Miyazaki Kensuke: las paredes como lienzo

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Miyazaki Kensuke crea arte en lugares afectados por la pobreza y la guerra. Su lienzo son las paredes. Ha pintado en muchos países del mundo, entre ellos Ucrania. ¿Por qué desafía el peligro para crear sus murales y qué piensa sobre la invasión de Ucrania por parte de Rusia?

Miyazaki Kensuke MIYAZAKI Kensuke

Artista. Nacido en la ciudad de Saga en 1978. Tras obtener una maestría en arte por la Universidad de Tsukuba, se traslada a Londres para iniciar su carrera artística. Crea obras que inspiran felicidad al contemplarlas bajo el tema Super Happy. Actualmente lidera un proyecto llamado Over the Wall con el que viaja por el mundo para pintar murales con personas de distintos lugares; en 2015 pintó en una barriada de Kenia, en 2016 en un hospital nacional de Timor Oriental, en 2017 colaboró con UNHCR en Ucrania, en 2018 en una cárcel de mujeres de Ecuador y en 2019 en Haití con un equipo de Médicos sin Fronteras.

Miyazaki Kensuke visita zonas del mundo que sufren pobreza, inestabilidad y conflictos bélicos para pintar murales mano a mano con los lugareños. Hasta ahora ha aplicado sus pinceles para legar mensajes visuales coloridos y con toques de humor en las paredes de países como Filipinas, Kenia, Timor Oriental, Ecuador y Haití.

Proyecto de mural en Kenia (2015). Pintaron un mural en la escuela primaria Magoso de la barriada de Kibera, Nairobi. (Fotografía: Over the Wall).
Proyecto de mural en Kenia (2015). Pintaron un mural en la escuela primaria Magoso de la barriada de Kibera, Nairobi. (Fotografía: Over the Wall).

Proyecto de mural en Haití (2019). Pintaron un mural en el único hospital de la mayor barriada de la capital, Puerto Príncipe, gravemente damnificado por el gran terremoto de 2010. (Fotografía: Over the Wall).
Proyecto de mural en Haití (2019). Pintaron un mural en el único hospital de la mayor barriada de la capital, Puerto Príncipe, gravemente damnificado por el gran terremoto de 2010. (Fotografía: Over the Wall).

“El tema del que parto al pintar mis murales es Super Happy. Aunque tengan delante enormes muros como la guerra y la pobreza, las personas que viven en esas zonas tienen el orgullo de sobrevivir a toda costa. Quiero fomentar que las personas que albergan ese orgullo se enfrenten a esos muros con ánimo y alegría”, explica Miyazaki con entusiasmo. A pesar del aire peligroso que le otorgan el pelo teñido de rubio, el bigote y la perilla, habla en un tono ligero y su mirada emite una luz afable.

El pintor nos enseña imágenes que le han enviado de Mariúpol, la ciudad donde la invasión del ejército ruso se está recrudeciendo: “A principios de abril bombardearon nuestra obra y le hicieron tres agujeros”.

El mural se había pintado en la escuela número 68 de Mariúpol, un centro que imparte los cursos que equivalen a los ciclos de primaria y secundaria en el sistema educativo japonés. Miyazaki colaboró con casi doscientas personas, la mayoría niños de la zona, para crear la obra en una gran pared de 11 metros de ancho por 11 de alto: “Y eso que lo pintamos con los conceptos de la paz y la convivencia… La guerra es indignante”.

Proyecto de mural en Ucrania (2017). Pintaron un mural con un mensaje de paz en la escuela número 68 de Mariúpol, una ciudad que aún conserva las cicatrices de los tiroteos de revolución ucrania de 2014. (Fotografía: Over the Wall).
Proyecto de mural en Ucrania (2017). Pintaron un mural con un mensaje de paz en la escuela número 68 de Mariúpol, una ciudad que aún conserva las cicatrices de los tiroteos de revolución ucrania de 2014. (Fotografía: Over the Wall).

Un cuarto de siglo de relaciones diplomáticas entre Japón y Ucrania

Miyazaki visitó la capital Kiev y Mariúpol en verano de 2017: “Primero recibí una oferta del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) y luego la Embajada Japonesa en Ucrania y su homólogo en Japón lo reconocieron como proyecto oficial”.

