El edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio y su pionero mirador panorámico
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Un enclave de referencia en Tokio
El edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio se terminó de construir en 1990 y hoy destaca en el paisaje urbano de Shinjuku. Su edificio principal número 1, con 243 metros de altura, fue la estructura más alta de Japón entonces. Cada una de las torres gemelas del edificio principal cuenta con un mirador panorámico en la planta 45, a 202 metros de altura, que está abierto al público de forma gratuita. Como punto de referencia bien establecido de Tokio, este gigante ha recibido un total acumulado de unos 55 millones de visitantes en sus miradores en los últimos 35 años. Aunque la cifra anual de visitantes se redujo de forma temporal durante la pandemia de la COVID-19 hasta unos 150.000 en 2020 y 70.000 en 2021, en 2024 volvió a repuntar con energía hasta alcanzar 1,6 millones.

Vista panorámica de la capital en la que se observa la torre Tokyo Skytree en la lejanía, vista desde el mirador panorámico del edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio. (Cortesía del Gobierno Metropolitano de Tokio)
El mirador de la Torre Norte cuenta con un espacio donde los visitantes pueden disfrutar de un tentempié y bebidas mientras contemplan las vistas. Por la noche, también puede alquilarse para eventos y fiestas privadas. El mirador de la Torre Sur, por otra parte, dispone de un piano público; el diseño estuvo supervisado por la artista Kusama Yayoi, y cualquiera puede tocarlo libremente.

Un piano público diseñado bajo la supervisión de la artista Kusama Yayoi. (© Ogawa Hiroo)
La mayoría de los visitantes no son de Tokio, y en la actualidad los turistas extranjeros superan ampliamente a los japoneses. Si bien a partir de la década del 2000 aumentó el número de visitantes procedentes de países asiáticos como China y Corea del Sur, en los últimos años el público se ha vuelto cada vez más diverso, con viajeros que llegan desde Europa, América Latina y otros lugares.

El edificio principal del Gobierno Metropolitano de Tokio se ha convertido en un conocido punto de referencia. (© Ogawa Hiroo)
Largas colas de turistas internacionales
Cuando visitamos uno de los observatorios en abril para este reportaje, ya se había formado una larga cola en la planta baja del edificio, donde los visitantes deben registrarse para entrar. Un cartel indicaba una espera de 45 minutos. Antes era posible subir casi sin demora, pero el reciente incremento de popularidad es notable.

Una larga cola de visitantes esperando a subir al ascensor hasta el mirador panorámico del edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio. (© Ogawa Hiroo)

Un cartel que indica que el tiempo de espera para acceder al mirador. (© Ogawa Hiroo)
Desde el año fiscal 2011, hay voluntarios intérpretes en los miradores que ofrecen asistencia en inglés, chino y coreano. Una de los voluntarios comentó: “Últimamente hemos notado un aumento significativo de visitantes de Europa”, mientras atendía sin pausa al flujo constante de turistas extranjeros.
Uno de ellos es Uyanbi, de Francia, quien visita el lugar con frecuencia. Ya ha venido siete u ocho veces, a menudo viajando a Japón con su esposa japonesa para visitar a la familia. Aficionado declarado de Japón, elogió las vistas desde el mirador, y dijo: “Incluso comparado con lugares como la Landmark Tower de Yokohama o la Tokyo Skytree, la vista desde aquí es absolutamente impresionante”.

