El Santuario de Ise y la estridencia de sus antiguas peregrinaciones

Cultura

Cuando en 2016 se celebre la prevista cumbre del G-7 en la prefectura de Mie, el presidente de Estados Unidos Barack Obama y otros líderes mundiales se unirán a los muchos viajeros que durante siglos han acudido al emplazamiento más sagrado del sintoísmo, el Santuario de Ise.

Un lugar sagrado

El Santuario Interior está dedicado a la diosa del sol Amaterasu, legendaria antepasada de la familia imperial japonesa. El recinto alberga el espejo sagrado, que según cuenta la leyenda le fue ofrecido a Amaterasu por otras deidades, y que es una de las tres insignias imperiales, junto con las joyas curvilíneas y la espada sagrada, que la familia imperial ha ido recibiendo en herencia desde tiempos ancestrales. Pero el espejo no se expone al público y el Santuario de Ise dista de ser un típico destino turístico.

El Kaguraden, situado fuera del pabellón principal del Santuario Interior.

Las sencillas construcciones de madera son principalmente conocidas porque son demolidas y reconstruidas por completo cada veinte años en una ceremonia que lleva repitiéndose durante más de un milenio. Los visitantes corrientes no tienen permitido el acceso a las principales construcciones de cada santuario; solo pueden ser observadas desde la distancia y están parcialmente oscurecidas mediante verjas. Tampoco se permite tomar fotografías en las cercanías del recinto por ser en gran parte un lugar sagrado.

No obstante, para las personas interesadas en el sintoísmo, el Santuario de Ise tiene sus austeros encantos, ya que la falta de parafernalia turística permite una experiencia más contemplativa. El Santuario Exterior, o Gekū, está situado en la ciudad de Ise, a unas dos horas en tren del este de Osaka y a una hora y media del sur de Nagoya. El Santuario Interior, o Naikū, se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad de Ise, desde donde se llega tras un breve viaje en autobús.

Reparto del coste del viaje

El número de visitantes que pasean por el Gekū en Ise está lejos de ser tan numeroso como antaño con los peregrinajes.

Los peregrinos llevan siglos haciendo este viaje, alentados especialmente por sacerdotes nómadas del Santuario de Ise conocidos como oshi. Estos sacerdotes se desplazaban por todo el territorio durante el periodo Edo (1603-1868) y su función se asemejaba a la de los modernos agentes de viajes no solo destacando los beneficios de visitar el santuario sino también ayudando a organizar alojamiento y guías.

Al mismo tiempo, pueblos y aldeas creaban asociaciones () para repartirse el coste del viaje. Todos los miembros de la asociación aportaban fondos y cada año se organizaba un sorteo para ver quién realizaría el viaje. Este peculiar sistema obligaba a los peregrinos agraciados a regresar con muchos regalos de recuerdo para los que no tuvieron suerte en el sorteo. Los sistemas oshi y garantizaron un flujo constante de visitantes al Santuario de Ise, y se aplicaron modelos similares para otros destinos sagrados.

El ambiente carnavalesco de las peregrinaciones en masa

Los grupos organizados del sistema estaban compuestos de hombres relativamente pudientes de pueblos y aldeas, pero de vez en cuando un gran flujo de personas de todos los niveles de la sociedad atravesaba el país a pie hasta Ise en peregrinaciones en masa que resultaban semianárquicas. Las más grandes tuvieron lugar en 1705, 1771 y principalmente en 1830, cuando se estima que participaron unos cinco millones de personas, una cifra extraordinaria si tenemos en cuenta que población de Japón en esa época rondaba los 32 millones.

Los viajes se incentivaban con la idea de que cada 60 años aproximadamente se conseguían gracias espirituales si se realizaba la peregrinación. Estos años eran okagedoshi y las peregrinaciones en masa se denominaban okagemairi. El entusiasmo era tal, que sirvientes y obreros se apuntaban a ellas sin ni siquiera pedir permiso a sus patrones, en lo que acabó por denominarse nukemairi, o escaparse para peregrinar. A diferencia de los grupos organizados, estos peregrinos dependían de las limosnas que pudiesen conseguir durante el camino.

Como total receso de la típica vida diaria, estos enormes desplazamientos fomentaron un ambiente carnavalesco con travestismo, y cantos y bailes atolondrados. Muchos peregrinos se mostraban hambrientos entre tanto caos, y los ricos mercaderes y campesinos se sentían a menudo intimidados por la situación y les ofrecían comida. Este elemento de agitación social se hizo más notorio en 1867, justo antes de la caída de shogunato, cuando un fenómeno relacionado con las okagemairi provocó un desafío general a las autoridades bajo el lema eejanaika (“¿Por qué no?, ¡ya está bien!”).

Las peregrinaciones en masa a Ise en el pasado, con su exageración de entusiasmo religioso y sus excesos, muestran un marcado contraste con las sosegadas visitas organizadas de hoy. Y, sin duda, cuando los líderes del G-7 se desplacen a la zona en 2016, las autoridades japonesas procurarán no mencionar la relación del santuario con pasados episodios de agitación.

Foto principal: La emperatriz Michiko llega al Santuario Exterior de Ise el 26 de marzo de 2014. © Jiji

Créditos de las fotografías:Kaguraden: Shenghung Lin Visitantes en el Gekū: Tamago Moffle

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