La UNHCR le encargó un mural en honor a la convivencia con los refugiados y Ucrania uno que conmemorara los 25 años de relaciones diplomáticas con Japón: “Ucrania tiene una gran disposición para acoger a refugiados y en aquel momento albergaba a personas de Siria, Afganistán y Congo, entre otros países. Las relaciones diplomáticas con Japón también eran prósperas, con el hermanamiento de ciudades como Kioto con Kiev y Yokohama con Odessa”.

En cuanto a las relaciones bilaterales, cabe apuntar que en 2017, cuando Miyazaki visitó Ucrania, se celebraba el Año de Japón y se desarrollaban muchos actos culturales relacionados con dicho país, incluido el mural. Los intercambios entre ambos países eran intensos entonces y lo siguen siendo hoy en día. Japón exporta automóviles, maquinaria y dispositivos, mientras que Ucrania le vende minerales, productos agrícolas y pesqueros, y madera.

Miyazaki aceptó de buen grado el proyecto artístico en Ucrania. No obstante, se topó con un hecho inevitable que presagiaba la actual invasión rusa: “Cinco años atrás Ucrania estaba en plena guerra civil. La guerra del Dombás, en la que el ejército ucranio y los insurgentes pro-Rusia se enfrentaron por la adhesión de Crimea, se estaba prolongando”.

“Yo estaba decidido a seguir adelante, pero uno de los siete miembros del equipo de japoneses y surcoreanos abandonó. La Embajada y la UNHCR nos recordaban una y otra vez que actuábamos bajo nuestra responsabilidad y que podía pasar cualquier cosa”, recuerda Miyazaki con una sonrisa amarga.

El japonés llegó a Kiev el 17 de julio e inmediatamente se puso a trabajar en su mural en un centro cultural de la ciudad. Reunió a un grupo de 50 niños refugiados ucranianos, sirios y afganos y pintaron a personas de todo el mundo disfrutando de una carrera bajo los cerezos.

Al hablar del siguiente objetivo donde iba a pintar, el rostro de Miyazaki se tensa: “En Kiev la situación estaba relativamente tranquila, pero Mariúpol ya era otra historia”.

Miyazaki Kensuke. (Fotografía: Amano Hisaki, nippon.com).
Miyazaki Kensuke. (Fotografía: Amano Hisaki, nippon.com).

Crear un mural en una Mariúpol con la guerra civil al rojo vivo

El desplazamiento en tren de Kiev a Mariúpol le tomó 13 horas: “No podía ir en avión por el peligro de ataques aéreos. De hecho, un avión de Malaysia Airlines fue abatido en el cielo de Mariúpol el 17 de julio”.

En Kiev había hecho buen tiempo, pero Mariúpol le recibió lluvioso y gris: “Al bajar del tren, me chocó el olor a hierro que procedía de la metalúrgica Azovstal, que ahora es un símbolo de la resistencia”.

La situación en Mariúpol en verano de 2017 también era precaria: “La escuela número 68, donde pintamos el mural, se halla a escasos kilómetros de la frontera rusa. La guerra civil se estaba alargando y el nerviosismo se apoderaba de los ciudadanos. Los bloques de viviendas de detrás del colegio se habían derrumbado y la comisaría de policía estaba también hecha trizas. Recuerdo perfectamente cómo la gente contaba que a veces oían el estruendo de las bombas en mitad de la noche”.

Miyazaki resistió a pesar de todo. El miedo no iba a servir de nada. Era precisamente el momento en que debía materializar ese Super Happy en Mariúpol: “Como tema para el mural, elegí Guantes, obra maestra del escritor Evgenii Mikhailovich Rachev, nacido en Siberia a principios del siglo XX”.

En el cuento, un ratón se instala a vivir en un guante que encuentra tirado en el bosque y en él van entrando una serie de animales pequeños como una rana y un conejo. Al final aparecen depredadores como lobos y osos, pero los habitantes del guante conviven en paz a pesar de la falta de espacio: “Pensé que la visión del mundo de convivencia y coexistencia que planteaba el cuento era perfecta para Mariúpol y Ucrania en general”.

