La cultura contemporánea se globaliza
El mundo de Taniguchi Jirō
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Cuando el dibujante Taniguchi Jirō dejó este mundo, en febrero de 2017, la mayoría de los medios de comunicación lo presentaron como el autor de Kodoku no gurume (El gourmet solitario), pero en Francia era ya reconocido por obras como Aruku hito (El caminante) o Harukana machi e (Barrio lejano), a las que Le Monde y otros periódicos dedicaron reportajes. Taniguchi recibió influencia de autores francobelgas de la talla de Moebius y François Schuiten, y muchas de sus obras, incluidas las dos mencionadas más arriba, se han publicado traducidas en Europa; quizá sea un autor más conocido en esa parte del mundo que en su Japón natal. Una buena prueba es que Taniguchi es uno de los tres únicos mangakas en recibir la Orden de Caballería de las Artes y las Letras, distinción que también recibieron en su día Ōtomo Katsuhiro (el creador de Akira) y Matsumoto Reiji (autor de Ginga tetsudō 999, o Galaxy Express 999 en su versión en inglés).
El 8 de diciembre la editorial Shogakukan publicó dos volúmenes póstumos de Taniguchi que incluían obras sin terminar, y desde el 9 al 22 de ese mes se celebró una exposición en la sede de la Asociación Francojaponesa en Ebisu, Tokio. Sigamos, a través de las obras de esta exposición, los pasos de un dibujante que ha dejado una fuerte impronta en el manga.
Maestro de muchos géneros
Taniguchi Jirō nació en la prefectura de Tottori. Debutó en los setenta en la revista Shūkan Young Comic, y en los ochenta formó parte de la nueva ola creativa del cómic, colaborando con autores de vanguardia como Sekikawa Natsuo o Karibu Marei. Jiken’ya kagyō (Trouble is my Business, en su edición en inglés), que Taniguchi creó con Sekikawa, continuó hasta 1994 a través de diversas revistas y editoriales y muestra una evolución palpable desde el Taniguchi de los comienzos, dibujante de trazo basto, hasta un trazo posterior mucho más refinado y detallista.
Desde la segunda mitad de los ochenta a los noventa Taniguchi se adentró en una serie de nuevos géneros, como Buranka (Blanca), una obra innovadora entre los mangas sobre animales, K (un manga sobre alpinismo, basado en una obra de Tōzaki Shirō) o el manga que le valió el Premio al Manga Literario Tezuka Osamu, Botchan no jidai (La época de Botchan), centrado en varias figuras literarias modernas. Taniguchi también creó mangas dentro del marco de la ciencia-ficción -Chikyū hyōkai jiki (Sobrevivir a la nueva era glacial)- o la fantasía -Genjū jiten (Tales of the Prehistoric Animal Kingdom, en su versión en inglés). Es uno de los pocos mangakas que ha dado Japón con una gama tan amplia de talentos.
Drama en el oeste de Tokio
Entre la segunda mitad de los noventa y la década de 2000, el talento de Taniguchi dio frutos de la talla de Kami no inu, Buranka II (Blanca, el perro de los dioses II), Ikaru (con guion de Moebius) o Haruka na machi e (Barrio lejano). Su estilo, que no escatima en detalle, le valió la admiración de los lectores franceses, quienes no se apresuran de viñeta en viñeta y emplean el tiempo necesario para contemplar cada una.
Para Kamigami no itadaki (La cumbre de los dioses) no utilizó un guion ya escrito, sino que adaptó una novela de éxito del escritor Yumemakura Baku en un manga a gran escala. En Fuyu no dōbutsuen (Un zoo en invierno) relata su propia experiencia, desde su época como asalariado en una empresa hasta que se convirtió en dibujante.
Taniguchi cargó de imaginación sus dos obras más representativas de la década de 2010, Furari y Sennen no tsubasa hyakunen no yume (Guardians of the Louvre, en su versión en inglés), ambas producto de una fusión entre el bande desinée francés y el manga japonés. Ojalá hubiéramos podido leer más obras como estas, que solo Taniguchi supo crear.
La exposición, además de mostrar la habilidad pictórica de Taniguchi, sorprendió al visitante por lo variado de los géneros en los que trabajó. Es imposible resumir el encanto de sus obras en pocas palabras, pero Yonezawa Shin’ya, de la Fundación Papier, que organizó la exposición, nos dio algunas pistas para comprender mejor el trabajo del dibujante.
“Tras graduarse en su instituto de Tottori, Taniguchi fue a trabajar a Kioto, pero tras medio año allí dejó el trabajo y partió para Tokio, en cuyo oeste siempre vivió desde entonces. Quizá por eso aparecen a veces en sus viñetas los paisajes de Musashino (Tokio). Por otro lado, los shitamachi, los barrios populares de la urbe, apenas aparecen en su obra; aunque hay mangas ambientados en su ciudad natal, podría decirse que todo su trabajo posterior emana del propio oeste de Tokio. Allí no posee vínculos tan fuertes hacia el barrio y la tierra, y quizá al haber vivido en un mundo tan enrarecido su obra tenga temas tan universales.”
Texto: Yoshimura Shin’ichi
Todos los derechos de las imágenes de Taniguchi Jirō © Papier
Imágenes: Nagasaka Yoshiki
Imagen del encabezado: Taniguchi Jirō, Venezia