Los esfuerzos de una universitaria japonesa por mejorar las condiciones de los refugiados en Japón

Sociedad Intercambio internacional

En Japón hay muchos casos de personas que no han sido reconocidas como refugiados a pesar de que huyen de conflictos y opresión en sus países de origen. Quedan desamparadas y destinadas a la pobreza extrema, ya que no tienen permiso para trabajar en el país. Pero existe una organización que brinda apoyo a esas personas a las que ni siquiera se les reconocen sus derechos humanos.

La difícil situación de los refugiados residentes en Japón

En la cuidad de Kamakura (prefectura de Kanagawa), un lugar famoso por su historia, se encuentra una de las pocas organizaciones en Japón que ofrecen un techo a los refugiados. El Centro de Refugiados Arrupe, una organización sin ánimo de lucro que fue inaugurada en abril de 2020, ofrece hospedaje para hasta 30 refugiados en un extenso monasterio de la Compañía de Jesús.

Cualquier persona puede pensar que los refugiados son algo ajeno a su realidad, pero están más cerca de lo que parece. En el mundo existen cerca de 100 millones de personas que tuvieron que huir de sus países a causa de las guerras o de la persecución racial, política y religiosa. Algunos de ellos han llegado a Japón buscando asilo.

Desgraciadamente, no se puede decir que aquí les esperan las mejores condiciones. En 1981, Japón se unió Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas, pero la tasa de reconocimiento de refugiados del país es muy baja comparada con la de otras naciones occidentales.

Quienes buscan asilo en Japón hacen su solicitud tras su llegada. En la mayoría de las ocasiones reciben una respuesta negativa y se abre un juicio para apelar su caso. Sin embargo, mientras esperan, algunos son deportados o detenidos por tiempo indefinido por las autoridades de inmigración. Otros obtienen libertad condicional, por lo que su situación es inestable y quedan excluidos de la sociedad. Al estar en libertad condicional es imposible trabajar y disponer de la asistencia social como la ayuda pública de subsistencia o el seguro médico. No son pocos los casos de quienes padecen física y psicológicamente y terminan viviendo en las calles. Japón ha recibido duras críticas por no garantizar los derechos humanos de los refugiados.

Arrupe ofrece la oportunidad de una vida colectiva a aquellas personas que están en libertad provisional y no tienen un lugar en el que vivir. A tres años de su inauguración, han residido un total de 31 inquilinos de 16 países y en abril de 2022 ingresó un matrimonio de ucranianos.

Bajo el mismo techo conviven refugiados que vienen de contextos muy diferentes y han experimentado vidas durísimas. Ya que padecen de mucho estrés, no es extraño que se presenten problemas. En medio de esta realidad, la estudiante universitaria Oikawa Izumi, oriunda de Kamakura, se esfuerza y trabaja sin perder la sonrisa.

Oikawa mientras le colocan crema facial thanaka de Myanmar. Siempre está dispuesta a acercarse a la cultura de los residentes. Fotografía de Oikawa Izumi.
Oikawa mientras le colocan crema facial thanaka de Myanmar. Siempre está dispuesta a acercarse a la cultura de los residentes. Fotografía de Oikawa Izumi.

Esta joven ingresó a la Universidad Sophia en 2018. Su sueño era trabajar a nivel internacional ayudando a los necesitados una vez se hubiera graduado.

Durante su vida universitaria se prepararía para conseguir ese objetivo. En 2020 sería estudiante de tercer año y tenía planeado trabajar como voluntaria en los Juegos Olímpicos de Tokio. Después iría a Indonesia a participar en un proyecto sobre enseñanza del idioma japonés.

Sin embargo, la pandemia del coronavirus se llevó consigo todas sus esperanzas.

“Justamente cuando pensaba que era la oportunidad de salir a trabajar al mundo ni siquiera podía salir de mi casa. Los Juegos Olímpicos se pospusieron y tampoco sabía cuándo podría ir a Indonesia. El primer paso de mi carrera profesional se había desmoronado. Me deprimí muchísimo”.

Para superar su decepción, comenzó a brindar apoyo a los extranjeros que residían en la prefectura de Kanagawa, y un día se enteró de la existencia de un refugio recién creado en Kamakura. Urushibara Hiroshi, a quien conoce desde la infancia, fue quien le brindó tan valiosa información. Ella lo llama maestro.

“El señor Urushibara es padre de un amigo de la infancia. Ha viajado por todo el mundo ayudando: en septiembre de 2001 fue a Afganistán y tras el Gran Terremoto del Este de Japón, en 2011, fue a la región de Tōhoku. Cuando pensaba que estaba en Camboya ya se había trasladado a Myanmar. Como ven, nunca tiene dinero. Sus hijos incluso decían que eran pobres y por eso querían convertirse en funcionarios públicos. Aunque no le sobra el dinero, al señor Urushibara le hace feliz ayudar a otros. Viendo su ejemplo pensé que quería convertirme en una persona así”.

