1966: el año en que el Caballo de Fuego “mordió” la pirámide de población de Japón

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“Las mujeres nacidas en el año del Caballo de Fuego son irascibles”; “las chicas del Caballo de Fuego no podrán casarse”. Eran supersticiones que comenzaron a difundirse por Japón a principios del siglo XVII, pero que, al parecer, seguían ocupando un importante espacio en la mente japonesa de mediados del siglo XX. Kikkawa Tōru nos explica el insólito descenso en el número de nacimientos que experimentó Japón en 1966.

Un tabú irracional que pesa sobre las niñas nacidas el año del Caballo de Fuego

La pirámide de población de Japón tiene una característica realmente extraña. En las barras horizontales que representan el número de bebés de uno y otro sexo nacidos en 1966, año 41 de la era Shōwa (1926-1989), se observa un brusco acortamiento. Aquel año hubo en Japón cerca de 1.361.000 nacimientos, unos 500.000 menos que durante el año anterior y el posterior. Y aunque resulte difícil de creer, este hundimiento solo puede achacarse a la decisión consciente tomada por muchas parejas de no procrear ese año, por miedo a una vieja superstición.

Pirámide de población de Japón (2025)

La superstición se centra en el Caballo de Fuego, una combinación de signos y elementos que ocurre cada 60 años. A principios del periodo Edo (1603-1868), se difundieron ideas muy negativas sobre las mujeres nacidas bajo esa combinación, como que eran irascibles o que, si se casaban, devorarían a su marido. Estas ideas aparecían en obras del teatro de marionetas ningyō jōruri y en la literatura popular y, por supuesto, no tenían mayor fundamento racional.

Yaoya Oshichi, una historia sobre una mujer que provocó un gran incendio con el propósito de encontrarse con su amado, fue una de las más representadas en el teatro ningyō jōruri. Cuentan que nació en 1666, año del Caballo de Fuego. (Colección de la Biblioteca Nacional de la Dieta)
Yaoya Oshichi, una historia sobre una mujer que provocó un gran incendio con el propósito de encontrarse con su amado, fue una de las más representadas en el teatro ningyō jōruri. Cuentan que nació en 1666, año del Caballo de Fuego. (Colección de la Biblioteca Nacional de la Dieta)

Sin embargo, con la difusión de estas patrañas comenzaron a darse casos reales de personas que evitaban prometerse a mujeres de dicho año. Y cada vez que, pasados 60 años, volvía a darse la fatídica combinación, ocurrían cosas como que las parejas prefirieran evitar embarazos, mintieran sobre la fecha de nacimiento de sus hijas e incluso cometieran infanticidios.

Este sistema sexagesimal de división del tiempo nació en China, pero las supersticiones agoreras que hacen objeto de irracionales tabús a determinadas mujeres que llegan a la edad matrimonial, a las gestantes o a las recién nacidas, existen solo en Japón.

Habría que preguntarse, no obstante, qué circunstancias concretas concurrieron para que 1966 marcara un descenso en el número de nacimientos sin precedentes en la historia. Porque consultando los registros de población, no parece que ocurriera nada comparable durante los dos años del Caballo de Fuego anteriores, hace ahora 180 y 120 años.

Un fenómeno ocurrido en los años de mayor crecimiento económico

En 1966 Japón estaba en la cúspide de su crecimiento económico y se había convertido ya en una sociedad industrializada no demasiado diferente de la nuestra. En aquella época en la que la televisión había comenzado a emitir y el país se iba dotando de infraestructuras como las autopistas o el ferrocarril de alta velocidad, ¿cómo pudo una anacrónica superstición alcanzar su máxima virulencia? Pero hay otras preguntas. ¿Cómo llegó a la gente esta superstición? ¿Cómo fue entendida? ¿Qué medios utilizaron los matrimonios para no procrear? Interesa igualmente saber si esta superstición tuvo repercusiones en la vida de las mujeres nacidas en este año.

Este hecho ha sido a veces presentado como un fenómeno paranormal o como un enigma, enfoques que no han contribuido al esclarecimiento de lo que realmente ocurrió.

