Historias de miedo en la escuela: la separación entre niños y docentes

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Los niños a quienes les gustan las historias de miedo siguen disfrutando de la gran popularidad de las gakkō no kaidan (“historias de fantasmas en la escuela”), en libros, películas, manga y anime. ¿Por qué tantas de esas historias, desde la ya mítica “Hanako del baño”, suceden en los baños de las escuelas? ¿Cómo comparten los niños esas historias? Un experto en sociología de la educación nos lo explica.

Yoshioka Kazushi YOSHIOKA Kazushi

Profesor asociado de la Universidad Prefectural de Yamaguchi. Nacido en 1981. Especializado en sociología de la educación. Su principal tema se centra en investigaciones sobre cultura infantil y la percepción popular de las gakkō no kaidan, “historias de fantasmas en la escuela”. Es autor de Kodomo no shutaisei raisan wo koete – ‘gakkō no kaidan’ wo meguru kyōshi to kodomo (“Más allá de la celebración de la independencia infantil: reacciones de profesores y niños sobre historias de fantasmas en la escuela”, incluido en la recopilación Kodomo e no shikaku – atarashī kodomo shakai kenkyū: “Perspectivas sobre los niños: nuevas investigaciones sociológicas infantiles” / 2020, Shinyōsha) y otros ensayos.

¿Por qué les gustan las historias de miedo a los niños?

La llamada “Hanako del baño” es un yōkai muy conocido en todo Japón desde la década de los noventa.

“Cuando era pequeño se dio un auge en las historias de fantasmas en la escuela, y nuestra biblioteca estaba repleta de libros sobre el tema”, cuenta Yoshioka. “Todos nos retábamos a comprobar si realmente había una Hanako en nuestros baños. Del mismo modo se extendía la historia de una “bruja morada”, que aparecía en los baños vestida por completo de púrpura; recuerdo que daba bastante miedo”.

“¿Por qué les gustan las historias de miedo a los niños? En las investigaciones sobre cultura infantil, todo aquello que se considera en cierto modo vulgar no suele ser objeto de estudio. Precisamente por eso me interesaba descubrir qué significado tienen esas historias de miedo, para los niños”.

El auge de los noventa

Según Yoshioka, desde el establecimiento de las escuelas modernas en todo el país con la promulgación de la Ley del Sistema Educativo de 1872, en los centros escolares y sus alrededores se han venido contando historias de miedo. Pero las gakkō no kaidan (historias de fantasmas en la escuela) no se establecieron como una categoría genérica hasta la publicación de un libro del folclorista Tsunemitsu Tōru sobre el tema, en 1990.

Tsunemitsu era profesor de secundaria, y a menudo escuchaba muchos rumores de boca de sus alumnos, tras las clases. Entre ellos los más comunes eran las historias de miedo relacionadas con la escuela. El docente publicó algunas de ellas, comenzando por la ya famosa “Hanako del baño”, como parte de una serie para niños denominada, claro, Gakkō no kaidan (Historias de fantasmas en la escuela, Kōdansha KK Bunko). El año siguiente la editorial Poplar también publicó una serie de lecturas bajo el mismo título, y así comenzó el primer auge de aquel nuevo género de la literatura infantil.

Hanako, toda una estrella

En los baños se escucha una voz: “¿Quieres un papel rojo o un papel azul?”; si eliges el rojo mueres cubierto de sangre, y si eliges el azul mueres morado por la asfixia…

Este cuento del papel rojo y el azul es también una famosa historia de fantasmas en la escuela. Existen otras historias similares, como una según la cual quien responde a una voz que dice “Te voy a poner un abrigo rojo” se encuentra de pronto con que su ropa está cubierta de sangre.

“Desde hace mucho se cuentan historias sobre una mano que aparece desde dentro del inodoro. Cuentos sobre una cara que se refleja en el agua turbia de un inodoro de estilo japonés, u otra cara que aparece cuando uno se sienta en un inodoro de estilo occidental y mira hacia arriba; existen diversas variaciones, según el tipo de baño”, dice Yoshioka.

Hanako, popular en todo el país, era originalmente un monstruo cuya mano aparece de pronto por el inodoro. He aquí un ejemplo que se contaba en la prefectura de Iwate sobre 1948:

Al entrar en el tercer cubículo desde el final, en el gimnasio de una escuela primaria, escuché una voz que decía: “La tercera Hanako”, y desde el interior del inodoro apareció una mano blanca que se alargaba hacia mí”.

(PIXTA)
(PIXTA)

Hanako, que durante mucho tiempo había sido tan solo una voz, se fue asentando en las mentes del público, a través de la literatura infantil, el manga y el anime de los noventa, con la apariencia de una niña de peinado bob con camisa blanca y falda roja.

