El Japón de hace medio siglo y el Japón actual

Sociedad Cultura

Hace ya más de medio siglo que vine Japón por primera vez en 1963. Cuando estudio la realidad del Japón actual, me parece mentira que hayan pasado ya cincuenta años desde entonces.

En este medio siglo habré visitado Japón una media de una vez cada dos años. No es que no me haya dado cuenta de cómo el país se iba transformando, pero ninguna de las veces que he ido he detectado ningún gran cambio desde el último viaje. Sin embargo, al comparar el Japón de hace 50 años y el actual me doy cuenta de que, en efecto, ha cambiado mucho.

Cuando en noviembre de 2014 pasé un mes en Tokio para para investigar en mi especialidad invitada por la Universidad de Hōsei, intenté hacer una comparación entre el pasado y el presente de Japón. En 2014 se cumplieron 50 años desde que tuvieran lugar dos grandes acontecimientos en Japón. El primero son los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. No sé si se puede afirmar que esas olimpiadas simbolizasen la recuperación completa de Japón tras la Segunda Guerra Mundial, pero sí que sirvieron para anunciar al mundo que el país se había reintegrado del todo a la comunidad internacional. La entrada como miembro en la ONU en 1956 fue una señal de que Japón se había restablecido políticamente, pero no fue suficiente: la prueba irrefutable de la recuperación fueron las Olimpiadas de Tokio 1964.

Un grupo de mujeres vestidas con kimono caminan por los alrededores del Estadio Nacional de Yoyogi, que acogió varias pruebas olímpicas (Shibuya-ku, Tokio). (Fotografía cortesía de Jiji Press)

El otro gran hito que tuvo lugar en 1964 fue la inauguración del tren Shinkansen, que, con una velocidad acorde al acelerado crecimiento económico del país, se convirtió en un símbolo de Japón como nueva potencia tecnológica.

Yo visité Japón por primera vez un año antes de los Juegos Olímpicos y la inauguración del Shinkansen. El Estadio Nacional de Yoyogi ya estaba terminado, y me acuerdo perfectamente del orgullo con el que los japoneses nos mostraron el estadio a nuestro grupo de jóvenes representantes de la URSS.

Japón cambia mucho, pero los japoneses no

Japón ha cambiado muchísimo, pero eso no me sorprende demasiado. Tal vez la transformación me parecería más impactante si, como algunos de mis antecesores, hubiese venido a Japón en los años inmediatamente posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Medio siglo atrás ya era evidente que Japón había superado las heridas de la guerra. Y se veía con prístina claridad que no solo se había recuperado, sino que había evolucionado y seguía desarrollándose. Los japoneses gozaban de un nivel de vida notablemente alto y las calles estaban inundadas de productos de consumo. Ya solo con la abundancia de productos básicos, Japón superaba a la URSS; así lo veíamos incluso un grupo de jóvenes soviéticos orgullosos de su país y con grandes sueños para el futuro como nosotros.

Aun así, los japoneses siguen siendo abnegados trabajadores que no han cambiado mucho desde aquellos tiempos. Me pregunto si encuentran el sentido de sus vidas a través del trabajo. Puede que para ellos el descanso sea solo una forma de recuperar fuerzas para luego trabajar con más ahínco todavía.

Un día soleado de otoño paseaba sola por el parque de Ueno contemplando las bellas hojas rojizas, y me puse a observar las caras de los transeúntes. Eran las mismas caras que vi al llegar a Japón por primera vez: las de la generación que levantó el país tras la guerra, las de esas personas que eran jóvenes hace medio siglo, las que hoy en día sostienen al país con su trabajo. Me percaté de que había menos caras serias y más caras apacibles que entonces, así como más personas vestidas con ropa de colores alegres. El reposo que obtienen al disfrutar de la hermosa naturaleza tampoco ha cambiado desde aquellos tiempos. Los japoneses han convivido con la naturaleza desde la antigüedad, y el vínculo que les une a lo natural sigue vigente hoy en día.

Hay otras cosas que se han mantenido intactas. Los niños japoneses, con sus redondos mofletes, incluso cuando lanzan carcajadas estridentes o gritan y lloran en el parque, conservan una mirada sorprendentemente seria. Y, rían o lloren, al minuto vuelven a sonreír como si dijesen “la vida me va bien”.

Los niños pequeños que vi por la calle hace medio siglo ahora deben haberse convertido quién sabe si en diputados parlamentarios, profesores de universidad, estrellas de cine o admirados jefes de empresa. O puede que realicen profesiones que, aunque no tan destacadas ni prestigiosas, son igual de importantes y respetables, como conductor de tren, cocinero, obrero de la construcción o dependiente.

Medio siglo: ¿es mucho tiempo o poco? Con varios libros y artículos publicados y otras tareas como traducciones y clases, he dedicado dos tercios de mi vida a Japón. En medio siglo he consagrado todo mi potencial a las relaciones entre Japón y Rusia. Y pienso que, de haber sido posible, me hubiera gustado hacer todavía más.

En el jardín de la Casa Internacional de Japón con el célebre experto en historia y cultura de la India Grigory Bongard-Levin, en 1990.

Las relaciones entre Japón y Rusia han cambiado, lo cual es lógico dado el cambio que ha experimentado mi país. Antes nos relacionábamos con Japón en calidad de “representantes de la URSS”. Con la transformación de las relaciones entre ambos países, rusos y japoneses hemos podido conocernos mejor y obtener las respuestas a muchas de las preguntas que se nos planteaban (pero no a todas, por supuesto). Al mismo tiempo nos hemos vuelto más estrictos mutuamente. Y hemos comprendido que no somos enemigos; si hay quien no lo comprende, eso ya es cosa suya.

La valiosa esencia intacta de Japón

La impresión que tienen los japoneses de los rusos, ¿habrá cambiado respecto de la que tenían de los “soviéticos de la URSS”? Según los resultados de las encuestas de opinión y las investigaciones sí ha cambiado, mejorando en algunos aspectos y empeorando en otros. Sin embargo, basándome en mi propia experiencia, creo que la actitud de los japoneses sigue igual que antes. Aunque han pasado varias generaciones, la amabilidad y la voluntad de entendimiento mutuo de los japoneses permanecen intactos. Esto es para mí lo más importante de este medio siglo que dejo atrás: el Japón auténtico que no cambia a pesar del paso del tiempo.

(Traducido al español de la versión japonesa traducida del original en ruso.)

Fotografía: Olga Andreeva

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