Mujeres y desastres en Japón: Alzar la voz para proteger a las comunidades

Prevención de desastres Sociedad

El Marco de Sendai para la Reducción de Riesgos de Desastres (2015-2030), adoptado por las Naciones Unidas en 2015, incluyó por primera vez el liderazgo femenino en la gestión de desastres naturales. En este artículo, la periodista Carmen Grau nos ofrece los testimonios de varias líderes japonesas que participaron en un tour por las zonas afectadas por el Gran Terremoto del Este de Japón.

En la anterior entrega conocimos los testimonios de Osanai Sekiko y Abe Noriko, dos mujeres que lideraron la respuesta al Gran Terremoto del Este de Japón en 2011 en sus respectivas comunidades. Un grupo de treinta mujeres procedentes de distintas partes del norte de Japón pudieron compartir sus experiencias durante un encuentro celebrado los días 2 y 3 de junio de 2023.

En el segundo día de este encuentro, el grupo viajó en el Kataribe Bus, una iniciativa del hotel Kanyo para transmitir historias del desastre a través de las voces de los que lo vivieron en Minamisanriku. En enero de 2023, unas 438.000 personas habían participado ya en este mismo recorrido. El hotel se implica también en la formación en prevención de los más jóvenes, por lo que han acogido a más de un millar de centros educativos del país, desde escuelas a universidades. No quieren que se olviden los errores y enseñanzas derivadas de aquel día.

Oouchi Yukiko: “No podemos ser flores decorativas. Las mujeres tenemos que alzar la voz”

La siguiente parada en este viaje es Oouchi Yukiko, presidenta de la Red de Mujeres Líderes en Prevención de Sendai . El 11 de marzo de 2011, la ciudad de Fukuzumi en la que reside, cercana a Sendai, no se vio afectada directamente por el tsunami, pero el terremoto dejó graves daños que obligaron a la población a abandonar sus hogares.

“Todo paró. Sin luz, sin teléfono, sin gas, no sabíamos nada de la situación. Cuando llegué a la escuela estaban todos refugiados en el gimnasio y muy asustados. Cuidamos a los mayores, a los más pequeños y la situación de los bebés era especialmente crítica porque no había agua caliente”, rememora Oouchi.

El papel clave que desempeñaron mujeres como Oouchi en los centros de evacuación saltó fronteras y en 2015 fue requerida para representar el enfoque de las mujeres durante la Conferencia Mundial sobre Reducción de Riesgos de Desastres, celebrada en Sendai: “Yo no había hecho una presentación en mi vida, pero como líder me pidieron que contase nuestra experiencia ante 800 personas”.

De aquel evento nació el Marco de Sendai para la Reducción de Riesgos de Desastres (2015-2030), una herramienta global aprobada por las Naciones Unidas que por primera vez incluía el liderazgo femenino en la gestión del desastre. Se dejaba atrás la noción de la mujer como víctima vulnerable y el sexo débil, reconociéndolas como sostén y agente activo en la asistencia y recuperación de sus comunidades.

Dentro del Kataribe Bus. (Fotografía de la autora)
Dentro del Kataribe Bus. (Fotografía de la autora)

A día de hoy, Oouchi sigue trabajando para aumentar la participación de las mujeres en el desastre y cree que “una buena líder empodera a otras”. Realiza simulacros preventivos anualmente junto a su comunidad, implicando a niños y mayores. Advierte a su audiencia de que en un gran desastre las autoridades no acuden rápido, por lo que las comunidades se enfrentan solas a la emergencia: “ Es nuestra ciudad, nosotras la protegemos“.

Oouchi insiste en la importancia de tener preparada una lista de contactos: “Si pasa algo, pronto podemos estar organizadas. Si se rompe el ordenador y se pierden todos los datos, la mente y capacidad humana para organizarse son fundamentales”.

Esta líder comunitaria acude también a los centros escolares y revisa el enfoque de género de los manuales de evacuación. Además, envía un mensaje a otras mujeres: “No podemos ser flores decorativas. Las mujeres tenemos que alzar la voz”.

