Leyendas de Japón

Donald Keene, una vida dedicada a la literatura japonesa

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El gran traductor, divulgador de la literatura japonesa y autor Donald Keene, norteamericano nacionalizado japonés, murió de insuficiencia cardíaca en un hospital de Tokio el 24 de febrero de 2019. Tenía 96 años. Habían transcurrido cerca de 80 años desde que encontrase por casualidad, en una librería de Nueva York, una traducción al inglés de la novela medieval japonesa Genji Monogatari. Presentamos aquí la trayectoria vital y los méritos de este gran hombre de cultura, de la mano de una educadora que ha sido coautora de uno de los libros de Keene.

Donald Lawrence Keene (1922-2019) fue un gran investigador de la literatura japonesa y un excelente traductor. A principios de marzo de 2012, cuando tenía 89 años y residía en Kita-ku (Tokio), se nacionalizó japonés. Entre su abundantísima obra cabría destacar su History of Japanese literature, publicada en 18 tomos, magna labor que acometió él solo, sin contar con ayuda, leyendo una descomunal cantidad de libros japoneses de todas las épocas. Comenzó su redacción en 1976, a los 54 años, y la terminó en 1997, a los 75.

Logros espectaculares con poco más de 30 años

Pero Keene ya contaba con dos portentosas obras en su haber: Anthology of Japanese Literature y Modern Japanese Literature: an Anthology, que dieron a conocer al mundo anglófono mediante traducciones totales o parciales textos literarios japoneses ordenados cronológicamente. Aparecidas En Nueva York en 1955 y 1956 respectivamente, incluían textos ya publicados por otros traductores y otros textos expresamente encargados para dichas colecciones, así como traducciones propias. Keene tenía entonces poco más de 30 años. Ambas colecciones son deslumbrantes repertorios literarios de enorme atractivo, en los que podemos disfrutar desde clásicos como Man´yōshū o Genji Monogatari hasta las obras de autores modernos como Mishima Yukio o Dazai Osamu, y que por su composición guardan un gran equilibrio, pues no se limitan a la prosa, incluyendo formas poéticas como el waka, el renga, el haikai (que incluye el haiku) o el kanshi (poesía de estilo chino), y dramáticas como el , el kyūgen o el jōruri. “Gracias a Dios, todo aquello logré culminarlo sin cometer grandes errores, y eso que todavía era muy joven”, comentaba jocoso cuando se le recordaban sus méritos.

Cuando editó aquellas antologías, Keene estudiaba un posgrado en la Universidad de Kioto, en la que había ingresado en el verano de 1953, y vivía en esta ciudad. Aunque parezca increíble, en los dos años escasos que median entre esa fecha y mayo de 1955, cuando regresó a su país, Keene se las arregló para completar por sí solo toda la serie de operaciones que exigía el proyecto, desde poner orden y editar esa enorme cantidad de textos, hasta negociar con la editorial su publicación.

La autora del artículo con Donald Keene en su domicilio de Kita-ku (Tokio), el 18 de noviembre de 2013. (Fotografía de la autora.)

Keene y Genji Monogatari: un encuentro que marca una vida

En 1938, a los 16 años, cuando ingresó en la Universidad de Columbia. (Fotografía cortesía del Centro Donald Keene de Kashiwazaki.)

Keene descubrió la literatura japonesa en 1940, al encontrar en una librería de Nueva York una traducción del Genji Monogatari en dos tomos, hecha por Arthur Waley. La compró por 49 centavos y al instante se embebió en su lectura. Keene era un estudiante aventajado, capaz de hacer dos cursos académicos en uno, lo cual le había permitido ingresar en la Universidad de Columbia a los 16 años. Pero un año después estalló en Europa la Segunda Guerra Mundial. Keene recuerda que dejó de leer los periódicos, porque le asustaba la cantidad de noticias que traían sobre la evolución de la guerra. Entonces, la belleza que transmitía la traducción de Waley lo cautivó.

Posteriormente, ya como alumno de la Universidad de Columbia, Keene asistió a la clase de Historia del Pensamiento Japonés impartida por Tsunoda Ryūsaku, gracias a la cual pudo ahondar su comprensión sobre Japón. Pero entonces, en diciembre de 1941, Japón bombardeó la base naval norteamericana de Pearl Harbor (Hawái) y ambos países entraron en guerra. Poco después, Keene supo que en la Universidad de California en Berkeley la Marina norteamericana había establecido una escuela de idioma japonés. Según difundía la radio, para conducir exitosamente la guerra Estados Unidos necesitaba personas que conocieran el japonés, pero tales personas escaseaban. Ni corto ni perezoso, Keene escribió una carta solicitando su ingreso en la misma, que recibió una respuesta positiva. Pero el objetivo de Keene nunca fue otro que el estudio de la lengua japonesa.

