Maizuru y la repatriación de los japoneses desde la URSS tras la Segunda Guerra Mundial

Historia

El Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru, en Kioto, y el Museo Conmemorativo de los Soldados, Detenidos en Siberia y Repatriados de la Posguerra, en Tokio, organizaron una exposición conjunta en 2023 para divulgar lo sucedido tras la Segunda Guerra Mundial entre las generaciones jóvenes que no vivieron el conflicto.

La trágica situación de los japoneses expatriados bajo el régimen soviético

Cuando Japón fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1945, unos 6,6 millones de japoneses que se hallaban en el extranjero —la mitad soldados y empleados del ejército, y la otra mitad civiles— no pudieron regresar. El artículo 9 de la Declaración de Potsdam, que rezaba “Las fuerzas japonesas serán completamente desarmadas y sus efectivos autorizados a regresar a sus hogares, donde podrán llevar una vida pacífica y productiva”, permitió que los militares nipones empezaran el regreso paulatino a Japón a partir de septiembre del mismo año. Se designaron 18 puertos para la llegada de los repatriados, entre los cuales estaban Hakata, Sasebo, Maizuru y Uraga.

Por otro lado, como no existía una base legal para el regreso de civiles a Japón y en un primer momento el Gobierno dictó que permanecieran donde estaban, el sistema de repatriación sufrió graves retrasos y reinó el caos en varias regiones. Los expatriados quedaron bajo el control del ejército de cinco distritos militares: China, la Unión Soviética, los Estados Unidos (las islas de los Mares del Sur, Filipinas, el sur de la península de Corea, etc.), Reino Unido y Países Bajos (Sureste Asiático y otros), y Australia (Borneo y otros). El trato que recibieron los japoneses fue muy distinto entre un país y otro.

Los que corrieron peor suerte fueron los que moraban en el distrito del ejército soviético: la antigua Manchuria (actual noreste de China), la parte norte de Corea, Sajalín y las islas Kuriles. La Unión Soviética, que declaró la guerra a Japón rompiendo unilateralmente el pacto de neutralidad entre ambos países al final de la Segunda Guerra Mundial, invadió Manchuria, donde residían 1,55 millones de japoneses, incluidos colonos.

Como los hombres adultos —desde los más jóvenes hasta los más viejos— recibieron la orden de reclutamiento del ejército de Kwantung (fuerzas armadas japonesas en Manchuria), solo pudieron evacuar las mujeres, los ancianos y los niños. Deambulando por el campo para evitar los ataques de los oriundos, al llegar a la ciudad les esperaban las violaciones y el saqueo del ejército soviético. Hubo niños que fueron secuestrados por ciudadanos chinos y mujeres que desistieron de regresar a Japón para poder conservar la vida.

Niños esperando en un puerto de donde salían los barcos que repatriaban a los japoneses. Al que aparece en primer plano, que era huérfano y no tenía ni conocidos que lo ayudaran ni documentación para demostrar su identidad, no le permitieron subir a las embarcaciones. La fotografía supuestamente se tomó en Busán en 1946. (Museo Conmemorativo de los Soldados, Detenidos en Siberia y Repatriados de la Posguerra)
Niños esperando en un puerto de donde salían los barcos que repatriaban a los japoneses. Al que aparece en primer plano, que era huérfano y no tenía ni conocidos que lo ayudaran ni documentación para demostrar su identidad, no le permitieron subir a las embarcaciones. La fotografía supuestamente se tomó en Busán en 1946. (Museo Conmemorativo de los Soldados, Detenidos en Siberia y Repatriados de la Posguerra)

El ejército soviético no se interesó por mandar de vuelta a los japoneses que quedaron en Manchuria y otros territorios bajo su control, y la repatriación no se puso en marcha hasta que se empezaron a usar barcos de carga del ejército estadounidense, en mayo de 1946. Se dice que algunos llegaron a recorrer a pie dos mil kilómetros, desde la frontera entre Manchuria y la URSS hasta Huludao (una ciudad del sur de Manchuria), uno de los puntos desde donde zarpaban los barcos. Las víctimas que causó la repatriación desde Manchuria, incluyendo a los fallecidos en la guerra soviético-japonesa, ascienden a unas 245.000 personas, una cifra que supera la del bombardeo de Tokio, la bomba atómica de Hiroshima y la batalla de Okinawa.

