Música experimental en Japón: raíces folk, rutas “noise”

Sociedad Cultura

A pesar de la lucrativa escena musical local japonesa (sin olvidar algunas recientes adversidades), pocos artistas japoneses de música comercial han conseguido un éxito significativo fuera de Asia. Algunos artistas como Kyary Pamyu Pamyu y Babymetal han realizado algunas giras en Occidente con todas las localidades vendidas, pero sus canciones no son las que buscan los melómanos expertos del extranjero. Para muchos de estos entusiastas, la palabra de moda no es el “J-Pop” sino el “noise”.

En 1913, el futurólogo italiano Luigi Russolo publicó un manifiesto titulado L’Arte dei rumori (El arte de los ruidos) y actuó por toda Europa, obteniendo una respuesta hostil y violenta, con su “orquesta del ruido” compuesta por artilugios manuales que amplificaban toda una serie de chasquidos, estridencias, zumbidos y aullidos a través de amplificadores de cuerno similares a los de los gramófonos.

El grupo de noise rock de Tokio Endon (© James Hadfield)

Choque de estilos

Sin embargo, la música noise actual ha dejado de ser propiedad de académicos y pensadores de vanguardia para acabar uniendo a artistas formados en el conservatorio y artistas sin formación de los mundos del punk, el jazz, la música clásica contemporánea, la música electrónica y el arte sónico en una colisión tan exhuberante como igualitaria. Mientras que el noise evoca la imagen de un torbellino cacofónico de sonido, los improvisadores contemporáneos utilizan una gama tonal mucho más amplia, a menudo compensando texturas abrasivas con sonido ambiental, grabaciones en directo e incluso silencio.

Esto resulta especialmente cierto en Japón, país que se ha convertido en un centro mundial del género. Artistas como Haino Keiji, Merzbow y Hijōkaidan se encuentran entre los nombres más respetados e influyentes de la escena, poco conocidos en casa, pero capaces de ganar sumas considerables por actuaciones en el extranjero ante públicos numerosos y entregados. De hecho, el país está tan identificado con este tipo de música que se ha llegado a acuñar el término “Japanoise” para describir este tipo de música de forma práctica y concisa.

(Vídeo de Milesofsmiles en Vimeo.)

Cuerdas extrañas

Para oídos no entrenados, la música de una cultura exótica puede ser difícil de procesar. Algunos elementos de la música japonesa tradicional pueden parecer mero “ruido” para personas inexpertas, y tienen claros paralelismos con la música experimental moderna: ausencia relativa de armonía; intervalos tonales disonantes que producen las cámaras de las armónicas shō en la música de corte denominada gagaku; chisporroteos, sibilancias, trinos y movimiento de la lengua al tocar la flauta shakuhachi; ritmos cambiantes, zumbidos, voces repetitivas, y el sonido agudo e inarmónico de las flautas en las representaciones de y kyōgen; la narración estridente y cuartitonal jōruri con el golpeteo de los samisen que acompañan al teatro de marionetas bunraku; y los pasajes de silencio y arpegios austeros punteados en instrumentos de cuerda tradicionales como el koto y la biwa.

Las observaciones realizadas por los primeros visitantes occidentales a Japón sobre el tema de la música del país fueron proporcionalmente desagradables. Una cita famosa proviene del japonólogo británico del siglo XIX Basill Hall-Chamberlain (1850-1935), que se burló así: “La música, si esa bonita palabra puede caer tan bajo como para describir el rasgueo y los alaridos de los orientales, ha existido supuestamente en Japón desde tiempos mitológicos”.

Mientras tanto, su compatriota, la exploradora Isabella Bird (1831-1904), escribió que el estilo vocal del nō parecía estar formado por aullidos similares a los de una hiena, largos y agudos… sucedidos por sonidos medio reprimidos, guturales y frecuentes, un quejido, o más respetuosamente, ‘una sacudida impura’ que resulta muy excitante para el público japonés con formación musical, lo cual es tan científico como altamente crucial, pero eminentemente perturbador para oídos europeos”.

La leyenda sexagenaria del noise Haino Keiji actuando en Londres con su grupo Fushitsusha. (© Kevin Gras)

Incluso Francis Taylor Piggott (1852-1925), otro británico y precoz defensor de los misteriosos sonidos que Japón podía ofrecer, contó en su relevante texto de 1909 titulado La música y los instrumentos musicales de Japón que ciertos aspectos del género los encontraba menos fáciles de asimilar.

No obstante, como relata también Hall-Chamberlain, “las aversiones pueden ser mútuas”, y en comparación con la rápida adopción de otras formas de arte, los japoneses respondieron al principio con frialdad hacia la música occidental. Aunque los misioneros cristianos habían introducido música litúrgica e instrumentos europeos en Japón ya en el siglo XVI, el misionero portugués Luis Frois (1532-1597) habla de la afición de los legendarios líderes militares Oda Nobunaga (1532-1582) y Toyotomi Hideyoshi (1536-1598), Chamberlain cita haber asistido a una representación operística en Tokio que fue recibida con lágrimas de risa.

Radicalmente distinto

Pero todo esto iba a cambiar, ya que el proceso de rápida modernización de las eras Meiji (1868-1912) y Taishō (1912-1926) fomentó también el potencial del estímulo del patriotismo de las bandas de metales al estilo occidental, y melodías folclóricas escocesas e irlandesas se cantaban con entusiasmo en las escuelas. Muchas formas musicales indígenas fueron prácticamente olvidadas, convirtiéndose en extranjeras incluso para los propios japoneses, y por ello fueron pasto de reciclaje como signos de exotismo y variedad por la vanguardia de posguerra y lo que le siguió.

El artista Ryo toca el koto de 17 cuerdas mientras el intérprete de Butō Mei Momoko danza. (© takebothfaces)

Una crítica frecuente de la música noise por parte de los no adeptos es que suena como algo salido de una película de terror. Es cierto que hay muchas conexiones entre estos mundos. Pero el cine, y el de terror en particular, es uno de los pocos medios en que el público en general está dispuesto a aceptar una banda sonora compuesta de sonidos que no sean música convencional.

Por ello, resulta tal vez significativo que las tradiciones básicas de la música japonesa desarrollada como acompañamiento para representaciones teatrales hagan especial énfasis en la textura sónica y las posibilidades del ruido ambiental. En el gagaku y en la danza bugaku de acompañamiento (la tradición músico-teatral conjunta y contínua más antigua del mundo), incluso el argumento se ha perdido en gran parte, lo que produce una combinación intensamente concentrada de desenvoltura y precipitación explosiva tanto en sonido como en coreografía que hoy encuentra ecos en la perdurable simbiosis de la música noise y la danza butō.

(Foto principal: Actuación del grupo de fusión Idol-pop noise Bis-Kaidan en Tokio, 2014. © Yvko Under)

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