Lo que hace Hanako, por otro lado, muestra más variación que su aspecto. El escenario más típico consiste en que alguien llame a la puerta del baño tres veces, diciendo “Hanako, vamos a jugar”, y Hanako acepte, aparezca y arrastre a su víctima al interior del inodoro.

En ocasiones los niños, tras retarse unos a otros, añaden sus propias experiencias. “Si uno llama a Hanako, por ejemplo, se puede escuchar el sonido del agua del inodoro, o el crujido de la puerta… Las variaciones aumentan dependiendo de las experiencias de cada momento, y de otros eventos que hayan sucedido”.

Casa embrujada organizada en agosto de 2023 en el edificio de la escuela primaria abandonada de Aritagawa, en las montañas de la prefectura de Wakayama. La idea principal del evento consistía en una “misión”: recuperar un libro que tiene Hanako en los baños, y devolverlo a la biblioteca (imagen cortesía de la ciudad de Aritagawa; cartel diseñado por el autor de libros ilustrados Yamamoto Takashi)
Casa embrujada organizada en agosto de 2023 en el edificio de la escuela primaria abandonada de Aritagawa, en las montañas de la prefectura de Wakayama. La idea principal del evento consistía en una “misión”: recuperar un libro que tiene Hanako en los baños, y devolverlo a la biblioteca (imagen cortesía de la ciudad de Aritagawa; cartel diseñado por el autor de libros ilustrados Yamamoto Takashi)

Controlar el miedo con condiciones

“En el pasado he investigado algunas de las escuelas en las que dicen que ocurren fenómenos extraños, y el baño es con diferencia el lugar más frecuente”, asegura Yoshioka. “Después vienen las aulas comunes. En otras salas más especiales, como el laboratorio, la sala de música o la de manualidades, no se dan tantos fenómenos”.

“En los estudios folclóricos los baños se consideran un límite entre este mundo y el otro, y por lo tanto es más fácil encontrarse con yōkais en ellos. Personalmente creo que esto no se debe a que sean un lugar inusual, sino precisamente a que son un sitio que se usa con frecuencia, a diario”.

“Otro punto interesante de estas historias es que existen formas de evitar el encuentro con estas criaturas. Hanako, por ejemplo, solo aparece en el baño de un piso específico de un edificio concreto, y solo en cierto cubículo contando desde el fondo, o con limitaciones por el estilo. Creo que, pese a ser un lugar que visitamos sin falta a diario, es más fácil imponer condiciones al baño que a otras salas. Si uno no entra en ese cubículo determinado, no pasa nada; si no llama a Hanako, estará a salvo”.

“Con las aulas pasa lo mismo. Se establecen ciertas condiciones: ir a la escuela a una hora a la que los niños nunca van, como la medianoche, o colocar los pupitres de forma determinada, y formar un círculo uniendo las manos con los amigos, y entonar un hechizo para que aparezca el yōkai… Si no intentamos enfrentarnos a ellos de manera activa, los evitaremos; es, en cierto modo, como si los controláramos”.

Ciertas investigaciones psicológicas sugieren que los niños se cuentan historias de fantasmas como reacción a un entorno escolar opresivo, pero Yoshioka opina que los niños disfrutan de esas historias igual que lo hacen los adultos.

“Tanto para adultos como para niños, pasar miedo y divertirse son dos caras de la misma moneda. Los adultos, sin embargo, capaces de reconocer esas historias como ficción, pueden lidiar con sus miedos de una forma diferente a la que emplean los niños. Para los pequeños, los fantasmas y los yōkais representan seres muy reales, y para poder disfrutar de ellos necesitan ajustar esa experiencia a un nivel apropiado de miedo, por medio de condiciones”.

“Pensar que el fantasma está ahí ya les provoca, de por sí, bastante miedo. A veces se retan con sus amigos, y cuando ven que no pasa nada pueden suspirar aliviados, y sentirse orgullosos. En ese sentido es un rito de iniciación para fortalecer la unidad entre ellos, y una herramienta de comunicación”.

Los “universos-isla” de cada grupo de amigos

Desde finales de los setenta hasta los ochenta, los niños que acudían a academias preparatorias tras salir de clase fueron extendiendo la leyenda urbana de Kuchisake onna (una mujer con terribles cortes a ambos lados de la boca). Yoshioka siente que en esta época es mucho más difícil que los niños extiendan ese tipo de historias de miedo a nivel nacional.