Sus años de estudio en la escuela de la Marina

Entre febrero de 1942 y enero de 1943, Keene recibió un curso intensivo de japonés en dicha escuela. Los profesores eran por lo general norteamericanos de origen japonés y el libro de texto utilizado era el Hyōjun nihongo dokuhon (“Libro de lectura de japonés estándar”), de Naganuma Naoe. Keene recibió formación para ser capaz de enfrentarse a textos japoneses escritos a mano como parte de lo que sería su trabajo en el ejército, así que, además de aprender a leer y escribir en japonés, desde el nivel de principiantes hasta el que corresponde a un adulto culto, se familiarizó también con la forma de la caligrafía japonesa llamada sōsho, un estilo corrido habitual en cartas. Los profesores de origen japonés realizaron una labor docente abnegada y entre ellos y sus alumnos norteamericanos se creó una sólida relación de mutua confianza.

Tras su graduación, Keene sirvió como oficial de la Marina en tareas de información y, tras cumplir una misión en Pearl Harbor, recibió sucesivos destinos en las islas de Attu, Kiska y Adak (Aleutianas), Filipinas, Okinawa y Guam. En dichos lugares tradujo documentos procedentes del ejército japonés, descifró diarios dejados por soldados japoneses e hizo de intérprete en interrogatorios a los prisioneros, entre otras cosas. Keene asegura que en las aulas de la mencionada escuela había conocido a personas de origen japonés en las que se podía confiar y que, después, leyendo aquellos diarios en el campo de batalla, pudo acercarse más a los sentimientos íntimos de los japoneses, por los que nunca llegó a sentir odio. Después, Keene escribiría Travelers of a Hundred Ages: The Japanese as Revealed through 1,000 Years of Diaries (“Viajeros de cientos de eras: Los japoneses tal como se nos muestran a través de 1.000 años de diarios”, seguido posteriormente por una segunda parte), una de sus obras más destacadas, en la que presenta una impresionante cantidad de diarios escritos por japoneses a lo largo de la historia. El interés de Keene por este tipo de literatura tiene su origen en sus experiencias de guerra.

Donald Keene (centro) junto a varios compañeros de armas de origen japonés, durante el periodo que pasó en Okinawa en 1945 como oficial de Información del ejército estadounidense. (Fotografía cortesía del Centro Donald Keene de Kashiwazaki.)

Keene se había resignado a que la guerra duraría mucho tiempo, pero terminó en agosto de 1945. Ese año regresó a su universidad, donde cursó un posgrado en literatura japonesa. En el otoño de 1947 pasó a la de Harvard y justo un año después comenzó a investigar en la de Cambridge (Reino Unido). En 1951 recibió el título de doctor por la Universidad de Columbia, por sus estudios sobre el teatro de Chikamatsu Monzaemon.

Por fin en Japón

Entre 1945 y 1952, periodo durante el cual Japón estuvo bajo la autoridad de las fuerzas aliadas, vencedoras de la guerra, Japón no recibió estudiantes extranjeros en sus universidades. Keene solo pudo hacer realidad su sueño de estudiar en Japón tras el Tratado de Paz de San Francisco, por el que Japón recuperó plenamente su soberanía. Y finalmente en el verano de 1953 llegó con una beca para estudiar en Kioto, la ciudad que tanto le fascinaba.

Durante su estancia en la antigua capital de Japón, Keene vivió en un pabellón construido al más puro estilo japonés, dentro de una finca particular situada en el barrio de Imakumano (Higashiyama-ku). Era una casita rodeada de cerezos, arces y otros árboles, desde su habitación se oía el susurro de un riachuelo cercano. Su idea era experimentar el estilo de vida tradicional japonés y para ello pasó lo más crudo del invierno al arrimo de un irori (fogón de suelo), sin recurrir a los sistemas de calefacción modernos. Estaba a pensión completa y su comida, también de estilo japonés, se la preparaba su casera, Okumura Ayako. En su cuarto de trabajo, de suelo de tatami (esteras de junco), usaba una mesita baja y pequeña, ante la cual se sentaba adoptando la postura formal (seiza), que no resulta fácil de mantener a los extranjeros. El ímprobo trabajo de mecanografiado de los textos en inglés que recopiló para su Anthology of Japanese Literature lo hizo sobre esa minúscula mesita.

Keene vio publicada su antología de literatura japonesa antigua en septiembre de 1955, cuatro meses después de regresar a su país. La primera edición constó de 2.000 ejemplares y se hizo sobre la premisa de que todos los que quedasen sin vender serían adquiridos por una asociación norteamericana de intercambio cultural, la Japan Society. Pero para las Navidades de ese mismo año todos los ejemplares estaban vendidos. Se hicieron sucesivas ediciones. Contrariamente a lo que pueda suponerse, en esta época de guerra y ocupación, los norteamericanos tuvieron más oportunidades de acercarse a la cultura japonesa y desarrollaron un mayor interés en ella. Un año después se publicó sin percances la antología de textos modernos. Las dos han seguido reeditándose hasta nuestros días.