La experiencia de Oouchi se acompaña con una visita in situ a una de las escuelas afectadas por el tsunami. Reconvertida en museo de transmisión, las Ruinas de la Escuela Primaria de Kadonowaki dan cuenta del rol que desempeñan las escuelas japonesas al momento de la emergencia como centros de evacuación para la población.

Las participantes observan un mapa de las zonas afectadas por el tsunami en Ishinomaki en las instalaciones de las Ruinas de la Escuela Primaria de Kadonowaki. (Fotografía de la autora)
Las participantes observan un mapa de las zonas afectadas por el tsunami en Ishinomaki en las instalaciones de las Ruinas de la Escuela Primaria de Kadonowaki. (Fotografía de la autora)

Otras voces participantes

A la enfermera Uno Emi el terremoto la sorprendió en la mesa de operaciones de un hospital de Kamaishi, ciudad gravemente afectada por el tsunami en la prefectura de Iwate. “A duras penas pudimos sostener al paciente”, relata. Tras el fuerte sismo, junto al resto del personal sanitario se preparó para empezar a recibir heridos, pero pasaban las horas y no llegaba ninguno.

“La noche era demasiado silenciosa y tranquila, un mal augurio”, recuerda. La luz de emergencia del hospital, ubicado en una zona alta de la montaña, les permitió continuar operando, pero la señal de los televisores no era clara. Fue al día siguiente, con las primeras luces, cuando fueron conscientes de la magnitud de lo ocurrido y “entonces los heridos empezaron a llegar sin parar”.

De esta experiencia personal y laboral surgió el interés en involucrarse en la gestión de desastres en Aomori, su ciudad natal. Uno Emi comenta que el programa de formación de mujeres líderes en prevención de Mirai Net es “un gran aliciente”. Tras escuchar la experiencia de las mujeres que lideraron acciones tras el tsunami se lleva la impresión de que “las mujeres son minuciosas, por lo que es fundamental que lideren”.

Kasuga Yoko es la mayor del grupo. Nació en Misawa, una ciudad de la prefectura de Aomori en la que el tsunami dejó dos víctimas. Profesora de guardería, al jubilarse se pasó a la política y hoy es concejala en el ayuntamiento. Las condiciones de las mujeres en los centros de evacuación le traen recuerdos amargos: “sin compresas, sin poder lavar... Es imprescindible el enfoque de las mujeres en la gestión del desastre”. Kasuga quería escuchar las voces de las locales y ver directamente los lugares afectados para extraer enseñanzas que aplicar en su comunidad. “Los saberes locales son importantes y el primer lugar de actuación es donde yo vivo”, afirma rotunda.

Komai Yuko cultiva manzanas en Inakakan-mura, un pequeño pueblo de la prefectura de Aomori, y es madre de un niño con discapacidad, algo que la movilizó a formar una asociación local de asistencia a estas personas en 2015. Es consciente de que, en situaciones de emergencia, una discapacidad mental o física deja a las personas en situaciones de mayor vulnerabilidad: “todos tenemos que colaborar y ayudarles a evacuar”. Es la primera vez que visita la costa damnificada y agradece conocer la experiencia directa de las mujeres puesto que a veces les resulta “difícil alzar la voz” en la sociedad japonesa.

Kashiwaya Yumiko, llegada de Goshogawara, opina que la fortaleza de las mujeres radica en las múltiples tareas que tradicionalmente se les atribuye en la sociedad japonesa: “cuidamos a los niños, cuidamos al marido y también a los suegros. Pero celebro ver a mi hijo cambiando pañales después de trabajar. Las nuevas generaciones están cambiando”. Kashiwaya trabaja en una empresa de autobuses y se involucra en múltiples actividades locales. Está preocupada por la despoblación y quiere liderar acciones para proteger sectores claves en la región como la pesca y la agricultura.

Durante la emergencia de 2011 se desplazó a las viviendas temporales de los evacuados para animarles. Tras escuchar a otras líderes dice que se reafirman sus ideas: “me han dado confianza para seguir trabajando, abriéndome camino con otras mujeres de mi región”.

