Las empresas japonesas, a la caza del talento extranjero

Sociedad

La demanda de personal extranjero en Japón crece ante la necesidad de mejorar la competitividad internacional y de asegurar una fuerza de trabajo suficiente para hacer frente al envejecimiento demográfico y la baja natalidad. Pero para aprovechar y afianzar esa codiciada mano de obra extranjera, las empresas japonesas deberán cambiar radicalmente su forma de pensar.

Explotados por un sueldo insuficiente

“¿Pero hasta qué hora se trabaja en las empresas japonesas?”, espeta una empleada china del distrito financiero de Shanghái. Una vez en que excepcionalmente se quedó trabajando hasta las 11 de la noche, observó que a esas horas la oficina de un banco nipón situada en la misma planta que la suya seguía llena de japoneses que trabajaban en silencio y sin hacer gesto de volver a casa. Cuando en otra ocasión una colega presenció la misma escena, ambas reafirmaron su impresión de que trabajar para un banco japonés debía de ser “terrorífico”.

Según el Libro blanco de la economía china y las empresas japonesas de 2016 (Cámara de Comercio Japonesa en China), 23.094 empresas japonesas están implantadas en China (dato de finales de 2012), y más de 10 millones de empleados chinos trabajan —directa o indirectamente— para empresas japonesas asentadas en su país. Aunque no son pocos los ciudadanos chinos familiarizados con la cultura empresarial japonesa, las prácticas laborales niponas no son bien aceptadas en el gigante asiático.

En Shanghái la expresión “工作圧力太大!” (¡En el trabajo me presionan demasiado!) es una queja común que profieren prácticamente todos los chinos que trabajan en empresas japonesas. Aunque la presión es un elemento intrínseco del trabajo, para los chinos dicha queja implica también el rechazo a “ser explotados por un sueldo mediocre”. Así lo explica un empleado chino de 31 años que trabaja para un fabricante de productos químicos nipón: “Las condiciones de las empresas japonesas no están mal en comparación con las pequeñas empresas privadas de mi región, pero con eso no basta. Quisiera decirles que no acepto que me asignen funciones que exceden el sueldo que me pagan”.

Los salarios de los oficinistas de las firmas japonesas en Shanghái y cercanías oscilan entre los 4.000 y los 20.000 yuanes (1 yuan = 16 yenes), pero la mayoría se encuentra en la franja de los 6.000 a los 8.000 yuanes. Estos niveles salariales no han variado desde el primer lustro del siglo; es decir que los sueldos de las empresas japonesas llevan más de 15 años estancados, a pesar de la drástica transformación que viene experimentando la economía china desde el año 2000. Para los trabajadores chinos, exigentes con las condiciones laborales, las empresas japonesas no presentan ningún atractivo en vista de los sueldos bajos, las escasas vacaciones y la falta de posibilidades de promoción que ofrecen.

Los chinos afincados en Japón tampoco se decantan por las firmas del país

Japón cuenta con más de 670.000 ciudadanos chinos, buena parte de los cuales trabajan con las mismas condiciones que los empleados japoneses. Aun así, al parecer las empresas niponas no ofrecen condiciones que atraigan a los profesionales chinos. Citando el testimonio de una empleada de 35 años que trabaja para una aerolínea: “Ahora mismo me siento cómoda en el trabajo y tengo buena relación con mis compañeros, pero en el momento en que este equilibrio se rompa volveré a China sin pensármelo dos veces. No me siento especialmente motivada por trabajar en una empresa japonesa”.

En los años noventa los chinos soñaban con trabajar en firmas japonesas como Toyota, Panasonic y Sony. Un trabajador chino en la veintena que entró a trabajar en un fabricante líder en Japón nos revela así sus impresiones: “No pensaba que fuera una sociedad tan vertical. No mediamos palabra con los del departamento de al lado. Elegí esta empresa porque se suponía que era una compañía internacional, pero a mí la internacionalidad no me toca por ningún lado. Basta con decir que, para rebajar costes, solo los jefes viajan al extranjero. Así que estoy buscando otro trabajo”.

Cada vez se contrata a más extranjeros

El número de estudiantes de otros países que realizaron estancias académicas en Japón se disparó hasta los 200.000 en 2015. Los asiáticos representan el 90 % del total de los estudiantes extranjeros en Japón, y cerca de la mitad son chinos. Últimamente también han empezado a llegar estudiantes de Myanmar.