En 2006 se organizó en la Universidad de Columbia un acto conmemorativo del cincuentenario de estas antologías. Keene recordaba con alegría cómo educadores, investigadores y traductores llegados de todo el mundo coincidieron en decir que su primer encuentro con la literatura japonesa habían sido aquellos libros.

Keene representando el papel de Tarōkaja, personaje de Chidori (teatro kyōgen), en el Teatro de Nō Kita, de Shinagawa (Tokio), el 13 de septiembre de 1956. (Fotografía de Watabe Yūkichi.)

Biografías de insignes japoneses de los últimos siglos

A sus facetas como investigador literario y traductor, Keene vino a sumar en 2001 una nueva, la de biógrafo, con su obra Emperor of Japan: Meiji and His World (“El emperador de Japón: Meiji y su mundo”). Contaba entonces 79 años. Publicada en dos tomos, la obra sumaba un total de más de 1.000 páginas. En 1945, después de la derrota japonesa en la guerra, el Emperador de Japón hizo pública su conocida “Declaración de Humanidad”, pese a lo cual hasta que Keene lo hizo, nadie se había atrevido a abordar la figura humana del emperador Mutsuhito (1852-1912), soberano de la era Meiji. Con desapasionamiento, esmerada pluma y abundante documentación, Keene escribió la vida de aquel hombre que, teniendo una viva orientación internacional, cumplió su misión como kami (deidad del sintoísmo). Posteriormente, en 2007, Keene siguió en la línea biográfica con un estudio sobre Watanabe Kazan, pintor de finales del periodo Edo, y cuando ya se había naturalizado japonés, sacó a la luz estudios similares sobre dos innovadores de la poesía japonesa moderna: Masaoka Shiki (2012) e Ishikawa Takuboku (2016), que suscitaron un gran interés.

Con el escritor Mishima Yukio (derecha), en el restaurante tradicional Fukudaya, situado en el barrio tokiota de Toranomon, el 18 de junio de 1964. (Fotografía cortesía de la editorial Chūō Kōron Shinsha.)

Una nueva nacionalidad y una nueva familia

En 2012, simultáneamente a su nacionalización, Keene pasó a tener familia japonesa, pues adoptó como hijo a Seiki (68 años), un intérprete de shamisen (instrumento de cuerda tradicional) en el teatro jōruri. Seiki es más conocido por su nombre artístico de Echigo Kakutayū.

El 8 de marzo de 2012 Donald Keene convocó una rueda de prensa con motivo de su nacionalización, en una dependencia del ayuntamiento de Kita-ku (Tokio). En la fotografía, Keene muestra los ideogramas que componen su nombre japonés (ogro-enfado-canto de pájaro-portal). Al fondo, su recién adoptado hijo Seiki. (Jiji Press)

En 2009 Kakutayū puso música a una obra de teatro jōruri primitivo que había sido descubierta por un amigo de Keene en los archivos del Museo Británico. La obra, titulada Echigo no kuni Kashiwazaki, Kōchi Hōin go-denki, fue recuperada y puesta en escena en 2009. A principios de junio de 2017, con la colaboración de Keene y Seiki, fue representada también en el propio Museo Británico. Así fue como renació esta obra, cuyo libreto se cree que fue sacado de Japón a través de Dejima (Nagasaki) en 1692 por el médico alemán Engelbert Kaempfer, asignado a la oficina comercial holandesa en la ciudad. Y este esfuerzo compartido trajo consigo un asombroso fruto, pues unió los destinos vitales de Keene y Seiki.

Muy respetuosamente, Seiki llamaba a su padre adoptivo “o-tō-sama” (señor padre), lo cual daba lugar a bromas y risas. Observándolos, daban la impresión de ser muy felices. En su vida en Estados Unidos, no puede decirse que Keene hubiera tenido una vida familiar dichosa, pero en Japón se nacionalizó, tomó a Seiki por hijo y disfrutó de un cálido ambiente familiar, participando con entusiasmo en reuniones familiares de Seiki donde todos lo llamaban “hermano (cuñado)” o “tío”.

A sus 96 años, Keene decía que nunca había abordado un trabajo pensando que sería el último y siguió escribiendo hasta el final. Y no cabe ninguna duda de que en el futuro, igual que ahora, ese gran hombre vivirá a través de su vasta obra en los corazones de la gente.

Asistiendo a un ensayo de teatro jōruri en el Centro Donald Keene de Kashiwazaki, en mayo de 2017. A la derecha, su hijo adoptivo Seiki. (Fotografía de Miyazawa Masaaki.)

Fotografía del encabezado: Donald Keene en su casa de Kita-ku (Tokio), en octubre de 2011. ©Jiji Press

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