El ejército soviético capturó y envió a 575.000 soldados japoneses desarmados a Siberia y otros territorios y los sometieron a trabajos forzados a temperaturas de entre -20 y -40 grados y con una alimentación paupérrima. Unos 55.000 hombres perdieron la vida en los gulags.

Fallecidos por epidemias justo antes de llegar a Japón

Los barcos para repatriar a los japoneses, que llevaban a entre 2.000 y 3.000 personas, seguían unas medidas estrictas de cuarentena para prevenir las epidemias. Con todo, en abril de 1946, un barco que llegó a Uraga desde Cantón sufrió un brote de cólera y una veintena de barcos tuvieron que anclar en la bahía y confinarse. Los documentos de la época atestiguan que casi 70.000 repatriados tuvieron que esperar frente a la costa japonesa y unos 400 perdieron la vida antes de llegar a tocar tierra.

Según Yamaguchi Takayuki, curador del Museo Conmemorativo de los Soldados, Detenidos en Siberia y Repatriados de la Posguerra, los repatriados se enfrentaban a unas condiciones de vidas durísimas a la vuelta. La mayoría no tenían con qué mantenerse porque todo su patrimonio se había quedado en el extranjero. En el caso de los repatriados desde territorios de dominio soviético, como no volvió casi ninguno de los hombres que eran el sustento de la familia, los miembros regresados lo tenían muy difícil para volver a establecerse entre el caos de la posguerra.

La pobreza se convirtió en un problema social. Aunque el Gobierno creó un sistema de subsidios y ayudas especiales para los repatriados, se asignaban cantidades insignificantes que no permitían a los beneficiarios recuperar el patrimonio que habían acumulado en otro país.

Maizuru, el último puerto de la repatriación

El proceso de repatriación se prolongó hasta 1958, pero a partir del año 50, todas las llegadas se concentraron en Maizuru, la única ciudad de la costa del mar del Japón que había florecido como puerto militar. En los trece años posteriores a la guerra, el municipio recibió la llegada de 660.000 personas y 16.000 restos mortales, por lo que pasó a ser conocido como “la capital de los repatriados”. Fue también donde llegaron los últimos repatriados de Siberia, algunos de los cuales pasaron hasta 11 años en los gulags.

Maizuru inauguró el Museo Conmemorativo de la Repatriación en 1988 y en 2015 su colección de documentos históricos fue declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO bajo el título “Regreso al puerto de Maizuru: documentación sobre las experiencias de los japoneses retenidos en Siberia y repatriados entre 1945 y 1956”.

Rāgeri yori ai o komete (Desde el gulag con amor / Título en inglés: Fragments of the Last Will), adaptación cinematográfica de la historia real de un prisionero que, convencido de que volvería a Japón, luchó por mantener viva la esperanza entre sus compañeros, y de su familia, que no dejó de esperar su regreso, se proyectó en los cines japoneses en diciembre de 2022. Sigue en curso la guerra de Ucrania, desencadenada por la invasión por parte de Rusia. Ahora que cada vez más japoneses sienten la guerra como algo que les atañe, se están organizando eventos de cariz pacifista para legar el recuerdo de la guerra a las próximas generaciones.

Más de 90 documentos históricos y un “círculo de narradores” formado por estudiantes

El primer evento de los que acabamos de mencionar es “Mensajes desde el gulag: hilando el recuerdo de las detenciones en Siberia”, la exposición conjunta que organizaron el Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru y el Museo Conmemorativo de los Soldados, Detenidos en Siberia y Repatriados de la Posguerra de Tokio. Constaba de una muestra de 90 documentos históricos y estuvo instalada en el edificio KITTE (oficina de correos frente a la entrada Marunouchi Sur de la estación de Tokio) entre el 22 de febrero y el 5 de marzo.

Maizuru aportó a la colección documental un diario poético en que un prisionero de los gulags siberianos plasmó, en forma de waka, la añoranza por su familia y su tierra natal usando corteza de abedul a modo de papel. También prestó el documento de Hashino Ise, una mujer que iba al puerto cada vez que llegaba un barco de repatriados con la esperanza de que regresara el hijo que le habían enviado al frente, cuya historia inspiró la canción Gampeki no haha (“La madre del embarcadero”). Otro elemento de la colección era la maqueta del muelle que se construyó en la bahía de Maizuru para la llegada de los repatriados.

