
La periodista de conflictos Tamamoto Eiko comparte la realidad de la guerra en Ucrania
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La primera impresión que uno se lleva de Tamamoto Eiko es la de una mujer pequeña y delicada. Su crianza en Osaka se nota también en su sentido del humor, ya que arranca carcajadas a su público incluso cuando da conferencias sobre la guerra. Puede resultar difícil imaginársela enfundada en un chaleco antibalas de 10 kilos, con casco y cámara en mano, mientras recorre zonas de guerra activas, documentándolas para el mundo.
Tamamoto Eiko informando en Mykolaiv, Ucrania, en 2022. (© Asiapress International)
Tamamoto comenzó este trabajo en la década de 1990, tras dejar su puesto en una empresa de diseño. Según cuenta, la inspiración le surgió a raíz de la impresión que le causó una noticia, en 1994, sobre un hombre que se prendió fuego en Alemania para protestar contra la opresión turca de los kurdos, la mayor población sin Estado propio del mundo. “Me sentí impulsada a averiguar por qué alguien podía llegar tan lejos para protestar. No dudé en dar ese paso”.
En su decisión de centrar sus esfuerzos en el periodismo de guerra también influyó el hecho de que su padre sobreviviera al bombardeo atómico de Hiroshima cuando tenía cinco años. “Leí una antología en la que había colaborado mi padre cuando era niño, y le escuché hablar de sus experiencias. Desde la infancia pude sentir por mí misma cómo se filtra en el cuerpo la miseria de la guerra”.
Cuando empezó, su padre pareció comprender su dedicación y la dejó marchar sin protestar, a pesar del peligro del trabajo que había elegido.
Al principio trabajó como empleada temporal en recepciones de empresas para ganar el dinero necesario para viajar a los lugares en conflicto. Aprendió los fundamentos del reporterismo de periodistas veteranos y empezó a adquirir su propia experiencia. En la década de 2000 viajó a Siria y a otras regiones de Oriente Próximo para cubrir la guerra de Irak y los conflictos de grupos extremistas como Daesh, el llamado Estado Islámico.
Víctimas inocentes
Ha pasado varios meses al año en Ucrania desde que Rusia invadió dicho país en 2022, basando sus actividades en las zonas oriental y meridional más cercanas a la frontera rusa. A veces visita las líneas del frente, donde los proyectiles cruzan el cielo sobre su cabeza, pero su atención se centra en los que han quedado atrás en la zona de guerra —ancianos, mujeres y niños— y ha visto innumerables víctimas civiles de la guerra.
Uno de sus informes más dolorosos fue el de febrero de 2024, en el lugar de un ataque con misiles en la ciudad de Selydove, en la provincia de Donetsk. Katja Gugova, embarazada de ocho meses, ingresó en un hospital local al sentirse indispuesta. Su marido la acompañó, pero esa noche su madre los llamó para decirles que su barrio había sido alcanzado por misiles rusos. El marido de Katja fue a comprobar cómo estaba su casa.
Aproximadamente una hora después, el propio hospital fue alcanzado por misiles. Parece que se trataba de un plan en dos fases con el que los militares rusos tenían como objetivo a quienes transportaban a los heridos del primer ataque para que recibieran atención médica. Katja y su hijo nonato eran transeúntes inocentes que cayeron víctimas de la guerra.
Tamamoto visitó el lugar unos días después y habló con el viudo de Katja. “Era una gestante mayor, de treinta y nueve años, y su marido se había alegrado mucho de que por fin hubiera conseguido quedarse embarazada. Ahora, él lucha con la culpa de haberla dejado en el hospital, incapaz de ayudarla al final”.
Olga sostiene un retrato de su difunta hija, Katja. Dice que le hacía mucha ilusión ver al nieto que Katja estaba a punto de traer al mundo. (© Tamamoto Eiko)
Sacan el cuerpo de un niño pequeño de las ruinas de un complejo de viviendas de Odesa destruido por los ataques de aviones no tripulados. (© Tamamoto Eiko)
Los drones, una amenaza invisible
Informar desde la zona de guerra significa enfrentarse a un peligro constante.
Tamamoto relata una experiencia en Orikhiv, en la provincia de Zaporizhzhia, al sur de Ucrania. Cuando entraba con su equipo en la ciudad, un proyectil ruso silbó al pasar justo por encima de las cabezas del equipo de reporteros y explotó en las proximidades.
Chaleco antibalas y casco salvavidas de Tamamoto. (© Tamamoto Eiko)
Otros periodistas japoneses han muerto informando sobre guerras en el extranjero. Alguien podría cometer el error de pensar que Tamamoto no valora su vida, pero ella niega la idea: “En realidad soy un poco cobarde”. Tras recibir formación práctica de profesionales del reportaje en zonas de guerra, dice que ha llegado a ser capaz de juzgar el nivel de peligro, y que a menudo cancela la cobertura por ello. También toma precauciones minuciosas para proteger del peligro a los intérpretes y conductores locales del equipo, y también dice que evita caminar por prados y campos abiertos debido al peligro de las minas terrestres.
