¿Por qué Japón ha dejado de innovar?

Tecnología Economía

Ha pasado ya mucho desde que China y Corea del Sur dejaran atrás a los fabricantes de productos electrónicos japoneses, que solían dominar los mercados mundiales como principal industria del país. La innovación (como desarrollo técnico), una de sus especialidades, también parece brillar por su ausencia. Miyazawa Kazumasa, que participó como ingeniero de Sony en el desarrollo del PC VAIO y en el lanzamiento de Edy, nos habla de los problemas a los que se enfrentan las empresas japonesas.

Miyazawa Kazumasa MIYAZAWA Kazumasa

Presidente y director ejecutivo de Soramitsu. Profesor de Ingeniería de Sistemas de Gestión del Instituto de Tecnología de Tokio. Nacido en 1956. Se graduó en dicha institución, y entró a trabajar en Sony en 1980. Participó en el lanzamiento de Edy, método de pago electrónico pionero en Japón. Se incorporó a Soramitsu después de trabajar como director para la empresa Bitwallet y para Rakuten Edy. Sus obras incluyen Denshi manē kakumei wa Sonī kara Rakuten ni hikitsugareta (La revolución del dinero electrónico ha pasado de las manos de Sony a las de Rakuten) y Soramitsu – sekaihatsu no chūgin dejitaru tsūka “bakon” wo jitsugen shita sutātoappu (Soramitsu – la empresa startup que produjo el Bakong, la primera moneda digital del mundo para un banco central).

Sony, derrotado en el mercado de reproductores portátiles de música

Steve Jobs, uno de los fundadores de Apple, comentó en cierta ocasión sobre las circunstancias que llevaron a la creación del iPod, el famoso reproductor portátil de música digital:

“¿Por qué existe el iPod? Porque las empresas japonesas que construyeron y dominaron el mercado de los reproductores portátiles de música no pudieron crear el software adecuado para sus propios productos”.

Tras el iPod, Apple dio al mundo el iPhone; ambos productos dominaron los mercados de los reproductores digitales de música y de la telefonía móvil, y con ellos comenzó a abrirse hueco entre los fabricantes de aparatos electrónicos de Japón. En la actualidad el valor total de Apple como sociedad anónima es de 326 billones de yenes, mientras que Sony representa unos 14 billones (cifras del 8 de julio de 2022); se trata de una gran diferencia. Este es el punto del que partimos en la entrevista.

GOTŌ ITSURŌ  ¿A qué se debe que productos tan revolucionarios como el iPod, el smartphone o las tabletas no hayan nacido en Japón?

MIYAZAWA KAZUMASA  Yo también creo que era Sony quien debería haber lanzado el iPod, el iPhone y el iPad. Sony tiene también el Memory Stick Walkman que permite descargar música de internet para escucharla, pero ha cometido una serie de errores. Uno de ellos ha sido el desarrollo de un tipo de protección contra copias denominado DRM (Digital Rights Management, “gestión de derechos digitales”), con el que hacía que la música descargada solo pudiera utilizarse en un dispositivo determinado y no se pudiera copiar a otros. El DRM se desarrolló al mismo tiempo que el ATRAC, un algoritmo de compresión de audio (que Sony creó para poder distribuir la cantidad de música equivalente a un CD en formato MiniDisc, sin pérdida apreciable de calidad).

Sin embargo, este sistema recibió muchas críticas. El formato mp3 (otro algoritmo de comprensión de audio) ya había comenzado a extenderse por todo el mundo. Una parte de esa expansión implicaba copias ilegales de la música, y Sony, dado que contaba con una filial dedicada al negocio de la música (Sony Music), no podía por menos que tratar de impedir esas copias por todos los medios. Apple, por otro lado, dio preferencia a la comodidad y conveniencia para el usuario: adoptó el formato mp3 y mantiene una política más relajada sobre las copias (se permite hasta un cierto número de dispositivos)”.

GOTŌ  Es decir, ¿que estableció un modelo diferente de negocio?

MIYAZAWA  El auge de Sony se dio en la década de los ochenta; en esa época sus productos reinaban en el mercado: el Walkman, las videocámaras de 8 milímetros… todo se manufacturaba mediante un sistema de integración vertical. Las cámaras de 8 mm, por ejemplo, contaban con cabezales para las cintas con las que se grababa la imagen, y con cilindros que hacían que la cinta girara; se trataba de piezas que requerían de una gran precisión tecnológica, de modo que la propia empresa se encargaba de la producción entera, de principio a fin. Este tipo de integración vertical es algo que ya solo se ve en Japón, hoy día. Empresas como Toyota o Honda fabrican todos sus componentes de este modo, en sus propias fábricas y las de su grupo, algo que junto al sistema kanban (por el que cada sección del proceso de producción fabrica solo las partes necesarias, en cantidad necesaria, en el momento necesario) se convirtió en uno de los puntos fuertes del método japonés.