La más joven del grupo es Yamada Naoko (21 años), estudiante de la Universidad de Nagoya y ahora residente en Mutsu-shi, donde trabaja vinculada a actividades de revitalización regional y educación medioambiental. “Yo no he experimentado nunca un desastre, así que la única imagen que tenía era la que transmiten los medios de comunicación, una imagen donde las víctimas aparecen desconsoladas e indefensas. Gracias a esta formación esa imagen se ha desmoronado”, explica. Para Yamada, “ser testigo de la fortaleza y flexibilidad de las víctimas y de las mujeres líderes” la anima a “ser fuerte”.

Varias de las participantes son bomberas voluntarias de la ciudad de Aomori, un grupo de ciudadanas dedicadas a fortalecer la prevención y extinción de incendios. Kudo Mika, que trabaja como comercial, es una de ellas: “Quería ver con mis propios ojos las zonas damnificadas y escuchar sus voces”.

Varias participantes observan la marca de la altura que alcanzó el tsunami en un edificio en el que se salvaron 327 personas. (Fotografía de la autora)
Varias participantes observan la marca de la altura que alcanzó el tsunami en un edificio en el que se salvaron 327 personas. (Fotografía de la autora)

Sato Naomi: implicarse en la reconstrucción

La última parada en este viaje es la reconstrucción vista a través de los ojos de Sato Naomi, una japonesa nacida en Ishinomaki, la ciudad que más vidas perdió en el tsunami. El hogar de Sato se encontraba aquel día en Kitakami, un pequeño barrio anexado a Ishinomaki en 2005. Tras el fuerte terremoto, condujo junto a sus tres hijos hacia el interior y logró ponerse a salvo en casa de sus padres, alejada de la costa.

“Parecía que había caído una bomba. No estaba preocupada por mi marido, daba por sentado que estaría bien, solo pensé en mis hijos”. Sin embargo, su marido, bombero local de la ciudad, fue una de las más de 3.500 víctimas en Ishinomaki. A partir de ahí empezó un proceso para rehacer su vida y la de su comunidad.

“Las mujeres somos fuertes. No tenía tiempo de pensar, solo de preparar la comida de los niños. No saber hacia dónde dirigirse o qué es lo próximo produce un sentimiento de rabia e impotencia en las víctimas”, relata Sato.

Pronto decidió implicarse en el Comité de Reconstrucción de la Ciudad en Kitakami para escuchar a los ciudadanos y participar en la ingente tarea que emprendía su ciudad para levantarse desde cero.

“La reconstrucción también debe ser bonita, mirar al futuro de las personas y tener en cuenta el pasado. No solamente pensar en el nosotros de ahora. Me ha costado, pero me he dado cuenta de esto diez años después”, confiesa. Es por ello que en una parte de la ciudad están construyendo ahora un bosque natural, en lugar de “encerrarse en hormigón”.

Sato concluye arguyendo que “los hombres son rápidos para decidir infraestructuras, pero las mujeres tienen una mirada más amplia, van más allá de ellas mismas y piensan en las familias o en los sitios de juego para los niños”. Por eso insiste en la importancia de agrupar a mujeres y jóvenes en caso de desastre, y no solo a hombres, para tomar decisiones en torno a la reconstrucción.

Este último consejo constrasta con la realidad del Japón actual, donde hay una baja representación femenina en puestos de liderazgo, y el campo de la prevención de desastres no es una excepción. Japón ocupó el puesto 125 de un ranking mundial de 146 países en el Informe sobre la Brecha Global de Género del Foro Económico Mundial de 2023. Además, la tasa de mujeres en Consejos de Prevención de Desastres a nivel nacional era en 2020 del 16,1 %, según datos del gobierno japonés.

Encuentros como el celebrado los pasados 2 y 3 de junio son un paso para acabar con esta disparidad y poner de relieve la importancia de contar con el liderazgo femenino en las futuras crisis a las que Japón sin duda se tendrá que enfrentarse.

(Fotografía del encabezado: dos participantes en el tour del Kataribe Bus observan las zonas reconstruidas de Minamisanriku con el hotel Kanyo en el fondo. Fotografía de la autora.)

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