En busca de los árboles gigantes

En busca de los árboles gigantes: 11. Los grandotes estrenan indumentaria

Cultura

Aunque los cerezos sakura florecen cuando los escolares comienzan el curso y los nuevos empleados ocupan sus puestos en las empresas, sus pétalos caen pronto y este momento vagamente triste lo relacionamos con la idea de separación. Pero estamos en primavera y, para borrar esa imagen, ahí están los árboles con sus recién estrenadas hojas, que nos hablan de un fresco despertar. La magnífica estampa de los árboles gigantes en la estación verde nos comunica a los humanos fuerzas para iniciar una nueva andadura.

Cuando los cerezos sakura pierden sus flores, se inicia la estación en que el verdor de las hojas es más bello. En los bosques mixtos que rodean las grandes ciudades echan brotes al unísono especies como el nara o el kunugi (tipos de roble), anunciando que la primavera ya no es una promesa, sino una realidad. Entre los árboles que alcanzan grandes dimensiones, resultan especialmente llamativos fagáceas como el shiinoki, con su tono amarillento, y el alcanforero, de un suave verde claro, pero estamos hablando de árboles de hoja perenne, que mudan su follaje con un mes de retraso respecto a los de hoja caduca.

Son estos últimos, con esa prodigiosa renovación que muestran, abandonando los marrones invernales en favor de los verdes más vivos, los que nos causan una impresión más honda. El katsura (Cercidiphyllum japonicum), el ginkgo, el olmo keyaki…, todos recubiertos de tiernas hojas, lucen lozanos y llenos de una magnífica vitalidad.

Las recién salidas hojas adquieren diversos tonos de verde según la especie. Les invitamos a disfrutar con nosotros del espectáculo de estos actores que rivalizan sobre el tablado de la naturaleza en esta estación que los japoneses llamamos “de los montes risueños”.

El Ginkgo de Kitakanegasawa (prefectura de Aomori)

Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: 356 Aza-Shiomigata, Kitakanegasawa, Fukaura-machi, Nishitsugaru-gun, Aomori-ken 038-2504
Perímetro del tronco: 22 m.
Altura: 33 m.
Edad: 1.000 años (atribuida)
Designado Monumento Natural Nacional

Tamaño  ★★★★★
Vigor     ★★★★★
Porte     ★★★★★
Calidad del ramaje    ★★★★★
Majestuosidad    ★★★★★

Se dice que los primeros ginkgos llegaron a Japón hace ahora unos 700 u 800 años. El más antiguo de los que se conservan vivos es, según se cree, el llamado Kin no Ichō (ginkgo del koto o arpa horizontal japonesa), que se yergue en una de las islas Tsushima, pequeño archipiélago a medio camino entre Kyūshū y la península coreana, que debió de servir de “pasillo” a la especie en su difusión por Japón. Sin embargo, la mayor parte de los ginkgos gigantes que tenemos en Japón no se encuentran en las zonas de clima templado, sino en la fría región norteña de Tōhoku. Y es la prefectura de Aomori, en el extremo septentrional de la isla de Honshū, la que mayor número reúne. Contando solo los que tienen un perímetro de tronco superior a los 10 metros, el registro asciende a 12 ejemplares.

Entre todos ellos, es el Ginkgo de Kitakanegasawa el que se lleva la palma por su tamaño. Es uno de los mayores árboles que tenemos en Japón. No tengo noticia de que en otro lugar del mundo exista un ejemplar de ginkgo tan enorme, así que quién sabe si no estaremos ante el mayor de todo el mundo.

Las raíces aéreas de este ejemplar muestran una gran variedad de formas. Algunas de ellas han llegado hasta el suelo y echado allí raíces subterráneas; otras se han abrazado al tronco hasta fundirse con él. El cuadro es tal que no es fácil distinguir dónde termina el tronco y dónde empiezan las ramas o raíces aéreas. Quien se acerque al lugar no podrá dejar de sentir un reverencial respeto hacia este ser de tan excepcional vitalidad.

Por su forma colgante que recuerda a las ubres de los animales, las raíces aéreas de los ginkgos suelen ser llamadas en Japón chichi u oppai (literalmente, “tetas”). Se dice que, antiguamente, las mujeres lactantes que no podían alimentar con su leche a sus bebés se acercaban al árbol a hacer sus ruegos. La abundancia de este tipo de protuberancias colgantes le ha ganado al Ginkgo de Kitakanegasawa el apodo de el “ginkgo de tarachine”, palabra cuyos ideogramas reflejan esa característica. Algunas mujeres cortaban estas raíces aéreas y hacían con ellas infusiones para tomar, una costumbre que ha quedado inmortalizada en una de las canciones folclóricas de esta región de Tsugaru, siempre llenas de prodigios y sorpresas.

El Gran Katsura de Itoi (prefectura de Hyōgo)

Especie: Katsura (Cercidiphyllum japonicum), familia Cercidiphyllaceae, género Cercidiphyllum
Dirección: Takenouchi, Wadayama-chō, Asago-shi, Hyōgo-ken 669-5237
Perímetro del tronco: 19,55 m.
Altura: 36 m.
Edad: 2.000 años
Designado Monumento Natural Nacional

Tamaño ★★★★★
Vigor    ★★★★★
Porte  ★★★★
Calidad del ramaje ★★★★★
Majestuosidad  ★★★★

Este gran árbol de cepa macho es, probablemente, el katsura (Cercidiphyllum japonicum) con mayor perímetro de tronco que tenemos en Japón. Desde el sitio del antiguo castillo de Takeda, envuelto siempre en un mar de nubes, podemos llegar en una hora y media por carretera al valle de Itoi, que ocupa el extremo norte del término municipal de Asago. En lo más recóndito de ese valle se encuentra la aldea de Takenouchi, desde donde comenzamos una caminata a lo largo del curso superior del río Itoi que nos conducirá a un lugar situado unos cuatro kilómetros más arriba. Es ahí donde encontraremos nuestro árbol.