Pero una lectura atenta de la documentación disponible ha permitido sacar a la luz algunos hechos no suficientemente conocidos (Kikkawa, 2025).

En primer lugar, entre los nacidos en este año apenas hay sesgo en la proporción de sexos. No hay indicios de que se ejerciera ninguna fuerza indebida sobre los de sexo femenino. Aunque en aquella época el aborto era legal en Japón, tampoco puede decirse que el número de interrupciones del embarazo aumentase especialmente durante ese año. Por otra parte, las gestantes y puérperas recibían ya la cartilla de maternidad y los partos se hacían normalmente en los hospitales, lo que impedía falsear la fecha de nacimiento. Descartadas estas posibles explicaciones, hay que concluir que el bajón en la estadística se debió únicamente al control de natalidad ejercido por las propias parejas.

Un boom del Caballo de Fuego producido por periódicos y revistas

Repasando los archivos de la época, vemos que aproximadamente desde 1964 los periódicos, revistas, cadenas de televisión y otros medios de comunicación estaban publicando un elevado número de informaciones sobre el año del Caballo de Fuego. Eran informaciones de lo más variadas, desde las que prevenían contra el peligro o aconsejaban evitar el año, hasta las que tranquilizaban al respecto o invitaban a ganarle la batalla a la superstición. Pero, en conjunto, el efecto fue el de producir un boom del Caballo de Fuego, extendiendo una cierta conciencia negativa sobre el asunto incluso entre las personas que, por su sexo o edad, no iban a experimentar la maternidad.

Portada del libro de Kikkawa sobre el fenómeno social ocurrido en torno al Caballo de Fuego en 1966. (Cortesía de Kōbunsha)
Portada del libro de Kikkawa sobre el fenómeno social ocurrido en torno al Caballo de Fuego en 1966. (Cortesía de Kōbunsha)

La gran difusión social que alcanzaron estas informaciones tuvo mucho que ver con las trágicas situaciones que habían vivido muchas de las mujeres nacidas en el anterior año del Caballo de Fuego, 1906. Hacia 1925, cuando las nacidas en aquel año frisaban los 20, se hizo patente la desventaja que sufrían en cuanto a sus posibilidades matrimoniales y se produjo una serie de suicidios. Estos hechos fueron recogidos por los periódicos de la época y causaron honda impresión.

Durante el periodo Edo y la era Meiji (1868-1912) el promedio de vida no llegaba a los 50 años, por lo que eran pocas las personas que llegaban a uno de estos años fatídicos contando con la experiencia del anterior. Sin embargo, el rápido aumento de la esperanza de vida hizo que la mayor parte de las nacidas en 1906 vivieran y disfrutaran de buena salud en la década de 1960. Por eso, en muchas familias había personas mayores que alertaban sobre las dificultades que afrontarían las nacidas en el año del Caballo de Fuego y, según se dice, aconsejaban a los matrimonios jóvenes no tener hijos durante ese año. Hoy en día esto sería censurado como una suerte de “acoso por maternidad” (en japonés, matahara, de maternity harassment), pero en aquella época esas cosas se decían y pesaban no poco sobre el comportamiento. Fue, pues, un efecto combinado entre las informaciones mediáticas y la memoria colectiva.

¿Un reajuste de la agenda de maternidad?

Todas estas cosas tuvieron sin duda su influencia, pero el factor decisivo, el causante de este fenómeno demográfico del año del Caballo de Fuego, fue el hecho que se explica a continuación. Si observamos la evolución del número anual de nacimientos durante los años anteriores y posteriores a 1966, veremos que durante este año nacieron 414.000 menos de los previstos. Pero este descenso se ve compensado por el hecho de que durante el año anterior nacieron 87.000 bebés más de lo previsto y durante el año siguiente otros 123.000 bebés más, 210.000 en total. De estas cifras se deduce que muchos matrimonios planificaron la procreación de forma que en la familia no ocurrieran nacimientos durante 1966. Este control de embarazos causado por el temor al Caballo de Fuego marcó, pues, dos picos y un valle entre ambos a lo largo de tres años.