“El maestro Urushibara trajo consigo un nuevo aire a mi vida”. También le abrió las puertas de Arrupe y la oportunidad de comenzar su carrera en el voluntariado.

Oikawa en su primera visita a Arrupe. Su primer trabajo fue enseñarle japonés a una mujer proveniente de la parte central de África. Fotografía de Oikawa Izumi.
Oikawa en su primera visita a Arrupe. Su primer trabajo fue enseñarle japonés a una mujer proveniente de la parte central de África. Fotografía de Oikawa Izumi.

Devolver la sonrisa a los residentes

Cuando comenzó a trabajar en Arrupe, Oikawa tenía en mente el deseo de mejorar el ambiente en las instalaciones.

“Los refugiados han sufrido terribles experiencias en sus países de origen, han pasado mucho tiempo detenidos en inmigración. Muchos de ellos no sonreían ni querían salir a la calle incluso si hacía buen tiempo”.

Con el objetivo devolver aunque sea un poco la sonrisa a los residentes, Oikawa comenzó a idear varias actividades. Planeó fiestas para comer chirashizushi o curri y mejorar las relaciones interpersonales. También realizó paseos al zoológico o visitas a la playa de Enoshima. Poco a poco hacía que los residentes tuvieran contacto con la sociedad.

“Hice todo lo que se me ocurría. Si se hubiera tratado de una organización establecida con una larga historia, probablemente solo me hubieran indicado el trabajo que tenía que hacer. Pero en Arrupe, al ser un centro recién inaugurado, no tenían un marco fijo de trabajo e incluso una estudiante sin experiencia podía llevar a cabo sus ideas. Tener la oportunidad de empezar el proyecto desde cero me dio la fuerza necesaria para llevarlo a cabo y esforzarme”.

Oikawa está a cargo de labores de muy diversa índole.

Como parte del trabajo de relaciones públicas, usa constantemente las redes sociales para dar a conocer las actividades y eventos de la institución. Ha servido asimismo de expositora en seminarios sobre la situación de los refugiados en Japón, en los que explica la historia de estas personas y los desafíos que Japón tiene en sus políticas hacia ellos. El 20 de junio de 2021, para conmemorar el Día Mundial de los Refugiados, llevó a cabo una exitosa reunión en línea con una atmósfera divertida en la que habló sobre la personalidad de los residentes de Arrupe.

En las conferencias para transmitir las historias de refugiados dirigidas al público japonés trata de ayudarlos a sacar palabras japonesas para que los residentes expresen sus sentimientos. Fotografía de Oikawa Izumi.
En las conferencias para transmitir las historias de refugiados dirigidas al público japonés trata de ayudarlos a sacar palabras japonesas para que los residentes expresen sus sentimientos. Fotografía de Oikawa Izumi.

Un día se enteró de que el Gobierno daría apoyos económicos para organizaciones independientes. Junto con Urushibara, se dedicó a completar los documentos necesarios, una tarea nada fácil. Cuando recibieron una respuesta positiva pudo darse un respiro y consiguió convertirse en una empleada oficial del centro junto con Urushibara, que siempre pedía que lo contrataran.

Cuando un residente empieza a estudiar para conseguir la licencia de cuidados con el objetivo de conseguir el visado, ella busca información necesaria para ayudarlo, y, de enfermarse alguno, lo acompaña al hospital. Si un residente no sabe cómo usar un teléfono inteligente, le enseña pacientemente. Otra de las tareas más relevantes es cuidar a dos niños, hijos de los refugiados, que también viven en este lugar. Es decir, hace de todo un poco, según las necesidades del momento.

Después de conocer con detalle todo lo que Oikawa hace por los residentes solo podemos sentir una gran admiración por ella. A pesar de todos sus esfuerzos, nos dice, no le ha sido fácil acercarse al corazón de estas personas.

“Estoy constantemente en contacto con los residentes. Además, soy joven y vuelcan su estrés contra mí. A veces me ignoran o me hablan de forma grosera. Hace poco me rechazaron unas fotografías que me habían pedido diciéndome que no tenían idea de qué se trataba”.

Plantar cara, clave para comprender los sentimientos de los refugiados

Hasta hace poco había alguien que no se llevaba muy bien con Oikawa. Se trata de una mujer en la cincuentena que huyó de África. Por alguna razón la menospreciaba.

“Cada vez que me acercaba a ella decía cosas para molestarme. Por ejemplo, si estaba con otra empleada de Arrupe nos decía: ‘Tú trabajas mucho, en cambio Izumi no hace nada. Solo se la pasa yendo de un lado a otro’. Mientras que a otras personas les servía té, a mí simplemente me ignoraba. Solía hacerlo cuando estaba más ocupada. Era muy incómodo”.

Era una situación tan difícil que incluso llegó a llorar. Pero un día dejó de hacerlo. Oikawa analizó las razones y se dio cuenta del porqué.