“Las relaciones interpersonales entre los niños han cambiado. En cada clase se crean grupos de cuatro o cinco niños que apenas interactúan con los otros; es algo que llamamos “universos-isla”. Cada uno de los grupos comparte sus propias historias de miedo, y por ello estas no tienden a extenderse por toda la escuela”.

También se va perdiendo el tiempo que tienen los niños para sí mismos.

“Antes, en primaria, los niños solían quedarse hasta tarde en la escuela. Ahora, cuando llega la hora de salir, los envían a todos a casa a la vez y los dejan a cargo de sus padres o guardianes, o los ponen a cargo de ciertas actividades extraescolares. Siempre están supervisados por algún adulto, y ya no tienen tiempo para estar solos con otros niños”.

“En las academias también tienen amigos, pero van y vuelven con sus padres, y no cuentan con espacio para poder socializar con esos niños”.

Los profesores ya no cuentan historias a los niños

En el pasado los niños también oían historias de miedo de boca de los profesores. Dependiendo de la generación, muchos adultos recordarán hoy día que cuando eran pequeños les rogaban a sus maestros que contaran algún cuento de miedo, cuando quedaba tiempo en la clase.

Yoshioka señala que, a partir del auge de las historias de fantasmas en la escuela, en la década de los noventa, los profesores fueron gradualmente dejando de contárselas a sus alumnos.

“Una vez realicé una encuesta con entrevistas a profesores de entre treinta y cincuenta y nueve años. En aquella ocasión descubrí que, alrededor del 2000, comenzaron a ejercer sobre sí mismos una especie de autocontrol para no contar ese tipo de historias en el aula”.

Las directrices del Plan de Estudios publicado en 2002 incluían “tiempo para el estudio integral” de cara a “cultivar la individualidad” de los estudiantes, al tiempo que enfatizaban un “espíritu relajado” (yutori) en una semana de cinco días lectivos. En las entrevistas que realizó Yoshioka le quedó claro que a los profesores les quedaba muy poco margen de maniobra, ocupados como estaban por tener que buscar nuevas formas de docencia y preparación para sus clases.

“Muchos se quejaban de que no tenían tiempo para contar historias de fantasmas ni nada parecido. Además, también ha aumentado mucho el nivel de consideración hacia aquellos niños que no quieren escuchar ese tipo de cuentos. Ahora se es mucho más consciente sobre la perspectiva de los padres”.

Los profesores temían recibir quejas de los padres, sobre aquellos niños que no podían ir solos al baño o dormir bien por la noche, y al mismo tiempo debían esforzarse por mantener el orden en el aula.

“Si en una clase cundía el pánico, aquello afectaba a las posteriores. Los profesores enseñaban estrictamente según los marcos establecidos por el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología, y parecían pensar que tenían la obligación de contestar a las preguntas de los padres con explicaciones de corte educativo”.

“Por otro lado, para los niños que sí querían escuchar historias de fantasmas existía la ‘consideración educativa’ de proporcionarles libros relevantes para sus intereses. Es decir, que el asunto quedaba en manos de los propios alumnos”.

Mientras tanto, los profesores continúan compartiendo entre ellos, como siempre, historias de miedo en la escuela.

Un profesor con una gran espiritualidad, por ejemplo, contó a un compañero que en su escuela “Aparece el fantasma de una niña llamada Lily”. “Cuando vienes de noche puedes ver balanceándose, bajo aquella farola, algo blanco”, decía el subdirector de la escuela. Otro profesor habló sobre una experiencia propia: al parecer, la puerta de cierta sala se había cerrado sola con gran estruendo, cuando otras puertas y ventanas estaban todas cerradas.

“Directores y subdirectores suelen contarles historias de miedo sobre la escuela a los profesores nuevos”.

La línea que separa a niños y profesores

“El mayor descubrimiento que he realizado sobre este tipo de historias es que profesores y niños se han separado por completo unos de otros”, dice Yoshioka.

“Los profesores solo hablan entre ellos, y los niños se dedican a jugar y divertirse con otros niños. La relación entre profesores y niños se ha visto reducida simplemente a educar y ser educado, respectivamente”.

Esa experiencia de comunicación sincera que consistía en escuchar las historias de miedo del profesor, aguantando la respiración, y emocionarse juntos con ellas, ha desaparecido por completo de la escuela.

“Las historias de miedo en la escuela no son solo una parte de la cultura infantil. Pueden ser también una herramienta de comunicación capaz de trascender las generaciones. Siento que deberíamos tratar de recuperar esa relación humana entre adultos y niños, no solo con fines educativos, sino para ser capaces de disfrutar juntos de ese tipo de cuentos y charlas”.

(Traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Pixta.)

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