Los katsura de gran tamaño son árboles huraños, que solo suelen encontrarse en el corazón de las zonas montañosas y, considerando esto, estamos ante un caso verdaderamente raro, pues hasta este paraje podemos llegar sin demasiado trabajo. El árbol se alza en el arranque del camino que conduce a la cima del monte Higashitokonoo, situada un kilómetro hacia el norte, y esta ubicación explica que los alrededores sean periódicamente limpiados de hierbas y que se haya instalado un banco y hasta unos retretes.

Alrededor del viejo tronco, que se pudrió y desapareció, han crecido con fuerza multitud de hikobae (brotes que nacen en torno a un árbol o tocón) que forman algo así como una gran gavilla, dando cuerpo a un nuevo tronco. Se dice que su número llega a los 80. Muchos son de grosor similar, crecen a intervalos regulares y además se han desarrollado muy rectos, consiguiendo en conjunto una forma de tronco notable por su perfección. Sentimos una magia muy especial cuando, mirando desde abajo, contemplamos el hueco todavía perceptible en la parte central del conjunto, donde un día estuviera el viejo tronco. Es de suponer que este árbol ha sobrevivido a más de una crecida del vecino río Itoi, que le ha ido robando la tierra de los alrededores y dejado parte de sus raíces al descubierto. Algunas de ellas parecen avanzar como serpientes en la dirección de la corriente del río, a lo largo de más de 10 metros. La leyenda dice que, cierto año en que la sequía se cebaba en la región, un monje de gran virtud colocó sus hábitos sobre el árbol y elevó allí sus plegarias, que fueron oídas. Ha llegado hasta nuestros días el nombre de koromogi (árbol de la vestidura), en referencia a este ejemplar del que, según se dice, sigue siendo objeto de veneración.

Su edad ha llegado a estimarse en 2.000 años. Fue precisamente un katsura el árbol sobre el cual, según la tradición, se posó la garza blanca que portaba a Kanayako, dios de las ferrerías. En estos talleres era preceptivo rendir culto al dios, como también lo era plantar un katsura en sus inmediaciones. Dada la cercanía de los montes Tokoo y Kanatoko, zonas de extracción del mineral desde antiguo, no podemos descartar que, hace quizás veinte siglos, el Gran Katsura de Itoi hubiera sido plantado también a ese efecto.

El Gran Rey Agariko (prefectura de Akita)

Especie: Buna (Fagus crenata), familia de las Fagáceas, género Fagus.
Dirección: Aza-Nakajimadai, Yokooka, Kisakata-machi, Nikaho-shi, Akita-ken 018-0151
Perímetro del tronco: 7,62 m.
Altura: 25 m.
Edad: 300 años

Tamaño ★★★
Vigor    ★★★★★
Porte  ★★★★★
Calidad del ramaje ★★★★
Majestuosidad  ★★★

El “Árbol Candelabro”, un ejemplar que merece la pena contemplar. Se halla de camino hacia el Gran Rey Agariko.

Últimamente se muestra mucho interés por los bosques de hayas que se extienden en las laderas del monte Chōkai. La mayoría de las hayas que pueblan la zona son los llamados agariko y han adoptado su forma actual por la intervención humana. Agariko viene a significar “retoño brotado desde un punto elevado sobre el nivel del suelo” e indica que el árbol en cuestión nació del tocón que quedó cuando el árbol original fue talado. Las figuras de estos árboles, algunos de los cuales han crecido en grupo desde plataformas elevadas unos dos metros desde la superficie, son realmente extrañas y la extrañeza se convierte en perplejidad cuando uno se percata de que todos los árboles de este bosque retuercen sus ramas siguiendo un patrón parecido. Aunque, ciertamente, sería una falta de respeto hacia estas hayas calificarlas de “deformes”. En el bosque se han encontrado, dispersos, más de cincuenta asentamientos de antiguas carboneras, por lo que se cree que las hayas eran taladas para producir carbón vegetal.

El Gran Rey Agariko se encuentra dentro de la zona recreativa de Nakajimadai, en la ladera norte del monte Chōkai, y está considerado el ejemplar de haya más grande de este bosque. Desde una altura cercana a los dos metros sobre la superficie, brotan cinco grandes ramas, que le dan a este árbol un magnífico aspecto de gran mano cuyos dedos apuntasen hacia arriba. El musgo que recubre la blanquecina corteza de las hayas da una idea de la humedad ambiente que impera en el lugar. Debido a que, desde que este ejemplar fue incluido en el álbum Mori no kyojintachi 100-sen (“Selección de 100 gigantes del bosque”), editado por la Agencia de Silvicultura, ha aumentado el número de visitantes, se ha hecho a cierta distancia del árbol un camino de tablas para facilitar su contemplación y se han tomado otras medidas de protección.

Los alrededores del árbol pertenecen a un área que quedó totalmente cubierta por las rocas que se desmoronaron hace ahora 2.600 años del volcán Higashichōkai y en ellos puede verse el proceso de evolución que sigue un bosque al formarse. Por las cercanías abundan también los valiosos ejemplares llamados kodaibuna (hayas de la antigüedad o hayas centenarias) y los curiosos disfrutarán también observando las algas verdes esféricas llamadas marimo, que pueblan los numerosos lagos del área, un verdadero paraíso natural apartado del mundanal ruido, donde el tiempo corre a otra velocidad.

Ecología naturaleza