El diario escrito en corteza de abedul que forma parte de la colección declarada patrimonio de la humanidad y que se incluyó en la exposición conjunta. Contiene unos 200 poemas waka en los que un prisionero japonés de un gulag siberiano expresó la añoranza que sentía lejos de su familia y su tierra de origen. (Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru)
El diario escrito en corteza de abedul que forma parte de la colección declarada patrimonio de la humanidad y que se incluyó en la exposición conjunta. Contiene unos 200 poemas waka en los que un prisionero japonés de un gulag siberiano expresó la añoranza que sentía lejos de su familia y su tierra de origen. (Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru)

El Muelle de los Repatriados, que se construyó después de la guerra en la bahía de Maizuru, recibió a un gran número de regresados. La estructura actual es una reproducción. Cerca de allí se halla el Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru. (Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru)
El Muelle de los Repatriados, que se construyó después de la guerra en la bahía de Maizuru, recibió a un gran número de regresados. La estructura actual es una reproducción. Cerca de allí se halla el Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru. (Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru)

Nagamine Mutsumi, curador del Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru, explica así la finalidad con la que se organizó la exposición: “He peregrinado por todos los puertos de repatriación de Japón divulgando la historia de los repatriados y los gulags siberianos, y promoviendo el respeto por la paz. Decidimos montar la exposición conjunta en la capital aprovechando que se acercaba el 80 aniversario del fin de la guerra (2025) para hacer reflexionar al público sobre la paz”.

El detalle curioso del evento fue la participación de un “círculo de narradores” formado por jóvenes de Maizuru. Los nacidos en el siglo XXI eran quienes se encargaban de transmitir al mundo las historias que habían contado quienes las vivieron. En el museo de Maizuru están pasando de “legar la historia a las próximas generaciones” a “que las próximas generaciones leguen la historia”. Compuesto por 15 estudiantes de secundaria, 13 de bachillerato, uno de formación profesional y un universitario, la misión del círculo es llegar a gente de su propia generación.

Una integrante del círculo de narradores explica la exposición del Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru a un grupo de visitantes de su misma edad. (Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru)
Una integrante del círculo de narradores explica la exposición del Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru a un grupo de visitantes de su misma edad. (Museo Conmemorativo de la Repatriación de Maizuru)

Documentos valiosos que van desapareciendo

Actualmente el problema más grave de la repatriación es que sus testigos están envejeciendo, fallecen y los documentos que poseían y conservaban se dispersan y se pierden. “Un acontecimiento tan trascendental como el regreso de 6,3 millones de repatriados está a punto de desaparecer de la historia de Japón”, lamenta Nagamine, que se empleó a fondo para lograr la inscripción del conjunto documental en la lista de la UNESCO.

Desde el Museo Conmemorativo de los Soldados, Detenidos en Siberia y Repatriados de la Posguerra aseguran que cada vez reciben más objetos de la época de la repatriación y más consultas para efectuar donación de esos artículos por parte de testimonios y sus descendientes. En cambio, se prevé que la generación de los nietos no valore las posesiones que sus abuelos atesoraban y se deshagan de ellas.

“La exposición que alberga el museo entre enero y abril de este año, ‘Postales que comunicaron los campos de concentración con Japón’, muestra una colección de postales que intercambió con familiares y amigos un japonés que pasó más de 10 años retenido en un gulag siberiano y regresó con el último barco de repatriados. Se exhiben 19 de las 58 cartas que donó un familiar en agosto de 2022. De vez en cuando nos llegan artículos de gran valor como estos. Si se dispersan, son irrecuperables; por eso pediría que, antes de tirarlos, consultaran con algún archivo público”, comenta Yamaguchi Takayuki, curador del museo.

La repatriación de ciudadanos después de la Segunda Guerra Mundial fue un fenómeno de gran escala que se dio por todo el mundo. La exposición conjunta entre dos museos dedicados a conservar el testimonio de los japoneses constituyó una iniciativa para evitar que sus recuerdos e importantes documentos históricos se pierdan y contribuir a difundir la realidad de este episodio de la historia.

(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Japoneses que huyeron del norte de Corea, bajo el control del ejército soviético, subiendo a un barco de repatriación que zarpaba desde Busán en agosto de 1946. Museo Conmemorativo de los Soldados, Detenidos en Siberia y Repatriados de la Posguerra.)

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