Previsión de nacimientos y cifras reales (1964-1968)

Otros documentos revelan también que 1966 fue el año con mayor proporción de primogénitos entre los recién nacidos desde que existen datos fiables al respecto. Esto indica que la “contención” de nacimientos afectó sobre todo a los segundos y sucesivos hijos.

De todos estos hechos se desprende que en los matrimonios que ya habían tenido su primer hijo hubo por lo menos 200.000 casos en que se utilizó la contracepción para conseguir un nacimiento planificado bien antes, bien después de 1966.

Un hecho que contribuyó a que la planificación familiar con ocasión del año del Caballo de Fuego pudiera hacerse a tan gran escala fue que en aquella época, socialmente, se instruía a las mujeres jóvenes que ya habían tenido su primer hijo para que no se cargasen de descendencia y se las alentaba a espaciar los siguientes nacimientos dos o tres años. Esta “educación”, llamada “orientación sobre el control de la concepción” se llevó a cabo por medio de comadronas en todo el país a partir de los años 50.

Congreso inaugural de la Federación Japonesa de Planificación Familiar celebrado en abril de 1954. (Kyōdō Images)
Congreso inaugural de la Federación Japonesa de Planificación Familiar celebrado en abril de 1954. (Kyōdō Images)

Durante la I Conferencia sobre la Población de Japón, celebrada en 1974, se aprobó una declaración en la que se incidía en la necesidad de tomar medidas para contener el crecimiento demográfico. (Jiji Press)
Durante la I Conferencia sobre la Población de Japón, celebrada en 1974, se aprobó una declaración en la que se incidía en la necesidad de tomar medidas para contener el crecimiento demográfico. (Jiji Press)

Así pues, la gran caída de la natalidad en 1966 no fue un fenómeno trágico en que mujeres asustadas por ciertas creencias populares y presionadas por su entorno renunciaran a su embarazo o eludiesen tener descendencia por métodos poco razonables. Fue, más bien, la implementación consciente a lo largo de tres años de una planificación de los nacimientos que se estaba promoviendo entre las mujeres casadas, un hecho en el que el año del Caballo de Fuego sirvió como estímulo inicial o como excusa.

Las creencias en torno al Caballo del Fuego son, por supuesto, viejas supersticiones, pero el súbito descenso de la natalidad de 1966 vino causado por una elección racional de muchas mujeres en edad fértil que, basándose en conocimientos científicos, trataron de proteger su salud y sus derechos reproductivos.

Fue una conjunción milagrosa de elementos tradicionales y modernos que solo podía darse en el Japón de aquella época.

¿Y qué ocurrirá el año que viene?

2026 nos traerá un nuevo año del Caballo de Fuego. Vivimos en una época de grave escasez de nacimientos y, por lo que vemos en Internet, muchos creen que podría producirse un nuevo bajón en esa estadística, ya que, hoy igual que antes, la gente sigue estando a merced de las fake news.

Pero no es creíble que un fenómeno supersticioso como este, institucionalizado en otros siglos dentro de una ideología patriarcal, tenga lugar en nuestra época. Y aunque no pueda descartarse por completo que ocurra algo similar a lo de 1966, hoy en día las mujeres casadas jóvenes utilizan anticonceptivos habitualmente para que un nacimiento “imprudente” no modifique su estilo de vida.

Por decirlo de alguna forma, hoy en día la “configuración por defecto” es no tener hijos y esto sienta una gran diferencia con el Japón de hace 60 años, cuando se promovía la contracepción entre las mujeres casadas. No tenemos, por tanto, la holgura demográfica que permitiría algún tipo de planificación familiar con ocasión del año del Caballo de Fuego. La bajada de la natalidad que sufrimos es tan grave que no deja margen para nada parecido a eso.

Imagen del encabezado: una mujer lleva a su bebé por la calle en los años 60 del siglo pasado. (Kyōdō Images)

(Traducido al español del original en japonés.)

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