Ayudando a los que están al borde del abismo: Gen Hidemori, representante de Nippon Kakekomidera

Sociedad

Las personas que frecuentan la fundación Nippon Kakekomidera del barrio de Kabuki-chō, en el distrito de Shinjuku, sufren de diversos modos. Muchas de ellas han considerado el suicidio, y acuden al lugar como último recurso. Gen Hidemori, representante de la fundación, nos cuenta sobre la oscuridad social que se refleja en el dolor de esas personas.

Gen Hidemori GEN Hidemori

Nacido en Osaka en 1956, hijo de inmigrantes surcoreanos. En 2000 dio positivo en una prueba del virus HTLV, y esto lo impulsó a dedicarse al voluntariado. En 2002 fundó la ONG Asociación de Minorías Sociales de Japón, afincada en Kabuki-chō, del distrito tokiota de Shinjuku (que después pasó a llamarse Nippon Kakekomidera). En 2003 se declaró en bancarrota (el año siguiente fue exonerado de responsabilidades). En 2011 recibió una ayuda de la Fundación Nippon para promover el desarrollo del centro, y fundó la entidad Ippansha Dantai Nippon Kakekomidera (que en 2012 pasó a llamarse Kōeki Shadan Nippon Kakekomidera). En 2013 obtuvo la nacionalidad japonesa. En 2014 fundó una organización para el apoyo a la reinserción social (la Ippan Shadan Hōjin Sai-Charenji Shien Kikō). Su historia ha sido llevada a la televisión, protagonizada y producida por Watanabe Ken, bajo el título Ai / inochi - Shinjuku Kabuki-chō Kakekomidera (2011).

En la era Edo (1603-1868) existía una costumbre según la cual una mujer que hubiera recibido malos tratos por parte de su marido podía refugiarse en un templo. Era una forma de salvar a las mujeres que no tenían dónde huir, en una sociedad fuertemente feudal.

La Nippon Kakekomidera (templo Nippon Kakekomi), presidida por Gen Hidemori, es una asociación que podría decirse heredera del sistema mencionado. Pero a diferencia del antiguo sistema, a este lugar acuden personas que sufren persecución por su sexo, religión, edad o estrato social. Hay casos de violencia doméstica, malos tratos, amenazas por deudas múltiples o problemas con la yakuza. E incluso hay casos de miembros de esa yakuza que quieren cortar lazos con la organización criminal.

Una consultoría creada por un “maleante”

ENTREVISTADOR ¿Qué tipo de actividades realizan diariamente en su entidad?

GEN HIDEMORI Las más básicas consisten en ofrecer consejo sobre problemas, y buscar una solución consultando con la persona en cuestión. En muchos casos acuden a nosotros personas que no pueden ponerse en contacto con la policía o los organismos administrativos. Desde que abrimos las puertas en 2002 hemos ofrecido consejo a cerca de 30.000 personas.

ENTREVISTADOR En concreto, ¿qué tipo de soluciones buscan?

GEN Pongamos por ejemplo el caso de una mujer que llega al lugar con el cuerpo cubierto de moretones. Lo primero es atenderla físicamente, y después hacemos que su marido acuda a nuestras oficinas. Si el maltratador viene, tratamos de persuadirlo, o incluso lo amenazamos o intimidamos. Tomamos medidas exhaustivas en los ámbitos en los que la ley no puede meterse. En ocasiones la policía, los abogados, los órganos administrativos o los grupos civiles de apoyo nos prestan ayuda, y logramos que el marido no pueda ver a su esposa. Si la situación se prolonga, también buscamos empleo para esa mujer.

Hay veces en que la distancia y el tiempo ayudan a arreglar la relación entre ambas personas, y otras en que la única solución es el divorcio. Hay de todo. En los casos en los que hay yakuza de por medio también visitamos sus oficinas para dialogar.

ENTREVISTADOR Ya hace catorce años que fundaron la Nippon Kakekomidera. ¿Se han producido grandes cambios?

GEN En un principio las mujeres que acudían a nosotros provenían del negocio de la prostitución en el barrio de Kabuki-chō, pero hoy día vienen a consultar con nosotros personas de todo el país. Queremos abrir oficinas a nivel nacional. En julio de 2012 abrimos una oficina en la ciudad de Sendai. Se encuentra en la ciudad de Kokubun, la zona más próspera de todo Tōhoku.