Con el comienzo de los noventa el Gobierno estadounidense empezaba a sentirse amenazado por Japón: pensaban que si las cosas no cambiaban, saldrían perdiendo. El uso de Internet, núcleo de los nuevos desarrollos que había sido creado con tecnología militar, comenzó a expandirse y a generalizar una nueva forma de innovación abierta. Muchas empresas se sumaron a Internet. Eso provocó una división horizontal de la industria.

Buenos ejemplos de esta nueva manera de proceder son empresas como Intel, que se especializó en CPUs (Unidad Central de Procesamiento, siglas en inglés), pero de los discos duros se encargaron otras empresas, mientras que una buena parte del software la producía Microsoft. Esto fue posible porque se normalizaron estándares abiertos. Japón, prisionera del Síndrome de Galápagos, terminó viéndose perjudicada por esta nueva corriente.

Fabricantes japoneses que no pudieron hacer frente a la división horizontal

GOTŌ  Háblenos sobre esa “fórmula del éxito” que consistía en vender en el extranjero, con ciertas mejoras, aquellos productos japoneses que ya habían derrotado a la competición a nivel nacional.

MIYAZAWA  En los ochenta Japón arrasó en los mercados internacionales por medio de una serie de perfeccionamientos y miniaturizaciones, técnicas que tenía bien dominadas, de productos basados en materiales y dispositivos creados por medio de sus potentes tecnologías. Sin embargo, a medida que las zonas del mundo se iban conectando gracias a la globalización, empresas como Apple, que contaban con diseños pero no con fábricas, se dieron cuenta de que podían fabricar sus productos en el extranjero (sobre todo en China), comenzaron la citada división horizontal de la producción y empezaron a distribuir a precios más bajos y en grandes cantidades. A partir de ese momento los fabricantes de Japón, que producían sus propios materiales en plantas internas, fueron perdiendo competitividad.

Además también existe el problema de los estándares de facto (aquellos productos y tecnologías que se convierten en estándar a través de su competencia en el mercado; buenos ejemplos son el sistema operativo Windows para ordenadores personales, o el formato VHS de vídeo analógico) y los estándares de iure (del latín, “por ley”; aquellos que, como el estándar ISO, los decide algún organismo regulador; ejemplo: los requerimientos de tamaño, materiales y tipos para pilas y baterías). Muchas de las empresas estadounidenses, al igual que ocurre con el caso de Windows, fabrican productos que se han convertido en estándares de facto por aplastante mayoría, y triunfan así en el mercado internacional. Por otro lado, las empresas europeas adoptan las ventajas de un mercado en el que venden en muchos países aquellos productos fabricados conforme a los estándares internacionales, que comparten características, que son estándares de iure. Con la llegada de la época de división horizontal de la producción, Japón no pudo adaptarse por completo ni a la modalidad de facto ni a la de iure, y perdió por ello poder en el mercado. Creo que esta es una de las razones principales.

Miyazawa considera que tras este problema de pérdida de innovación y energía en la industria japonesa se esconden también los del entorno de inversión y el sistema fiscal.

MIYAZAWA  Muchas grandes empresas quedan atrapadas por el propio éxito que experimentaron en el pasado, y les cuesta llevar a cabo una revolución a gran escala. Estados Unidos es una sociedad terriblemente competitiva, y si una empresa no puede adaptarse a los tiempos, ve sus acciones bajar en el mercado o se ve sometida a reestructuraciones, por muy grande que sea. No obstante esto crea una renovación en el sistema, así como alicientes para la creación de empresas emergentes (también llamadas “de riesgo”, nuevas compañías que muestran un rápido crecimiento en poco tiempo).

Tanto Google como Facebook fueron en sus inicios empresas con capital riesgo (en las que otras empresas invierten porque se considera que se convertirán en grandes negocios) que se beneficiaron de inversiones. Gracias a empresas de capital riesgo pudieron reunir tanto capital como personal, construir un entorno en el que desarrollar sus tecnologías y lograr ese rápido crecimiento esperado. Sin embargo, desde que subiera al poder Kishida, pese a que han surgido empresas emergentes gracias a las cuatro políticas de crecimiento del Gobierno, da la sensación de que hemos tenido que esperar treinta años tras el estallido de la burbuja económica para ver estos cambios.

