemos olvidar que en los salones de los barrios de geishas, empezando por el oficial de Yoshiwara, los hombres y mujeres geisha fueron dando continuidad a escuelas de jōruri que se consideraban anticuadas para acompañar en teatro, como las de Icchūbushi, Katōbushi, Miyazonobushi o la de Ogiebushi, de nagauta, y lograron que se conservaran, al menos parcialmente, no solo en la transición del periodo Edo a la era Meiji, sino hasta nuestros días.

Tras este panorama artístico se hallaba el apoyo de gente pudiente y sofisticada (los danna, o patrones) que no escatimaba en su mecenazgo y a la que las geishas agasajaban con su saber hacer, aguantando su egocentrismo y sus caprichos. En la década de los 60, cuando florecieron los esfuerzos de conservación y transmisión desarrollados desde mediados de la era Tokugawa, dos artistas de las escuelas Icchūbushi y Miyazonobushi formadas en el barrio de geishas de Shinbashi fueron declaradas tesoros nacionales vivientes, y en 2007 se añadió a la lista una mujer de la escuela Miyazonobushi del barrio de geishas de Asakusa.

Las geiko de Kansai, en cambio, siempre danzaron en los escenarios de los salones desde el periodo Tokugawa y, al entrar en la era Meiji, también pasaron a actuar en los teatros de los barrios de geishas, empezando por la representación del Miyako Odori en el Gion de Kioto. Los dueños de los ryōtei de Shinbashi fueron quienes introdujeron esta costumbre en Tokio a finales de Meiji. Contrataron a maestros de escuelas de baile como profesores certificados de agencias de geishas para que entrenaran a las geishas y formaron a bailarinas famosas a base de actuar en banquetes. Esto llevó a que el barrio de geishas de Shinbashi empezara a formar a geishas como bailarinas y que fundara ostentosos teatros alardeando del apoyo que les brindaba el sector financiero. Debemos recordar que el nuevo movimiento de danza, iniciado en el periodo Taishō, se vio impulsado en ese momento, y la danza, que hasta entonces dependía del kabuki, contribuyó a la consolidación del llamado Nihon buyō como disciplina independiente.

El Nihon buyō no se hubiera desarrollado sin las geishas. La fotografía capta un instante de los ensayos en la víspera del recital Azuma Odori, que se interpreta en el Shinbashi Enbujō. (Mayo de 2019, Jiji Press.)
El Nihon buyō no se hubiera desarrollado sin las geishas. La fotografía capta un instante de los ensayos en la víspera del recital Azuma Odori, que se interpreta en el Shinbashi Enbujō. (Mayo de 2019, Jiji Press.)

Los que apoyaban las artes tradicionales en lugar del Estado

Debemos señalar que, al menos hasta los años cuarenta, quienes se encargaban de apoyar la cultura y los teatros, en especial los de kabuki, eran las asociaciones de promotores de los barrios de geishas. No olvidemos tampoco que fueron ellos quienes sofisticaron la indumentaria tradicional junto a grandes almacenes como Mitsukoshi, la difundieron por todo el país y marcaron las tendencias de la ropa de calle de todas las japonesas. Es un hecho que las geishas, como consumidoras, apoyaron económicamente las artes tradicionales que el Gobierno no se propuso conservar hasta entrada la era Shōwa.

Geishas de Shinbashi aportando color a la inauguración del nuevo teatro Kabuki-za. (Abril de 2013, Jiji Press.)
Geishas de Shinbashi aportando color a la inauguración del nuevo teatro Kabuki-za. (Abril de 2013, Jiji Press.)

Con la desaparición paulatina de los barrios de geishas, las propias geishas han pasado a centrarse excesivamente en la música y la danza, contribuyendo a negligir las habilidades comunicativas del arte de la conversación con el que deben facilitar la conexión entre los organizadores y los invitados de los banquetes.

Como ya he afirmado arriba, los tiempos han cambiado también para la clientela, que desconoce que los banquetes deben rememorar las celebraciones de antaño y creen que son solo ocasiones para beber y comer despreocupadamente. En estos tiempos en que todos hemos olvidado que los banquetes son escenarios decisivos en los que desarrollamos una batalla de acuerdos y desacuerdos para hacer valer nuestras opiniones, no podemos echar toda la culpa a las geishas.

Fotografía del encabezado: El recital Azuma Odori, que se celebra anualmente en el Shinbashi Enbujō, permite contemplar las interpretaciones de las geishas de Shinbashi, que normalmente solo pueden presenciarse en los salones de los ryōtei. La fotografía corresponde a los ensayos de la víspera del espectáculo. (Mayo de 2019, Jiji Press.)

geisha cultura Maiko tradiciones