Al mismo tiempo, la variedad de personas que vienen a consultar se ha ido ampliando. Ya no solo son los más débiles de la sociedad, sino también empleados de empresas de primer orden o funcionarios, médicos, abogados, actores… Todos ellos son personas acuciadas por la necesidad.

ENTREVISTADOR ¿Qué tipo de consultas hacen los abogados?

GEN Se dio un caso, por ejemplo, en el que un abogado asesor para un grupo de derechas trabajó gratis durante años. No podía revelar el asunto públicamente, de modo que se encontraba en una situación cercana a la esclavitud. Su esposa acudió a nosotros para consultar. Al principio le aconsejó a su marido que tramitara un informe con la policía, pero él le dijo que no podía, dadas sus conexiones con el crimen organizado. No obstante, como ella sabía que su marido sufría mucho no podía dejarlo correr y terminó por venir a vernos. Comunicamos al grupo de derechas que la Nippon Kakekomidera estaba apoyando a estas personas, y que si causaban problemas íbamos a montar un buen jaleo.

Tras un tiempo el grupo canceló el contrato de asesoría con el abogado. La mujer nos dio las gracias, diciendo que por fin su marido podía dormir en paz, sin despertar en mitad de la noche cubierto de sudor.

ENTREVISTADOR ¿Qué hay que recordar a la hora de intentar resolver este tipo de problemas?

GEN Que las cosas no se solucionan al cien por cien. Los motivos por los que uno sufre también parten de uno mismo, y no hay que creer que vamos a solucionarlo todo. Es comprensible que alguien quiera librarse por completo de sus problemas, pero a veces una solución a medias es suficiente. Lo que no queda arreglado es algo que uno mismo va solucionando con el tiempo. Nosotros no dejamos de ser solo una ayuda en ese sentido. Me parece importante recordar que las cosas no son solo blanco y negro, y que hay que dejar zonas grises.

ENTREVISTADOR ¿Por qué cree que la gente viene a verlo y confía en usted?

GEN Creo que es porque yo también hice cosas malas, en mi día. Yo era un maleante en toda regla, y por eso sé dónde hay que tocar y qué botones apretar para encontrar una solución sin llegar a romper las cosas. Se dice que es mejor dejar las cosas en manos de un experto.

No hay que perder la esperanza en Japón

Gen es un surcoreano afincado en Japón, que se crió pasando por la custodia de cuatro padres y madres diferentes; ya desde la secundaria realizaba chantajes, jugaba con disolvente (que algunos jóvenes utilizan como droga) y hacía todo tipo de maldades que lo llevaron al calabozo en varias ocasiones. Tras graduarse en la escuela trabajó en un taller de reparación de vehículos, en un restaurante de sushi, como albañil, carpintero y otros muchos oficios… Cerca de treinta, en total. Con 25 años fundó una empresa para contratar trabajadores de construcción por jornada. Ganaba un montón de dinero explotando a los trabajadores, con el que emprendió diversos negocios, y hubo años en los que llegó a ganar hasta 2.000 millones de yenes.

Pero al mismo tiempo su forma sucia de realizar negocios le llevó a varios juicios, y tras ser derrotado varias de sus empresas terminaron por quebrar. Dado que también trabajaba como prestamista y detective privado, no pudo evitar verse implicado con la yakuza, y estuvo a punto de ser asesinado en cinco ocasiones, y fue detenido en varias. No se convirtió en yakuza, pero llevaba una vida muy cercana a la ilegalidad, casi como la de un yakuza.

ENTREVISTADOR ¿Por qué alguien con una vida tan oscura como la que llevaba usted decidió ayudar a los demás?

GEN En 2000, cuando tenía 44 años, di positivo en una prueba de HTLV (virus linfotrópico de células T humanas), y mi vida dio un giro de 180 grados. El HTLV puede en algunos casos provocar leucemia, y de hacerlo el paciente muere en menos de un año. Era como si me hubieran sentenciado a muerte.

En ese momento pensé cargarme a las cinco personas que más odiaba, antes de morir. No quería irme yo solo al infierno; mejor llevarme compañía, para el camino. Empecé a pensar en la forma de hacerlo, y cuando ya estaba dispuesto a pasar a la acción me di cuenta. Me aferraba al dinero; la gente me llamaba demonio, e iba a terminar mis días matando. ¿De verdad quería irme así? ¿Para qué había venido a este mundo? ¿Para qué iba a morir? Al pensar sobre estas cosas me sentí terriblemente vacío.

ENTREVISTADOR ¿Por eso decidió ayudar a los que sufren?