Altech Corporation, con sede en Yokohama, es una de las compañías niponas que está poniendo más énfasis en la contratación de trabajadores birmanos. Fundada en 1968 como un despacho de arquitectos, su estrategia de “diseño y desarrollo codo a codo con el cliente” les llevó a establecerse como un potente servicio de subcontratación de profesionales técnicos. Su rasgo más característico es que no se limitan a registrar personas en la bolsa de trabajo y enviarlas al cliente, sino que contratan a los candidatos con el perfil adecuado como empleados regulares y luego los destinan a las empresas que los necesitan. La plantilla de la empresa, que incluye ingenieros extranjeros, asciende a unas 3.000 personas.

El birmano Aung Kyaw Phyoe, de 36 años, lleva seis trabajando en Altech Corporation. Actualmente pertenece a la Oficina de Promoción Comercial Internacional, donde se encarga de la promoción empresarial en Myanmar. Phyoe expone así los motivos que lo llevaron a trabajar en una empresa japonesa: “Aunque en los últimos años países vecinos como China y Corea del Sur habían ido aumentando su presencia empresarial en Myanmar, sobre los japoneses y sus empresas no se oía ni una sola noticia negativa. Trabajar en una firma nipona era mi sueño desde la infancia y lograrlo me brindó una oportunidad increíble”.

Sobre el motivo de llevar seis años trabajando para la empresa, comenta: “En general los compañeros veteranos cuidan mucho de los más nuevos, y yo me he sentido siempre muy valorado”. Ese buen trato entre veteranos y novatos es una peculiaridad propia de la empresa.

En la oficina internacional de Phyoe la mitad de los trabajadores son de nacionalidad extranjera. La destacada consideración que demostró ofreciendo asistencia en Myanmar motivó a la empresa a contratarlo. Honya Tsuyoshi, jefe del Departamento Internacional, declara convencido: “A la hora de contratar no hacemos diferencias entre japoneses y extranjeros. Los que priorizamos es la capacidad de comunicación interpersonal”.

La constructora Omtec (Toshima, Tokio), especializada en la cimentación con pilotes, contrató al vietnamita Nguyen Minh Hoang, de 29 años, en la primavera de 2016 para formarlo como futuro ejecutivo. Un factor contextual que contribuyó a su contratación fue la estrategia de exportación de infraestructuras que el Gobierno japonés está desplegando actualmente. Lo que decidirá el éxito o el fracaso de los proyectos de Omtec en otros países serán los recursos humanos extranjeros formados por la propia empresa.

Para Hoang, que estudió ingeniería de autopistas en la Universidad de Transporte y Comunicaciones de Vietnam, entrar a trabajar en Omtec fue un sueño hecho realidad. Cuando era universitario supo de la existencia en Vietnam de un puente construido mediante la Ayuda Oficial para el Desarrollo japonesa, y sintió un fuerte deseo de adquirir un nivel técnico que le permitiera crear obras de la misma envergadura. Hoang ya dirige unas cuantas obras en Tokio. Nos comenta sus aspiraciones en el japonés que ha logrado aprender en pocos meses: “Cuento con un tipo de experiencia de la que carecen los japoneses. En adelante quiero seguir buscando las mejores prácticas para cada obra y concebir métodos óptimos que superen a los actuales”.

Extranjeros que quieren aprender en las empresas japonesas

Hay trabajadores chinos que entran en empresas japonesas con una firme voluntad de aprender. GMO Brights Consulting es una entidad situada en el barrio tokiota de Shibuya que ofrece ayuda estratégica a empresas japonesas en cuestiones de violación de los derechos de propiedad intelectual. Ping An, de 28 años y natural de Shanghái, se benefició de un nutrido aprendizaje trabajando allí.

Ping An asegura que en Japón aprendió mucho sobre los derechos de propiedad intelectual.

El trabajo de Ping An consistía en rastrear sitios de venta por internet chinos para detectar productos que fueran sospechosos de violar los derechos de propiedad intelectual y facilitar información al respecto al cliente interesado. Sobre dicha época recuerda: “En mis tiempos de estudiante en China me gustaba ver anime por internet. En mi país se da por sentado que se pueda acceder a cualquier contenido de forma gratuita. No supe que eso estaba mal hasta que llegué a Japón. Fue en ese trabajo donde aprendí la necesidad de proteger los derechos de propiedad intelectual.”

Una vez en la empresa, Ping An se aplicó en el estudio y logró aprobar el nivel 2 del Examen de Gestión de la Propiedad Intelectual, una difícil prueba de capacitación oficial en Japón. A pesar de los esfuerzos dedicados, al regresar a China comprobó que lo tenía muy difícil para encontrar un empleo donde poner en práctica su experiencia en materia de derechos de propiedad intelectual. “A diferencia de Japón, en China no existe ninguna certificación para especializarse en la defensa de la propiedad intelectual”, lamenta. Aunque es una lástima que no haya podido aprovechar la experiencia acumulada en Japón para desarrollar una carrera en su país, el hecho de haber formado a una curtida especialista de la propiedad intelectual no carece de sentido.

