Diez años después del desastre, cerámica “cantante” de Fukushima vuelve a casa

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Toshiharu Onoda, de 59 años y decimotercera generación que dirige el negocio de alfarería de la familia, mira su estudio dañado por el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011, en la ciudad de Namie, cerca de la dañada planta de energía nuclear de Fukushima Daiichi, en la prefectura de Fukushima, Japón. 8 de marzo, 2021. REUTERS/Elaine Lies
Onoda Toshiharu, de 59 años y decimotercera generación que dirige el negocio de alfarería de la familia, mira su estudio dañado por el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011, en la ciudad de Namie, cerca de la dañada planta de energía nuclear de Fukushima Dai-ichi, en la prefectura de Fukushima, Japón. 8 de marzo, 2021. REUTERS/Elaine Lies

Por Elaine Lies y Tomoshige Akira

NAMIE, Japón, 10 mar (Reuters) - Onoda Toshiharu, un alfarero que vive en una ciudad cercana a la central nuclear de Fukushima Dai-ichi, acababa de terminar de cargar su horno el 11 de marzo de 2011, cuando se produjo un masivo terremoto.

Aferrándose a una pared mientras la habitación se llenaba de un polvo asfixiante, Onoda observó atónito cómo su horno de dos toneladas comenzaba a moverse por el suelo.

“Las cosas se derrumbaban por todos lados, el horno hacía ruido, todo lo que estaba dentro se hizo añicos”, dijo Onoda, decimotercera generación de alfareros, en las polvorientas ruinas de su estudio en Namie, construido aproximadamente hace un siglo.

Aún en ese momento dramático, Onoda pensó que el peligro pasaría y que continuaría en su estudio.

“No imaginaba que nunca volvería a trabajar aquí. Esperaba comenzar a limpiar la mañana siguiente”, dijo apesumbrado.

En cambio, Onoda y casi otras dos docenas de alfareros se vieron obligados a evacuar pocas horas después de que explotaran los edificios del reactor en la planta de Tokyo Electric Power Company (TEPCO), arrojando radiación en el área donde habían vivido y trabajado durante más de 300 años.

Ahora, con las restricciones relajadas, Onoda y los alfareros del grupo que dirige han podido regresar al centro de Namie a una nueva sala de exposición y trabajo con hornos, que se inaugura en 10 días.

“Si no lo hacemos en Namie, no es realmente Oborisoma-yaki”, dijo Onoda, con sus dedos gruesos ligeramente espolvoreados con arcilla, sobre la cerámica única conocida por el sonido de canto agudo que hacen cuando el horno se abre y el esmalte se agrieta.

Aunque conserva el nombre, muy poco de la cerámica o el proceso sigue siendo el mismo. Alrededor del 80 % de la ciudad de la prefectura de Fukushima sigue fuera de los límites debido a la alta radiación y la mitad de los alfareros de Namie se han marchado. Al valle que era su base tampoco pueden ingresar.

Incluso la arcilla y el esmalte que usan para dar a sus productos un brillo azul verdoso distintivo no están disponibles ya que los materiales utilizados para fabricarlos ya no se pueden recolectar del valle y procesar allí.

“No es lo mismo”, dijo Onoda sobre la arcilla que usa ahora, procedente del centro de Japón. El esmalte, recreado químicamente a través de más de 100 experimentos por científicos de Fukushima, tampoco es del mismo color.

Onoda ve el nuevo centro como una manera de mantener viva la tradición, pero todavía sueña con volver a tener su propio estudio en Namie.

“Me gustaría estar en algún lugar aquí en Namie, de alguna manera”, dijo. “En Namie está el paisaje que conozco. Es más fácil relajarse”, concluyó.

(Reporte de Elaine Lies y Tomoshige Akira; escrito por Elaine Lies. Mesa de edición en español +54 911 6358 6434. Twitter: @ReutersLatam)

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