GEN Tenía que agarrarme a algo, lo que fuera. Si utilizaba mi vida para ayudar a alguien, al menos habría dejado una prueba de mi existencia. Si podía convertirme en el asidero de alguien, por ejemplo. En ese momento decidí ayudar a las mujeres del peor barrio de Japón, Kabuki-chō, a las que se trata como si fueran escoria.

ENTREVISTADOR ¿Y la gente se creía que hubiera cambiado?

GEN Durante los primeros seis meses, tras abrir al público, había muchas llamadas cargadas de odio. “No te las des de bueno”, “Devuélveme el dinero que me estafaste”… Muchas críticas a gritos. Era inevitable; me lo había buscado, causando tantos problemas a los demás.

En mi fuero interno yo quería ayudar a la gente con todas mis fuerzas, pero no había otra cosa que pudiera hacer, así que me aguanté e hice lo que pude. Empecé a vivir en la oficina, a trabajar los 365 días del año, durmiendo solo dos o tres horas cada día, aconsejando a la gente desde la mañana hasta la noche… Arriesgando mi salud fui capaz de ir resolviendo problemas. En verdad volqué mi alma en esto. Empezando por decirles a las que venían a consultar que, para sufrir tanto era mejor morir; así ellas despertaban, y luego pensábamos juntos maneras de seguir viviendo; cuando era necesario también les enseñaba trucos sucios. No quería hacer las cosas a medias.

ENTREVISTADOR Desde que comenzó a aconsejar a sus clientes, ¿qué ha cambiado en su interior?

GEN Lo primero que me sorprendió fue que existieran voluntarios. No creía que pudiera haber gente así. Como iban a usar las instalaciones de la empresa, como el baño, impuse una cuota de inscripción de 5.000 yenes. A pesar de ello acudían personas que querían ayudar: amas de casa, estudiantes, asalariados… No paraban de venir.

¿Qué pasaba con estas personas? No podía imaginar que hubiera gente que quisiera ayudar a los demás de esta forma, por voluntad propia. Para mí, hasta entonces, todo había sido dinero, dinero, dinero. Creía que la sociedad entera funcionaba a base de dinero. Pero cuando empecé con la asociación vinieron voluntarios a patadas; todos eran puros, buena gente. Me parecía realmente increíble. Me di cuenta de que era pronto para perder la esperanza en Japón.

Una reunión de los empleados de la Nippon Kakekomidera

Un local en el que trabajan antiguos miembros de la yakuza

En abril de 2015 comenzó un nuevo experimento en la Nippon Kakekomidera. Se trata del proyecto Shusshosha Izakaya, un proyecto con el que buscan ayudar en la reinserción social de expresidiarios. Como primer desafío, abrieron la Shinjuku Kakekomi Gyōza, taberna en la que trabajan expresidiarios junto a empleados normales.

El local se encuentra también en el barrio de Kabuki-chō, y el proyecto está producido por la Asociación de Apoyo a la Reinserción Social, que lucha por la reinserción de los expresidiarios. La organización fue fundada por el propio Gen, quien logró el apoyo de Hotta Tsutomu, antiguo fiscal de la Fiscalía Suprema, en calidad de director representante. En el local trabajan personas que han cumplido sentencias en la cárcel pero aún no han logrado conseguir una residencia o trabajo.

Hablando con un expresidiario

ENTREVISTADOR ¿Cuál fue el motivo para comenzar la taberna?

GEN A lo largo de los años hemos trabajado con víctimas, y entrado en contacto con delincuentes. Y llegamos a la conclusión lógica de que para reducir el número de víctimas también debíamos reducir el número de criminales. Para ello había que lograr que no reincidieran: el 60% de los crímenes los cometen expresidiarios. Además darles trabajo no solo ayuda en su reinserción social, sino que les proporciona un empleo, lo cual es la clave de esa reinserción. Según los datos, el nivel de reincidencia por parte de los expresidiarios sin empleo es cuatro veces superior al de aquellos que tienen trabajo.

Hasta ahora los expresidiarios siempre habían trabajado en la construcción, en granjas y demás, lugares en los que casi no tenían contacto con los ciudadanos normales. Sin embargo, lo que realmente necesitan es la capacidad de comunicación para vivir en la sociedad normal. De ahí me vino la idea de hacer una taberna en la que trabajaran expresidiarios. A medida que interactuaran con la gente irían ganando confianza. Y al mismo tiempo, si los clientes veían cómo se esforzaban los trabajadores por lograr su reinserción social su actitud hacia ellos también iría cambiando.