Turistas disfrutando de las vistas desde el mirador. (© Ogawa Hiroo)
Ciro Pizzi, en su segundo viaje a Japón desde Italia, comentó que descubrió el mirador a través de un sitio de vídeos y esperaba con ganas la visita. Estaba ocupado tomando fotos con su teléfono como recuerdo. Para los turistas extranjeros, poder acceder gratuitamente a una vista panorámica de ese nivel es un atractivo enorme. Muchos entrevistados compartieron la misma impresión: “Cuesta creer que se pueda disfrutar de una vista tan increíble sin pagar”.
Promoviendo una mejor comprensión de la administración de Tokio
Como sede principal del vasto gobierno metropolitano de Tokio, el edificio no necesitaría, en principio, contar con un mirador gratuito. Entonces, ¿por qué incluir un espacio que no está directamente relacionado con las funciones administrativas?
“La idea era que las personas que visitaran el edificio pudieran sentir un vínculo con Tokio mientras disfrutan de la vista y, mediante esa experiencia, profundizar en su comprensión de la ciudad y de su administración”, explica Hiratsuka Kenji, director de la Sección de Mantenimiento de Instalaciones del edificio.
En Japón es común que los gobiernos locales mantengan sus oficinas relativamente abiertas y accesibles para que los residentes se sientan más cómodos a la hora de relacionarse con la administración pública. Esta cultura de apertura, dada por sentado desde hace años por la ciudadanía, fundamenta la idea de crear miradores y ofrecerlos de forma gratuita al público.
Ishida Jun’ichirō, profesor de la Universidad Femenina de Mukogawa y especialista en historia urbana y arquitectónica japonesa, aporta una visión adicional: “El antiguo edificio gubernamental de Tokio en Marunouchi tenía una plaza donde los residentes podían reunirse”, explica. “Estos espacios abiertos reflejan la mentalidad pública basada en que los edificios gubernamentales se construyen con el dinero de los contribuyentes y, por tanto, deben servir como espacios compartidos para la comunidad”. Con el aumento progresivo de la altura de los edificios municipales, añade, los miradores han ido asumiendo naturalmente ese papel de lugar de encuentro público.
El aumento en la altura de los edificios gubernamentales
Según el profesor Ishida, la base legal que permitió la construcción de edificios gubernamentales más altos fue una revisión de la Ley de Normas de Edificación de Japón en 1963. Antes de la enmienda, la altura de los edificios se limitaba a alrededor de 31 metros, una restricción que se remontaba al shakkanhō (el sistema tradicional japonés de unidades de medida) del período anterior a la guerra, donde 100 shaku equivalían aproximadamente a 31 metros. Esta limitación era conocida como la “regla de los 100 shaku”.
Con la eliminación de dicho límite, las empresas promotoras pudieron construir estructuras más altas para responder a la demanda del floreciente crecimiento económico de la posguerra. A medida que los precios del suelo se disparaban y crecía la necesidad de un uso más eficiente del espacio, comenzaron a proliferar los edificios altos. Un ejemplo emblemático fue el Edificio Kasumigaseki, completado en 1968, que alcanzaba unos 147 metros de altura y acaparó la atención nacional.
La tendencia de los edificios municipales de gran altura comenzó con la Oficina Prefectural de Iwate, terminada en 1965. Sin embargo, el fin de la regla de los 100 shaku no desencadenó de inmediato una ola de construcción en altura entre los municipios. Muchas administraciones locales habían perdido sus edificios originales durante la Segunda Guerra Mundial y los reconstruyeron en el período de recuperación de la posguerra, como el anterior edificio metropolitano de Tokio, terminado en 1957. Por ello, la mayoría de los edificios municipales aún eran relativamente nuevos cuando se aprobó la revisión, y no empezaron a considerar grandes remodelaciones hasta finales de los años 80 y principios de los 90.
Con el tiempo, las responsabilidades administrativas aumentaron, lo que llevó a una acumulación creciente de documentos y registros que debían almacenarse. En centros urbanos densamente poblados, el alza del valor del suelo dificultó la adquisición de terrenos adicionales para la expansión. Estas circunstancias hicieron que el desarrollo vertical resultara más práctico que la expansión horizontal, especialmente en las grandes ciudades.
¿Un elemento imprescindible?
En los 23 distritos centrales de Tokio (23-ku), los planes para reconstruir o reubicar oficinas municipales comenzaron en la década de 1990 y continúan hasta hoy. En 1996, Nerima completó su nuevo edificio gubernamental: una torre de 21 pisos y aproximadamente 93,8 metros de altura. En 1999, Bunkyō siguió el ejemplo con un edificio de 28 pisos y unos 142 metros, el más alto entre los 23 distritos; el de Nerima es el segundo. Ambos edificios cuentan con miradores gratuitos para el público, aunque el de Bunkyō permanece cerrado por reformas hasta diciembre de 2026. Un encargado de la División de Asuntos Generales de Nerima explicó que el objetivo era atraer a más visitantes ofreciendo vistas panorámicas que incluyen el monte Fuji y la Tokyo Skytree.

El ayuntamiento de Nerima, situado dentro de una zona residencial. Su mirador cuenta con un restaurante. (© Ogawa Hiroo)
En mayo de 2024, Setagaya comenzó a utilizar su nuevo Ala Este, que cuenta con un mirador en la décima planta. Aunque no es un rascacielos según los estándares actuales, “no hay edificios altos alrededor, por lo que ofrece una vista panorámica del paisaje urbano de Setagaya”, señala Yamaji Hiroshi, jefe de la división de gestión de instalaciones del municipio. Tras su apertura, el vestíbulo acogió una popular exposición de paneles dedicada a Guri y Gura, la querida serie de libros ilustrados de la fallecida Nakagawa Rieko, reconocida autora de libros infantiles y residente honoraria del distrito.

El ayuntamiento de Setagaya. Dado que no tiene edificios altos alrededor, desde su mirador se pueden observar el monte Fuji u otras vistas emblemáticas. (© Ogawa Hiroo)
Los funcionarios públicos pueden pensar que, al añadir atractivos como miradores a sus edificios, fortalecerán su vínculo con los residentes, pero la realidad no es tan sencilla. En la práctica, son relativamente pocas las instalaciones que se utilizan activamente como espacios para eventos ciudadanos. En lugar de ello, estas áreas tienden a funcionar más como atracciones turísticas y, en algunos casos, ni siquiera logran atraer turistas. Aun así, parece prevalecer un cierto sentido burocrático de uniformidad: cada vez que un municipio reconstruye sus oficinas, se considera casi imprescindible incorporar un mirador.
El profesor Ishida advierte contra esta tendencia imitativa. “Los edificios gubernamentales no se reconstruyen con frecuencia. Que otros municipios lo hagan no significa que uno deba seguir el mismo camino. Los responsables deben reflexionar con cuidado: ¿qué necesita realmente su comunidad? ¿Es necesario un mirador? Estas son cuestiones que deben evaluarse con una perspectiva a largo plazo. Ganarse el apoyo de los residentes y de la asamblea local debe ser la máxima prioridad”, subraya.
Aunque cada vez más municipios añaden miradores a sus edificios, solo unos pocos, como el edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio, han logrado atraer a grandes multitudes y contribuir significativamente a la proyección local y al turismo. Los municipios harían bien en considerar seriamente cómo aprovechar estos espacios de manera eficaz. De lo contrario, corren el riesgo de desperdiciar un recurso valioso.
(Imagen del encabezado: vista nocturna de Tokio desde el mirador del edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio. Por cortesía del Gobierno Metropolitano de Tokio.)