Y luego está el sello particular de este conflicto, los ataques rusos a distancia con drones. Los drones Shahed construidos en Irán que utilizan las fuerzas rusas miden dos o tres metros de largo y reciben el apodo de “kamikazes”. Vuelan en formación hasta que identifican su objetivo, entonces chocan contra él y explotan. En el frente, otros drones más pequeños sobrevuelan y lanzan bombas sobre el objetivo.
Tamamoto habla del terror de un ataque aéreo con drones que ella misma experimentó: “Se oyó un fuerte sonido agudo, pero al mirar hacia arriba no pude ver nada. Evacué inmediatamente a un edificio cercano junto con un soldado ucraniano de escolta, que me dijo: ‘Debes entender que, cuando oyes el sonido del dron, no hay forma de saber cuándo llegará’. Los operadores remotos te observan desde el cielo y pueden decidir atacarte. Es un tipo de miedo totalmente diferente al de los bombardeos”.
Un avión no tripulado Shahed de fabricación iraní utilizado por Rusia para atacar la capital ucraniana de Kiev. (© Getty Images)
Amenaza nuclear
Sin embargo, el mayor temor de Tamamoto son las armas nucleares. No se han utilizado en ninguna guerra desde los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, Rusia ha ocupado la central nuclear de Zaporizhzhia, en el sur de Ucrania, y equipos de la Agencia Internacional de la Energía Atómica han entrado para vigilarla. El presidente ruso Vladímir Putin ha anunciado una nueva doctrina que guía el uso de armas nucleares por parte de Rusia, y la amenaza de que la guerra se vuelva nuclear es cada vez mayor.
Tamamoto es dolorosamente consciente del terror de las armas nucleares tras conocer la experiencia de su padre como hibakusha. De pequeño él pasó un tiempo postrado en la cama, luchando al borde de la muerte. Incluso hoy, los programas de televisión que tratan sobre el bombardeo de Hiroshima pueden hacerle llorar. “Las armas nucleares no matan simplemente a las personas que están en el lugar, en ese momento. Invaden los cuerpos de los supervivientes, provocándoles enfermedades por radiación o leucemia, y esculpen traumas en sus corazones. No podemos aceptar que los Gobiernos sostengan armas y centrales nucleares como si fueran una especie de comodín”.
Incluso siendo consciente de tales peligros, su trabajo informando desde zonas de guerra se ve impulsado por su convicción de que “sea cual sea el país, solo se muestran las noticias más convenientes. No podemos conocer la verdad de la guerra sin ir a verla por nosotros mismos”.
También dice que hay otra cosa vital que debe recordar como periodista. “Han quedado muchos seres queridos llorando sobre las tumbas de los soldados ucranianos muertos en combate, pero también hay muchos en Rusia. Tengo que compartir no solo el estado de la guerra, sino lo que la guerra se ha llevado y quiénes han sido sus víctimas”.
Los peligros del desvanecimiento del interés
A medida que nos adentramos en el tercer año desde la invasión de Ucrania, el interés internacional ha empezado a decaer. Aun así, insiste, “es cuando el interés empieza a desvanecerse cuando crece el peligro”.
Tamamoto advierte del peligro de que se desvanezca la atención sobre el conflicto aún activo. (© Hanai Tomoko)
La comunidad internacional lleva tiempo pidiendo un alto el fuego, pero Tamamoto explica: “Cuando entrevisto a los soldados, me dicen: ‘Si se pone fin a los combates, dejaremos de morir. Pero entonces los que viven en las tierras ocupadas seguirán sufriendo, y serán nuestros hijos o nuestros nietos los que mueran para recuperar sus patrias perdidas’. Siguen luchando a pesar de su propio conflicto. La guerra en sí misma, que conlleva tal destrucción y matanza, es mala. Pero también debemos pensar en lo que se lleva la invasión”.
También hay novedades, con el envío de soldados desde Corea del Norte, y se espera que Estados Unidos se distancie de Ucrania con Donald Trump en la Casa Blanca. Tamamoto insiste en que “siempre son los civiles impotentes los que se ven zarandeados” por la situación internacional, pero piensa seguir manteniendo su atención en Ucrania y compartiendo lo que ve.
(Artículo publicado originalmente en japonés, y traducido al español de la versión en inglés. Imagen del encabezado: Tamamoto Eiko durante una entrevista en una galería de Tokio que acoge su exposición fotográfica, “Ucrania: gente que vive en las llamas de la guerra” - © Hanai Tomoko.)