Valorar algo más que el nivel de japonés

En el campus de la Universidad de Temple en Japón (centro matriz en Pensilvania), situado en la zona de Minamiazabu de Tokio, el 65 % del alumnado son estudiantes extranjeros. El hecho de poder obtener títulos reconocidos en Estados Unidos estudiando en Japón constituye un reclamo que atrae a estudiantes de múltiples países, incluido Estados Unidos. Y cada vez son más los estudiantes que desean quedarse en Japón a labrarse una carrera profesional tras graduarse.

Sin embargo, según Sawa Kentarō, miembro del Departamento de Colocación Laboral de la universidad, “aún queda mucho por hacer para facilitar la contratación de los estudiantes extranjeros en las empresas japonesas; en ese sentido estamos en proceso de desarrollo”. Uno de los problemas que cita Sawa es “el elevado nivel de idioma japonés que se exige, equivalente al N1 del Examen Oficial de Lengua Japonesa (JLPT)”.

Para hacer frente al envejecimiento demográfico y al encogimiento de la población juvenil, en 2008 el Gobierno japonés lanzó el “Plan de 300.000 estudiantes extranjeros” con el objetivo de atraer estudiantes de otros países y captar mano de obra extranjera altamente capacitada. Con todo, el “muro del idioma” que se interpone entre las empresas y los candidatos es muy grueso, y las propias compañías niponas no acaban de lanzarse a contratar estudiantes internacionales.

En vistas de la situación, en noviembre de 2016 la Universidad de Temple en Japón y la Universidad de Sofía coorganizaron una feria de búsqueda de empleo en inglés a la que invitaron una selección de empresas que no exigen el nivel N1 del Examen Oficial de Lengua Japonesa como criterio de contratación. Según Sawa, “aunque es importante que los estudiantes extranjeros obtengan un buen nivel de japonés, también hay que valorar otras competencias para ampliar sus posibilidades de encontrar empleo”.

Crear empresas atractivas para los extranjeros

Anna Petrova, una alemana de 33 años que regresó a su país tras trabajar en Japón, nos ofrece una observación digna de tener en cuenta: “Lo que buscan las empresas japonesas son trabajadores con apariencia extranjera y mentalidad japonesa”. Anna rememora así el cursillo introductorio para nuevos empleados que le impartieron al ser admitida en una empresa japonesa por una empresa japonesa: “Aquel cursillo me dio la impresión de ser ‘una herramienta para fabricar japoneses’, pero me autoconvencí de que tenía que ser así porque en el trabajo íbamos a tratar con clientes japoneses”.

Lo que más sorprendió a Anna durante su estancia en Japón fue “que hubiera manuales para absolutamente todo”. “Había oído que las empresas japonesas en general tenían predilección por los manuales, pero aun así me sorprendió profundamente. En ocasiones me sentía frustrada por la falta de libertad de acción”.

El francés André Guillaume, de 30 años, cuestiona “el sistema de verificación típico de las empresas japonesas”. “En Japón están el responsable, el supervisor, el director de sección y el director general. Se tarda entre dos y tres días para que cualquier decisión reciba el visto bueno de las partes implicadas”. Este sistema de extrema cautela para evitar riesgos se considera crucial en Japón, pero no encaja nada bien en los países emergentes de Asia, especialmente en China. Como resultado, las empresas japonesas acaban ganándose la fama de que “son tan lentas en las decisiones que dejan escapar las oportunidades”.

En Francia gusta la cultura de Japón, pero la opinión sobre las empresas niponas no es precisamente positiva. “La imagen de que se trabaja demasiado se enfatiza mucho. Aunque se ofrezcan días de descanso pagados, no se pueden tomar vacaciones tan largas como en Francia y el ambiente de la empresa hace difícil tomarse días libres”.

No cabe duda de que la mano de obra extranjera bien preparada es necesaria tanto para las empresas japonesas, apresuradas por el ritmo de la globalización, como para Japón, aquejado por el envejecimiento demográfico. Lo que queda por ver es si las empresas japonesas serán capaces de reinventarse para resultar atractivas a los profesionales de otros países. Y lo que deberán hacer para lograrlo es abrir los brazos, precisamente, a aquellos “trabajadores extranjeros que sueltan sus quejas y opiniones sin tapujos”.

(Traducido de la versión en japonés, redactada el 5 de diciembre de 2016.)

Fotografía del encabezado: El trabajador vietnamita Nguyen Minh Hoang, contratado en la primavera de 2016 por la constructora Omtec de Tokio. (Fotografía cedida por la redactora).

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