El mundo de Ishimura Yukiko, toda una experta en el buen trato al cliente
Guíade Japón
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Un edificio que cambió una vida
Al cruzar el paso a nivel de la línea Nara de la compañía ferroviaria JR, encontramos Kurumi no Ki, una tienda que también incluye una cafetería. El edificio que alberga este establecimiento es de madera y recuerda a un centro escolar de provincias dependiente de una institución educativa más grande, “escondido” entre árboles. Desde su inauguración en 1984, hay gente que aparece allí una hora antes de su apertura, como mínimo, siempre en busca de sus populares almuerzos.
ISHIMURA Han pasado 34 años, que se dice pronto, desde que abrimos. En todo este tiempo, hemos ampliado nuestra red de establecimientos: tenemos Akishino no Mori y Shika no Fune, ambos también en Nara, y Toki no Mori LIVRER, en Shirokanedai (Tokio). No hemos perdido la ilusión en ningún momento. Con este tipo de establecimientos ocurre que uno no sabe qué pasará mañana, aunque hoy tengamos una cola de clientes a la puerta. No soy capaz de medir cuándo algo va bien, así que me encuentro en un estado continuo de nervios, incluso a día de hoy.
Mi relación con Nara comenzó después de casarme, cuando me mudé a las afueras de Kioto; ambas ciudades se encuentran cercanas. Antes me había criado en Takamatsu y trabajado en la explotación de varios establecimientos en Osaka. Al principio no conocía ni la zona ni a nadie que residiera en ella, pero eso no impidió que Nara se convirtiera en uno de mis lugares preferidos nada más cambiar mi lugar de residencia. El paisaje que se puede observar al mirar por la ventana del tren que va desde Kioto a Nara se vuelve cada vez más rural a medida que nos acercamos a la segunda localidad. Los vestigios de la corte cuando Nara se llamaba Heijō-kyō, con sus vastos paisajes; el templo Tōdai, en el centro de la ciudad; el recinto del templo Kōfuku... Se respira tranquilidad por la apertura de espacios. Quería descubrir la ciudad de una forma hecha a mi medida, así que sacaba tiempo los fines de semana para perderme por ella.
Ishimura se casó en la veintena. En aquella época, su idea de la felicidad se basaba en trabajar hasta los 30 y luego dedicarse al cuidado de la casa y de los hijos, un modelo de vida bastante común. Sin embargo, un día se topó de casualidad con cierto edificio y decidió regentar una cafetería. El rumbo de su vida cambiaría enormemente.
ISHIMURA El jardín del edificio, que se encontraba al cruzar un paso a nivel, tenía unas hortensias preciosas. Me puse a verlas y, en ese momento, salió de la construcción una mujer que trabajaba allí; entablamos una conversación muy animada. El edificio, de madera y de un solo piso, me hizo recordar un sueño que había tenido cuando era niña, y que había escrito en un diario que intercambiaba con mi madre. Puse que, cuando fuera mayor, quería tener un establecimiento al que pudiera ir todo el mundo: ancianos, niños... Decidí que se llamaría Kurumi no Ki, e incluso hice un dibujo de cómo sería.
Recordé todo eso y le comenté a la mujer que me gustaría regentar mi propio establecimiento allí. Ella, sin embargo, no daba crédito a que me interesara un lugar como ese. En aquel entonces, alrededor lo único que había era campo, pero eso fue precisamente lo que hizo que se me encendiera la bombilla: quería que mi negocio estuviera en un lugar escondido.
Aunque todo había sido fruto de la casualidad, me enteré de que la empresa que ocupaba el local se iba, así que conseguí contactar con el dueño y ese mismo día llevé a mi marido para hablar con él. En ese momento ni me paré a pensar en la cantidad de cosas, como las negociaciones o el contrato, a las que tendríamos que enfrentarnos en realidad. Soy una persona que se pone en marcha en cuanto tiene una idea, sin ni siquiera pensar en lo que vendrá después (risas).