En el mundo existen en este momento inversiones para empresas emergentes, como capital riesgo, por un valor total de unos 70 billones de yenes. De esa cantidad, las inversiones estadounidenses representan unos 40 billones, cerca del 60 % del total mundial. Y sin embargo las inversiones japonesas apenas llegan a los 800.000 millones de yenes, un 1 % del total. Incluso SoftBank Vision Fund (fondo de inversiones establecido por japoneses, con sede en Reino Unido), con un capital de 10 billones de yenes e inversiones en cientos de empresas emergentes de Estados Unidos y economías emergentes como China e India, solo ha realizado hasta el momento inversiones en tres empresas japonesas, incluyendo una bioempresa en la que invirtió en octubre de 2021.

MIYAZAWA  Existe también un problema fiscal. Los impuestos sobre las monedas virtuales, por ejemplo, son muy altos en Japón. Cuando una empresa emite una moneda virtual, esa parte del inventario se considera valor activo, y el Fisco les exige que paguen impuestos sobre ella. Si creáramos, digamos, una moneda virtual por valor de mil millones de yenes, nos pedirán que paguemos un 30 % del monto total, 300 millones, antes de poder convertirla en efectivo. Las empresas emergentes no cuentan con esas cantidades de dinero, de modo que se ven obligadas a vender criptomoneda. Sin embargo, si venden mucho en un periodo corto de tiempo se crea un fenómeno por el que esos mil millones iniciales se desploman hasta un valor de tan solo cien millones. Como resultado, la mayoría de las empresas japonesas que emiten criptomoneda han trasladado sus sedes al extranjero, a países como Singapur o Suiza, lo cual ha provocado un vacío en la industria japonesa de blockchain, y una consiguiente fuga de cerebros.

Planes para reactivar la industria japonesa

GOTŌ  ¿Cómo se puede, pues, reactivar la industria japonesa?

MIYAZAWA  Es necesario, ante todo, que el Gobierno construya un sistema de apoyo a los nuevos negocios que puedan generar innovación. Crear algún tipo de premio a la innovación, o facilitar la obtención de patentes, por ejemplo. También son necesarias ciertas medidas fiscales preferenciales. En el frente financiero se debe fortalecer el apoyo público, incluidas las corporaciones financieras gubernamentales.

La colaboración entre grandes empresas y empresas emergentes es también importante a nivel del sector privado. Las grandes empresas suelen tener dificultades para innovar. Por otro lado, si una empresa de riesgo no puede recaudar fondos tampoco podrá realizar los desarrollos necesarios ni contratar a trabajadores adecuados. Además del capital riesgo es necesario captar inversiones de grandes empresas y dotar a las empresas emergentes de los fondos y recursos humanos necesarios.

La innovación no llega por mucho que el sector privado se halle en un estado de desarticulación total. Es importante distinguir claramente entre ciertas áreas cooperativas y otras áreas competitivas, y llevar a cabo activamente una serie de estandarizaciones e inversiones en infraestructura pública en las áreas cooperativas, entre los sectores público y privado.

También resulta fundamental un liderazgo de calidad. Es esencial realizar inversiones audaces en fondos de investigación y desarrollo, y en recursos humanos, para poder generar esa innovación. Sin una fuerte voluntad por parte de las altas esferas, será muy difícil lograr todo eso.

GOTŌ  ¿Qué puntos se deben enfatizar?

MIYAZAWA  En estos momentos el punto débil de Japón es la digitalización, algo que cada vez será más importante en el futuro. Japón realiza muy pocas inversiones en informática y tecnologías de Internet, en comparación con otros países. Debemos realizar un cambio total hacia esa digitalización, en la sociedad misma.

No digo esto por patriotismo, pero corremos el riesgo de que las empresas japonesas vayan quedando cada vez más vacías. Como ya hemos comentado, cada vez hay más empresas que trasladan sus sedes al extranjero, y existe la posibilidad de que terminemos por quedarnos tan solo con la industria manufacturera tradicional en este país.

En cierto sentido me da la sensación de que Japón se encuentra hoy en una especie de páramo quemado, como lo estuvo tras la Guerra del Pacífico. Debemos trabajar muy duro para poder sobrevivir en lo sucesivo. ¿No es hora de que los sectores político, empresarial y burocrático se hagan partícipes de esa determinación y consideren seriamente qué debemos hacer?

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: el Walkman de Sony (izquierda) y el iPod de Apple luchaban por las mejores ventas en el mercado de la música móvil cuando la competición comenzó a recrudecerse – 19 de noviembre de 2010, Jiji Press)

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