“En Arrupe vive otra mujer y su hija originarias del mismo país. Esa madre fue internada para dar a luz a su segundo hijo, por lo que pasó algunos días en el hospital. Durante ese periodo, me quedé a cargo de la niña de cinco años. Vivían en la habitación contigua a la de la mujer que me menospreciaba por lo que esperaba que me tratara mal cada vez que me veía. Pero parece que el esfuerzo que hice en esa ocasión sirvió para mejorar la situación”.

Oikawa se quedó a cargo de la niña por 10 días. La bañaba, dormían juntas, lavaba su ropa y hasta preparaba su almuerzo. Fotografía de Oikawa Izumi.
Oikawa se quedó a cargo de la niña por 10 días. La bañaba, dormían juntas, lavaba su ropa y hasta preparaba su almuerzo. Fotografía de Oikawa Izumi.

La mujer que dio a luz a su segundo hijo no se esforzaba mucho por educar a la niña. Ella hacía lo que quería y esto causaba molestia a los empleados e inquilinos. En ese periodo Oikawa vivió en Arrupe, se convirtió en una madre sustituta para la niña y comenzó a educarla.

“Debes comer tu merienda a tal hora”, “Lávate la cara después de despertarte”, “Lávate las manos antes de comer”, “No te desveles y duérmete temprano”. Con frases estrictas como estas la niña comenzó a cambiar su actitud de manera inesperada. Pero algo la sorprendió más que la transformación de la niña. La otra mujer había dejado de maltratarla.

“Después me comentó que le disgustaba el mal comportamiento de la niña y que la madre no hiciera nada por corregir la actitud de su hija. Ese era el origen de su descontento, que yo le quité, y dejó de molestarme. Sus palabras me convencieron, ella había cambiado la opinión que tenía de mí”.

Fue así como Oikawa pudo acercarse al corazón de esta refugiada.

“Creo que también comprendí otra razón por la que me veía con desprecio. Al huir a un lugar lejano como Japón pudo salvar su vida, pero su solicitud de asilo no ha sido aceptada y no tiene permiso para trabajar. Seguramente se sentía mal porque una ‘niña’ como yo, que tengo una edad similar a la que tiene su hija, pudiera trabajar y ella no. Cada vez que me decía ‘tú no trabajas’, intentaba autoconvencerse de la situación de no poder trabajar”.

Oikawa jugando con los niños. Los regaña aunque ellos se enojen. Recientemente pasan más tiempo divirtiéndose juntos. Fotografía de Oikawa Izumi.
Oikawa jugando con los niños. Los regaña aunque ellos se enojen. Recientemente pasan más tiempo divirtiéndose juntos. Fotografía de Oikawa Izumi.

Cómo resolver el problema de raíz

A finales del año pasado, Oikawa por fin pudo viajar a Indonesia para llevar a cabo el proyecto de educación en japonés que pensaba hacer hace dos años, antes de la pandemia. “Pude cumplir mi sueño. Trabajé durante unos meses en un lugar donde yo era parte de la minoría. Pero no sentí el fuerte estímulo que pensaba tener”.

“Pensándolo bien, en Arrupe ya había sufrido un fuerte choque cultural. Por esa razón, la vida en Indonesia no fue tan dura para mí. La pandemia obstaculizó mis planes de viajar al extranjero y eso me desalentó, pero Arrupe, que está en mi barrio de origen, es un lugar donde se concentra el mundo. Eso me salvó la vida y me ha forjado suficientemente”.

Apoyar a las personas que tienen problemas y están en nuestro entorno. Oikawa ha trabajado con esa disposición durante dos años y ahora empieza a tener nuevos proyectos.

“Aunque consiga que todos los residentes se sientan animados, su problema esencial no está resuelto y no hemos podido hacer nada al respecto. Me piden consejo ya que conviven con nosotros a diario. La realidad es que aunque nos piden que les digamos cómo pueden llegar a trabajar y mantener a sus familias, no podemos darles ninguna solución. El problema es que Japón no permite que los refugiados puedan trabajar. Yo también siento algo de responsabilidad por no poder cambiar la realidad. Por eso me gustaría trabajar para materializar una sociedad en donde ellos puedan vivir sus propias vidas”.

Debido a su estancia en Indonesia ahora está en su quinto año de universidad. A partir de la próxima primavera trabajará en una organización de cooperación internacional.

En un mundo irracional en el que no cesan las divisiones es poco probable que disminuya el número de refugiados. Es necesaria la fuerza de personas como ella, que pudo formarse en Arrupe.

(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Oikawa, en el centro, lleva ropa gongo mientras baila en un festival de Myanmar en el Centro de Refugiados Arrupe. El hombre a la izquierda es el señor Urushibara. Fotografía de Oikawa Izumi. Se han procesado algunas fotografías para proteger la identidad de los residentes.)

solidaridad extranjeros refugiados