Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
Nishioka Fumio, un maestro artesano que devuelve la vida a armaduras del periodo Sengoku
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Las armaduras y cascos japoneses incorporan todo tipo de técnicas vanguardistas de su época, como la orfebrería, empezando por el hierro, las técnicas de lacado, de repujado de cuero, de ebanistería, de teñido, de costura… Antiguamente cada artesano se dedicaba a una única técnica, pero los maestros artesanos de armaduras de la actualidad, los denominados kacchūshi, logran realizar casi todos esos trabajos por sí solos. Se preparan durante años y años para lograr las técnicas básicas necesarias, y dado que el proceso de reparación de armaduras es tan laborioso y de costes tan elevados, son ya muy pocos los maestros que se dedican a ello, en Japón.
Devolver la vida a antiguas armaduras mediante exhaustivos análisis científicos
Nishioka Fumio, propietario del taller Nishioka Kōbō de reparación y restauración de armaduras y cascos japoneses, es uno de los pocos maestros que actualmente representan este tipo de artesanía tradicional. En pos de la esencia original de las armaduras, en algunos casos solicita análisis de piezas originales a grupos de investigación, universidades y demás, y es así capaz de recrear fielmente las armaduras.
“Nuestra misión como artesanos de armaduras consiste en realizar los trabajos de restauración, en la medida de lo posible por medio de las mismas técnicas y materiales que se utilizaban en la época de cada pieza, basándonos en los registros históricos. Es un trabajo diferente al de un autor: nosotros no dejamos nuestra impronta personal en la obra. Solo nos capacitamos para tratar de recrear en la actualidad armaduras de otras épocas, cargadas de historia”.
Por medio de este proceso también se dio un sorprendente descubrimiento histórico. Fue en 2015, cuando el Museo de Historia del Castillo de Saga solicitó la producción de una réplica de la llamada aoironuri moegiito odoshi nimaidōgusoku, una armadura que, según se dice, había pertenecido al primer señor feudal de Saga, Nabeshima Katsushige (1580-1657). Durante el proceso de restauración Nishioka comenzó a dudar de los registros sobre la armadura, que aseguraban se había utilizado un tipo de laca llamada seishitsunuri, obtenida a base de mezclar pigmentos azules y amarillos.
“A pesar de haber realizado el acabado con seishitsunuri, el aspecto final era diferente del de las piezas originales. Incapaz de dejar de lado mis dudas, decidí solicitar a Kitano Nobuhiko, del Instituto de Investigación de Propiedades Culturales de Tokio, una investigación académica al respecto. Así descubrimos que lo que habíamos creído seishitsunuri era en realidad una pintura más semejante a los óleos que se usaban en la pintura occidental.”
En el periodo Azuchi-Momoyama, en la segunda mitad del siglo XVI, Japón poseía un floreciente comercio con el exterior, y se cree que por esta ruta se importaban y utilizaban pinturas de Occidente. Tras este descubrimiento, Nishioka eliminó todo el seishitsunuri que había aplicado y, tras repetir el proceso con la nueva pintura logró restaurar la apariencia de la armadura de forma asombrosa.
Formas adaptadas a los métodos de guerra
Las formas de las armaduras japonesas han ido cambiando con el paso del tiempo. Las denominadas ōyoroi (grandes armaduras), características del país, vieron la luz en la segunda mitad de la era Heian (siglos XI y XII). Las ōyoroi eran armaduras de gran peso que iban acompañadas de cascos y grandes mangas, para los guerreros de alto rango, como los generales; estaban pensadas para las batallas de los arqueros a caballo. Por otro lado, las armaduras para los guerreros de menor rango estaban compuestas por tubos de cobre que protegían el tronco o fajas que dejaban al descubierto la espalda; con el correr del tiempo las armaduras de los generales también comenzaron a incorporar esos tubos y fajas, para facilitar el movimiento.
En el periodo Sengoku (1467-1568) apareció un nuevo estilo de armaduras denominado tōsei gusoku. Este nuevo diseño, nacido para aumentar la protección frente a la aparición de las armas de fuego, estaba formado por placas de hierro y cotas de mallas que cubrían casi todo el cuerpo del guerrero, sin dejar un resquicio: guantes para proteger los brazos, o espinilleras para proteger las piernas, por ejemplo. Este tipo de armaduras se convertiría en la norma, en Japón.
“Los comandantes del periodo Sengoku crearon armaduras siguiendo extrañas modas, para hacer notar más su presencia. Por ejemplo, Toyotomi Hideyoshi envió al rey de España un tipo de armadura denominada niōdō, que imitaba el cuerpo humano desnudo en todo tipo de detalles, como los pezones o las costillas. La armadura mostraba el cuerpo de Niō (una deidad protectora de la doctrina budista famosa por su fuerza); creo que la idea era que al ponérsela uno adquiría la fuerza del dios.”
Los oficiales llamaban la atención más que ningún otro combatiente en la batalla, mediante aquellos diseños peculiares, para levantar el ánimo de las tropas.
Figuras con equilibrio
Para Nishioka, lo más importante a la hora de fabricar una armadura es el acabado. Él se concentra en crear formas hermosas que posean el equilibrio y la armonía del cuerpo.
“Se denomina odoshi a la técnica de sujetar con cuerdas las placas de hierro o cuero, hacia arriba y hacia abajo; esta es una labor extremadamente importante. Por medio del acabado, que incluye también el odoshi, se puede conocer al artesano que ha fabricado la armadura.”
De trenzar la cuerda que se utilizará para el odoshi se encarga la esposa de Nishioka, Chizuru. Ella se encarga de recuperar las técnicas tradicionales japonesas de trenzado. Por medio del empleo de diversas formas de trenzado y teñidos de vivos colores se han logrado piezas que se cuentan entre las más importantes.
“Las armaduras japonesas poseen un atractivo como vestimenta que va más allá de su función bélica original”, dice Nishioka Fumio. “Especialmente, hasta la primera mitad del siglo XIV se utilizaban en ellas colores muy ricos, como el violeta, y hermosos diseños como parte de la cultura de la nobleza. Al contemplar piezas así puedo notar el sentido estético de las personas de aquella época, tan alejadas de quienes vivimos ahora, que resume el dicho budista ‘shogyō mujō’: todo en este mundo se transforma, tanto en esencia como en apariencia”.
Texto: Katō KyōkoImágenes: Katō Takemi