La ética de no abandonar a mitad de camino
El trabajo de Ishimura comienza por la mañana, con la limpieza, y termina por la noche, con los preparativos para la siguiente jornada, una vez cerrado el establecimiento. Entre medias se encarga de tomarles nota a los clientes, cocinar, servirles, recoger las mesas y cobrarles. En otras palabras, lo hace todo sola. Cuando cierra por descanso, se dedica a organizar los productos de la tienda. Sus semanas pasan volando.ISHIMURA Antes de la inauguración, me acerqué a saludar a los comerciantes de la zona. La “bienvenida” de alguno de ellos fue algo violenta: me dijeron que lo mío era una diversión y, en cierto sentido, no se equivocaron (risas). De siempre me ha gustado coleccionar vajillas y manteles y he disfrutado arreglando la mesa y preparando platos a mi gusto, pero llevaba una vida que nada tenía que ver con aquel sueño mío.Al principio, hubo quienes se quedaron boquiabiertos cuando les servía el café con leche en un tazón, como en París. También me preguntaban si no tenía prensa deportiva, o me exigían que retirara de la mesa las flores bonitas que había colocado para decorarla, que denominaban “hierbajos sucios”. Tenía clientes así también.No obstante, sabía que no podía abandonar a mitad de camino; es una ética que tengo muy interiorizada de mis días como jugadora de sóftbol, en el instituto. Además, recibí ayuda de la gente de la zona. Por ejemplo, un hombre que regentaba una pescadería me traía algunos ingredientes ya preparados cuando veía la luz encendida y a mí trabajando de noche aún. Pasaron unos tres años hasta que me hice con una clientela fija. Una década después de abrir, el dueño de un establecimiento que había sido tajante conmigo al principio elogió mis esfuerzos y me dijo que siempre estaba pendiente de mí, y que cuidara mi salud.
Dos décadas después, de nuevo a la carrera
Las críticas a Kurumi no Ki fueron mejorando; el establecimiento se hizo famoso en todo Japón gracias a varios artículos de revistas, entre otras publicaciones. Dos décadas después de abrir, a Ishimura se le volvió a encender la bombilla durante una visita a una galería cercana al templo Akishino.ISHIMURA La galería se encuentra en una colina con buenas vistas y cuenta con una pensión. Se conservaba muy bien, a pesar de los años. Cuando el dueño me dijo que estaba pensando dejar el negocio por problemas de salud —tenía unos 60 años—, le comenté, sin pensarlo realmente, que me parecía un desperdicio. Efectivamente, fue entonces cuando se me volvió a encender la bombilla (risas).Pensé que a la clientela le gustaría que hubiera allí un restaurante o un alojamiento. Se podrían plantar árboles frutales en el jardín y servir los frutos en el restaurante... Poco a poco me fui haciendo una idea de cómo sería el negocio allí. Era capaz de imaginarme a los clientes comiendo, relajándose, charlando...En algún momento de su vida, las mujeres sueñan con regentar una cafetería o un pequeño comercio, pero lo cierto es que ambas actividades son duras. Los gastos fijos como el precio de los ingredientes, la factura de la luz o el alquiler representan una proporción grande. Además, todo el trabajo depende de personas, por lo que resulta difícil automatizar los procesos y, consecuentemente, los ingresos finales son bajos. Cualquier persona sensata sabría que se trataba de un sueño al que era necesario renunciar, pero yo decidí embarcarme en una aventura.
Ishimura abrió entonces varios establecimientos en un complejo denominado Akishino no Mori: el restaurante Nazuna, donde sirve platos elaborados con ingredientes de Nara y verduras de temporada; la galería Gessō, en la que se exponen vasijas y otros productos; y la pensión NOi X La Soeur, que solo cuenta con dos habitaciones, si bien en estos momentos se encuentra cerrada por obras. Ishimura pasó de no tener ni un solo día de descanso a entregar al trabajo las 24 horas del día.ISHIMURA Incluso yo misma me sorprendo de los límites a los que llego, pero lo que ocurre es que siempre me ha encantado atender a la gente. Cuando era niña, intentaba evitar que las visitas que venían a casa se fueran; cómo sería que me llamaban “La pequeña Yukko del ‘No te vayas’”. Cuando me casé, empecé a comprar toallas, cepillos de dientes y hasta pijamas por si mi marido traía visitas. Eso era lo que me gustaba. Una vez, un compañero suyo del trabajo se quedó en casa a dormir y, cuando le lavé la ropa interior, me dijo, con una sonrisa forzada, que no hacía falta que me tomara tantas molestias.Creo que mi gusto por la hospitalidad viene de que me criaron mis abuelos porque mis padres trabajaban mucho. Mi abuela, que nació durante la era Meiji, era muy cariñosa y se le daban muy bien las tareas del hogar. Siempre llevaba un mandilón blanco y el pelo recogido en un moño. No me puedo quitar de la cabeza esa imagen pulcra suya.Además, iba al jardín y cogía las hojas de los árboles, que luego colocaba como adorno en los platos normales y corrientes que preparaba. Eso me sirvió, ya de niña, para ser claramente consciente de cómo eran las estaciones.Los hábitos que heredé de mi abuela están muy presentes en Akishino no Mori. Por ejemplo, haber creado allí un pequeño bosque, o usar las hojas de las camelias y las ramitas de los ciruelos como posapalillos en el restaurante.
Las habilidades de la abuela
Toki no Mori LIVRER
- Dirección: Tōkyō-to Minato-ku Shirokanedai 5-17-10
- Número de teléfono: 03-6277-2606
- Sitio web: http://www.tokinomori-nara.jp/livrer/ (solo en japonés)
Texto: Kiyono Yumi
Imágenes: Kusumoto Ryō