Obviamente cuando abrimos el local hubo muchos que expresaron inquietud: si era buena idea ponerles un cuchillo en las manos, si no meterían mano al dinero de la caja… Pero cuando inauguramos el negocio se convirtió en un gran éxito. Muchas personas acudieron para apoyar a los expresidiarios, y la taberna funciona realmente bien.

Cualquier persona puede rehacer su vida

En febrero de 2016 Gen abrió la taberna, en el mismo barrio de Kabuki-chō, que lleva su nombre: Kakekomi Sakaba Gen. Esta es una versión avanzanda de Shinjuku Kakekomi gyoza en la que hay diez empleados, de las cuales tres como máximo son expresidiarios. No pudieron contratar a ninguno que hubiera cometido crímenes graves. La taberna Kakekomi Sakaba Gen es un establecimiento afiliado a la asociación, y como tal está libre de todas esas restricciones. Por eso no solo hay antiguos miembros de la yakuza, sino personas que fueron detenidas por uso de estupefacientes o por asalto.

En la cocina de Kakekomi Sakaba Gen

ENTREVISTADOR ¿Tiene algún cuidado especial en lo que se refiere al día a día de los expresidiarios?

GEN No hay que dejarlos mucho tiempo solos, ni ponerlos a cargo de mucho dinero. Los encargados deciden los horarios de los expresidiarios, y tienen cuidado en vigilar concienzudamente que no vuelvan a las andadas. Cuesta tiempo y dinero, pero si logramos que los expresidiarios logren sentir confianza en sí mismos y en sus vidas, podrán hacerlo bien en su nuevo entorno laboral. Es importante que crean que realmente cualquier persona puede rehacer su vida, sin importar su pasado.

Lo contrario del amor no es el odio

ENTREVISTADOR En estos catorce años habrá escuchado todo tipo de problemas. ¿Hay algo que haya aprendido de esa experiencia?

GEN Creo que la indiferencia se extiende por la sociedad. Su máxima expresión es la muerte solitaria de los ancianos. Cuando la madre Teresa vino a Japón, en 1981, se sorprendió por la prosperidad del país, pero también dijo lo siguiente: “La mayoría de los japoneses son indiferentes hacia los débiles y los desposeídos. La mayoría de las personas, materialmente acomodadas, no se preocupan por los demás. Se suele decir que lo contrario del amor es el odio, pero en realidad es la indiferencia.”

Japón no ha cambiado nada en los últimos treinta años. O, más bien, no es que no haya cambiado, sino que ha empeorado. Incluso en las relaciones entre padres e hijos, que son la base de las relaciones humanas, se extiende la indiferencia. Hay demasiados padres que no saben cómo pasan el tiempo sus hijos, con quién están, qué comen. Si nos portamos así con respecto a nuestros hijos, es lógico que los demás nos sean indiferentes. Solo puedo pensar que los sentimientos de las personas están degenerando.

ENTREVISTADOR ¿Qué podemos hacer para cambiar esta sociedad?

GEN Es indispensable que cambiemos la estructura de la sociedad misma. En la sociedad japonesa la disparidad no va a hacer sino aumentar. Al tiempo que la población más envejecida y acomodada concentra los recursos para asegurar su estilo de vida, aquellos que están en los estratos más bajos de la sociedad se irán haciendo cada vez más pobres.

Me gustaría que los japoneses dejaran de pensar solo en sí mismos, y pensaran en los demás aunque fuera solo un poco. Si fueran capaces de devolver al mercado o destinar a donaciones un diez por ciento de todo ese dinero que han ido acumulando, si pudieran invertirlo, la sociedad japonesa experimentaría un cambio dramático. Se dice que el tansu yokin (el dinero guardado en hogares, que no circula por la economía) asciende a unos 30 billones de yenes; creo que, aunque fuera solo un poco, una parte de ese dinero se podría usar para ayudar a nuestros semejantes. Si podemos extender ese sentimiento por la sociedad, Japón podrá cambiar de verdad.

Las personas no solo viven con dinero. Los seres humanos viven gracias a su interacción con los demás. El recurso más valioso son nuestros vínculos con las personas. Eso es lo más importante que he aprendido en estos catorce años de trabajo.

Entrevista y texto: Kondō Hisashi (comité editorial de nippon.com)
Imágenes: Nagasaka Yoshiki

(Artículo traducido al español del original en japonés)

voluntariado Yakuza Kabuki-chō