Por supuesto, Miyazaki también aplicó sus propias ideas: “En el mural aparecen distintas etnias que conviven en paz. El mar representa la ciudad portuaria de Mariúpol; la gaviota es su símbolo. Se reparten huevos para celebrar el resurgimiento de la Pascua y la restauración de la paz. Son huevos que traen esperanza y que se dice que se originaron en Ucrania”.

Otros símbolos de Ucrania, como los girasoles, los herreros y el teatro, añaden colorido al mural. Como apuntábamos antes, el muro medía 11 metros de ancho por 11 de alto; era la pintura de mayores dimensiones que había hecho Miyazaki hasta entonces: “Los dibujos del cielo y las gaviotas, que están a una altura equivalente a un cuarto piso, los hicieron albañiles locales sobre andamios con todo el esmero. De las flores que están cerca del suelo se encargaron los niños de primaria”.

Antes de empezar el cuadro, Miyazaki impartió un taller destinado a la gente del lugar para despertarles el “espíritu pintor”: “Preparo un diseño básico, pero no me adhiero a él estrictamente. Doy prioridad a la opinión y la creatividad de todos. Los niños son una valiosa fuente de ideas; su inspiración me estimula en muchas ocasiones”.

Dedicaron tres semanas a pintar el mural. Miyazaki alquiló un piso cerca de la escuela y se preparaba su propia comida: “A veces algún miembro del equipo me invitaba a su casa a comer. Todos los platos típicos, como el borsch, estaban deliciosos. La cerveza local también estaba muy buena”.

Un mural bombardeado

En primavera de 2022, Mariúpol se vio inmersa en la guerra: “No logro contactar con los compañeros con quienes pintamos el mural. Cuando por fin localizo a alguno, las noticias siempre son terribles… Una pareja logró huir hasta la frontera con Polonia, pero solo la mujer entró en el país; el marido cogió las armas y volvió atrás para luchar”.

Miyazaki aprieta los labios: “El teatro que aparece en el mural está inspirado en el Teatro Dramático Regional Académico de Donetsk. Cuando Rusia invadió el país, en el jardín escribieron con letra bien grande “Niños”. Aun así, lo bombardearon y en él murieron 300 personas”.

Como artista, Miyazaki se muere de ganas de visitar Mariúpol para restaurar el mural con los oriundos: “¡Volveré sin falta! Quiero pintar el mural de nuevo para brindar sueños y esperanzas a la gente de allí”.

La invasión del ejército ruso en Ucrania hizo que Miyazaki se replanteara el sentido de la creación artística: “Pinto los murales codo a codo con los compañeros mientras hablamos animadamente. Perseguir el objetivo juntos hace que resulte divertido y que tengamos una gran sensación de logro. Quiero incluir mensajes como ‘Paz’ y ‘No a la guerra’ en la labor”. “Ojalá nuestros murales se convirtieran en un símbolo como el Imagine de John Lennon”, añade tímidamente.

La filosofía Super Happy plasmada en los murales

Miyazaki expone obras vivaces como el mural conmemorativo del 50 aniversario del hermanamiento entre las ciudades de Kioto y Kiev o el SUPER HAPPY TRAIN PROJECT, en que pintó vagones de los trenes de la compañía Heisei Chikuhō Railway (ambas obras, de 2021). Donde haya una pared, pintura y compañeros, ya tiene el taller montado. Parece que sus actividades tienen cada vez más alcance.

El artista nos confesó un secreto: “Prometí a mi mujer y mis dos hijas (una va a primaria y la otra al jardín de infancia) que solo me iría a pasar temporadas largas en el extranjero para pintar murales a mis anchas una vez al año; ese es mi ‘límite’”.

Su actividad internacional se ha visto interrumpida en los últimos años por las restricciones de los desplazamientos impuestas por la pandemia: “Al fin parece que voy a poder emprender la próxima acción. Es un proyecto gigante para pintar murales en las casi 700 plantas fotovoltaicas de Benín, en África. Como me es imposible hacerlo solo, estoy ideando la forma de poder pintar a la vez varios murales con la misma idea y la misma calidad colaborando con pintores locales”.

Miyazaki se enfrenta cara a cara con la pared y, al pintarla, va eliminando muros.

Fotografía del encabezado: Miyazaki Kensuke de pie ante el mural que pintó en un muro exterior del Aeropuerto de Fukuoka. (Ono Keisuke)

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